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viernes, 24 de octubre de 2025

Disco de la semana 453: Luzbelito el infierno poético de los Redondos

Disco de la semana 453: Luzbelito el infierno poético de los Redondos

En 1996, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota lanzó Luzbelito, un álbum que llegó en un momento clave de la historia de la banda y de la cultura argentina. Tras la energía cruda de Lobo Suelto, Cordero Atado, los Redondos profundizaron su sonido con un disco más oscuro, más conceptual y más introspectivo. Luzbelito es una exploración del mal, de la culpa, de la religión y de la condición humana. Es una obra que exige atención, que no se entrega fácilmente, pero que recompensa con cada escucha.

El título ya marca el camino: “Luzbelito” es un diminutivo de Luzbel, otro nombre del diablo. Pero el tono no es de adoración ni de condena, sino de curiosidad. El Indio Solari se mete en la piel del demonio como quien se asoma a un espejo. El disco propone una especie de viaje interior donde el bien y el mal se confunden, donde la ironía y la poesía se mezclan. En lugar de juzgar, los Redondos observan, retratan y preguntan.

Musicalmente, Luzbelito consolida el sonido maduro de la banda. Las guitarras de Skay Beilinson tienen un tono preciso, a veces blusero, otras psicodélico, siempre inconfundible. La base rítmica de Semilla Bucciarelli y Walter Sidotti aporta un groove sólido, casi hipnótico. Y las letras del Indio, como siempre, son el corazón de todo: metáforas que se abren en múltiples interpretaciones, frases que quedaron grabadas en la cultura popular.

Recordemos cada una de ellas:

1. Luzbelito y las sirenas

El disco abre con una introducción inquietante. “Luzbelito y las sirenas” combina un ritmo denso con una atmósfera cargada. Es la presentación del protagonista, un demonio tentado por sus propias visiones. El tema funciona como manifiesto del disco: la caída, la fascinación, la belleza del abismo. El sonido es envolvente, con arreglos que recuerdan a un ritual. Desde el comienzo, los Redondos invitan al oyente a entrar a un mundo oscuro pero fascinante.

2. Cruz Diablo!

“Cruz Diablo!” suena más directa, con un riff poderoso y una batería que marca el pulso del rock clásico de la banda. El tema mezcla referencias religiosas con un tono burlón. La ironía del título resume bien la postura del disco: ni devoto ni satánico, sino observador de las contradicciones humanas. La interpretación del Indio tiene una intensidad teatral, casi como un predicador que habla desde el borde del escenario del infierno.

3. Ella baila con todos

Una de las canciones más recordadas del álbum. “Ella baila con todos” tiene un aire más melódico, con un estribillo pegadizo y un tono entre nostálgico y cínico. Se ha interpretado como una crítica al oportunismo, a la superficialidad o incluso a la traición. Pero también puede leerse como una reflexión sobre la libertad: esa mujer que “baila con todos” no necesariamente traiciona, tal vez simplemente elige no pertenecerle a nadie. Musicalmente, es uno de los momentos más accesibles del disco.

4. Fanfarria del cabrío

El título mismo sugiere una mezcla de solemnidad y locura. “Fanfarria del cabrío” combina un ritmo marcial con guitarras abrasivas. La letra es enigmática, con imágenes de desfiles, máscaras y bestias. Es una marcha grotesca, una celebración del caos. En vivo, este tema siempre generó un clima especial, como si la banda estuviera convocando fuerzas invisibles.

5. Nuotatori professionisti

Traducido del italiano, el título significa “nadadores profesionales”. El tono cambia: es una canción más atmosférica, casi surrealista. Las imágenes de cuerpos flotando, del agua y de la deriva refuerzan la sensación de tránsito, de estar entre mundos. La interpretación vocal del Indio es más contenida, más sugerente. En el contexto del disco, funciona como un respiro, un momento de extraña calma antes de sumergirse otra vez en la densidad.

6. Blues de la libertad

El blues según los Redondos. “Blues de la libertad” tiene esa cadencia lenta y arrastrada que evoca el género, pero con un espíritu netamente ricotero. La letra habla de una libertad que se busca pero no se encuentra del todo, una libertad que duele. Es uno de los temas más emotivos del álbum y uno de los que mejor muestran la madurez musical de la banda. Skay brilla con un solo preciso, contenido, cargado de sentimiento.

7. La dicha no es una cosa alegre

Una de las joyas ocultas del disco. El título ya es una declaración: la dicha puede ser oscura, la felicidad no siempre es luminosa. El tema tiene un ritmo hipnótico y un tono casi confesional. La voz del Indio suena grave, íntima, mientras la banda sostiene una base que parece balancearse entre el sueño y la pesadilla. Es de esas canciones que se quedan resonando mucho después de que terminan.

8. Me matan, Limón!

Con “Me matan, Limón!”, el disco recupera energía rockera. Es un tema eléctrico, con un aire de carretera y un estribillo memorable. La letra juega con imágenes de persecución y de resistencia, como si el protagonista intentara escapar de un destino inevitable. Hay algo cinematográfico en su ritmo, una sensación de movimiento constante. El título, además, tiene ese humor típico de los Redondos: un guiño entre trágico y absurdo.

9. Rock yugular

El título lo dice todo: esto es rock puro, directo a la yugular. Guitarras potentes, batería firme y una letra que exuda desafío. Es el tema más crudo del álbum, una descarga de energía que recuerda la etapa más incendiaria del grupo. El Indio canta con furia, como si se tratara de una exorcización. En los conciertos, era uno de los momentos más explosivos.

10. Mariposa Pontiac / Rock del país

Una doble cara en una misma pista. “Mariposa Pontiac” es más introspectiva, con un tono melódico y melancólico, mientras que “Rock del país” estalla con espíritu nacional y un riff contagioso. Juntas forman una síntesis perfecta del universo ricotero: belleza y rabia, poesía y crudeza. Es uno de los tramos más ricos del álbum y uno de los más celebrados por los fanáticos.

11. Juguetes perdidos

El cierre no podía ser más simbólico. “Juguetes perdidos” es una de las grandes canciones de la historia del rock argentino. Es un himno generacional, una despedida, una reflexión sobre el paso del tiempo y la inocencia perdida. “Y ahora que estoy al borde del abismo / solo me queda saltar” —esas palabras resumen la filosofía del disco entero: aceptar la caída como parte de la vida. Musicalmente, es un final majestuoso. Las guitarras crecen, la voz del Indio se vuelve más emotiva, y el tema se desvanece dejando una sensación de trascendencia.

Un infierno muy humano

Luzbelito fue recibido con enorme expectativa y algo de desconcierto. Algunos fans esperaban un sonido más directo, como en los discos anteriores, pero pronto quedó claro que esta obra tenía una profundidad distinta. El álbum consolidó a los Redondos como una banda capaz de reinventarse sin perder su esencia.

A nivel de repercusión, Luzbelito fue un éxito de ventas y de convocatoria. Los recitales de presentación, especialmente los de Racing y el Estadio de Huracán, marcaron un antes y un después en la historia del rock argentino. La figura del Indio alcanzó una dimensión mítica, y el concepto de “lo ricotero” empezó a adquirir un peso cultural enorme.

Con el tiempo, Luzbelito se volvió uno de los discos más analizados del grupo. Algunos lo consideran una obra conceptual sobre la caída y la redención. Otros lo leen como una sátira sobre la religión y la moral. Lo cierto es que su ambigüedad es parte de su poder: nunca da respuestas cerradas.

A casi tres décadas de su lanzamiento, Luzbelito sigue sonando vigente. Su atmósfera, sus letras y su visión del mundo lo convierten en un clásico que trasciende generaciones. Es un disco que no busca agradar sino provocar. Que invita a pensar, pero también a sentir.

En el universo de los Redondos, Luzbelito representa la madurez total: una síntesis entre poesía, rock y filosofía callejera. Es la obra donde el diablo no es una amenaza, sino un espejo. Y en ese reflejo, cada oyente encuentra un pedazo de sí mismo.

Daniel 
Instagram storyboy 

viernes, 17 de octubre de 2025

Disco de la semana 452: Mandylion - The Gathering

Ninguna banda de metal ha sido más consciente del dicho "a la tercera va la vencida" que la banda holandesa The Gathering en su búsqueda de una mezcla de voces masculinas y femeninas en sus álbumes. Tras un buen comienzo con su potente álbum debut, "Always", la banda fracasó estrepitosamente con "Almost A Dance", empleando a una vocalista completamente amateur, como resultado, su popularidad entre los fans del metal retrocedió significativamente. Mientras preparaban su tercer álbum, la banda holandesa decidió arriesgarse y grabar un álbum centrado íntegramente en voces femeninas. Confiaron el micrófono a una joven desconocida, Anneke Van Giersbergen, y el resultado fue un éxito rotundo, la pelirroja holandesa no solo demostró ser la líder de la banda, sino que también contribuyó a la creación de un álbum que cambiaría la historia del metal y dejaría huella. Todo esto ocurrió en el otoño de 1995. La voz de Anneke no se parece a nada que hayas escuchado antes en toda la escena del rock-metal, no es teatral ni técnica como la de Liv Kristine o la voz mucho más operística de Tarja Turunen, y no es descaradamente pop-rock americano como los que luego surgirían con Avril Lavigne y sus diez mil clones. La voz de Anneke tiene algo similar a la de Kari Rueslåtten, aunque la noruega es mucho más etérea y delicada, la voz de Anneke es como si estuviera continuamente en conexión con la tierra y el cielo.

