Actitud rockera, ritmo de guitarras, estribillo pegadizo y hasta un tramo de mandolinas y banjos abren en
Country Girl un disco atípico de los escoceses
Primal Scream, que ya habían avisado en 1994 con
Give out but don't give up (lleno de temas que fusionaban el rock de estadios con referencias funk) de su eclecticismo y su total despego por seguir una línea estable y definida como la que les proporcionó el éxito y el reconocimiento mundial con el electrónico y house
Screamadelica (1991). El cambio no fue bien recibido por los fans y críticos más ortodoxos del grupo, pero este
Riot City Blues es una destacable y fresca colección de temas de blues rock con sabor a clásicos, y con guitarras y ritmos que nos recuerdan a los mejores
Rolling Stones en temas como
Nitty Gritty.
Suicide Sally & Johnny Guitar comienza con rasgueos acústicos, pero desde el primer momento se intuye la explosión que va a seguir a la solitaria guitarra. Otro estribillo pegadizo y efectivo, y un áspero e intenso solo de guitarra nos mantienen enchufados al poder del grito primario, antes de sumergirnos en la crepuscular y apocalíptica When the bomb drops, un tema en el que bajan levemente el ritmo pero en el que se ponen algo más serios que en el arranque del disco.
Con Little death transitan terrenos más lisérgicos y experimentales, recordando en el arranque y por momentos al The End de The Doors, pero en The 99th floor el blues rock de ferrocarril desatado y carretera polvorienta vuelve a supurar energía, volviendo a la senda predominante del disco. Le sigue sin apenas respiro We're gonna boogie, un blues clásico de ritmo repetitivo y constante, con una pegajosa armónica que de nuevo nos traslada a los discos de los Stones de los sesenta.
Inquietos como siempre, no se resisten a jugar con referencias rítmicas al glam rock de
T. Rex en
Dolls, uno de los singles del disco junto al ya mencionado
Country Girl, para virar a continuación al country - blues de violines y banjos en
Hell's coming down, y cerrar un buen disco con la calma de las armónicas, los teclados taciturnos y los coros femeninos de
Sometimes I feel so lonely, el tercer single que se publicó del álbum, y una de sus mejores canciones. Una guinda soberbia para un disco que no sería arriesgado para un grupo de blues rock al uso, pero que es una auténtica demostración de genio y versatilidad para una banda que subió a lo más alto con propuestas más cercanas al dub, el house o la música electrónica. Pero
Riot City Blues tenía que ser así, porque tras todo
grito primario, siempre hay un breve momento en el que, para bien o para mal, nos quedamos boquiabiertos.
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