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viernes, 26 de diciembre de 2025

Disco de la semana: 462.- Siamese Dream - The Smashing Pumpkins

 

Siamese Dream de 1993, esta incluso por encima de la obra maestra Mellon Collie And Infinite Sadness de 1995 (pese a contener éste las dos canciones comercialmente más emblemáticas de la banda: Tonight Tonight y 1979), el disco más de culto de The Smashing Pumpkins tanto para la crítica especializada como para el público, es la piedra angular del sonido que en adelante caracterizó a la banda de Chicago pese a sus novedades estilísticas del Adore. (1998), ahora bien, declarado esto no se pretende afirmar que la obra precedente al disco que nos ocupa es nula y hablamos del álbum Gish de 1991 donde pudimos ver un despliegue sonoro que con un pizca garagera, algo de grunge, hardrock y noise lograron lanzar un dignísimo álbum por el cual circunstancial, lógica y cronológicamente no hubiera existido el mayor disco de culto de la banda liderada por Billy Corgan. Descubri a The Smashing Pumpkins por primera vez gracias a Nacho, me los ponia de vez en cuando en el coche cuando salíamos a romper la noche, lo que me pareció es que Billy Corgan extrajo sus influencias de, entre otros, Robert Smith de The Cure, así que no es de extrañar que estemos en la misma onda. Después de entrar con éxito en la escena con Gish, Billy estaba ansioso por aún más. ¿Cómo podría lograrse esta evolución musical? Se tomó la decisión de combinar un género que estaba ganando popularidad con una tendencia que comenzaba a ser desplazada por el primero, y de la que algunos periodistas musicales se estaban burlando: Grunge y shoegaze: una receta interesante para algo nuevo, fácilmente podría haber sido un fracaso considerando las características de ambos géneros. Los pongo juntos en mi mente e inmediatamente veo estilo sobre sustancia, agresión y un intento de éxito empaquetado en una pared de sonido bajo los auspicios de la distorsión. Veo una receta para un fracaso total. Pero en ese momento, Billy y compañía entran en la habitación, preparan su equipo, parecen seguros de que todo va a salir bien, es el tiempo de hechos.

Un ensayo corto y llega Cherub Rock, el album explota inmediatamente con un poco de agresión y ensoñación, una combinación extraña, imposible en el papel, alguien que viera la portada blanca hoy, con dos chicas inocentes y sonrientes, probablemente amigas, podría decir que es más adecuado para el twee pop al estilo de Belle and Sebastian , no para el grunge. Sin embargo, encuentro una conexión entre el blanco, la inocencia y los momentos alegres con el lado onírico de este álbum. Cherub Rock, es un punto culminante, un tema de apertura muy, muy fuerte, el estilo wue toca Chamberlin es eléctrico, un acorde de octava rasgueado suena limpio, el bajo entra en acción (un sonido de bajo genial, también) antes de que finalmente se active el amplificador operacional y te golpee de lleno en la cara con esa pared de distorsión: divertido, pegadizo, emocionante y con ritmo rápido, el riff es genial y ciertamente muestra la tendencia de Corgan a favorecer los riffs construidos alrededor de un acorde de octava. El ritmo de Iha es pesado y crujiente. La batería es perfecta, rápida y divertida. La voz contrasta con el muro de sonido, y es un efecto muy apropiado, aún más cuando Billy de repente sube de volumen. El tema de la canción es la lucha contra la industria musical. Quiet me llama la atención de inmediato, ¿Podría Radiohead haberse inspirado en esta canción al escribir Paranoid Android ? A pesar del título, no es tranquila en absoluto, la fuerza de Quiet reside en el riff que emerge después de unos segundos de caos, es como magia, es un truco tan simple, como efectivo. El riff es pesado, cadencioso, avanza con torpeza. Corgan ofrece un estribillo chillón y quejumbroso que, a pesar de sí mismo, es muy pegadizo. La voz de Corgan encaja a la perfección con los temas líricos del álbum; puede transmitir tanto delicadeza como furia, lo cual es una gran ventaja. Hablando de furia, no puedo olvidar lo increíble que es Jimmy Chamberlin a la batería. Trata sobre la rebelión juvenil, específicamente la rebelión contra los padres. No se puede negar, Siamese Dream es un álbum lleno de reflexiones y dilemas juveniles. La depresión de Corgan lo inspiró a crear la primera canción de este álbum, Today, vale la pena destacar dos cosas. Primero, tiene una construcción grunge típica: solo la melodía al principio, luego el ritmo, los versos tranquilos y el estribillo agresivo. Simplemente compare Today con, por ejemplo, Smells Like Teen Spirit, veras muchas similitudes. En segundo lugar, esta canción tiene un tono muy irónico. Predomina un sonido alegre que ofrece la esperanza de un mañana mejor. En realidad, Billy quería decir que un mañana mejor nunca llegaría. El "hoy" que da título al disco es su mejor día, porque después, solo empeorará. Su letra también puede indicar un alivio momentáneo, ya que ha aceptado su decisión de suicidarse. Es una de mis canciones favoritas del álbum; me cautiva su ambivalencia. Hummer, por otro lado, es un gran ejemplo del equilibrio musical que se mantiene en el álbum. El riff de bajo es pegadizo, algo repetitivo y cíclico que combina a la perfección con la línea principal difusa de Corgan. El outro es genial, quizás la mejor parte de la canción. Evoca un caluroso día de verano, borracho o drogado en una playa, observando la miasma de calor que se eleva de la arena mientras flotas en el océano. A pesar del instrumental potente y estridente, la calma de las estrofas me da una extraña sensación de consuelo. Mi parte favorita son los dos últimos minutos; es como encontrar tu lugar favorito en un paisaje tranquilo. Billy deja a los oyentes con una pregunta simple pero filosófica.


La siguiente canción es Rocket, una de las más directas de Siamese Dream. El sonido de las estrofas es agradable, pero cuanto más se acerca al estribillo instrumental, mejor. El final podría simbolizar el lanzamiento del cohete que da título al disco. La guitarra acústica marida a la perfección con las cuerdas, pero en mi opinión, es la letra la que cobra protagonismo. Corgan habla de la difícil infancia que moldeó su personalidad, a veces explosiva. Simplemente no disfruto de Disarm, es una cosa cursi adolescente, y a diferencia de Mayonnaise, no tiene instrumental fantástico debajo. Supongo que es impresionante que Corgan compusiera gran parte de las cuerdas él mismo, pero simplemente no son buenas, esa campana tampoco ayuda, es una canción que pertenece al clímax de una mala película romántica, no en este disco, no entiendo los elogios, es empalagosa, autocomplaciente y nada consciente de sí misma. Soma entra en acción y... me quedo sin palabras. ¿Quién habría pensado, durante "Cherub Rock", por ejemplo, que la banda optaría por un estilo tan relajado? Una atmósfera tranquila y soñadora, una melodía onírica, y después de un rato, entra el piano. La primera parte de Soma evoca relajación, una siesta placentera durante la cual te olvidas de todos tus problemas. Aproximadamente a la mitad de la canción, los rasgueos de guitarra actúan como un despertador, recordándote todo aquello de lo que ya te has alejado. No puedo decidir qué mitad es mejor: un concepto y una ejecución brillantes. Volvemos al ritmo acelerado con Geek USA. ¿Primeras impresiones? Jimmy Chamberlin, siempre al pie del cañón, nunca decepciona. ¿Cómo es que no me gustó esta canción al principio? Un tempo perfecto, una seña de identidad del grunge, incluso se podría decir que se vuelve heavy metal en un momento dado. A mitad de la canción, hay una ralentización. ¿Por qué me encanta este momento?. Mi interpretación libre: la conexión siamesa en la muñeca simboliza las manos entrelazadas de dos personas. Estas personas también están conectadas en los sueños, lo que puede indicar una línea de pensamiento similar, valores similares y muchos rasgos comunes. Siguiendo esta línea de pensamiento, creo que Siamese Dream es una metáfora de la amistad verdadera y duradera que dura desde una edad temprana. Es una de las canciones de rock alternativo realmente geniales, es progresiva, casi, más o menos. Escucha ese relleno de batería inicial, el sonido de la batería aquí es perfecto, el ritmo es hipnótico y enérgico, al igual que el riff. La escalada de la pentatónica que Billy hace de vez en cuando es emocionante y eléctrica, y ese puente... pura bondad shoegaze. Mayonaise tiene algo de balada, pero es muy fuerte, líricamente, representa lo opuesto de Today, y hay un cierto patrón en esto. Today se escribió primero, mientras que Billy guardó esta pista para el final, una vez más, algo que teóricamente no debería funcionar tan bien junto funciona: un poco de ruido en un lado, calma y reflexión en el otro. En Today, el mundo de Billy se encamina hacia la destrucción, mientras que en Mayonaise, hay arrepentimiento por los años perdidos y las oportunidades perdidas, pero finalmente, también hay esperanza de algo mejor.  