Mandylion, al igual que sus dos predecesores, estaba impregnado de la esencia metalera atmosférica característica de la estética de los 90, basada en una brillante combinación de riffs de guitarra potentes y potentes, y arreglos de teclado atmosféricos y ricos, si bien el trabajo anterior de The Gathering había quedado algo anticuado, el tercer álbum logró crear una obra universal que se mantiene vigente incluso 30 años después de su lanzamiento. Si bien la música de la banda ha eliminado por completo los elementos de la furia del death metal, eso no significa que las composiciones individuales carezcan de vida o energía, periódicamente aparecen importantes ráfagas de tempo con un trabajo de guitarra agudo. Al igual que en sus álbumes anteriores, la banda holandesa no duda en evocar una atmósfera gótica, canalizándola esta vez hacia regiones marcadamente otoñales, lluviosas y brumosas, dando como resultado el álbum más oscuro de la banda hasta la fecha. Curiosamente, junto con el rock gótico y las influencias atmosféricas de los álbumes de Dead Can Dance, Mandylion también muestra una fascinación por la estética melancólica del dream pop, especialmente de los maestros del género, Slowdive, sin embargo, los elementos individuales han sido elaborados en una mezcla verdaderamente original, y su mayor fortaleza es, sin duda, la voz de Anneke Van Giersbergen.

Aunque en los años posteriores la holandesa se ha inclinado considerablemente por la delicadeza y la sutileza, en su debut vocal se presenta principalmente con una presencia enérgica y poderosa, en muchos aspectos, este estilo recuerda a las divas de la ópera y, por lo tanto, ha servido de modelo para muchas bandas de metal gótico. La ventaja de la voz de Anneke, sin embargo, reside en que carece de lamentos irritantes o sentimentalismo, y el álbum en general es un deleite para escuchar. La música instrumental también es impresionante, The Gathering compuso ocho canciones largas y multihilo, que en algunos pasajes se adhieren a estructuras clásicas de estrofa y estribillo relativamente simples, mientras que en otros se adentran en territorio progresivo con ambiciosas incursiones en lo desconocido. Además, una parte significativa del álbum es puramente instrumental, un testimonio de la clase de Mandylion. Un punto fuerte del álbum son los solos melódicos y melancólicos de Rene Rutten, presentados con una fórmula similar a la de los guitarristas de Slowdive. Las frescas y atmosféricas partes de teclado de Frank Boeijen también dejan una huella imborrable, capturando a la perfección los colores del otoño europeo, con sus paisajes brumosos, llenos de hojas de árboles cambiantes. Otro punto fuerte del álbum es su sonido distintivo, limpio y a la vez suave, creado en la meca atmosférica de los años 90, el estudio alemán Woodhouse, bajo la supervisión de Siggie Bemm y Waldemar Sorychta, amantes de este tipo de música.

El álbum abre con fuerza y contiene una de las mejores canciones de la banda. Construida con una gran cantidad de riffs potentes al estilo de "Black Sabbath", teclados oscuros y la sensacional y enérgica voz de Anneke, Strange Machines es la composición más doom metal de la banda, con su mayor fortaleza en los riffs potentes y cortantes, audibles especialmente en la segunda mitad de la canción, sin duda sigue siendo la canción más pegadiza y probablemente la más potente de este disco. Eleanor, por otro lado se centra mucho más en la dinámica y el ritmo acelerado, sin olvidar la atmósfera otoñal y nostálgica, realzada por la voz prolongada de Anneke y sus largos pasajes instrumentales. Estamos ante una emotiva mini-épica que se convirtió en un clásico en directo, destacando por su alternancia entre batería, guitarra y teclado en las secciones climáticas, con su instrumental inspirado en La Lista de Schindler, esos ritmos de batería, como si fueran vallas, evocaban chimeneas y paisajes de zonas industriales de la década de 1930. La atmósfera de dream pop gótico está ocupada por la discreta y fluida In Motion #1, una brillante muestra de ricos arreglos de teclado, eclipsada por el melancólico solo de Rene Rutten. Leaves ofrece un sonido igualmente lánguido, pero decididamente pesado, espacioso y fuertemente sinfónico, una majestuosa balada de metal gótico, y mientras Anneke van Giersbergen canta con toda su alma (¡imagínate que es solo su debut en un álbum de metal!), los guitarristas de alguna manera encuentran una manera de superarla con un solo de guitarra como ningún otro en el género, construido alrededor de melodías tristes de doom metal pero suavemente subrayado por el tono onírico ya familiar.

Los tonos sombríos y deprimentes de Mandylion alcanzan su máximo esplendor en Fear The Sea, de sonido difuminado, basado en guitarras progresivas y arenosas, esta lleno de sonidos silbantes como olas, excesivo, después de muchas escuchas, entiendes que no hay forma de que este álbum romántico exista sin una canción que exprese el poder intimidante de la fuerza natural del océano. La mayor sorpresa, sin embargo, será el tema principal, Mandylion, que elimina por completo las guitarras, mientras que los atmosféricos arreglos de teclado de trance-folk y la percusión tribal crean una composición que enorgullecería a Dead Can Dance. No obstante, los holandeses tienen ventaja sobre los ingleses en las voces ocasionales, ya que Anneke es mucho mejor que los gestos ocasionalmente irritantes de Lisa Gerard, aquí no esconden nada, The Gathering muestra su adoración por Dead Can Dance al máximo. De hecho, sería muy fácil confundir esta canción con algo de Into the Labyrinth, construido en torno a una percusión tribal, amplifica el lado romántico del álbum con su sueño de mundos diferentes, mucho más allá de los mares. Depende de un oyente contemplativo descubrir su lado introspectivo. La atmósfera casi instrumental, aunque de metal progresivo, también se mantiene en Sand And Mercury, la canción más larga del álbum, de casi 10 minutos de duración. Si no fuera por la atmosférica sección central, con la desgarradora voz de Anneke, este tema podría ser un modelo perfecto para composiciones instrumentales. Es a la vez rico en ideas y arreglos vibrantes, pero fácil de escuchar para cualquier oyente. El broche de oro es el bien concluido In Motion #2, que no carece de una pesadez enfática y pesimista ni de una atmósfera melancólica, todo perfectamente armonizado por la sensacional voz de Anneke, esta vez centrada en la solemnidad y la potencia.

"Mandylion" es sin duda uno de los mejores álbumes de The Gathering, y también el mejor álbum de metal atmosférico con la cantante. Carece de los defectos fundamentales que suelen acompañar a este tipo de música: una excesiva suavidad y la pérdida de la fuerza metalera de las canciones, así como irritantes tendencias hacia el lamento operístico y femenino, que rara vez encaja bien con un acompañamiento más pesado. El tercer tema de The Gathering está repleto de potencia sustancial, y la voz es brillante. Además, las composiciones están llenas de ambición, arreglos interesantes y buenas ideas que captan la atención del oyente. Al mismo tiempo, son sorprendentemente sencillos y accesibles, llegando fácilmente incluso a quienes no están familiarizados con este estilo ni con la obra de The Gathering. Desafortunadamente, en los años siguientes, la banda holandesa decidió no continuar con un estilo tan equilibrado y, por lo tanto, no logró replicar el éxito artístico de Mandylion, aunque es difícil acusarlos de grabar álbumes de baja calidad. Los numerosos competidores de metal gótico tampoco lograron alcanzar el nivel de este álbum, lo cual es aún más digno de elogio del álbum de The Gathering de 1995. Por esta razón, recomiendo encarecidamente a todos que escuchen este álbum. Realmente vale la pena.


viernes, 10 de octubre de 2025

Disco de la semana 451 - Clandestino - Manu Chao

 


En 1998, mi conocimiento sobre Manu Chao se reducía a un par de canciones de su grupo Mano Negra, la imprescindible “Mala Vida” que sonaba siempre en los bares, y “Hamburger Fields”, quizá menos representativa de su repertorio pero que me llamó la atención por el cambio al inglés, el mensaje y los pegadizos coros. Ambas canciones tenían en común la energía y el apoyo de una gran banda, así que cuando cayó en mis manos un ejemplar en CD de “Clandestino”, su primer álbum como solista tras la disolución de Mano Negra, lo primero que me voló la cabeza fue la sencillez y el riesgo de aquella apuesta, en la que la mayor parte de las canciones habían sido grabadas por él mismo en su estudio portátil, con su guitarra acústica y una variopinta colección de efectos de sonido y cuñas radiofónicas, incluyendo tramos de un discurso del Comandante Marcos. Lo segundo, reforzando lo primero, fue que con ese peculiar minimalismo hubiera logrado facturar una auténtica obra maestra del mestizaje y la fusión de estilos e idiomas.

