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viernes, 6 de octubre de 2023

Disco de la semana 347 - Favourite worst nightmare - Arctic Monkeys



¿Es Favourite Worst Nightmare (2007) el "mejor medio disco" inglés de los 2000, o es solo la "peor pesadilla favorita" de mi familia?

Para contestar a tan existencial pregunta, tengo que remontarme a un disco de la semana anterior. Hace ya muchas lunas, recomendé en esta sección el álbum "Whatever people say I am, that's what I'm not" (2006), el glorioso disco de debut de los Arctic Monkeys. Tanto me gustó al escucharlo por primera vez, que comencé a buscar el resto de su discografía, y me cuidé mucho de hacerlo cronológicamente, para poder vivir la evolución musical de la banda a través de sus trabajos. No estuve solo en esa búsqueda y descubrimiento, y cuando en el cd del coche empezó a sonar "Brianstorm", el furioso y vertiginoso primer single, y la pieza con la que abre Favourite Worst Nightmare, mi mujer y mis hijos fueron también testigos de aquella tremenda tormenta sonora. Tras escucharlo entero, comenzó una pauta que se ha repetido hasta la saciedad en todos y cada uno de los viajes familiares, en los que llevar el segundo disco de estudio de los Arctic Monkeys en la guantera ha sido un requisito imprescindible.

La pauta consiste en escuchar del tirón las cinco primeras canciones del disco: La ya mencionada "Brianstorm", su gemela en intensidad "Teddy Picker" (un himno en toda regla y una auténtica lección magistral sobre como combinar melodía y ritmos de afiladas guitarras y baterías desatadas), la no menos vibrante "D Is For Dangerous" (tremendo tema que podría haberse llamado directamente Favourite Worst Nightmare y dar nombre al disco, ya que incluye la frase que le da título en el estribillo), la más experimental y pseudo-funk "Balaclava" (en la que el bajo de Nick O'Malley destaca por encima incluso del brillante ejercicio de sus compañeros), y "Fluorescent Adolescent", un medio tiempo brillante y pegadizo, que en mi opinión es la mejor canción del disco y una de mis favoritas de la banda.

A veces pienso en que la mal llamada "pesadilla" habría sido uno de mis grandes sueños cumplidos (el de encontrar alguno de esos escasos discos que son perfectos de principio a fin), si la segunda parte del álbum hubiera sido como el torrente sonoro y creativo de esas cinco primeras canciones, pero el segundo tramo de lo que, hasta ese momento, es un tren a toda velocidad, tiene vagones que siempre acabamos desenganchando. Es lo que ocurre con "Only Ones Who Know", balada minimalista e inoportuna que rompe la atmósfera del disco e interrumpe el subidón de adrenalina al que los Monkeys te llevan en los temas anteriores. Tras saltar ese tema, el jurado popular de mis viajes en coche indulta siempre a "Do Me A Favour", que comienza tranquila y va creciendo progresivamente, con cambios de ritmo y dos partes muy diferenciadas, y que sin llegar al nivel de las "big five" del arranque del disco, entra sobrada en la Q3 de un álbum que, por lo general, transcurre a velocidad de bólido de Fórmula 1.

Tras ese indulto esporádico e intermedio, el resto del disco intenta emular la intensidad de los primeros temas y la actitud de los hits del primer disco, pero la sensación al escuchar "This House Is A Circus", "If You Were There, Beware", "The Bad Thing" o "Old Yellow Bricks" es que la chispa ya no es la misma, motivo por el cuál de "Do Me A Favour" saltamos casi siempre a la canción que cierra el disco, la sublime y crepuscular "505" (con la colaboración en la guitarra de Miles Kane, con quién Turner fundaría su grupo paralelo "The Last Shadow Puppets"). "505" es la séptima elegida para la gloria, de un disco que llegó al primer puesto de las listas de ventas de Reino Unido, y del que todos sus temas entraron en el Top 200 del UK Singles Chart, siendo "Brianstorm" (puesto nº 2), "Fluorescent Adolescent" (puesto nº 60) y "505" (puesto nº 74) los más exitosos.