 Durante mucho tiempo, me pregunté qué canción sería mi número uno en Siamese Dream. Ahora mismo, creo que Spaceboy se merece ese título. Hay muchas composiciones agresivas y ruidosas, pero elegí una de las canciones más tranquilas. Me enamoré de la atmósfera acústica, la batería lenta, todo ello unido por el mellotrón, con el que siempre asociaré esta canción. Si bien la mayor parte del álbum me sienta bien mientras vuelo entre las nubes a plena luz del sol, en "Spaceboy" la atmósfera se vuelve más nocturna. Billy se refiere a su medio hermano, quien luchó contra la parálisis cerebral y el síndrome de Tourette, entre otras cosas. El cantante señala ciertas similitudes entre ellos. Los unió un período de exclusión social, lo que provoca la identificación con la otra persona. La sección final es, para mí, una obra maestra. No me malinterpretes, Silverfuck tiene un tempo muy bueno, Chamberlin induce al trance con su forma de tocar, se vuelve un poco psicodélico... ¿pero esa duración? ¿Casi 9 minutos? Vamos. No tengo nada en contra de las canciones largas, pero me interesa el contenido en sí. Ojalá la banda se hubiera centrado en la intensidad de principio a fin, pero durante tres minutos simplemente nos quedamos atrapados en el vacío. Creo que podrían haber conservado ese elemento, apostado por el minimalismo y acortado esa sección para lograr el mismo efecto. Quizás estoy subestimando el guiño a los sonidos progresivos en este momento, pero no creo que sea necesario, con el debido respeto al brillante concepto de Corgan. Trato Sweet Sweet como una especie de sketch, no como un tema completo, lo que no significa que lo considere menos. Es una transición realmente disfrutable hacia la conclusión que es Luna, todos los álbumes de Smashing Pumpkins que he escuchado hasta ahora han terminado en una atmósfera similar. Los álbumes en sí están llenos de oportunidades para relajarse, para liberar multitud de emociones, pero el tramo final, en este caso Luna, garantiza un viaje tranquilo.

Hay muchos álbumes que diría que serían perfectos si no fuera porque los temas X e Y son malos o porque algo podría haberse hecho mejor. Siamese Dream destaca entre los muy buenos. No me da miedo decir que, de todos los álbumes que conozco, este es el que más roza la perfección y nunca me aburre. Billy y compañía (¿o quizás solo Billy?) crearon una atmósfera que, en mi opinión, es irrepetible. Precisamente con grabaciones como estas, soy partidario de la teoría de que hay lugares, personas, momentos y circunstancias que contribuyen a la creación de un álbum único. En este caso, quizá sean los problemas de salud mental de Billy, su adicción al trabajo y su perfeccionismo, los que empezaron a generar conflictos dentro del grupo y convirtieron el trabajo en una tarea ardua. Siamese Dream es un álbum ruidoso y agresivo por momentos, pero a la vez reconfortante. Para mí, es uno de los sonidos que definieron los 90 y un auténtico ejemplo del rock alternativo de la década. La gama de emociones adolescentes que presenta este álbum recuerda a The Cure.      

viernes, 19 de diciembre de 2025

Disco de la semana 461.- Se nos lleva el aire - Robe


Se nos ha ido el Robe, y quiero despedirle con una reseña de "Se nos lleva el aire", su cuarto y último álbum de estudio, publicado por El Dromedario Records y lanzado el 15 de diciembre de 2023. Escribiendo estas líneas, pienso en como duele escribir "último" cuando de verdad lo es, consciente de que ya no habrá más discos ni giras en solitario o con Extremoduro. Viendo ahora la portada del disco, con Robe desapareciendo y subiendo hacia el cielo, con su ropa flotando en el vacío en ese último viaje y dejando que se lo lleve el aire, parece hasta premonitoria y profética. Y escuchando las canciones del álbum, ni hijo mayor me dijo hace unos días que sentía que la muerte era una parte importante del relato de muchas de ellas, empezando por esa obra maestra titulada "El hombre pájaro", que bien podría haber llevado el título del disco ("Se que estoy más delgado y he perdido las ganas, necesito que vengas tú para sujetarme, necesito que vengas que se me lleva el aire...").

Algo tenía Robe que, sin apenas promoción y solo con su talento y sus canciones, era capaz de llenar recintos incluso cuando, con Extremoduro, no tenía material nuevo publicado, y conseguía además llegar fácilmente a nuevas generaciones de fans como la de mi hijo, al que al cumplir 18 años le regalé unas entradas para ir a verle al Wizink Center, y su entusiasmo fue casi tan grande y tan evidente como su decepción cuando, un día antes del concierto, nos despertamos con la noticia de que se cancelaba por problemas de salud de Robe. Ante aquella inesperada noticia, ni siquiera la escucha a todo volumen de "Viajando por el interior" nos logró sacar de nuestro estado de abatimiento. "Felicidad, ¿Dónde te escondes?" cantaba Robe, y en ese momento no éramos capaces de decir dónde, pero consolé a mi hijo diciéndole que, en cuanto que se recuperara y retomara la gira, volvería a sacar entradas para ir a verle.

Visto así, no teníamos "Nada que perder" y aquello no sería más que un inoportuno aplazamiento, pero el tiempo acabó demostrando que me equivocaba. Esperando noticias de mejoría y de regreso, "íbamos dejándonos llevar pero la inercia se acabó, y siguió corriendo el tiempo" y nos quedamos escuchando sus canciones mientras Robe avisaba profético ("No puedo perder nada, que vengo de la nada, y solo vivo provisionalmente"). Le imaginábamos descansando y recuperándose, sentado "A la orilla del río" como un sauce llorón, "pensando en sus amoríos" y agarrando su guitarra de vez en cuando para practicar e incluso para componer nuevos temas para próximos discos, pero no fue así.

¿Y ahora que hacemos, Robe? Desde tu marcha, "Me he quedado atrapado en el puto pasado y no puedo salir". ¿Cómo afrontar  que ya no habrá nuevas canciones con las que emocionarme como con joyas tan completas e intensas como "El poder del arte" o "Haz que tiemble el suelo"? Ahora todo el mundo saca a relucir su canción favorita de Robe o de Extremoduro, y mientras los oyentes más recientes se decantan por "Si te vas", los más antiguos reivindican que es el momento de acordarse de "amar y ensanchar el alma". Yo me niego a ese reduccionismo fácil, "No quiero tener que elegir entre una luna llena y una estrella errante", y mi tristeza no se acaba con los "Puntos suspensivos" tras los que "a la vida hay que buscarle una razón", aunque a veces el manual de instrucciones para encontrarla sea completamente "Inteligible", como la primera canción que vio la luz de "Se nos lleva el aire", publicada en mayo de 2022 con motivo del inicio de la gira promocional del disco.

Quiero despedir a Robe como se merece, pero al mismo tiempo, no quiero que esta historia tenga un final tan triste, así que hasta que llegue la tormenta final que se lo lleve todo por delante, me quedo con el comienzo de "Adiós cielo azul, llegó la tormenta": "Hay un cielo azul y tú, mirándome de frente, y hasta el sol que nos miraba a los dos parecía sonreír..." Sonreír como cuando mis hijos escuchan una canción de Robe y, entre excelsas frases poéticas, suelta un taco o una frase políticamente incorrecta, y me miran con cara de pillos y de decir "Esto no está pasando". Robe hizo que pasara, y nos lo dejó en más de cien canciones, para que sonriamos y disfrutemos mientras no se nos lleve el aire.

viernes, 12 de diciembre de 2025

Disco de la semana 460: The Temperance Movement - The Temperance Movement

 

The Temperance Movement



     En 2011, en Londres, cinco músicos se encontraron en un punto de inflexión. Phil Campbell, escocés de voz áspera y con un almamusical muy soul, llevaba tiempo buscando un proyecto que le permitiera cantar con la intensidad que llevaba dentro. Paul Sayer y Luke Potashnick, guitarristas con raíces en el rock clásico, compartían la misma inquietud: el blues rock británico había perdido protagonismo y necesitaba una nueva voz. Nick Fyffe, bajista que había girado por el mundo con Jamiroquai, y Damon Wilson, batería con experiencia en proyectos de pop y rock, completaban el quinteto. La química fue inmediata.

El nombre elegido, The Temperance Movement, recordaba tanto la disciplina como la pureza musical. En 2012 lanzaron el EP Pride, cinco canciones grabadas con urgencia, sin adornos, que funcionaron como carta de presentación. La prensa británica empezó a hablar de ellos como “los herederos naturales de The Faces”, y los conciertos en pubs londinenses se llenaban de curiosos que querían comprobar si aquella voz rasgada podía realmente sostener un repertorio entero. La respuesta fue inmediata: sí, podía. Campbell tenía el magnetismo de un predicador soul y la crudeza de un cantante de bar, mientras la banda sonaba como un bloque compacto, capaz de pasar del riff más pesado a la balada más delicada sin perder cohesión.

Ese espíritu quedó plasmado en su debut homónimo, grabado en apenas cuatro días en los estudios Fish Factory y Submarine Studios. El ingeniero de sonido Sam Miller entendió que la clave estaba en capturar la energía de la banda en directo. “No queríamos un disco perfecto, queríamos un disco real”, explicaba Campbell. El resultado fue un álbum que parece grabado en una sola toma: guitarras que respirany rugen, baterías que suenan vivas, y una voz que transmite emociones sin filtros. Publicado el 16 de septiembre de 2013 por el sello discográfico Earache Records, el disco sorprendió por la elección del sello: acostumbrado al metal extremo. Earache apostaba aquí por un proyecto de blues rock. El lanzamiento coincidió con una gira intensa que incluyó abrir para The Black Crowes y compartir escenario con Bruce Springsteen en el festival Hard Rock Calling. La crítica no tardó en rendirse, por ejemplo, la revista especializada Classic Rock Magazine les otorgó el premio a "Mejor Banda Nueva" ese mismo año. 