Eso, y mucho más, es “Clandestino”, un viaje sonoro que recorre diversos géneros populares de la América más latina, mezclados con sonidos más cercanos al rock, el pop francés e incluso el tecno, absorbidos y mezclados durante sus viajes por todo el mundo, y presentados en un peculiar formato que recuerda a una emisora de radio pirata, con una programación que empieza a lo grande con “Clandestino”, la canción que le da título al álbum, un himno de denuncia social y de apoyo al inmigrante, basado en una melodía sencilla y el ritmo de una guitarra acústica.

Es imposible no empatizar con la impactante letra, en esta primera ocasión interpretada al completo en español, y la sensación de estar ante algo muy grande se mantiene sin tregua con “Desaparecido”, también en español, más rítmica y dinámica, en la que la letra juega con la metáfora de la invisibilidad del inmigrante, el marginal y el desfavorecido para la sociedad y el resto del mundo. Ambas canciones son la gran apuesta del disco, y los dos temas más radiables dentro de un disco que, paradójicamente, es como una gran radio libre y sin ataduras estilísticas.

Con "Bongo Bong" el tercio cambia hacia el inglés, entre extraños sampleados y mezclándose con la misma base rítmica con la belleza de "Je ne t'aime plus", interpretada en francés y con Anouk a dúo en el estribillo. Después es el momento de volver a la denuncia social con "Mentira", con el apoyo de vientos y un exquisito guiño de sabor latino con la inclusión de un tramo vocal de "Llorona". Casi sin descanso, una breve frase de película la engancha con la intensa y rítmica "Lágrimas de Oro", desarrollada entre frases radiofónicas y la retransmisión de un partido de fútbol en portugués.

El tono se vuelve más calmado y melancólico en "Mama Call", interpretada en inglés,  pero es apenas un breve remanso de paz hasta que "Luna y Sol", que comparte frases con "Mentira" y contiene la frase que subtitula al disco ("esperando la última ola") y un extracto de un discurso del Comandante Marcos. La tristeza y la denuncia social vuelven en la profunda "Por el suelo", que comparte con la anterior la frase de "esperando la última ola", casi como si fuera un disco conceptual que volviera de cuando en cuando a la misma referencia o temática central.

El viaje sonoro continúa hacia Tijuana, en una anecdótica y alocada versión de "Welcome to Tijuana", cuyo tono festivo esconde un cierto sabor amargo, y aún así contrasta con la tristeza y la resignación de "Día Luna, Día Pena". Tras estas dos canciones, llega el turno de "Malegría" la que para mí completa el trío de ases del disco junto a "Clandestino" y "Desaparecido", y que pasa por ser la canción más "Mano Negra" del disco.

Tras este bombazo y la rítmica "La vie á 2", interpretada en francés, el disco entra en un tramo final en el que predominan temas lentos y melancólicos como "Minha Galera" en gallego, "La Despedida", construida con el mismo ritmo que se repite en varios tramos del disco. Y con "El viento", magistral cierre en el que revisa de nuevo el personaje del inmigrante ("El viento viene, el viento se va por la carretera... La suerte viene, la suerte se va por la frontera...") y el "Cuándo llegaré" del comienzo del disco se convierte en nostalgia en "Cuándo volverá", acaba un excelente disco.

Afortunadamente, Manu Chao volvió por la carretera y repitió la fórmula en una segunda entrega titulada "Próxima Estación Esperanza", en la que descubrimos que la radio pirata se llamaba "Radio Bemba" como el nombre del grupo que le acompañaba en directo, y en la que las canciones tenían más instrumentación y un tono menos sombrío, pero la esencia del sonido y las cuñas radiofónicas y los tonos sampleados volvían a hacer su aparición en una mezcla que era de nuevo genial. Pero eso es otra estación a la que aún no hemos llegado, de momento nos quedamos dónde estamos, escuchando una y otra vez las aventuras sonoras y radiofónicas del "Clandestino". 

viernes, 26 de septiembre de 2025

Disco de la semana 449: Bonobo - Black Sands

 



Descubrí Black Sands en un momento de mi vida en el que se avecinaban una temporada de cambios, cumplir los 50 no es fácil, mis primeros años estuvieron marcados por el pop, el rock español, cantautores o el folk, sin embargo, me sentía un poco perdido o "desplazado" dentro de la música, estaba pululando desde hace mucho tiempo la música electrónica y cada día me atraía cada vez más esa escena, intrigado por esos sonidos diferentes y esa oscuridad que aún estaba por descubrir. Sentía un gran vacío entre la música que me interesaba (música electrónica) y lo que las generaciones anteriores suelen describir como música "real" o "de verdad" (música instrumental/vocal tradicional).


El álbum comienza con una canción melódica de un minuto llamada Prelude, es la manera perfecta de comenzar el álbum, ya que realmente marca el tono de toda la audición, al igual que la introducción de un ensayo, esta creación capta la atención del oyente y realmente exhibe todo el género de este álbum. Kiara tiene una transición muy agradable desde Prelude inmediatamente pasa a una melodía agradable, mientras lentamente va introduciendo más y más elementos en la canción y va adquiriendo un ritmo agradable. Presenta un gran ir y venir de instrumentos de cuerda y un sintetizador que suena muy a los años 90. Esta pista me hace imaginarme viajando a algún lugar, sedienta de aventuras y de nuevos paisajes, el ritmo de es muy cálido, secuencial y presenta ideas de un trip hop ambiental que parece hacer referencia a un viaje al pasado con un pequeño sintetizador que recuerda a los juegos de 8 bits y los violines hacen que la melodía sea agridulce. 

Kong suena como una versión más compleja y con más capas del tema anterior, me recuerda un poco a Flying Lotus con su ritmo más tropical y vigoroso, el tema es colorido y bastante relajado, perfecto para el verano. Es sin duda, mi canción favorita de todo el álbum, ya que me evoca muchas emociones. Una melodía sencilla y agradable mezclada con instrumentos de viento de madera te llena de una sensación de descubrimiento. Esta obra maestra musical tiene un aire natural, de manera que me hace sentir como si estuviera en medio de una jungla, tal vez el artista tenía esto en mente cuando la tituló así. Eyesdown es la primera canción de este álbum que incluye voces, es mucho más triste y de ritmo más lento que todas las demás, creo que se debe principalmente al tono del vocalista. La canción tiene un ritmo muy agradable de principio a fin y, aunque la letra es casi irreconocible, la incorporación de voces es un cambio agradable. Estamos ante la introducción de una percusión más industrial y fría común en el dubstep, muy contrastante con los 2 temas anteriores. Viene una canción con un ritmo más rápido y mucha más energía, titulada El Toro, esta canción parece un toro en comparación con las otras canciones, una variación de un ritmo rápido de batería y cuerdas le da a esta canción una especie de sensación romántica. Si confiara en mi instinto, diría que esta canción es como el amor joven, llena de energía, pero, a la vez, suave y frágil a veces. We Could Forever tiene un aire tropical extraño y, con el añadido de silbidos agudos y demás, resulta muy tribal, suena como algo que bailarías en un resort de vacaciones, y te hace sentir como si estuvieras en una noche de verano bajo las estrellas. Las trompetas de esta canción también se encuentran en muchas de las canciones de house tropical actuales.


1009 nos trae una melodía más frenética y reverberada de una manera muy hermosa y emotiva, pero una vez más, sin mucha variación a las anteriores, es una canción mucho más tecnológica. Se percibe como algo muy experimental, pero al mismo tiempo encaja con todo el género del álbum y amplía el horizonte del oyente. Con un ritmo complejo y una melodía complicada, esta canción realmente hace honor a su nombre no oficial de “MIX”, que proviene de los números romanos para 1009. La siguiente canción de la lista, All In Forms, es una pista con un comienzo pesado y una agradable muestra vocal superpuesta, un sintetizador de sonido extendido, una agradable pista de piano y una batería enfatizada en el medio cambian toda la forma de la canción. El final de la canción trae de vuelta el mismo sonido que se escuchó al principio, lo que me hace preguntarme si Bonobo quería llamar a esta canción In All Forms, ya que esta canción es tremenda en todas sus formas. The Keeper regresa con la voz de Andreya Triana y tiene un sonido muy jazzero. La melodía de esta creación es mucho más simple que las anteriores y la canción se centra mucho en la letra. El género de esta canción suena a pop, aunque el fondo sí que suena a Bonobo, así que diría que sería Bonobo-pop, ya que un artista como él no puede encajar en el género de nadie más. Inicialmente parecía que iba a ser una versión club de "Feeling Good" de Nina Simone. La secuencia de notas de la trompeta es muy similar. En cuanto a la textura es bastante ecléctica, la fusión de géneros presentada durante la duración de este álbum me trae un interés moderado. Con el mismo vocalista que la canción anterior, Stay The Same es una canción sobre el cambio, la melodía y el vocalista transmiten el sentimiento de la canción de manera muy efectiva. Aunque es una canción lenta, no necesariamente se siente deprimente y la melodía hace un trabajo espectacular al darle vida a esta obra maestra. 

