Dice el diccionario que "Understatement" (Eufemismo) es una palabra o expresión con que se sustituye a otra más grosera, impertinente, violenta o que se considera tabú. Es decir, que tanto Alex Turner, líder de los Arctic Monkeys, como un más desconocido Miles Kane, ex-líder de The Rascals, querían decir lo mismo que con sus formaciones nodriza, pero utilizando herramientas más sofisticadas. Y para construir la gran obra que fue The age of the understatement, confiaron en James Ford, productor habitual de los discos de Arctic Monkeys y músico en el grupo Simian Mobile Disco, para las labores tanto de batería como de producción.
El resultado fue una obra casi perfecta y de una madurez sorprendente para tratarse del trabajo de dos veinteañeros, y muy por encima de muchos de los discos posteriores de los monos árticos y de la irregular carrera en solitario de Kane. Al igual que los eufemismos te permiten cuidar al máximo el lenguaje del mensaje, todo en el disco de The last shadow puppets fue cuidado hasta el máximo nivel de calidad y detalle. Para ello, se rodearon de brillantes colaboradores para cada una de las diferentes facetas del disco.

Las averiguaciones desvelaron a una
estudiante universitaria de Johannesburgh llamada Gill (nunca se llegó a saber su apellido), que pese a la naturalidad que mostró ante el objetivo de Haskins, no era modelo profesional. Las fotos del libro de Haskins fueron tan populares que la misteriosa Gill se convirtió en un icono durante la guerra de Vietnam, y el fenómeno volvió a repetirse durante la posterior "era del eufemismo", pero la hoy en día septagenaria Gill sigue siendo un auténtico misterio.
Pero lo que, de verdad, hace grande a este disco son, evidentemente, sus canciones, compuestas por el talento en bruto de unos adolescentes Turner y Kane, y cambiando lo que antes eran violentos arreglos de guitarra por cuidados arreglos orquestales, encomendados a la figura de Owen Pallett, e interpretados magistralmente por la London Metropolitan Orchestra. Sin lugar a dudas, éste fue el empujón de grandiosidad definitivo para un puñado de brillantes canciones que, en general, caminan entre la nostalgia y el homenaje a los sonidos de los discos y películas de los años 60.

Tras un tema como Calm like you, quiza la más cercana al sonido Arctic Monkeys, la buscada influencia retro aparece en temas como Separate and ever deadly o The chamber, con guiños a la música de Serge
Gainsbourg en los arreglos orquestales, aportando un sonido fresco y, a la vez, basado en estructuras musicales de antaño.

I don't like you anymore es el segundo momento bajo del disco, volviendo a terrenos más cercanos al rock, pero quedándose a medio camino en su intención de transmitir una fuerza que el tema finalmente no termina de tener. In my room arranca con una efectiva orquesta que nos transporta a las escenas de acción de las películas de James Bond, y a diferencia del anterior, no desentona en el conjunto sonoro del disco.

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