Desde el arranque del disco con Only Friend, queda claro que la propuesta es un viaje por el blues rock de raíces setenteras. El riff inicial es un latigazo que abre la puerta a un disco lleno de referencias. Temas como Midnight Black recuerdan a la crudeza de Led Zeppelin, Pride muestra el lado más soul de la banda, o Serenity, revela una faceta introspectiva que conecta con la tradición del blues americano. La producción logra capturar la compenetración casi telepática del grupo: cada instrumento dialoga con el otro sin imponerse, construyendo un entramado sonoro equilibrado y vibrante. En medio de esa arquitectura precisa, la voz de Campbell emerge como columna vertebral, hilando las piezas y recordando que la verdadera fuerza del disco reside en la cohesión de la banda. Las letras no buscan la sofisticación poética, sino la honestidad emocional. Hablan de soledad, de búsqueda de paz interior, de la necesidad de encontrar un lugar en el mundo. Así, por ejemplo, en Only Friend se refleja la dependencia emocional; y en Serenity, la introspección y el deseo de calma. Campbell afirmaba sobre esto en una entrevista: “No escribo para impresionar, escribo para sobrevivir. Cada canción es un pedazo de mi vida.” 



La crítica especializada coincidió en destacar la autenticidad del proyecto. Get Ready to Rock! subrayaba la influencia del blues rock sureño y la comparación inevitable con The Black Crowes. Sputnikmusic señalaba el entusiasmo con que fue recibido y el éxito de sus giras en Reino Unido. Blues Rock Review hacía referencia a la solidez compositiva: cada canción podía sostenerse incluso en formato acústico. Y Tenement TV describía el disco como “hipnótico”, resaltando la voz “whiskey-soaked” de CampbellPero lo que realmente distingue a este debut es su lugar en la genealogía del blues rock. El género británico tiene una historia que se remonta a los años 60, cuando bandas como Free o Fleetwood Mac comenzaron a reinterpretar el blues americano con un acento propio. En los 70, The Faces y Bad Company llevaron esa fórmula a estadios, mezclando crudeza con carisma. Al otro lado del Atlántico, el relevo lo tomaban grupos como The Allman Brothers Band y, más tarde, The Black Crowes, que devolvieron al género su espíritu sureño y espiritual. Cuando The Temperance Movement apareció en 2013, lo hizo con plena conciencia de esa tradición. Campbell lo decía en entrevistas: “No queríamos sonar como una banda de tributo, queríamos sonar como si hubiéramos nacido en esa época pero con la urgencia de hoy". No estaban copiando, sino continuándo la línea. Este álbum homónimo se convierte así en un eslabón dentro de esa cadena. Así, por ejemplo, Only Friend podría haber sonado en un disco de Free, con su riff seco y su voz desgarrada. Midnight Black recuerda a la oscuridad de Led Zeppelin, mientras que Serenity conecta con la espiritualidad de The Black Crowes. La producción, rápida y honesta, refuerza esa sensación de continuidad: como si la banda hubiera decidido grabar un disco que pudiera convivir en la misma estantería que los clásicos de los 70 sin parecer fuera de lugar.

Las comparaciones son inevitables: con Free, por la economía de recursos; con The Faces, por el desenfado y el aire de bar; con The Black Crowes, por el groove y la espiritualidad; y con Rival Sons, por la contemporaneidad. Ambas bandas surgieron en la misma década con la misma misión: devolver al rock clásico su lugar en la conversación actual. Pero lo interesante del debut de The Temperance Movement es que no se limita a mirar atrás. Al situarse en 2013, en plena era digital, el disco se convierte en un acto de resistencia: grabado en cuatro días, sin artificios, publicado por un sello independiente. En un mundo donde la música se fragmentaba en playlists y singles, ellos apostaron por el formato álbum, por la experiencia completa. Ese gesto los conecta con la tradición de los 70, cuando los discos eran viajes narrativos, pero también con el presente, donde la autenticidad se convierte en valor diferencial. Junto a bandas como Rival Sons, The Temperance Movement demostró que el género podía seguir vivo, que había público para guitarras crudas y voces desgarradas.

The Temperance Movement no inventaron nada nuevo, pero supieron situarse en una tradición y darle continuidad. Su debut es un disco que podría haber existido en 1973, pero que apareció en 2013 para recordarnos que el rock sigue siendo un lenguaje universal.

viernes, 5 de diciembre de 2025

Disco de la semana 459: Nick Drake - Five Leaves Left

 


“El tiempo me ha dicho que eres un hallazgo raro, raro. Una cura problemática Para una mente problemática” Desde las primeras letras de toda la discografía de Nick, se nos da una idea de su mundo, que los problemas que muchos de nosotros ahora sabemos que él enfrentó, no simplemente aparecieron de la nada. Nick, incluso en su primer disco, cuando escuchamos sus canciones que hizo más joven, es un “alma vieja”, ha sido desgastado por la lluvia continua de la vida, empapando lentamente su ropa, pero en Five Leaves Left todavía escuchamos esa sensación de esperanza de él. El título del álbum en sí implica que solo hay un poco de vida aferrada, pero todavía está allí. Nick puede haber estado imaginando que después del invierno que está por venir, le crecerían nuevas hojas nuevamente en la primavera. Podría decirse que hay ingenuidad en esta esperanza de un futuro mejor, pero, al menos para mí, la esperanza es una de las emociones más humanas que se pueden transmitir a través de la música. Esa comprensión de que el mundo es oscuro, sombrío y no está hecho para la mayoría de nosotros, y en medio de toda esa negatividad, seguirás intentándolo. Este álbum, no trata sobre la mente perturbada de Nick, trata sobre encontrar una cura.


Abre el álbum con Time Has Told Me, y es realmente buena. Es una gran manera de empezar el álbum, me ganan rápidamente las canciones como esta con letras sencillas pero efectivas. Canta sobre una chica que es una "cura para una mente atribulada" y cómo pretende "dejar de querer amar lo que realmente no quiero amar". La primera cita es algo con lo que cualquiera con cierta autoconciencia puede identificarse, y la segunda representa la mentalidad de cierto nivel de madurez. Supongo que el tiempo nos dirá mucho. Hay buenos mensajes, "El tiempo me ha dicho que no pida más, porque algún día nuestro océano encontrará su orilla". Simple, pero funciona, la música no es gran cosa por sí misma, pero combinada con la letra encaja a la perfección. Soy un fanático de las canciones folk accesibles con un mensaje sabio que se presentan de forma sencilla. . El tema se ve realzado por la sutil incorporación de Richard Thompson a la guitarra eléctrica, cuya interpretación aporta una textura cálida que complementa la moderación de Drake. A continuación, la que es para mucho la estrella del disco, River Man, es la pieza más impactante del álbum, tanto estructural como sonoramente. Su compás de 5/4 le otorga una cualidad fluida, casi hipnótica, y la interacción entre la sutil guitarra de Drake y el cautivador arreglo de cuerdas de Harry Robinson es magistral. La canción parece desconectada del tiempo, con una letra que difumina los límites entre la observación y la alegoría. Es aquí donde la visión de Drake alcanza su máximo esplendor: una fusión perfecta de influencias folk, jazz y clásica que captura la esencia de su sonido único. 

Three Hours llega a ser más melancólica y siniestra que la anterior canción. Es una de mis canciones favoritas del álbum, pero no hay mucho que pueda decir al respecto. No puedo explicar por qué es tan buena, simplemente tiene su propio ambiente al dedillo, sin que realmente suene como si lo estuviera intentando. Way to Blue empieza con una sección de cuerdas pesada y empapada. Esta no me gusta tanto. Tiene una sensación pesada, debido a las cuerdas, pero realmente no crea mucho ambiente para mí. Quizás todavía no me ha impactado. Parece repetitivo, se alarga un poco y las cuerdas son demasiado. No es algo que me salte, pero tampoco algo que me entusiasme. Day is Done, es bastante buena, de nuevo, una reflexión sobre el final que parece presagiar la breve y decepcionante carrera musical de Drake. Por una vez, la producción que empañó muchas de las primeras grabaciones de Drake está realizada con buen gusto y en sintonía con el contenido emocional de la canción. Un violín teje suavemente una melodía melancólica alrededor de las estrofas, que evocan una serie de imágenes otoñales. «Cuando la noche es fría», canta Nick Drake, «algunos sobreviven, pero otros envejecen, solo para demostrar que la vida no es oro, cuando la noche es fría». Sin embargo, la despedida final es también un regreso al principio: los versos finales evocan los primeros, y el verso inicial se repite al final de la canción. Una de las canciones más tristes y hermosas de Drake, su belleza reside en su fragilidad, la perfecta armonía entre letra y música, y su voz etérea que parece provenir de otro mundo. En sus cinco breves versos, pinta el retrato de un gran artista y un ser humano atormentado, que realmente parecía hecho de papel. Una brisa, y Nick Drake quedó atónito.