Animals nos muestra un poco más del lado de guitarra y saxofón de este proyecto. Un tema mucho más jazz fusión con un ritmo de batería súper presente e intenso. En general es una buena exploración del género que muestra más variación en el sonido del álbum, como todas las canciones sin voces, se siente muy animada y contiene más energía. Es la canción más larga del álbum y combina muchas melodías, pero fluyen muy bien. El título Animals probablemente se refiere al lado más improvisado e instintivo de esta canción. La canción que resume todo el álbum recibe el nombre muy apropiado de Black Sands, con una melodía de guitarra al principio, esta canción comienza como la mayoría, con una melodía positiva, pero que pronto se vuelve muy lenta y da la sensación de añoranza de algo. Parece continuar el concepto de “Animals” con una textura más acústica y “de cuna”. La forma en que se construye el tema es bastante relajada, aunque es capaz de despertar fuertes sentimientos y la forma en que simplemente desaparece hacia el final es perfecta para terminar el viaje. Una pista perfecta para terminar un álbum perfecto, se despide con una melodía lenta.

viernes, 19 de septiembre de 2025

Disco de la semana 448: A Mil – Cruzando el Charco


Disco de la semana 447: A Mil – Cruzando el Charco (2017)

Cuando una banda atraviesa un momento bisagra, se nota. Ese instante en el que dejan de ser un secreto bien guardado para convertirse en un fenómeno masivo suele estar marcado por un disco que logra condensar todo lo que venían haciendo, pero con un plus de madurez y frescura. Para Cruzando el Charco, ese disco fue sin dudas A Mil, lanzado en 2017. Un trabajo que no solo les abrió puertas a nivel mediático, sino que también los consolidó como una de las propuestas más sólidas del rock-pop argentino contemporáneo.

Un salto de calidad

Antes de A Mil, la banda platense ya venía ganando terreno con sus discos anteriores, pero fue en este álbum donde alcanzaron un nivel de producción y de canciones que realmente los hizo trascender. No es casualidad: el disco fue grabado en Romaphonic, un estudio histórico de Buenos Aires por donde pasaron artistas de primer nivel, y contó con la producción de Pepe Céspedes y Juan Bruno (integrantes de Bersuit Vergarabat), dos productores que saben perfectamente cómo darle vuelo a una banda sin quitarle su esencia.

El resultado es un álbum redondo, con un sonido que mezcla el ADN del rock argentino con tintes de pop, reggae y hasta aires rioplatenses. Un disco que no teme jugar con las melodías, pero que tampoco pierde la fuerza y la visceralidad propias de una banda que nació en el under platense.

Canciones que se quedan

Uno de los grandes méritos de A Mil es su capacidad de ofrecer canciones que enganchan desde la primera escucha y que se vuelven himnos en vivo. Temas como “Terminales” se convirtieron rápidamente en infaltables del repertorio: una canción intensa, con un estribillo que invita a cantar a los gritos, pero también cargada de esa melancolía urbana tan característica de la banda.

Otro momento clave es “Volver a nacer”, que cuenta con la colaboración de Emiliano Brancciari, líder de No Te Va Gustar. La presencia de Brancciari no solo suma prestigio, sino que encaja de manera natural con la propuesta de Cruzando el Charco: ambos proyectos comparten esa sensibilidad rioplatense para hablar de emociones, desencuentros y segundas oportunidades desde una mirada honesta y cercana.

No se puede dejar de mencionar “Cambiando de color”, una de las canciones que mejor refleja el espíritu del álbum. Su videoclip, dirigido por Octavio Lovisolo, acompañó el crecimiento de la banda en la era digital, mostrándolos con una estética fresca y moderna que los ayudó a conectar con nuevas audiencias. Y claro, el tema que da título al disco, “A Mil”, funciona como un manifiesto: energía, velocidad y pasión desbordada, un resumen perfecto de lo que la banda quería transmitir en este momento de su carrera.

Letras que llegan

Francisco Lago, voz y líder del grupo, tiene una forma particular de escribir: directa, sencilla, pero con la suficiente carga poética como para que cada frase tenga peso. No se trata de letras rebuscadas ni crípticas, sino de canciones que hablan de lo que cualquiera puede sentir en un día cualquiera: la ansiedad de la ciudad, el deseo de un cambio, la necesidad de volver a empezar, las contradicciones de una generación que quiere todo pero también necesita parar un poco.

En ese sentido, A Mil conecta de manera especial con un público joven-adulto que se siente reflejado en sus palabras. No son himnos de estadio en el sentido clásico, pero sí son canciones que se cantan en masa porque hablan de vivencias compartidas.

El vivo como prueba de fuego

Si un disco marca un antes y un después, la prueba más clara está en el escenario. Y A Mil llevó a Cruzando el Charco a dar un salto enorme en sus presentaciones en vivo. La presentación oficial en el Microestadio Atenas de La Plata y en el Teatro Vorterix de Buenos Aires fueron hitos que confirmaron que la banda ya jugaba en otra liga.

A partir de ahí, el grupo emprendió una gira nacional que los llevó por distintas provincias argentinas y que incluso cruzó el Río de la Plata para desembarcar en Montevideo, donde también cosecharon un público fiel. Ese recorrido no solo sirvió para difundir el disco, sino también para consolidar un vínculo muy fuerte con la gente, que hoy es uno de los mayores capitales de la banda.

Un disco puente

Lo interesante de A Mil es que, al mirarlo en perspectiva, no solo fue un éxito en su momento, sino que también funcionó como un puente hacia lo que vino después. La banda pudo capitalizar el envión para seguir creciendo, experimentar con nuevos sonidos y animarse a propuestas más grandes. Pero sin este álbum, probablemente el camino hubiera sido más lento o diferente.

Es lo que muchos músicos llaman un “disco bisagra”: ese trabajo que cambia la historia, que marca un antes y un después. Y no es exageración. El propio Lago lo reconoció en entrevistas: A Mil fue el disco que les abrió la puerta de la radio, de la televisión, y que los llevó a pasar de tocar en teatros a llenar estadios.

¿Por qué escucharlo hoy?

A casi una década de su lanzamiento, A Mil sigue sonando vigente. Tal vez porque las canciones hablan de emociones universales, tal vez porque su sonido combina lo clásico del rock argentino con arreglos modernos que no envejecieron. O tal vez porque transmite una energía tan genuina que resulta imposible que pierda frescura.

Escucharlo hoy es reencontrarse con una banda en pleno proceso de explosión creativa, con hambre de crecer y con canciones que reflejan esa urgencia. Es un disco ideal tanto para quienes ya conocen a Cruzando el Charco y quieren volver a las raíces de su masificación, como para quienes se acercan por primera vez y buscan un álbum que los enganche de entrada.

Recomendación final

Si tuviéramos que recomendar A Mil a alguien que nunca escuchó a Cruzando el Charco, bastaría con decir que es un disco que combina potencia, emoción y cercanía. Que tiene canciones que podés escuchar en soledad con auriculares, pero que también explotan cuando las cantás en vivo con miles de personas. Que es, en definitiva, un retrato honesto de una banda que en 2017 encontró su identidad definitiva y que supo transformarla en un pasaporte hacia un público mucho más amplio.

Por todo esto, A Mil no es solo un álbum recomendable: es un disco imprescindible para entender la escena argentina de la última década. Un punto de inflexión en la historia de Cruzando el Charco y, al mismo tiempo, un trabajo que sigue transmitiendo la misma energía con la que fue concebido. Escucharlo hoy es sentir que la banda todavía está ahí, tocando “a mil” para todos los que seguimos creyendo en el poder de una buena canción.