En conjunto, lo que más impresiona del segundo disco de los Arctic Monkeys, quizá sea el talento y el derroche musical de un grupo de adolescentes que aún estaban superando el acné juvenil, comandados por el desparpajo de la voz de su líder Alex Turner, las afiladas guitarras del propio Turner y Jamie Cook, el efectivo bajo de Nick O'Malley y, sobre todo, el descomunal trabajo de batería de Matt Helders. Entre todos, consiguen mezclar de manera brillante garage-rock, brit-pop, rock alternativo y post-punk, soltando ramalazos de punzantes guitarras sin perder con ello el gusto por la melodía, los cambios de ritmo y los estribillos efectivos. Algo así debió pensar mi hijo mayor cuando, al dejarle elegir en mi lugar el disco de la semana, optó sin dudarlo por Favourite Worst Nightmare. Para un "adolescente en plena fluorescencia", la respuesta a la pregunta que abría esta reseña era muy clara: Es el "mejor medio disco" que ha escuchado, y una "peor pesadilla favorita" imprescindible en cualquier viaje.

martes, 22 de marzo de 2022

Grandes éxitos y tropiezos: Arctic Monkeys



Nuestro siguiente protagonista en la serie de artículos sobre Grandes Éxitos y Tropiezos es el grupo Arctic Monkeys, formado por unos chavales de Sheffield que nos devolvieron la esperanza en el rock alternativo justo después de que el globo de sus admirados The Strokes se nos acabara pinchando un poco. A lo largo de su carrera, los Arctic Monkeys han sufrido una evolución bastante drástica, y son el perfecto ejemplo de por qué esta sección es necesaria. Aquellos que busquen en los últimos discos la fiereza de las guitarras de sus primeras obras se llevarán una sorpresa que podría no resultarles agradable, y lo mismo ocurriría si alguien, enamorado de la sofisticación y los guiños crooner de los últimos discos, buscara esas señas de identidad en sus primeras entregas ¿Quieres comprar un disco de Arctic Monkeys? Esta es nuestra propuesta para que vayas sobre seguro.


Estás tardando en comprarlo: 

Whatever people say I am, that's what I'm not (2006) está considerado uno de los mejores discos de debut de una nueva banda, y en su momento muchos compararon el movimiento sísmico del aterrizaje de los "monos árticos" con el shock que en su momento produjo la aparición de los mismísimos Beatles. Con el tiempo, la euforia se fue rebajando y quedó claro que aquellas comparaciones no eran reales, pero el reconocimiento al talento de los Arctic Monkeys y de sus líder y frontman Alex Turner se ha mantenido casi intacto (a pesar de algún tropiezo que contaremos más abajo). El disco es una sucesión imparable de enérgicas y descaradas canciones de rock urgente y por momentos desenfrenado. Canciones como The view from the afternoon, I bet you look good on the dance floor, fake tales of San Francisco, Still take you home o When the sun goes down siguen haciendo que la adrenalina se dispare cada vez que las interpretan en concierto o suenan en la radio o en los pubs, recordándonos que con este disco dieron un golpe seco y duro sobre la mesa, haciendo saltar todos los vasos. Mi disco favorito de los de Sheffield, el que siempre quiero poner en el coche pero no me dejan, porque mi mujer y mis hijos prefieren poner el Favourite Worst Nightmare (2007).


El título de aquel primer disco era totalmente premonitorio (Lo que sea que la gente dice que soy es lo que no soy), ya que los Monkeys fueron alejándose paulatinamente de la urgencia y las guitarras a máximo volumen que les caracterizaba con cada uno de sus discos posteriores. Esta transformación de violento gusano a virtuosa mariposa se fue cocinando a fuego lento y disco a disco, y los frutos más brillantes se recogieron en el álbum AM (2013), en el que influenciados por bandas como The Black Keys (con los que compartieron gira) entregan un disco de rock con influencias cercanas al blues y a sonidos más propios de bandas estadounidenses. Siguen siendo rotundos en temas como R U Mine, y alcanzan la perfección con Do I wanna know, pero hay temas más pausados como Arabella, Why'd you only call me when you're high o I wanna be yours, en los que una electricidad más comedida combina en su justa medida con la nueva sofisticación reinante.