Cello Song, atentos a la parte de guitarra, es hipnótica tanto para escucharla como para tocarla, y como no la letra, “Y si un día me ves entre la multitud, dame una mano y llévame a tu lugar en la nube” realmente me habló como un adolescente suicida que se sentía perdido en un mar de otros adolescentes. El violín es más sutil aquí y no inunda la canción, como en las dos últimas, lo cual es bueno. The Thoughts of Mary Jane es una bonita cancioncita folk inglesa sobre marihuana (o posiblemente alguna chica). Si es sobre hierba, en realidad tiene letras bastante creativas. Si es sobre una chica está bien (tendría que conocerla para saberlo con seguridad). Destaca su hermosa orquestación con instrumentos de viento, especialmente flautas, que complementan la frágil voz de Drake, mientras que la letra explora su tema recurrente: la naturaleza incognoscible de la vida interior de una mujer. Algunos críticos señalan que destaca como una canción más alegre y caprichosa que muchas de sus otras canciones, más morbosamente introspectivas. Man in a Shed es pegadiza, pero también es bastante sencilla. No está mal, pero no es lo mas destacable del álbum. A primera vista, es un desvío ligero, casi caprichoso, pero bajo su piano ligero y su swing jazzero se esconde otra historia de desapego romántico. La canción ofrece un vistazo al registro musical de Drake, mostrando que incluso sus momentos más juguetones están teñidos de una serena melancolía. Fruit Tree es otro punto culminante. Su tema de reconocimiento póstumo conlleva una inquietante premonición, dado el posterior estatus de culto de Drake. Versos como "La fama no es más que un árbol frutal / Tan poco sólido" resuenan profundamente, no solo como un comentario sobre la fama, sino como una reflexión sobre la fragilidad del legado artístico. La lenta construcción del arreglo —que comienza con la guitarra de Drake y se transforma gradualmente en una orquestación melancólica— le otorga al tema una fuerza serena y creciente. Cierra el álbum con Saturday Sun, otra canción que me encanta. De hecho, es una de mis canciones favoritas de Nick Drake. Este es el tipo de cancion sabia, hermosa, misántropa, mitad amarga/mitad alegre y sentimental que me encanta escuchar de Drake. Me encanta ese sonido que es solo piano, xiláfono y batería, creo. Es una canción realmente hermosa e irresistible.

 

Hay razones por las que el Sr. Drake no tuvo ningún éxito durante su vida. Su música era demasiado tímida, demasiado suave para los estándares de la época. Carecía de la grandiosidad de un Leonard Cohen o de la energía de un Bob Dylan, era simplemente música folk decepcionante y conmovedora. Bueno, eventualmente obtuvo una ola de reconocimiento después de su muerte, lo cual es trágico, pero es un comienzo. Preferimos tener éxito póstumo que ningún éxito en absoluto, pintar un retrato de Nick Drake no es nada fácil. Para cuando lanzó five leaves left, aún no estaba tan cerca de la muerte. Su condición mental y física se degradó más tarde. En 1969, todavía era este joven introvertido y nervioso. Su primer disco casi suena como si no estuviera realmente seguro de querer hacer un álbum. Five leaves left es una escucha incómoda. Sin embargo, en general, él es el disco. Él es su núcleo. Porque a pesar de su visible simplicidad, five leaves left es muy parecido a un bosque frondoso e impenetrable. Llegar a este núcleo es, de hecho, la hermosa dificultad que ofrece este disco. 

También es importante mencionar la belleza de las canciones. La voz tenue de Nick reposa sobre partes de guitarra engañosamente técnicas pero maravillosamente melódicas, acompañadas por unos pocos instrumentos, entre los que se incluyen piano, guitarra eléctrica, contrabajo, congas, cuerdas, corno inglés, oboe, vibráfono, flauta y batería. Cada tema es completamente único, con su propia identidad dentro del disco, pero fluye fantásticamente de una canción a otra. Las congas en Three Hours añaden un aire de misterio a una canción ya de por sí peculiar, el vibráfono en Saturday Sun continúa la naturaleza desenfadada del tema y, si bien los arreglos de cuerda de Robert Kirby son geniales en todo el álbum, es el arreglo de Harry Robinson en River Man el que destaca como uno de los momentos más hermosos de todo el disco. Por un lado, parece que la música actúa como... Una forma sencilla de adentrarse en el álbum, permitiendo a quienes quieran sumergirse en las letras hacerlo a su propio ritmo. Pero diría que la música y la letra representan su corazón y su mente. Que en su cabeza lidia con pensamientos muy inquietantes, que se volverían cada vez más problemáticos y difíciles de manejar, pero la música es la calidez y la esperanza que busca en la vida, lo que anhela sentir en su corazón, de los demás y de la vida en general.

Incluso con todo lo que he escrito aquí, es difícil describir lo maravilloso que es este álbum, como llegar a casa después de estar lejos durante mucho tiempo, e incluso si nunca lo hubiera alcanzado, este disco es Nick buscando su hogar.

viernes, 28 de noviembre de 2025

Disco de la semana 458: Divididos (2025) – El regreso que necesitábamos, incluso antes de saberlo

Disco de la semana 458: Divididos (2025) – El regreso que necesitábamos, incluso antes de saberlo

Quince años de silencio discográfico son, para cualquier banda, un océano. Más aún si esa banda es Divididos, un trío cuya impronta en el rock argentino está marcada por una combinación casi irrepetible de potencia, virtuosismo y sensibilidad. Desde Amapola del ’66 (2010), los fans quedaron esperando un nuevo capítulo en la historia de la llamada “Aplanadora del Rock”, un grupo que nunca ha necesitado grandes artificios para sonar aplastante y profundamente musical a la vez. En 2025, finalmente, esa espera llegó a su fin. Y el resultado vale cada uno de los días transcurridos.

El nuevo álbum, titulado simplemente Divididos, no es solo un regreso: es una declaración de identidad, un ejercicio de madurez artística y una exploración emocional que sorprende incluso a quienes ya conocemos bien la capacidad creativa del trío formado por Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Catriel Ciavarella. Lo que podría haber sido un disco complaciente —una vuelta al sonido que los consagró, un gesto hacia los fans para quedar bien— se convierte, en cambio, en una obra ambiciosa, cuidada al detalle y profundamente expresiva.

Una cicatriz como símbolo

La portada del álbum ya anticipa algo del tono general. Dos telas, una celeste y una blanca, unidas por una sutura visible que las mantiene juntas a pesar de la herida. Es una imagen simple, pero cargada de significado. Mollo explicó que representa un deseo: que esa herida algún día sane. No hace falta ser demasiado literal para entender que la banda está hablando tanto del país como de la intimidad humana, de la historia colectiva y también de la personal.

Esa sutura, esa cicatriz, funciona como metáfora del propio disco: un trabajo que une materiales muy diversos —canciones compuestas entre 2019 y 2025, momentos de explosión rockera y espacios de introspección, texturas clásicas y nuevas búsquedas instrumentales— con la esperanza de formar algo más entero, más luminoso.

Un álbum que respira tiempo

Lo primero que se percibe al escuchar Divididos es que no fue creado de manera apurada. Muchas de sus canciones habían sido adelantadas como singles a lo largo de los últimos años: Mundo Ganado en 2019, Insomnio y Cabalgata Deportiva en 2020, San Saltarín en 2023. Todas reaparecen aquí, pero recontextualizadas, rejuvenecidas por la presencia del resto del repertorio.

El hecho de que el álbum se haya ido gestando durante tanto tiempo es clave para entender su diversidad. Hay canciones que parecen surgir de la energía pre-pandémica, otras que nacen del encierro y la introspección, y otras que respiran una cierta luz renovada. Lo extraordinario es que, a pesar de esa variedad temporal, el disco suena cohesionado, como si cada pieza hubiera estado esperando el momento adecuado para formar parte de un todo.

La identidad intacta, pero en movimiento

Divididos siempre fue una banda difícil de encasillar. A lo largo de su historia supo combinar la crudeza del rock con raíces folklóricas, ritmos ancestrales, experimentación tímbrica y juegos poéticos que oscilan entre lo metafórico y lo humorístico. En este álbum, la identidad se mantiene, pero no se congela.

En temas como “Revienta en Mi mayor” o “Cabalgata deportiva”, la banda despliega ese pulso rockero inconfundible: guitarras que entran como ráfagas, un bajo que sostiene y a la vez explora, y una batería precisa, poderosa, magnética. Ciavarella vuelve a demostrar por qué su llegada revitalizó el sonido de Divididos: golpe firme, sensibilidad dinámica y una versatilidad notable.

Sin embargo, sería injusto pensar que el disco es puro músculo. Hay espacio para la delicadeza, para la reflexión, para el sonido que se detiene y mira hacia adentro. “Insomnio”, por ejemplo, es una gema donde la vulnerabilidad se acompaña de una instrumentación mínima pero profundamente emotiva. En “El faro”, la banda juega con una atmósfera casi cinematográfica, creando un paisaje sonoro que combina nostalgia, contemplación y esperanza.