Daniel 

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sábado, 13 de septiembre de 2025

Disco de la semana 447.- Deadwing - Porcupine Tree


Steven Wilson disfrutó enormemente de la insinuación metalera del álbum In Absentia, al igual que de su amistad y colaboración con Mikael Akerfeldt, líder de la banda sueca Opeth. Por ello, al grabar la continuación del álbum de 2002, la banda inglesa decidió adentrarse aún más en el metal más puro e invitó al reconocido sueco a participar en el álbum, quien interpretó un solo en la canción "Arriving Somewhere But Not Here". El resultado de esta colaboración, Deadwing, se lanzó en 2005 como el octavo álbum de Porcupine Tree y, como era de esperar, tuvo una gran acogida entre los fans. Deadwing aporta aún más fragmentos con un marcado toque metalero que su predecesor, incluso composiciones enteras impregnadas de este estilo, además, ya no se trata de la versión tradicional, melódica y cargada de riffs, de la estética metalera, sino de un sonido mucho más torpe y ruidoso, que a menudo evoca el efecto de pared sonora tanto del death metal como del thrash moderno. Los miembros de Porcupine Tree brillan en esta poderosa estética, incluyendo a Colin Edwin, quien forma la sección rítmica y posee un bajo potente y expresivo, y, sobre todo, Gavin Harrison, quien aporrea la batería, mientras toca con un estilo mucho más simple y torpe que en In Absentia. Afortunadamente, no es solo el metal contundente lo que domina en Deadwing, ya que Jeżozwierz logra equilibrarlo con elementos progresivos y alternativos. Abundan los pasajes atmosféricos y tenues, así como el espacio sonoro, tanto en la guitarra como en el teclado, y tampoco hay una delicadeza propia de una balada, en la que Steven Wilson destaca vocalmente. Los cambios también afectaron al sonido, que, a pesar de la pureza y selectividad típicas de Porcupine Tree, se volvió mucho más orgánico y tradicional, abandonando cualquier énfasis en la modernidad y las técnicas de producción futuristas. Otra cosa expurgada de la fórmula de Porcupine Tree en 2005 fueron las canciones de britpop acústicas, si bien el propio Wilson es un maestro en este tipo de canciones, siempre sentí que la parte de pop acústico contradice en gran medida las influencias del metal en In Absentia . En Deadwing, Wilson no está desechando su sensibilidad pop, sino que la envuelve con teclados fantasmales que resuenan con riffs más pesados mucho mejor que el pop acústico estridente.


Es una historia bien conocida que Wilson había escrito un guion de una película de terror psicológico en la línea de David Lynch y Stanley Kubrick en algún momento alrededor de 2004, y Deadwing se basa en gran medida en este guion. Veinte años después, la película aún no se ha lanzado, pero tal vez el álbum se convirtió en una encarnación mucho mejor de esas ideas cinematográficas que Wilson solía tener en ese momento. El guion en sí era bastante extraño, pero como señaló una vez un famoso cineasta sueco, el cine es una forma de arte que se acerca más a la música, porque tanto la música como las películas apelan directamente al inconsciente. Tal vez las similitudes entre las películas y la música sean la razón por la que hay tantas bandas sonoras de películas imaginarias, un formato establecido mucho antes de Deadwing. La narrativa de Deadwing sigue siendo muy vaga. De las piezas disponibles hasta el momento, se desprende que la trama gira en torno a una mujer que vivió en la época de la Primera Guerra Mundial, quien se suicidó e intentó envenenar a su hijo mientras se suicidaba, y a David, un ingeniero de sonido que trabaja en películas, que vive casi un siglo después. El fantasma de su madre sigue atormentando a su hijo, y posiblemente cuál sea su reencarnación, y el pasado de David está lleno de mentiras sobre su madre. Deadwing, un término coloquial para una persona poco fiable, es posiblemente esta siniestra figura materna, a quien el protagonista debe descubrir. Las letras del álbum hacen que esta trama parezca aún más retorcida y completamente impenetrable. Esta impenetrabilidad es, de hecho, la fuerza de la narrativa de Deadwing, lo que convierte a este álbum en una auténtica película sonora no es el concepto que lo sustenta, sino un rasgo literario. Y no es la dramaturgia interna en el desarrollo de piezas musicales prolongadas. Ese sigue siendo un rasgo completamente musical. Lo que realmente lo hace cinematográfico es el aparente caos de imágenes inconsecuentes que carecen de sentido como trama, pero que transmiten emociones y crean un espacio que quizá no entiendas del todo lógicamente, pero con el que sientes una profunda conexión, y que solo necesitas descifrar el código de un lenguaje cinematográfico único para comprenderlo, pero que puedes disfrutar incluso sin comprenderlo del todo.  La composición también es excelente. El propio Wilson es conocido por no gustarle algunas canciones de Deadwing, pero todo está secuenciado mucho mejor que en el álbum anterior, ofreciendo una experiencia auditiva fluida donde las pistas más fuertes complementan a las pocas canciones más flojas, sin dejar que el disco se arrastre como ocurre en algún momento a mitad de In Absentia.


Deadwing, la canción inicial y que da titulo al album explora el lado más oscuro, el lado de la muerte en lugar del amor, no puedo evitar estremecerme de un escalofrío en los huesos cada vez que aparece esta mística melodía de sintetizador después de algunas de las letras más oscuras que Steven Wilson haya inventado, Adrian Belew agrega una dimensión aún más inquietante con su solo industrial bellamente atonal, concluido con un triste pareado suicida. Shallow encarna perfectamente la sensación de soledad urbana, un aislamiento social deprimido, continuando uno de los temas recurrentes de Wilson que más tarde se convertirá en dos álbumes icónicos. Puede que a algunos les parezca demasiado simplista, siendo una melodía de metal alternativo muy sencilla, pero sus riffs y melodías son lo suficientemente elegantes y la sección ruidosa en el puente agrega más filo a la música. Muchas canciones de Deadwing son joyas de la composición, Lazarus es una de las mejores canciones cortas jamás escritas, una canción profundamente trágica sobre el amor que vence a la muerte, y al mismo tiempo sobre el amor retorcido de una madre muerta que busca a su hijo vivo para llevárselo consigo. Revela un impresionante trabajo de composición y arreglos con una parte de piano ostentosa, de una belleza indescriptible, que lleva la melodía principal de la canción, respaldada por una batería ligeramente metálica. Presenta una melodía vocal digna de ser utilizada en una cantata sacra, pero interpretada por Wilson con su discreta moderación para mantener un sentimiento personal. Y el puente más desgarrador, que muestra el firme arco de e en su parte más suave. La historia de la composición de esta canción es un gran ejemplo de lo difícil que es construir una canción pop corta e ideal como esa. Se sabe que hubo dos demos de "Lazarus", ambos muy diferentes entre sí, así como de la versión del álbum. Las versiones demo contenían múltiples ideas eliminadas del arreglo final, y un artista con menos gusto sin duda las usaría todas, porque en realidad eran todas buenas. En el segundo demo, había un puente de trip hop que le dio un giro inesperado a la canción, seguido del rock alternativo psicodélico característico de Wilson, en la línea de los primeros LP de Porcupine Tree. Pero a veces es necesario descartar incluso las buenas ideas para hacer que el conjunto sea aún mejor, más conciso y unificado. De alguna manera, refleja la forma de hacer Deadwing después de In Absentia, descartando algunas grandes ideas previamente presentes en la paleta sonora de Porcupine Tree para crear una nueva aún mejor. La estructura compositiva de Shallow se refleja en parte en Halo, un tema rockero inspirado en Nine Inch Nails, ambas canciones terminan con una repetición hipnótica de sus riffs principales, que revelan que estos tienen más de lo que aparentan cuando se esconden bajo las voces.


La dilogía de Arriving Somewhere but Not Here y Mellotron Scratch constituye la pieza central del disco. Puramente trascendental, Arriving Somewhere but Not Here comienza con una pieza ambiental con guitarras e-bow previamente conocida como 'Nuclear Head of an Angel', publicada en Unreleased Electronic Music Vol 1. Luego se desarrolla en una sombría canción Britpop, en realidad una de las mejores canciones indie de toda la carrera de Wilson, que más tarde se convierte en una losa de metal extremo que recuerda vagamente a Lamb of God, concluida por el suave solo blues de Mikael Åkerfeldt. Un viaje más allá de la vida y la muerte encapsulado en 12 minutos de una épica progresiva. Le sigue Mellotron Scratch, que abre como una canción de trip hop que hace una actualización estilística de 'Gravity Eyelids' de In Absentia, que intentó imitar demasiado a Massive Attack. La forma de hacer trip hop en 'Mellotron Scratch' es mucho más propia de Wilson, después de pasar una acumulación liderada por la guitarra, esta canción termina con impresionantes voces multipista dispuestas como un contrapunto para que obtengas pocas melodías diferentes cuando escuchas cada voz por separado y el arreglo completo, lo que lo convierte en otro de los picos más altos del álbum. Puedes sentir la oscuridad reuniéndose a tu alrededor a medida que la canción llega a su conclusión. Open Car es una canción corta de metal, revela un caso inusual de error compositivo en este álbum: la exclusión del breakdown de groove metal después de la segunda estrofa hizo que "Open Car" fuera mucho menos que en la demo. Afortunadamente, esto se recuperó posteriormente en la versión en vivo de la canción, que yo consideraría definitiva. The Start of Something Beautiful muestra a Wilson en su faceta más cínica, pero no daña la belleza estética que es capaz de mantener incluso en los momentos más cáusticos. El riff ascendente de doom metal del estribillo probablemente comparte un parentesco con 'Ancestral' escrito 10 años después, pero la parte más inventiva de la canción es su sección instrumental central, construida principalmente por los sintetizadores atmosféricos y el piano escaso de Richard Barbieri, una sección que siempre llamo 'lluviosa' porque estos teclados caen como gotas de lluvia. Tras agotar todas las intensas emociones de las canciones anteriores, Deadwing termina con una versión más suave de Glass Arm Shattering, que fluye lentamente como la sangre de una herida. Surgida de una improvisación en el estudio, se completa con las firmes armonías vocales multipista de Wilson.

