Jimmy Fontana (1934-2013), nacido Enrico Sbriccoli, es uno
de los autores más destacados de la canción melódica italiana, aunque se inició
en el jazz, tocando el contrabajo de manera autodidacta; Jimmy es,
precisamente, un homenaje al saxofonista Jimmy Giuffré, mientras que el
apellido Fontana parece que lo encontró al azar, en la guía telefónica. En los
años sesenta decidió pasarse a la canción melódica; en 1961 participó en el Festival
de San Remo y, en 1965, en la segunda edición de Un disco per l’estate,
cantando “Il Mondo”. Sólo consiguió el quinto puesto, sin embargo, fue el tema
que más éxito tuvo y, a la larga, se convirtió en una de las melodías
emblemáticas de la canción italiana. El tema es del propio Jimmy Fontana, Lilli
Greco y Carlo Pes y los arreglos son nada más y nada menos que de Ennio
Morricone, que por aquella época trabajaba para la RCA italiana.
La canción esta llena de magia, podríamos decir sin tapujos
que está hecha con el material con el que se fabrican los sueños, una de esas a
las que es imposible encontrar una sola persona que no caiga rendida a sus
encantos. Una pieza impregnada de nostalgia y de realidad a partes iguales,
como la vida misma vaya, que se beneficia de la voz de el gran Jimmy Fontana, y
una instrumentación exquisita y épica capaz de dejar embobado a cualquiera. El
tema ha conocido múltiples adaptaciones a varios idiomas incluso de mano de su
creador, que la hizo en castellano, y que ha pasado por las manos de (con mayor
o menor suerte) de Los Mustang, Sergio Dalma o incluso Seguridad Social. La
letra es un canto a los nuevos comienzos, es creer que nada tiene que ser por
siempre si tú no lo deseas, que los momentos más malos pasan con el tiempo
porque siempre hay un mañana. Y puede que con quien te acuestas por la noche no
sea ya el amor de tu vida y que cuando la miras ya no sientas nada, pero eso no
es una condena a la infelicidad perpetua, es el primer paso para encontrar ese
nuevo querer que te reenganche a este mundo que gira y gira. No quisiera
terminar sin hacer referencia a su aparición en la película Una Cuestión De
Tiempo de Richard Curtis, en la que este clásico imperecedero era uno de los
protagonistas de la historia.
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