Aportes que ensamblan sin desentonar

La participación de músicos invitados aporta color, pero sin romper la identidad del trío. Santiago Molina lleva su gaita a San Saltarín, otorgándole un carácter festivo, lúdico, casi ritual. Por otro lado, el aporte de las cuerdas dirigidas por Nicolás Sorín en “Grillo” introduce una dimensión orquestal inesperada, elegante, que se integra perfectamente al espíritu del disco sin caer en excesos.

Estos detalles demuestran algo importante: Divididos no suena a una banda que está volviendo para repetir fórmulas. Suena a un grupo que sigue siendo inquieto, curioso, despierto.

Doce canciones, un viaje

El álbum está formado por 12 temas que recorren un arco emocional amplio. Desde el vuelo introspectivo de “Monte de olvidos” hasta los gestos más épicos de “Aliados en un viaje”, el disco funciona como una narración musical que invita a recorrer diferentes estados de ánimo.

No hay relleno. No hay canciones “de compromiso”. Cada una tiene un lugar y un sentido, algo que se agradece especialmente en tiempos donde muchos discos parecen hechos para el algoritmo y no para la escucha profunda.

Una poética madura, pero no solemne

Ricardo Mollo mantiene intacta esa capacidad de decir mucho sin decir de más. Sus letras siguen transitando esa frontera donde la metáfora se mezcla con lo cotidiano, donde un gesto mínimo puede volverse universal. En este álbum, Mollo escribe desde un lugar de introspección adulta: hay más contemplación, más mirada sobre las heridas, pero también más luz.

La poética no pierde el humor ocasional —marca registrada de la banda— ni esa manera de nombrar el mundo con imágenes que parecen nacer tanto de la intuición como del oficio.

El evento que acompañó al lanzamiento: un síntoma de época

El disco se presentó con un evento especial que incluyó la escucha completa, un documental sobre el proceso creativo (Sonidos, barro y piel) y una charla con el filósofo Darío Sztajnszrajber. Esa decisión —combinar música, introspección, pensamiento y cine— no es casual: habla del momento vital y artístico de la banda.

Divididos parece estar diciendo que este álbum no es solo un conjunto de canciones, sino una experiencia, una obra concebida desde el cuerpo, la emoción y la reflexión.

¿Vale la pena escucharlo? Sí. Y más de una vez.

Divididos (2025) no es un disco inmediato. No está diseñado para impactar en el primer minuto ni para convertirse en un hit fugaz. Es un álbum que crece con la escucha, que revela capas nuevas a medida que uno se sumerge en él. Esa cualidad lo hace especial en un contexto musical dominado por la inmediatez y la velocidad.

La banda logró algo que pocas bandas con décadas de trayectoria consiguen: crear un disco que respeta su legado sin repetirse, que suena contemporáneo sin obedecer modas, y que transmite una enorme honestidad artística.

Es un álbum para quienes aman la música tocada con amor y precisión, para quienes disfrutan escuchar cómo un trío puede construir universos enteros, para quienes valoran la poesía que se abre paso entre guitarras afiladas y melodías cargadas de emoción.

Divididos es un disco que vale la pena recomendar sin reservas. No solo por su calidad musical, sino porque es un testimonio vivo de lo que significa crear desde la coherencia, la búsqueda y el respeto por el propio camino. Es un regreso que emociona, que conmueve y que confirma que Divididos sigue siendo una de las bandas más relevantes, más creativas y más queridas del rock argentino.

Si este álbum fuera una cicatriz, sería de esas que uno muestra con orgullo: una marca de lo vivido, de lo sanado, de lo que sigue adelante. Una invitación a acompañar a la banda en un viaje que, una vez más, vale la pena emprender.

Daniel 
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viernes, 14 de noviembre de 2025

Disco de la semana 456: "Joy as an Act of Resistance" - Idles

 


El segundo disco de los británicos Idles, publicado en 2018, es un manifiesto que te engancha ya desde el acertado título: "La alegría como un acto de resistencia", inspirado en un poema de Toi Derricotte. La alegría de encontrar, en plena década de agonía de la música rock y punk en favor del reggaeton y las superdivas del nuevo pop, un grupo de punk contemporáneo con una propuesta que va más allá de los arquetipos punk, sin perder por ello la esencia del género en el que se basan, y entregando doce canciones plagadas de afiladas e irónicas letras de denuncia social y resistencia, disparando a temas tan vigentes y actuales como el machismo, el brexit o el rechazo a los inmigrantes.

Tras las buenas críticas recibidas por Brutalism (2017), su disco de debut, Joy as an Act of Resistance no tardó en convertirse en un referente del punk británico contemporáneo, con un enfoque que mezcla la rabia visceral (la resistencia) con mensajes más empáticos y de esperanza (la alegría) a través de una idea central que plantea la alegría como una corriente política y de resistencia en tiempos de superficialidad, cinismo y odio.

Joy as an Act of Resistance empieza a lo grande con "Colossus", un largo tema que va avanzando progresivamente desde una entrada lenta y marcada por el ritmo casi solitario del bajo, ramalazos de tensas guitarras y la voz grave de Joe Talbot, denunciando la herencia cultural que fomenta la masculinidad tóxica y la violencia como vía de expresión, antes de que la canción vire hacia el punk más oscuro y agresivo. El ritmo no decae con la rotunda "Never Fight a Man with a Perm", que ridiculiza al típico chulo de gimnasio, ironizando sobre su estereotipada masculinidad y su evidente superficialidad, y haciendo un guiño al estribillo de "These boots are made for walking" de Nancy Sinatra.

"I’m Scum" es punk directo y básico, entendiendo ambos adjetivos como un cumplido a un tema urgente en el que Talbot se autodefine como “scum” (escoria), aceptando la etiqueta que la sociedad ha puesto a los que se salen del mainstream y lo establecido. Es una buena piedra de toque antes de la excelsa "Danny Nedelko", la mejor canción del disco y la más conocida. Todo es perfecto en este tema, desde la afilada letra en defensa del inmigrante en plena era del brexit, pasando por el intenso ritmo punk de batería y bajo, y terminando por las agresivas y cortantes guitarras y la intensa y energizante voz de Joe Talbot. Es una auténtica joya del punk de nuestro tiempo.

Hay temas más personales y caóticos como "Love Song", que enfoca el amor desde un punto inevitablemente irónico y sarcástico, y canciones extremadamente crudas e íntimas como "June", en cuya letra Joe Talbot aborda la muerte de su hija. Es la parte más oscura y desgarradora del disco, que nos devuelve de nuevo a la irónica alegría y el sarcasmo con "Samaritans", uno de los temas más pegadizos y energéticos del álbum, con una letra que golpea sin piedad el estereotipo de la masculinidad en la sociedad, regalándonos un nuevo guiño al mainstream en la frase "Besé a un hombre y me gustó" en referencia al "Besé a una chica, y me gustó" de Katy Perry. Otro himno rotundo y contemporáneo de resistencia ante los estereotipos culturales tóxicos.

No le va a la zaga "Television" con un ritmo de bajo y batería irresistible, al que se une pronto la guitarra y que explota en un energizante estribillo, que culmina en un expresivo "Fuck TV" que resume la crítica a los estereotipos de belleza que fomenta la televisión. "Great" ataca de nuevo el sinsentido de racismo y odio al inmigrante que conlleva el Brexit bajo la capa de orgullo y nacionalismo británico en la que vino envuelto. El "gran" del título se refiere a "Gran Bretaña", y la letra denuncia los discursos políticos xenófobos y el enrarecido ambiente político de la gran isla.

"Gram Rock" (El rock del gramo) sigue contagiada de la intensidad punk de la batería y el bajo, acompañando las salvas dialécticas de Talbot, que aquí habla sobre las drogas entre un carrusel de explosivas guitarras, pero la auténtica curiosidad del último tramo del disco es sin duda "Cry to Me", una irreverente pero acertada versión punk del clásico de Solomon Burke, que nos deja boquiabiertos antes de la ráfaga final de "Rottweiler", un ataque directo y frontal a la prensa sensacionalista del Reino Unido, encargada de fomentar el odio y la separación con el mismo celo que un perro violento atacaría si se lo pidiera su amo. Con las caóticas guitarras finales de este tema, termina en todo lo alto Joy as an Act of Resistance, disco de la semana en 7dias7notas, y uno de los grandes discos de la pasada década. Lo celebramos con alegría, porque con discos así seguiremos resistiendo.

viernes, 24 de octubre de 2025

Disco de la semana 453: Luzbelito el infierno poético de los Redondos

Disco de la semana 453: Luzbelito el infierno poético de los Redondos

En 1996, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota lanzó Luzbelito, un álbum que llegó en un momento clave de la historia de la banda y de la cultura argentina. Tras la energía cruda de Lobo Suelto, Cordero Atado, los Redondos profundizaron su sonido con un disco más oscuro, más conceptual y más introspectivo. Luzbelito es una exploración del mal, de la culpa, de la religión y de la condición humana. Es una obra que exige atención, que no se entrega fácilmente, pero que recompensa con cada escucha.