Para hacer un disco sobresaliente, uno no tiene que estar completamente fuera de los estilos mainstream. Deadwing, siendo el álbum más exitoso de 2005, podría fácilmente ser el mejor álbum que 2005 tuvo para ofrecer, con Wilson muy cerca de la cima de su faceta como compositor y superándolo con creces con todos los diseños conceptuales y su excelente ejecución en este disco.


viernes, 5 de septiembre de 2025

Disco de la semana 446: More - Pulp


Hay algunos grupos de los que siempre querríamos más. En el año en el que Oasis por fin han hecho caso a las miles de voces que les pedían un retorno, querríamos que este hubiera sido con un nuevo disco bajo el brazo y no solo en una gira de revisión de grandes éxitos. O, tras el brillante nuevo disco de Blur con "The Ballad of Darren" querríamos que ese retorno no fuera efímero y que no pasaran muchos años más antes de un nuevo trabajo de Albarn, Coxon y cía. Siempre queremos más. Y en esta suerte de retorno al britpop que estamos viviendo, los que de nuevo se han llevado la palma y nos han dado ese "más" que tanto demandábamos han sido Pulp, en el otro gran regreso que nos faltaba para quedar completamente saciados.

"More" ("Más") es el octavo álbum de estudio de Pulp, un disco inesperado tras 24 años de sequía desde aquel lejano "We Love Life" (2001). Por el camino, el grupo sufrió la pérdida del bajista Steve Mackey, fallecido en 2023, que aparece como co-autor en dos de los temas de "More", pero el resto de la banda siguen siendo los de siempre: Candida Doyle (teclados), Nick Banks (batería) y Mark Webber (guitarra), y con nuevas incorporaciones como Andrew McKinney (bajo) o Emma Smith (violín), todos ellos liderados por el icónico Jarvis Cocker (voz, guitarra y teclados), que en la revista Mondo Sonoro reconocía en una entrevista de promoción que "este disco nadie nos los estaba pidiendo, fue más bien espontáneo".

Nos viene bien esa espontaneidad, porque realmente hacía falta más. Mucho más. Y eso es algo que este disco le dará a todos los fans de Pulp que se lancen a escucharlo. No es mucho aventurarse el decir que dentro de una discografía interesante y muy notable, Different Class (1995) es el disco que brilla y destaca sobre el resto, su momento cumbre y su gran obra maestra, y son muchas las conexiones de "More" con ese disco, empezando directamente por la portada, diseñada por Julian House a partir de una foto tomada por el propio Jarvis Cocker en 2024 en Islandia, a la que House añadió imágenes de los miembros de Pulp, que a su vez son las que fueron añadidas en el montaje de la portada de "Different Class". No queda ahí la cosa, porque en el video de Spike Island, el primer single promocional y la canción con la que comienza el disco, reviven con la ayuda de la IA esas imágenes que salteaban el artwork del mítico disco de 1995.

¿Es entonces "More" una continuación de "Different Class"? No necesariamente, y no sería justo comparar este disco con aquel, pero si que es una vuelta de Pulp al sonido que les hizo grandes, tras los intentos deliberados de alejarse lo más posible del britpop que fueron "This is Harcore" y "We Love Life". Eso se nota ya desde el primer tema, el ya mencionado Spike Island, donde es más que evidente que Cocker y compañía no han perdido ni un ápice de la magia y la frescura del pasado, en un meritorio arranque de guitarras glam rock que homenajea el mítico concierto de los Stone Roses en 1990, con un estribillo que es a la vez pegadizo, elegante y con ese toque decadente que solo Pulp puede conseguir.

Le sigue Tina, tercer single que se publicó del disco, una joya musical que no habrá desmerecido como parte del mismísimo Different Class, que comparte además con alguna de las grandes canciones de aquel disco la recurrente temática de la obsesión juvenil por el sexo y las complicadas relaciones de pareja en la adolescencia, con una brillante estructura de estrofas recitadas que desembocan en otro de tantos estribillos gloriosos. El nivel se mantiene en Grown Ups, con nuevos recitados y arreglos de violines, y una melancólica letra sobre el paso del tiempo y el miedo a madurar, casi como si los personajes de Disco 2000 hubieran envejecido y reflexionaran irónicamente sobre su vida.

El genio y la magia están también presentes a raudales en temas como Got to Have Love, publicada como segundo single, y entre el resto de canciones merece la pena reseñar también, dentro de una segunda parte del álbum más introspectiva y melódica, el tema Hymn of the North, que surgió durante una prueba de sonido durante la gira de 2023, y que se trabajó y se incluyó en el disco como homenaje al fallecido Steve Mackey. Es uno de los temas más elegantes y barrocos del disco, con grandes arreglos orquestales al más puro estilo Scott Walker. Y no menos destacable sería el cierre con A Sunset, con Richard Hawley a la guitarra acústica, y co-acreditada a The Earth, para que un porcentaje de los beneficios vaya a la organización caritativa "Earth Percent" impulsada por Brian Eno, que hace su aparición estelar junto a varios miembros de su familia en los coros.

"More" es, en conclusión, una nueva mirada nostálgica y una reflexión desde la edad adulta, pero aquellos tiempos ya pasaron. No está de "más" volver a ellos de cuando en cuando y recordar la belleza y la intensidad con las que fueron vividos. Por eso queremos siempre "más", aunque aceptemos que aquel baile ya terminó y que aunque tenemos muchas "más" arrugas, también tenemos "más" experiencia, la suficiente como para valorar un disco que, pese a su mirada hacia el pasado, es también un soplo de aire fresco, de novedad y de demostración del talento de uno de los mejores grupos británicos de los noventa. 

viernes, 29 de agosto de 2025

Disco de la semana 445: Ilegales - Ilegales

Ilegales




     Cuando en 1983 el vinilo homónimo de Ilegales aterrizó en las tiendas, España no estaba lista para lo que se le venía encima. Este álbum de la banda asturiana Ilegales, liderada por el irreverente Jorge Martínez, no fue solo un disco: fue una patada en la puerta del rock español, una declaración de guerra al conformismo y un puñetazo en la mesa de una escena musical que, en plena Movida Madrileña, a veces se perdía en postureo y sintetizadores. Con un sonido crudo, unas letras escépticas y una actitud de “me importa todo un carajo”, el disco Ilegales se convirtió en un clásico, un disco que aún hoy huele a gasolina, cuero y noches de garito.

Retrocedemos a finales de los 70 en Oviedo, una ciudad que no era precisamente el epicentro del rock’n’roll. Jorge Martínez, un tipo descarado, formó en 1977 el trío Madson junto a su hermano Juan Carlos y David Alonso. Dos años después, se rebautizaron como Los Metálicos, pero cuando Juan Carlos se largó, Íñigo Ayestarán entró al bajo y el nombre cambió a Ilegales. Así empezó todo: tres chavales con ganas de liarla y un puñado de canciones que destilaban rabia y displicencia por lo establecido. 
En 1981, Ilegales ganó el concurso de rock Ciudad de Oviedo, lo que les dio la oportunidad de grabar tres temas: Europa ha muerto, La Fiesta y Princesa equivocada para el disco colectivo Primera Muestra de Pop Rock en Asturias. Ese pequeño triunfo les puso en el radar, y los dueños de la compañía discográfica Estudios Norte, donde grabaron, que habían comprobado el talento de la banda, les propusieron grabar un álbum completo. El productor Paco Martín se hizo con los derechos, y en 1982, Ilegales entró al estudio para dar forma a su primer zarpazo discográfico. El resultado, publicado en 1983 por la compañía Hi-Fi Electrónica, filial de Ariola, fue un disco que no pidió permiso ni perdón. 


Ilegales no es un álbum para cobardes. Las 12 canciones de la edición original son un viaje urbano donde se pasean la delincuencia, las drogas y la violencia, todo envuelto en un sonido que mezcla punk, rock y un toque de new wave, pero con su estilo inconfundiblemente asturiano. Jorge Martínez, con su voz afilada y su guitarra con sus riffs cortantes como una navaja, lidera el asalto junto a David Alonso en la batería y Willy Vijande, quien reemplazó a Ayestarán al bajo poco antes de la grabación. Las letras son directas y sin florituras, todo un reflejo de la vida en los márgenes: historias de perdedores, rebeldes y tipos que no encajan en ningún molde.