Si te queda pasta, llévate también:

Favourite worst nightmare (2007), la continuación del excelso disco de debut, refleja las dudas y los miedos al difícil segundo álbum, y como el grupo se debatía entre el continuismo de las canciones de la primera parte (Brianstorm, Teddy Picker, D is for Dangerous, Balaclava y la que para mí es su mejor canción, Fluorescent adolescent) y los primeros signos de evolución y cambio en la segunda parte del disco, que sin embargo y salvo excepciones (Do me a favour y, sobre todo, 505) dan sensación de pérdida de fuelle en un disco que en su primera mitad mantiene el nivel de su predecesor. Las cinco primeras son las favoritas de mis hijos, y suenan siempre en bucle en los viajes en coche. Las otras dos son las favoritas de mi mujer en ese disco, y tienen por tanto también un hueco en cada viaje.


Si Favourite worst nightmare (2007) era una transición evidente y marcada por dos caras bien diferenciadas, en Humbug (2009) esa transición ya se ha producido y el cambio es mucho más impactante. Las nuevas canciones se tiñen de una oscuridad y aspereza que en algunos momentos recuerdan incluso a The Doors (Potion Approaching) y la voz de Alex Turner suena mucho más grave y madura en algunos de los mejores temas de la banda, como My Propeller, Crying Lightning y, sobre todo, Cornerstone, la auténtica joya del disco. Su continuación Suck it and see (2011) no es un mal disco, pero de nuevo Turner y compañía se enfrascan en una nueva búsqueda que no maduraría hasta AM (2013). En el camino, entregan un disco correcto pero que no tiene ni la potencia de los primeros, ni la aspereza de Humbug, ni la calidad del mencionado AM. Quizá no llegue a la categoría de tropiezo, pero no es el mejor disco para adentrarse en el universo de los monos árticos.

Vuelve a dejarlo en el expositor:

Tranquility Base Hotel & Casino (2018) es un disco controvertido al que los fans de Arctic Monkeys dieron la espalda muy pronto. Tras varios años en los que Turner había estado más pendiente de su proyecto paralelo The Last Shadow Puppets, y planteándose incluso comenzar una carrera por su cuenta, el gran tropiezo fue sacar este disco bajo el nombre de la nave nodriza, cuando en realidad era un proyecto en solitario y unas canciones que estaban compuestas con un piano electrónico en la soledad de su casa de Los Angeles. El resultado es un disco en el que los teclados predominan sobre unas guitarras que se quedan en secundarias o inexistentes en la mayor parte de los temas, con un interesante enfoque conceptual, basado en la vida de una imaginaria y vieja estrella del rock, que vive sus días de decadencia amenizando con su piano a los clientes de un hotel-casino en la Luna.

El sonido del disco combina de manera brillante el lado crooner del personaje con la decadente atmósfera de sofisticación electrónica propias de semejante lugar en la Luna, y si esta obra viniera firmada por el David Bowie más experimental, o por el propio Turner como propuesta en solitario, habría sido reconocido y valorado de mejor manera, gracias a buenos temas como Star Treatment, Tranquility Base Hotel and Casino o Four out of five, pero firmado por los Arctic Monkeys dejó a todo el mundo extrañado y con la sensación de estar ante un tropiezo y una caída de la que tendrán que levantarse. Mientras lo hacen, y aunque el destino de nuestro viaje nunca sea la Luna, nosotros seguiremos poniendo sus discos en el coche, hasta que el frío del ártico haga que los monos vuelvan a juntarse al calor de sus guitarras.


Nuestro TOP 5

 1 - Fluorescent Adolescent
2 - I bet you look good on the dance floor
3 - Do I wanna know
4 - Cornerstone
5 - Crying Lightning

viernes, 2 de noviembre de 2018

El disco de la semana 49: Arctic Monkeys - Whatever people say I am...





En la antigüedad, se pensaba que la Tierra era plana y que no había monos en el Ártico. En el primero de los casos, ya en textos hindues del siglo XX A.C se insinúa que la Tierra pudiera tener forma esférica, pero no fue hasta Copérnico y Galileo cuando asumimos como certeza la forma redonda de la Tierra y los planetas. En el caso de los Monos del Ártico (Arctic Monkeys), los primeros indicios de su existencia aparecieron en 2001 en Sheffield (Reino Unido), algo lejos del Ártico. Dos adolescentes de esta localidad, Alex Turner y Jamie Cook, pidieron por Navidad una guitarra para formar una banda de música.