El título ya marca el camino: “Luzbelito” es un diminutivo de Luzbel, otro nombre del diablo. Pero el tono no es de adoración ni de condena, sino de curiosidad. El Indio Solari se mete en la piel del demonio como quien se asoma a un espejo. El disco propone una especie de viaje interior donde el bien y el mal se confunden, donde la ironía y la poesía se mezclan. En lugar de juzgar, los Redondos observan, retratan y preguntan.

Musicalmente, Luzbelito consolida el sonido maduro de la banda. Las guitarras de Skay Beilinson tienen un tono preciso, a veces blusero, otras psicodélico, siempre inconfundible. La base rítmica de Semilla Bucciarelli y Walter Sidotti aporta un groove sólido, casi hipnótico. Y las letras del Indio, como siempre, son el corazón de todo: metáforas que se abren en múltiples interpretaciones, frases que quedaron grabadas en la cultura popular.

Recordemos cada una de ellas:

1. Luzbelito y las sirenas

El disco abre con una introducción inquietante. “Luzbelito y las sirenas” combina un ritmo denso con una atmósfera cargada. Es la presentación del protagonista, un demonio tentado por sus propias visiones. El tema funciona como manifiesto del disco: la caída, la fascinación, la belleza del abismo. El sonido es envolvente, con arreglos que recuerdan a un ritual. Desde el comienzo, los Redondos invitan al oyente a entrar a un mundo oscuro pero fascinante.

2. Cruz Diablo!

“Cruz Diablo!” suena más directa, con un riff poderoso y una batería que marca el pulso del rock clásico de la banda. El tema mezcla referencias religiosas con un tono burlón. La ironía del título resume bien la postura del disco: ni devoto ni satánico, sino observador de las contradicciones humanas. La interpretación del Indio tiene una intensidad teatral, casi como un predicador que habla desde el borde del escenario del infierno.

3. Ella baila con todos

Una de las canciones más recordadas del álbum. “Ella baila con todos” tiene un aire más melódico, con un estribillo pegadizo y un tono entre nostálgico y cínico. Se ha interpretado como una crítica al oportunismo, a la superficialidad o incluso a la traición. Pero también puede leerse como una reflexión sobre la libertad: esa mujer que “baila con todos” no necesariamente traiciona, tal vez simplemente elige no pertenecerle a nadie. Musicalmente, es uno de los momentos más accesibles del disco.

4. Fanfarria del cabrío

El título mismo sugiere una mezcla de solemnidad y locura. “Fanfarria del cabrío” combina un ritmo marcial con guitarras abrasivas. La letra es enigmática, con imágenes de desfiles, máscaras y bestias. Es una marcha grotesca, una celebración del caos. En vivo, este tema siempre generó un clima especial, como si la banda estuviera convocando fuerzas invisibles.

5. Nuotatori professionisti

Traducido del italiano, el título significa “nadadores profesionales”. El tono cambia: es una canción más atmosférica, casi surrealista. Las imágenes de cuerpos flotando, del agua y de la deriva refuerzan la sensación de tránsito, de estar entre mundos. La interpretación vocal del Indio es más contenida, más sugerente. En el contexto del disco, funciona como un respiro, un momento de extraña calma antes de sumergirse otra vez en la densidad.

6. Blues de la libertad

El blues según los Redondos. “Blues de la libertad” tiene esa cadencia lenta y arrastrada que evoca el género, pero con un espíritu netamente ricotero. La letra habla de una libertad que se busca pero no se encuentra del todo, una libertad que duele. Es uno de los temas más emotivos del álbum y uno de los que mejor muestran la madurez musical de la banda. Skay brilla con un solo preciso, contenido, cargado de sentimiento.

7. La dicha no es una cosa alegre

Una de las joyas ocultas del disco. El título ya es una declaración: la dicha puede ser oscura, la felicidad no siempre es luminosa. El tema tiene un ritmo hipnótico y un tono casi confesional. La voz del Indio suena grave, íntima, mientras la banda sostiene una base que parece balancearse entre el sueño y la pesadilla. Es de esas canciones que se quedan resonando mucho después de que terminan.

8. Me matan, Limón!

Con “Me matan, Limón!”, el disco recupera energía rockera. Es un tema eléctrico, con un aire de carretera y un estribillo memorable. La letra juega con imágenes de persecución y de resistencia, como si el protagonista intentara escapar de un destino inevitable. Hay algo cinematográfico en su ritmo, una sensación de movimiento constante. El título, además, tiene ese humor típico de los Redondos: un guiño entre trágico y absurdo.

9. Rock yugular

El título lo dice todo: esto es rock puro, directo a la yugular. Guitarras potentes, batería firme y una letra que exuda desafío. Es el tema más crudo del álbum, una descarga de energía que recuerda la etapa más incendiaria del grupo. El Indio canta con furia, como si se tratara de una exorcización. En los conciertos, era uno de los momentos más explosivos.

10. Mariposa Pontiac / Rock del país

Una doble cara en una misma pista. “Mariposa Pontiac” es más introspectiva, con un tono melódico y melancólico, mientras que “Rock del país” estalla con espíritu nacional y un riff contagioso. Juntas forman una síntesis perfecta del universo ricotero: belleza y rabia, poesía y crudeza. Es uno de los tramos más ricos del álbum y uno de los más celebrados por los fanáticos.

11. Juguetes perdidos

El cierre no podía ser más simbólico. “Juguetes perdidos” es una de las grandes canciones de la historia del rock argentino. Es un himno generacional, una despedida, una reflexión sobre el paso del tiempo y la inocencia perdida. “Y ahora que estoy al borde del abismo / solo me queda saltar” —esas palabras resumen la filosofía del disco entero: aceptar la caída como parte de la vida. Musicalmente, es un final majestuoso. Las guitarras crecen, la voz del Indio se vuelve más emotiva, y el tema se desvanece dejando una sensación de trascendencia.

Un infierno muy humano

Luzbelito fue recibido con enorme expectativa y algo de desconcierto. Algunos fans esperaban un sonido más directo, como en los discos anteriores, pero pronto quedó claro que esta obra tenía una profundidad distinta. El álbum consolidó a los Redondos como una banda capaz de reinventarse sin perder su esencia.

A nivel de repercusión, Luzbelito fue un éxito de ventas y de convocatoria. Los recitales de presentación, especialmente los de Racing y el Estadio de Huracán, marcaron un antes y un después en la historia del rock argentino. La figura del Indio alcanzó una dimensión mítica, y el concepto de “lo ricotero” empezó a adquirir un peso cultural enorme.

Con el tiempo, Luzbelito se volvió uno de los discos más analizados del grupo. Algunos lo consideran una obra conceptual sobre la caída y la redención. Otros lo leen como una sátira sobre la religión y la moral. Lo cierto es que su ambigüedad es parte de su poder: nunca da respuestas cerradas.

A casi tres décadas de su lanzamiento, Luzbelito sigue sonando vigente. Su atmósfera, sus letras y su visión del mundo lo convierten en un clásico que trasciende generaciones. Es un disco que no busca agradar sino provocar. Que invita a pensar, pero también a sentir.

En el universo de los Redondos, Luzbelito representa la madurez total: una síntesis entre poesía, rock y filosofía callejera. Es la obra donde el diablo no es una amenaza, sino un espejo. Y en ese reflejo, cada oyente encuentra un pedazo de sí mismo.

Daniel 
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viernes, 17 de octubre de 2025

Disco de la semana 452: Mandylion - The Gathering

Ninguna banda de metal ha sido más consciente del dicho "a la tercera va la vencida" que la banda holandesa The Gathering en su búsqueda de una mezcla de voces masculinas y femeninas en sus álbumes. Tras un buen comienzo con su potente álbum debut, "Always", la banda fracasó estrepitosamente con "Almost A Dance", empleando a una vocalista completamente amateur, como resultado, su popularidad entre los fans del metal retrocedió significativamente. Mientras preparaban su tercer álbum, la banda holandesa decidió arriesgarse y grabar un álbum centrado íntegramente en voces femeninas. Confiaron el micrófono a una joven desconocida, Anneke Van Giersbergen, y el resultado fue un éxito rotundo, la pelirroja holandesa no solo demostró ser la líder de la banda, sino que también contribuyó a la creación de un álbum que cambiaría la historia del metal y dejaría huella. Todo esto ocurrió en el otoño de 1995. La voz de Anneke no se parece a nada que hayas escuchado antes en toda la escena del rock-metal, no es teatral ni técnica como la de Liv Kristine o la voz mucho más operística de Tarja Turunen, y no es descaradamente pop-rock americano como los que luego surgirían con Avril Lavigne y sus diez mil clones. La voz de Anneke tiene algo similar a la de Kari Rueslåtten, aunque la noruega es mucho más etérea y delicada, la voz de Anneke es como si estuviera continuamente en conexión con la tierra y el cielo.