El disco arranca con Tiempos nuevos, tiempos salvajes, un himno de tres minutos que te escupe en la cara. La canción es la carta de presentación perfecta: “Vivimos tiempos nuevos, tiempos salvajes / donde nadie sabe lo que va a pasar”; es el grito de una generación desencantada, pero que no se rinde. Esta canción capturó la esencia de una España en transición, atrapada entre el franquismo reciente y una modernidad incierta. La canción combinaba la urgencia del punk con una producción lo suficientemente pulida para sonar en la radio pero sin perder su filo. Otros cortes como Yo soy quien espía los juegos de los niños, con un sonido siniestro y una letra inquietante, es puro Martínez, un relato que mezcla ironía, crítica social y un toque de humor negro. Jorge Martínez lo tenía muy claro: “esas canciones no eran para agradar, eran para incomodar. Queríamos que la gente se sintiera señalada, que se mirara al espejo y no le gustara lo que veía”La casa del misterio muestra la versatilidad del grupo: podían ser punk, pero también coquetear con el pop o incluso con el proto-postpunk. Heil Hitler! es una provocación deliberada, una sátira que, según Jorge en una entrevista, “se malinterpretó porque la gente no pillaba la ironía”. Y luego está Problema sexual, un tema que mezcla humor y crudeza para hablar de las frustraciones de la juventud. La edición original en vinilo de 1983 incluía 12 temas, aunque algunas reediciones añadieron bonus tracks como La pasta en la mano o Princesa equivocada. Estamos ante un disco que no pide disculpas, que no busca ser políticamente correcto, y precisamente ese es su fuerte y por eso sigue siendo relevante.



La grabación del álbum no fue un paseo por el parque. En los Estudios Norte la banda trabajó con un presupuesto ajustado y un equipo que, aunque profesional, no estaba preparado para la energía desbocada de estos asturianos. El proceso fue caótico: Jorge, obsesionado con capturar la crudeza del directo, chocaba constantemente con los técnicos, que querían pulir el sonido para hacerlo más “comercial”. Al final, el disco logró un equilibrio perfecto: suena sucio pero no amateur; agresivo pero no ininteligible. El productor Paco Martín fue clave para que el disco viera la luz, pues aunque no era un fanático del punk, reconoció el potencial de Ilegales y peleó por llevar el álbum a Hi-Fi Electrónica. La guinda fue la icónica portada diseñada por Ouka Leele, una artista clave de la Movida. La foto, con su estética colorida y provocadora, es casi tan legendaria como el propio disco. Esa portada se convirtió en un símbolo del grupo y de la época, fiel reflejo de la actitud desafiante de la banda. 

Cuando Ilegales llegó a las tiendas en 1983, el impacto fue inmediato. Gracias a la difusión de Jesús Ordovás en Radio 3, canciones como Tiempos nuevos, tiempos salvajes, se convirtieron en himnos para una juventud harta de convencionalismos. El álbum consiguió capturar la rabia de una generación que no encontraba su lugar en una España en cambio constante. El disco además de ser un éxito comercial, algo muy raro para un debut de rock en esa época, también puso a Ilegales en el mapa como una de las bandas más auténticas y peligrosas del panorama. Pero no todo fue un camino de rosas; las letras de Ilegales, cargadas de referencias a la marginalidad y con un tono a menudo cínico, no sentaron bien a todo el mundo. Jorge Martínez ha contado en más de una ocasión cómo algunos sectores de la prensa los acusaron de glorificar la violencia o de ser demasiado oscuros. Su respuesta siempre fue la misma: “Si no te gusta, no lo escuches. Nosotros no hacemos música para complacer”. Esa actitud macarra, lejos de perjudicarlos, los convirtió en todo un referente para los inadaptados y los rebeldes. Ilegales ya no era una banda, era una forma de vida. 

Ilegales es un manifiesto, el sonido de una banda que no se arrodilló ante nadie, que escupió en la cara de las convenciones y que, con un puñado de canciones, marcó un antes y un después en el rock español. Jorge Martínez lo definió a la perfección “Hicimos este disco para nosotros, no para el público. Si te gusta, bien. Si no, que te jodan”. Así que, lo mejor que puedes hacer es ponerte este disco y subir el volumen, porque es puro rock’n’roll sin domesticar.

viernes, 22 de agosto de 2025

Disco de la semana 444: Lost In The Dream - The War on Drugs

 

Hay un tiempo y un lugar donde Lost In The Dream pertenece. Para ser honesto, aún no he descubierto exactamente dónde está, pero sé que está ahí. Como Untrue de Burial siempre sonará a las 2 a. m. en una ciudad ajetreada después de una noche de fiesta, o Illinois de Sufjan siempre será la madrugada, antes de que toda la gente perezosa se despierte, cuando las únicas personas en el mundo son aquellas lo suficientemente motivadas como para despertar, Lost In The Dream se siente como si perteneciera a algún lugar como una entidad, cada vez que lo escucho me transporto muy lejos, a un lugar en el que aún no he estado, o tal vez a un lugar que conozco en una situación que aún no ha sucedido. Estoy seguro de que cuando encuentre ese lugar y escuche este álbum en el entorno en el que se supone que debe estar, todas las pequeñas quejas que tengo sobre él se desvanecerán y se convertirá en la perfección, pero por ahora solo tendré que imaginar. Definitivamente hay cosas que no son perfectas sobre este álbum, pero al mismo tiempo, cuando pienso para lo que este álbum está diseñado no son tan importantes. En primer lugar las influencias, mucha gente ha estado criticando este álbum por ser demasiado derivado de Bruce Springsteen, la otra comparación que escucho es la de Mark Knopfler y Dire Straits, no se trata solo de una influencia sutil: la forma en que Adam Granduciel toca la guitarra está intrínsecamente ligada a Knopfler, simplemente por la sencillez con la que construye las líneas. En muchas canciones, la línea de guitarra principal incluye un pequeño riff de giro para cambiar de acorde, y cada vez que lo escucho me transporto a 1980. Me encanta, pero en combinación con el ligero acento country en la voz de Granduciel (que es una de las pocas cosas de este disco que no me convencen) y las progresiones de acordes, tan ochenteras, escucho a Dire Straits en casi todas las canciones. El otro problema es muy pequeño, y cuando pienso en este álbum en el contexto que imaginé en el primer párrafo, en realidad se convierte en una ventaja, no en un problema: prácticamente todas estas canciones suenan igual. Y no me refiero a exactamente igual, por supuesto, hay pistas más rápidas, instrumentales y más largas, pero en términos de atmósfera y estado de ánimo, Lost in the Dream se mantiene prácticamente igual de principio a fin. Puedo criticar esto por ser un poco aburrido: todo lo que The War on Drugs necesitaba hacer era decidir el estilo y escribir algunas melodías, y todo el álbum está hecho, pero al mismo tiempo, el estado de ánimo es lo que realmente gana aquí, y si cambiara durante el álbum, no puedo evitar sentir que no tendría el mismo efecto. Melódicamente, este álbum sigue estando muy influenciado por Dire Straits, pero la voz de Adam está tan impregnada de eco y reverberación que la voz actúa más como un instrumento que como una narración. 


Under the pressure podría ser lo mejor del disco, con la tenue voz de Granduciel cabalgando junto con un piano en primer plano que trae consigo una sensación de serenidad. Pero hay más que solo pura amabilidad, con las guitarras cobrando vida en la marca de tres minutos y con saxo y sintetizadores que también se unen a la fiesta de maneras espectaculares. The War on Drugs también de alguna manera hace que el clímax de dos minutos y medio de la canción sea un placer para escuchar, a pesar de ser una cacofonía ambiental de efectos de sonido sintetizados. Under the Pressure es lo mejor que puede haber en la música. Red Eyes es sin duda una de las mejores canciones de 2014, y me estremece profundamente con la combinación de la melodía principal y ese ritmo de batería rítmico. Las progresiones de acordes se resuelven de una manera preciosa, dando lugar a melodías impresionantes. Suffering puede que no sea tan exultante, pero no podría imaginar Lost in the Dream sin que suavizara el ritmo en la tercera pista. An Ocean Between the Waves es una canción que se toca delicadamente hasta alcanzar un clímax asombrosamente enérgico a lo largo de (unos justificados) 7 minutos. La voz de Granduciel inicialmente suena aislada y exasperada, pero a medida que se acerca el clímax, comienza a gorjear apasionada pero incoherentemente sobre un outro excitable. Rezuma deliciosamente la discreta Disappearing, otra joya de la pista, con un riff de piano que parece una interpretación más siniestra de The Way It Is de Bruce Hornsby.
 