La mayoría de estos nuevos grupos desaparecen rápidamente, vencidos por la falta de repercusión de sus canciones, o porque sus miembros tienen que asumir las obligaciones del mundo real y no tienen tiempo para dedicarle al proyecto. Es lo que ocurrió en 1991 con "Los Paranoicos" (me permito tomar ese nombre porque es el que yo sugerí, pero no recuerdo si realmente llegamos a tener un nombre en firme). Éramos solo unos adolescentes, un grupo de amigos con la loca idea de formar un banda, sin tener instrumentos ni saber tocarlos, "igual" que los Arctic Monkeys (las comillas aquí son muy necesarias).


La diferencia fundamental es que los Arctic Monkeys consiguieron sus guitarras y aprendieron a tocarlas. Formaron una banda junto a otros dos amigos de la escuela, Andy Nicholson y Matt Helders, que asumieron los roles de bajo y batería, respectivamente. En los comienzos, contaron incluso con un quinto miembro como cantante (Glyn Jones), que dejó el grupo a los pocos meses, momento en el que Alex Turner tuvo que superar su timidez inicial y asumir el rol de cantante principal.

En el caso de Los Paranoicos, la estrategia fue errónea ya desde el inicio. Decidimos que, antes incluso de tener instrumentos y saber tocarlos, debíamos empezar por escribir las canciones. Quedamos en que cada uno trabajaría en una canción, y la presentaría al resto del grupo en un plazo máximo de un par de días. De aquellos intentos de composición surgieron, que yo recuerde, hasta cinco posibles canciones. Las risas que provocaron en los demás las canciones que cada uno de nosotros presentó aquel día, fueron las que acabaron con el grupo a los dos días de su intento de nacimiento.

Los Arctic Monkeys dieron su primer concierto el 12 de Junio de 2003 en una pequeña sala de su Sheffield natal. Para los siguientes conciertos, grabaron varias demos y las regalaron en CD a los asistentes. Se les acabaron muy pronto los CDs disponibles, pero los fans empezaron a copiar aquellos temas en sus ordenadores y a compartirlos de forma viral en la red. Eso hizo que la gente conociera sus canciones y las coreara en los conciertos, mucho antes de tener grabado su primer disco. Ellos ni siquiera sabían lo que era MySpace, pero ya tenían una página web que había sido creada proactivamente por sus fans.

En mayo de 2005, lanzaron Five minuts with the Arctic Monkeys, su primer EP, que contenía dos de las canciones que acabarían formando parte de "Whatever people say I am, that's what I'm not". Hablamos de Fake tales of San Francisco y From the Ritz to the Rubble. Posteriormente, lanzaron en Octubre de 2005 su primer sencillo, "I bet that you look good on the dance floor", que también acabaría formando parte de su disco de debut, y que llegó al número 1 de las listas de singles del Reino Unido. Aún sacaron un segundo sencillo, "When the sun goes down", antes de lanzar el disco, y de nuevo alcanzaron el lugar más alto de las listas inglesas.

Los Paranoicos se separaron a los dos días de formarse, por lo que canciones como "Casablanca" (una historia de amor entre dos adolescentes, ambientada en el mismo lugar que la película de Humpfrey Bogart), "Oye, tío cabrón" (pieza de rock pesado y riff repetitivo, compuesta mientras esperábamos a que un dependiente borde nos atendiera por fin), "Only as you now" (canción de despecho hacia una musa de los bares de Getafe, totalmente displicente hacia nuestros intentos de cortejo, a la que un vengativo enamorado juraba tratar algún día con la misma indiferencia), o "Soldado Autónomo" nunca vieran la luz en CD ni corrieran como la pólvora en MySpace, que dicho sea de paso no existía por aquella época.

Desafortunadamente, no me quedé con las hojas en las que garabateamos aquellas canciones. De haberlo hecho, ahora podría haber mostrado la "profundidad" de aquellas letras, que tantas risas provocaron en aquella reunión de principio y final de lo que pudo ser y no fue. Recuperárlas sería ahora mas dificil que encontrar alguno de aquellos textos hindúes del siglo XX antes de Cristo, en los que quizá se planteara no solo que la Tierra y los Planetas fueran esféricos, sino que ninguno de ellos estaría jamás alineado para que Los Paranoicos llegaran a ser un grupo de música rock. Los astros se alejaron de Getafe y miraron hacia el Ártico, haciendo una parada en Sheffield para recoger a cuatro prodigios que entregaron el mejor disco de debut que se recordaba desde el Is this It de sus idolatrados Strokes.  