Mandylion, al igual que sus dos predecesores, estaba impregnado de la esencia metalera atmosférica característica de la estética de los 90, basada en una brillante combinación de riffs de guitarra potentes y potentes, y arreglos de teclado atmosféricos y ricos, si bien el trabajo anterior de The Gathering había quedado algo anticuado, el tercer álbum logró crear una obra universal que se mantiene vigente incluso 30 años después de su lanzamiento. Si bien la música de la banda ha eliminado por completo los elementos de la furia del death metal, eso no significa que las composiciones individuales carezcan de vida o energía, periódicamente aparecen importantes ráfagas de tempo con un trabajo de guitarra agudo. Al igual que en sus álbumes anteriores, la banda holandesa no duda en evocar una atmósfera gótica, canalizándola esta vez hacia regiones marcadamente otoñales, lluviosas y brumosas, dando como resultado el álbum más oscuro de la banda hasta la fecha. Curiosamente, junto con el rock gótico y las influencias atmosféricas de los álbumes de Dead Can Dance, Mandylion también muestra una fascinación por la estética melancólica del dream pop, especialmente de los maestros del género, Slowdive, sin embargo, los elementos individuales han sido elaborados en una mezcla verdaderamente original, y su mayor fortaleza es, sin duda, la voz de Anneke Van Giersbergen.

Aunque en los años posteriores la holandesa se ha inclinado considerablemente por la delicadeza y la sutileza, en su debut vocal se presenta principalmente con una presencia enérgica y poderosa, en muchos aspectos, este estilo recuerda a las divas de la ópera y, por lo tanto, ha servido de modelo para muchas bandas de metal gótico. La ventaja de la voz de Anneke, sin embargo, reside en que carece de lamentos irritantes o sentimentalismo, y el álbum en general es un deleite para escuchar. La música instrumental también es impresionante, The Gathering compuso ocho canciones largas y multihilo, que en algunos pasajes se adhieren a estructuras clásicas de estrofa y estribillo relativamente simples, mientras que en otros se adentran en territorio progresivo con ambiciosas incursiones en lo desconocido. Además, una parte significativa del álbum es puramente instrumental, un testimonio de la clase de Mandylion. Un punto fuerte del álbum son los solos melódicos y melancólicos de Rene Rutten, presentados con una fórmula similar a la de los guitarristas de Slowdive. Las frescas y atmosféricas partes de teclado de Frank Boeijen también dejan una huella imborrable, capturando a la perfección los colores del otoño europeo, con sus paisajes brumosos, llenos de hojas de árboles cambiantes. Otro punto fuerte del álbum es su sonido distintivo, limpio y a la vez suave, creado en la meca atmosférica de los años 90, el estudio alemán Woodhouse, bajo la supervisión de Siggie Bemm y Waldemar Sorychta, amantes de este tipo de música.

El álbum abre con fuerza y contiene una de las mejores canciones de la banda. Construida con una gran cantidad de riffs potentes al estilo de "Black Sabbath", teclados oscuros y la sensacional y enérgica voz de Anneke, Strange Machines es la composición más doom metal de la banda, con su mayor fortaleza en los riffs potentes y cortantes, audibles especialmente en la segunda mitad de la canción, sin duda sigue siendo la canción más pegadiza y probablemente la más potente de este disco. Eleanor, por otro lado se centra mucho más en la dinámica y el ritmo acelerado, sin olvidar la atmósfera otoñal y nostálgica, realzada por la voz prolongada de Anneke y sus largos pasajes instrumentales. Estamos ante una emotiva mini-épica que se convirtió en un clásico en directo, destacando por su alternancia entre batería, guitarra y teclado en las secciones climáticas, con su instrumental inspirado en La Lista de Schindler, esos ritmos de batería, como si fueran vallas, evocaban chimeneas y paisajes de zonas industriales de la década de 1930. La atmósfera de dream pop gótico está ocupada por la discreta y fluida In Motion #1, una brillante muestra de ricos arreglos de teclado, eclipsada por el melancólico solo de Rene Rutten. Leaves ofrece un sonido igualmente lánguido, pero decididamente pesado, espacioso y fuertemente sinfónico, una majestuosa balada de metal gótico, y mientras Anneke van Giersbergen canta con toda su alma (¡imagínate que es solo su debut en un álbum de metal!), los guitarristas de alguna manera encuentran una manera de superarla con un solo de guitarra como ningún otro en el género, construido alrededor de melodías tristes de doom metal pero suavemente subrayado por el tono onírico ya familiar.

Los tonos sombríos y deprimentes de Mandylion alcanzan su máximo esplendor en Fear The Sea, de sonido difuminado, basado en guitarras progresivas y arenosas, esta lleno de sonidos silbantes como olas, excesivo, después de muchas escuchas, entiendes que no hay forma de que este álbum romántico exista sin una canción que exprese el poder intimidante de la fuerza natural del océano. La mayor sorpresa, sin embargo, será el tema principal, Mandylion, que elimina por completo las guitarras, mientras que los atmosféricos arreglos de teclado de trance-folk y la percusión tribal crean una composición que enorgullecería a Dead Can Dance. No obstante, los holandeses tienen ventaja sobre los ingleses en las voces ocasionales, ya que Anneke es mucho mejor que los gestos ocasionalmente irritantes de Lisa Gerard, aquí no esconden nada, The Gathering muestra su adoración por Dead Can Dance al máximo. De hecho, sería muy fácil confundir esta canción con algo de Into the Labyrinth, construido en torno a una percusión tribal, amplifica el lado romántico del álbum con su sueño de mundos diferentes, mucho más allá de los mares. Depende de un oyente contemplativo descubrir su lado introspectivo. La atmósfera casi instrumental, aunque de metal progresivo, también se mantiene en Sand And Mercury, la canción más larga del álbum, de casi 10 minutos de duración. Si no fuera por la atmosférica sección central, con la desgarradora voz de Anneke, este tema podría ser un modelo perfecto para composiciones instrumentales. Es a la vez rico en ideas y arreglos vibrantes, pero fácil de escuchar para cualquier oyente. El broche de oro es el bien concluido In Motion #2, que no carece de una pesadez enfática y pesimista ni de una atmósfera melancólica, todo perfectamente armonizado por la sensacional voz de Anneke, esta vez centrada en la solemnidad y la potencia.

"Mandylion" es sin duda uno de los mejores álbumes de The Gathering, y también el mejor álbum de metal atmosférico con la cantante. Carece de los defectos fundamentales que suelen acompañar a este tipo de música: una excesiva suavidad y la pérdida de la fuerza metalera de las canciones, así como irritantes tendencias hacia el lamento operístico y femenino, que rara vez encaja bien con un acompañamiento más pesado. El tercer tema de The Gathering está repleto de potencia sustancial, y la voz es brillante. Además, las composiciones están llenas de ambición, arreglos interesantes y buenas ideas que captan la atención del oyente. Al mismo tiempo, son sorprendentemente sencillos y accesibles, llegando fácilmente incluso a quienes no están familiarizados con este estilo ni con la obra de The Gathering. Desafortunadamente, en los años siguientes, la banda holandesa decidió no continuar con un estilo tan equilibrado y, por lo tanto, no logró replicar el éxito artístico de Mandylion, aunque es difícil acusarlos de grabar álbumes de baja calidad. Los numerosos competidores de metal gótico tampoco lograron alcanzar el nivel de este álbum, lo cual es aún más digno de elogio del álbum de The Gathering de 1995. Por esta razón, recomiendo encarecidamente a todos que escuchen este álbum. Realmente vale la pena.


viernes, 10 de octubre de 2025

Disco de la semana 451 - Clandestino - Manu Chao

 


En 1998, mi conocimiento sobre Manu Chao se reducía a un par de canciones de su grupo Mano Negra, la imprescindible “Mala Vida” que sonaba siempre en los bares, y “Hamburger Fields”, quizá menos representativa de su repertorio pero que me llamó la atención por el cambio al inglés, el mensaje y los pegadizos coros. Ambas canciones tenían en común la energía y el apoyo de una gran banda, así que cuando cayó en mis manos un ejemplar en CD de “Clandestino”, su primer álbum como solista tras la disolución de Mano Negra, lo primero que me voló la cabeza fue la sencillez y el riesgo de aquella apuesta, en la que la mayor parte de las canciones habían sido grabadas por él mismo en su estudio portátil, con su guitarra acústica y una variopinta colección de efectos de sonido y cuñas radiofónicas, incluyendo tramos de un discurso del Comandante Marcos. Lo segundo, reforzando lo primero, fue que con ese peculiar minimalismo hubiera logrado facturar una auténtica obra maestra del mestizaje y la fusión de estilos e idiomas.

Eso, y mucho más, es “Clandestino”, un viaje sonoro que recorre diversos géneros populares de la América más latina, mezclados con sonidos más cercanos al rock, el pop francés e incluso el tecno, absorbidos y mezclados durante sus viajes por todo el mundo, y presentados en un peculiar formato que recuerda a una emisora de radio pirata, con una programación que empieza a lo grande con “Clandestino”, la canción que le da título al álbum, un himno de denuncia social y de apoyo al inmigrante, basado en una melodía sencilla y el ritmo de una guitarra acústica.

Es imposible no empatizar con la impactante letra, en esta primera ocasión interpretada al completo en español, y la sensación de estar ante algo muy grande se mantiene sin tregua con “Desaparecido”, también en español, más rítmica y dinámica, en la que la letra juega con la metáfora de la invisibilidad del inmigrante, el marginal y el desfavorecido para la sociedad y el resto del mundo. Ambas canciones son la gran apuesta del disco, y los dos temas más radiables dentro de un disco que, paradójicamente, es como una gran radio libre y sin ataduras estilísticas.