Eyes to The Wind tiene la melodía más influenciada por Dire Straits del disco, melódica y memorable, y el estribillo de “Burning” es simplemente estelar, elevándose sobre una instrumentación realmente inspiradora con ese sutil aleteo de órgano por debajo. Las canciones hasta ahora son largas, pero no hay ni un minuto de relleno, hasta que llega The Haunting Idle con menos de 3 minutos, esta canción parece inútil. No es necesario que la letra sea distinguible, ¡pero al menos haz que la instrumentación sea memorable!. Este rock de ritmo lento te van enganchando, al principio sonando agradables de fondo y luego absorbiendo tu atención hasta que llegas al clímax y te das cuenta de que estás totalmente cautivado un gran ejemplo de ello es Burning . Lost in a Dream es la canción que da título al álbum, y encapsula a la perfección el sonido característico de la banda. Con una duración de más de seis minutos, la pista construye un paisaje sonoro expansivo y melancólico, impulsado por las guitarras resonantes de Adam Granduciel, sintetizadores ensoñadores y una batería constante. La letra, introspectiva y reflexiva, evoca una sensación de anhelo y contemplación, como si uno estuviera vagando por un recuerdo lejano. Es una pieza hipnótica que te envuelve, transportándote a un estado de ensueño y melancolía nostálgica. In Reverse es la canción que cierra el álbum, sirve como una poderosa y catártica culminación del viaje emocional del disco. La canción se distingue por su progresión majestuosa, construida sobre una base de sintetizadores atmosféricos y un solo de armónica conmovedor. La voz de Adam Granduciel transmite una sensación de introspección y anhelo, mientras la música se eleva de manera gradual. Es una pieza que evoca una sensación de movimiento y contemplación, como si el oyente estuviera flotando a través de un paisaje de ensueño, culminando en un final etéreo y memorable.


Lost in the Dream es más que simplemente lo que esos discos eran, porque la emoción en este disco es tan precisa y hermosa. Se desliza, golpea con fuerza y se eleva sobre montañas de instrumentación. Hasta que escuche este álbum en ese contexto, con amigos que experimenten la historia de mi familia y la herencia de mi padre, tendré que conformarme con mi puntuación actual, más "intelectual", pero creo que el hecho de que este álbum tenga el poder de encapsular toda esa emoción y nostalgia en él es un testimonio de su grandeza, sin importar lo que diga el número al final.

viernes, 8 de agosto de 2025

Disco de la semana 442: Solitude Standing - Suzanne Vega


Un álbum sobre el amor, la esperanza, el asesinato, la muerte y el abuso infantil. Si esa descripción no te ha provocado una aversión inmediata a Solitude Standing, te espera una sorpresa, Suzanne Vega es más poeta que narradora, y sus letras tienen un efecto multidimensional que permite al oyente encontrar su propio significado personal en las canciones, Consigue capturar el dolor y la emoción de la vida cotidiana con una voz que implica tanto derrota como resiliencia, de hecho, su voz infantil le da una mayor intensidad a su obra, especialmente al abordar temas más sórdidos, como si sus propias palabras la hubieran afectado personalmente. Incluso cuando sus fuentes y significado lírico se vuelven demasiado profundos para el oyente casual (los contrastes mitológicos en "Calypso") o se enredan en su propia psique, su sentido de la melodía y la armonía nunca permite la desafección. Es fácil entender por qué Suzanne Vega nunca ha alcanzado el éxito que otros que han transitado por la misma senda, pero con mucho menos talento. A algunas personas no les gusta que la música sea demasiado complicada, y la de Vega puede ser tan difícil que hay que investigar algunas de sus referencias literarias para intentar entender a qué se refiere.

El álbum comienza con "Tom's Diner", una canción sencilla sobre una mujer que describe su entorno mientras toma un café en un restaurante local, la canción no tiene música, solo Suzanne cantando una melodía sencilla pero te engancha desde el principio y te hace esperar con ansias el resto del álbum, es posiblemente una de las grabaciones más importantes del siglo XX, aunque no tiene nada que ver con Vega, sí con Karlheinz Brandenburg. Probablemente no conozcas su nombre, pero fue una figura clave en el desarrollo del método de compresión de audio que ahora llamamos MP3, y fue la austera y suavemente reverberada canción a capela de Tom's Diner la que lo impulsó a completar el proyecto, que duró años, al convencerlo de que sería imposible comprimirla y que siguiera sonando tan bien, y al inspirarlo a demostrar que estaba equivocado. "Tom's Diner" se convirtió en la prueba estándar para cada nuevo refinamiento del algoritmo, es decir, esto básicamente no tiene nada que ver con este álbum, pero en cuanto a trivialidades musicales inútiles, es un éxito, ¿verdad? Por cierto, si buscas un dos por uno, el restaurante del que Vega escribía se convirtió más tarde en el hogar de todas las fotos de cafés en Seinfeld. 

El álbum continúa con el sorprendente éxito de Vega, "Luka", la canción es una narración en primera persona de la boca de una víctima de abuso infantil, básicamente abrió un nuevo mundo de gustos para el mainstream, y un nuevo mercado que las discográficas nunca antes habían explotado con la misma intensidad, Vega merece una pequeña parte del crédito por cada artista solista de rock femenina que surgió en los siguientes diez años: Alanis Morissette, Ani DiFranco, Sinead O'Conner, Tori Amos, Meredith Brooks, Sarah McLachlan, Jewel, Michelle Branch, quien sea. "Ironbound", el siguiente tema, es una descripción poética de un mercado al aire libre y de una mujer del barrio que deja a su hijo en la escuela, esta canción personifica la grandeza de Suzanne Vega, básicamente, está poniendo poesía en música y su talento te atrapa. "In The Eye" es otra narración, como todas las canciones del álbum, sobre una mujer que se enfrenta a lo que parece ser su marido maltratador. A primera vista, es la historia de una posible víctima de asesinato que se niega a huir de su atacante y promete atormentarlo: "y me grabaría en tu memoria mientras estuvieras vivo". Pero siempre he visto la canción desde una perspectiva completamente diferente, que admito abiertamente que puede tener algo que ver con mi experiencia personal. Siempre he tenido la impresión de que quien narra la historia se mira en un espejo y, por lo tanto, la canción trata sobre alguien que contempla el suicidio. Sea cual sea la perspectiva, es una de las mejores canciones de Solitude Standing.  "Night Vision" describe una escena en la que una madre cuida a su hijo asustado hasta que se duerme.

 

"Solitude Standing", fue otro gran éxito del álbum, está lleno de simbolismo y describe lo que suena como una reconciliación entre amantes lesbianas. "Calypso", es otra de mis favoritas. Calipso es hija de Atlas, vive sola en una isla, Odiseo, protagonista del poema clásico de Homero, La Odisea, se convierte en el amante de Calipso y queda abandonado en la isla hasta que su devoción y anhelo por su esposa la convencen de dejarlo ir. La canción presenta a Calipso cantando sobre su soledad mientras lo ve alejarse para siempre. El álbum continúa con dos canciones, "Language" y "Gypsy". La primera habla de cómo las palabras a veces pueden interferir en la expresión de los sentimientos. "Gypsy", como indica el título, describe el encuentro entre una mujer y su joven, hermoso y masculino amante gitano. "Wooden Horse (Canción de Caspar Hauser)", la última canción, aborda el enigma de Casper Hauser. Un hombre que aparentemente estuvo preso desde su infancia en un agujero oscuro, con solo unos caballos de madera y otros objetos sencillos como compañeros hasta los 17 años. El misterio que rodea al Sr. Hauser ha dado lugar a numerosos libros y otros escritos. La canción es lo que Vega pensó que pensaría si ella le diera voz. Más tarde se consideró que la historia debía ser totalmente falsa o estar solo parcialmente basada en la realidad, ya que cualquier desarrollo intelectual habría sido imposible en las condiciones descritas, y aun así Hauser pudo describir su difícil situación. Conociendo a Vega, más que una narración directa de la historia, debe haber algún paralelismo, pero no sé qué podría ser. Desde cualquier punto de vista, "Caballo de Madera" difícilmente podría considerarse material para las listas de éxitos. Y luego está "Language", una maravillosa reflexión sobre cómo nos comunicamos o, en realidad, cómo no logramos expresar lo que realmente pensamos y sentimos. "No volveré a usar palabras; no significan lo que quise decir. No dicen lo que dije. Son solo la corteza del significado con un mundo oculto". No tengo ni idea de cómo se pueden condensar pensamientos abstractos y astutos en una canción, pero funciona de maravilla.

 Solitude Standing consolidó la posición de Vega como la reina definitiva del pop/folk alternativo en 1987, pero esto no es folk mágico. Su voz es fría y no vibra, lo que le da a sus composiciones una atmósfera austera, gélida, pero siempre hermosa. Los elegantes sintetizadores ofrecen la misma atmósfera invernal de su debut, pero esta es mucho menos cruda y la voz de Vega es más sobria. Sus letras son, como siempre, perfectas, y este es uno de sus álbumes más potentes y consistentes. Incluso sin "Tom's Diner" ni "Luka", este álbum merecería los mismos aplausos.