WHATEVER PEOPLE SAY I AM... THAT'S WHAT I'M NOT


El título del disco, extrañamente largo ("Cualquier cosa que la gente diga que soy, es lo que no soy") proviene de Saturday Night and Sunday Morning, una vieja película de los años 60. Pese a que la mayor parte de las canciones ya eran conocidas a través de las demos que circulaban, el álbum generó mucha expectación y las ventas se dispararon desde la primera semana.

Las críticas en el Reino Unido les elevaron hasta la categoría de "los nuevos Beatles". Más allá de calificativos exagerados, la realidad es que su álbum de debut es un derroche de energía y decibelios, un chorro de aire fresco en el mundo del indie rock de los años 2000. Todo empieza con The view from the afternoon, un estallido directo desde las primeras notas del disco. Guitarras urgentes y distorsión, camuflando una melodía pop de estribillo pegadizo. Tras ver el atardecer, se trasladan a una discoteca con I bet that you look good on the dancefloor, una nueva descarga de energía que se ha elevado a la categoría de himno rock para adolescentes (y no tan adolescentes), sin duda la canción que más levanta al público en sus conciertos y una de las mejores canciones de un disco en el que todas las canciones llegan a un nivel muy alto.

Siguen de marcha con Fake tales of San Francisco, una de las canciones que existían ya desde los tiempos del primer EP. Al ritmo de un pegadizo riff de guitarra, describen de manera divertida una fiesta desmadrada en la que las rock stars toman vino blanco y otras sustancias en los cuartos de baño. Puede que en ese mismo baño esté el espejo en el que parece mirarse Alex Turner mientras canta Dancing Shoes, la letra parece un mantra de automotivación para atreverse a hablar con una chica de la fiesta, quizá la misma con la que cruzó miradas en la pista de baile.

El mantra debió funcionarle, porque en la siguiente canción su nivel de confianza en sí mismo se ha disparado, su título es la frase brillante y chulesca que todos hemos buscado alguna vez en nuestra época adolescente, para romper el hielo con una chica: You probably couldn't see for the lights but you were staring straight at me (probablemente no podías verlo por las luces, pero me estabas mirando directamente a mí). Y la frase parece que funcionaba, porque tras esta canción dan el salto a Still take you home (todavía te llevo a casa). Hasta aquí no hay tregua en lo musical, las guitarras desenfrenadas y los estribillos poderosos te llevan en volandas hacia la mitad del disco.

Riot Van es el único momento de calma, algo insustancial en su contenido, como las preocupaciones de los adolescentes. Salir, beber, el rollo de siempre... en las calles de Sheffield y metiéndose en algún que otro lío con un oficial de policía. El camino a casa, en esas horas intempestivas, pasa por tomar un taxi en Red light indicates doors are secured (frase que puede leerse en la cara interior de las puertas de los taxis británicos: "la luz roja indica que las puertas están cerradas), y por retomar la fuerza y brillantez de temas anteriores.

Llegamos a uno de los momentos más relevantes del disco, con otra de las canciones que se han convertido en un himno de la banda. Mardy Bum es la brillante descripción de una charla en la que el protagonista trata de reconciliarse con una chica, después de una discusión. Tras este tema, la noche se alarga con Perhaps vampires is a bit strong but... en la que, tras la descarga guitarrera marca de la casa, el tema se corta en un silencio, roto inmediatamente por la voz del protagonista, desgañitándose para decirles a los que le rodean "¡todos vosotros sois vampiros!" ¿Quién no ha gritado algo parecido cuando, a las 6 de la mañana, sus amigos aún querían ir a tomar la última?

El disco se acerca a su fin con una canción brillante pero oscura, When the sun goes down, que denuncia el ambiente de prostitución que se vive en algunas zonas de Sheffield. Es el submundo que aparece cuando el sol se esconde, y la noche se apodera de las calles de esta ciudad, como en el recorrido nocturno descrito en From the Ritz to the Rubble, la canción con la que cierran este épico recorrido por las calles y los bares de la noche británica. Diez años antes, un grupo de adolescentes transitamos por calles similares, fuimos a otros bares y conocimos chicas que habrían podido inspirar grandes canciones como éstas, pero lograrlo habría sido más raro que encontrar monos en el Ártico. Y para eso llegarían después los Arctic Monkeys, para hacerlo con más gracia y un inagotable talento.