Con "Bongo Bong" el tercio cambia hacia el inglés, entre extraños sampleados y mezclándose con la misma base rítmica con la belleza de "Je ne t'aime plus", interpretada en francés y con Anouk a dúo en el estribillo. Después es el momento de volver a la denuncia social con "Mentira", con el apoyo de vientos y un exquisito guiño de sabor latino con la inclusión de un tramo vocal de "Llorona". Casi sin descanso, una breve frase de película la engancha con la intensa y rítmica "Lágrimas de Oro", desarrollada entre frases radiofónicas y la retransmisión de un partido de fútbol en portugués.

El tono se vuelve más calmado y melancólico en "Mama Call", interpretada en inglés,  pero es apenas un breve remanso de paz hasta que "Luna y Sol", que comparte frases con "Mentira" y contiene la frase que subtitula al disco ("esperando la última ola") y un extracto de un discurso del Comandante Marcos. La tristeza y la denuncia social vuelven en la profunda "Por el suelo", que comparte con la anterior la frase de "esperando la última ola", casi como si fuera un disco conceptual que volviera de cuando en cuando a la misma referencia o temática central.

El viaje sonoro continúa hacia Tijuana, en una anecdótica y alocada versión de "Welcome to Tijuana", cuyo tono festivo esconde un cierto sabor amargo, y aún así contrasta con la tristeza y la resignación de "Día Luna, Día Pena". Tras estas dos canciones, llega el turno de "Malegría" la que para mí completa el trío de ases del disco junto a "Clandestino" y "Desaparecido", y que pasa por ser la canción más "Mano Negra" del disco.

Tras este bombazo y la rítmica "La vie á 2", interpretada en francés, el disco entra en un tramo final en el que predominan temas lentos y melancólicos como "Minha Galera" en gallego, "La Despedida", construida con el mismo ritmo que se repite en varios tramos del disco. Y con "El viento", magistral cierre en el que revisa de nuevo el personaje del inmigrante ("El viento viene, el viento se va por la carretera... La suerte viene, la suerte se va por la frontera...") y el "Cuándo llegaré" del comienzo del disco se convierte en nostalgia en "Cuándo volverá", acaba un excelente disco.

Afortunadamente, Manu Chao volvió por la carretera y repitió la fórmula en una segunda entrega titulada "Próxima Estación Esperanza", en la que descubrimos que la radio pirata se llamaba "Radio Bemba" como el nombre del grupo que le acompañaba en directo, y en la que las canciones tenían más instrumentación y un tono menos sombrío, pero la esencia del sonido y las cuñas radiofónicas y los tonos sampleados volvían a hacer su aparición en una mezcla que era de nuevo genial. Pero eso es otra estación a la que aún no hemos llegado, de momento nos quedamos dónde estamos, escuchando una y otra vez las aventuras sonoras y radiofónicas del "Clandestino". 

viernes, 26 de septiembre de 2025

Disco de la semana 449: Bonobo - Black Sands

 



Descubrí Black Sands en un momento de mi vida en el que se avecinaban una temporada de cambios, cumplir los 50 no es fácil, mis primeros años estuvieron marcados por el pop, el rock español, cantautores o el folk, sin embargo, me sentía un poco perdido o "desplazado" dentro de la música, estaba pululando desde hace mucho tiempo la música electrónica y cada día me atraía cada vez más esa escena, intrigado por esos sonidos diferentes y esa oscuridad que aún estaba por descubrir. Sentía un gran vacío entre la música que me interesaba (música electrónica) y lo que las generaciones anteriores suelen describir como música "real" o "de verdad" (música instrumental/vocal tradicional).


El álbum comienza con una canción melódica de un minuto llamada Prelude, es la manera perfecta de comenzar el álbum, ya que realmente marca el tono de toda la audición, al igual que la introducción de un ensayo, esta creación capta la atención del oyente y realmente exhibe todo el género de este álbum. Kiara tiene una transición muy agradable desde Prelude inmediatamente pasa a una melodía agradable, mientras lentamente va introduciendo más y más elementos en la canción y va adquiriendo un ritmo agradable. Presenta un gran ir y venir de instrumentos de cuerda y un sintetizador que suena muy a los años 90. Esta pista me hace imaginarme viajando a algún lugar, sedienta de aventuras y de nuevos paisajes, el ritmo de es muy cálido, secuencial y presenta ideas de un trip hop ambiental que parece hacer referencia a un viaje al pasado con un pequeño sintetizador que recuerda a los juegos de 8 bits y los violines hacen que la melodía sea agridulce. 

Kong suena como una versión más compleja y con más capas del tema anterior, me recuerda un poco a Flying Lotus con su ritmo más tropical y vigoroso, el tema es colorido y bastante relajado, perfecto para el verano. Es sin duda, mi canción favorita de todo el álbum, ya que me evoca muchas emociones. Una melodía sencilla y agradable mezclada con instrumentos de viento de madera te llena de una sensación de descubrimiento. Esta obra maestra musical tiene un aire natural, de manera que me hace sentir como si estuviera en medio de una jungla, tal vez el artista tenía esto en mente cuando la tituló así. Eyesdown es la primera canción de este álbum que incluye voces, es mucho más triste y de ritmo más lento que todas las demás, creo que se debe principalmente al tono del vocalista. La canción tiene un ritmo muy agradable de principio a fin y, aunque la letra es casi irreconocible, la incorporación de voces es un cambio agradable. Estamos ante la introducción de una percusión más industrial y fría común en el dubstep, muy contrastante con los 2 temas anteriores. Viene una canción con un ritmo más rápido y mucha más energía, titulada El Toro, esta canción parece un toro en comparación con las otras canciones, una variación de un ritmo rápido de batería y cuerdas le da a esta canción una especie de sensación romántica. Si confiara en mi instinto, diría que esta canción es como el amor joven, llena de energía, pero, a la vez, suave y frágil a veces. We Could Forever tiene un aire tropical extraño y, con el añadido de silbidos agudos y demás, resulta muy tribal, suena como algo que bailarías en un resort de vacaciones, y te hace sentir como si estuvieras en una noche de verano bajo las estrellas. Las trompetas de esta canción también se encuentran en muchas de las canciones de house tropical actuales.


1009 nos trae una melodía más frenética y reverberada de una manera muy hermosa y emotiva, pero una vez más, sin mucha variación a las anteriores, es una canción mucho más tecnológica. Se percibe como algo muy experimental, pero al mismo tiempo encaja con todo el género del álbum y amplía el horizonte del oyente. Con un ritmo complejo y una melodía complicada, esta canción realmente hace honor a su nombre no oficial de “MIX”, que proviene de los números romanos para 1009. La siguiente canción de la lista, All In Forms, es una pista con un comienzo pesado y una agradable muestra vocal superpuesta, un sintetizador de sonido extendido, una agradable pista de piano y una batería enfatizada en el medio cambian toda la forma de la canción. El final de la canción trae de vuelta el mismo sonido que se escuchó al principio, lo que me hace preguntarme si Bonobo quería llamar a esta canción In All Forms, ya que esta canción es tremenda en todas sus formas. The Keeper regresa con la voz de Andreya Triana y tiene un sonido muy jazzero. La melodía de esta creación es mucho más simple que las anteriores y la canción se centra mucho en la letra. El género de esta canción suena a pop, aunque el fondo sí que suena a Bonobo, así que diría que sería Bonobo-pop, ya que un artista como él no puede encajar en el género de nadie más. Inicialmente parecía que iba a ser una versión club de "Feeling Good" de Nina Simone. La secuencia de notas de la trompeta es muy similar. En cuanto a la textura es bastante ecléctica, la fusión de géneros presentada durante la duración de este álbum me trae un interés moderado. Con el mismo vocalista que la canción anterior, Stay The Same es una canción sobre el cambio, la melodía y el vocalista transmiten el sentimiento de la canción de manera muy efectiva. Aunque es una canción lenta, no necesariamente se siente deprimente y la melodía hace un trabajo espectacular al darle vida a esta obra maestra. 

Animals nos muestra un poco más del lado de guitarra y saxofón de este proyecto. Un tema mucho más jazz fusión con un ritmo de batería súper presente e intenso. En general es una buena exploración del género que muestra más variación en el sonido del álbum, como todas las canciones sin voces, se siente muy animada y contiene más energía. Es la canción más larga del álbum y combina muchas melodías, pero fluyen muy bien. El título Animals probablemente se refiere al lado más improvisado e instintivo de esta canción. La canción que resume todo el álbum recibe el nombre muy apropiado de Black Sands, con una melodía de guitarra al principio, esta canción comienza como la mayoría, con una melodía positiva, pero que pronto se vuelve muy lenta y da la sensación de añoranza de algo. Parece continuar el concepto de “Animals” con una textura más acústica y “de cuna”. La forma en que se construye el tema es bastante relajada, aunque es capaz de despertar fuertes sentimientos y la forma en que simplemente desaparece hacia el final es perfecta para terminar el viaje. Una pista perfecta para terminar un álbum perfecto, se despide con una melodía lenta.