miércoles, 7 de noviembre de 2018

El disco de la semana 63: Sign of the times, Prince




Nunca un disco de Prince estuvo tan enfocado y ligado a su tiempo, y a la vez, cómo casi siempre, muy adelantado a lo que musicalmente se hacía en su época, pese a incluir sus referencias habituales a estilos de corte clásico como el rock, el soul, el jazz, el blues y, por supuesto, el funk. A nivel global, la canción Sign of the times reflejaba como nunca las preocupaciones de una sociedad enfrentada a las muertes provocadas por "una gran enfermedad con un nombre pequeño" (SIDA), y al desengaño final de la absurda carrera espacial entre Reagan y Gorbachov, con el Challenger y el Columbia estallando en mil pedazos en directo por la televisión. Y más cerca del suelo, huracanes, jeringuillas y bandas callejeras armadas hasta los dientes. A nivel individual, siendo un estudiante de instituto que estaba formándose como persona y comprando sus primeros discos, la explosión de colores que en mi cabeza supuso la escucha de este disco, el primero de Prince que llegó a mis manos, me marcó ya para siempre con el Signo de los tiempos.

EL SIGNO DE LOS TIEMPOS (1987)

El propio Prince, en una entrevista para Musician en 1983, anticipaba de alguna manera el concepto de cómo el signo de los tiempos nos influye en lo que somos, marcándonos hasta el punto de ser prácticamente personas diferentes de una época de nuestra vida a otra, de la infancia a la adolescencia y de ésta a la edad adulta:

"Creo que estoy cambiando constantemente, porque oigo como cambia la música. El otro día puse mis tres primeros discos y escuché las diferencias. Y sé por qué ya no sueno así. Porque las cosas que tenían sentido para mí y las cosas que me gustaban por entonces ya no me gustan."

En 1987 había un kiosko de prensa en cada calle. El kioskero pasaba casi todo el día en un pequeño habitáculo, desde el que vendía periódicos, revistas, cromos y golosinas. Para hacer un poco más amena la larga jornada, en muchos de los kioskos tenían pequeños receptores de televisión, y el kioskero de mi barrio no era una excepción a esta pauta. Recuerdo como si fuera ayer que, un día que fui a comprar algo, en aquel pequeño televisor estaban poniendo el vídeo de Sign of the times, que consistía básicamente en una austera pero hipnótica presentación de la letra de la canción. El kiosko hace años que ya no existe, pero la imagen se me quedó grabada para siempre en mi cabeza.

Mis amigos y yo solíamos tomar el autobús L2 para ir al centro comercial a "conseguir" discos (la explicación a las comillas está contada en La música en historias "Los vinilos de Ocean" en este blog). Uno de esos primeros discos fue Sign of the times. En una primera escucha, sentado sobre la alfombra y frente al tocadiscos, en el salón de casa de mis padres, me impactó la alegría y energía desbordadas de Play in the sunshine y la melodía y ritmo desenfadado de I could never take the place of your man, pero no entendía por qué la había cortado en medio con un largo y tedioso duelo de guitarras psicodélicas. El trío de ases de aquellas primeras escuchas lo completaba It, por ser la que estructuralmente era más parecida a lo que en ese momento estaba haciendo Michael Jackson en Bad (Disco de la semana 39 y en aquel momento mi disco favorito)

Eran tiempos de estar en la calle con los amigos, pasábamos las horas apoyados en una barandilla en el callejón de nuestra calle, y ahí discutíamos sobre si el U Got the look de Prince era mejor canción que el The Look de Roxette, y otras discusiones filosóficas del mismo nivel de relevancia.

En 1987 mi nivel de inglés era bastante modesto, imaginaba a mi antojo las temáticas de las canciones en lugar de entenderlas, por lo que The Ballad of Dorothy Parker se convirtió inmediatamente en la balada de amor platónico por la chica que me gustaba por entonces, sólo porque su nombre era parecido al de Dorothy. No sabía ni me importaba que la canción realmente hablara sobre una prostituta, y no habría sido muy apropiado cantársela para declararle mis sentimientos, pero el rebuscado paralelismo entre los dos nombres la elevó a la categoría de canción bandera. Y no era la única, Dorothy estaba presente en otros temas. Era con ella con quién ser comprensivo y cariñoso en If I was your girlfriend, o con quién ir a bailar en Hot thing, para besarla al final de la cita mientras sonaban los románticos arreglos de viento de Slow Love. Pero aquello estaba condenado a no durar, como consecuencia de los altibajos e incompatibilidades descritos magistralmente en Strange Relationship.


EL SIGNO DE LOS TIEMPOS (2020)

En 2020 los tiempos han cambiado, y mucho. Hoy en día nos preocupa Trump, y su relación con China o Irán, y el cambio climático, que es responsabilidad de todos aunque esté personalizado en la figura de una niña sueca, a la que algunos idolatran mientras otros buscan razones para criticarla. Las consignas temporales de Sign of the times han quedado en parte obsoletas, pero musicalmente no ha perdido ni un ápice de su fuerza. Lejos de envejecer, se ha asentado como una de las obras maestras de la discografía del genio de Minneapolis.

Como decía, en 2020 ya no quedan kioskos de prensa. Ahora voy en coche al supermercado, y la barandilla de antaño ha sido sustituida por un grupo de Whatsapp, pero no es eso lo único que ha cambiado. El interludio de guitarras de I could never take the place of your man me parece hoy en día una maravilla, y el contraste entre temas de poderoso funk y hip hop como Housequake, la explosiva combinación de folk y gospel de The Cross, la potencia del jazz-funk en directo de It's gonna be a beautiful night o la grandeza minimalista de Starfish and Coffee y su cándida letra de canción infantil, me hacen reconocer aún más la maestría de un artista y un disco que rozaron la perfección. En algún momento, pasé de digerir difícilmente el falsete y la duración de Adore a embelesarme con una de las piezas musicales más conseguidas de su carrera y, Purple Rain aparte, probablemente el final de disco más épico de toda su discografía.


Liberadas de la carga emocional de antaño, el resto de canciones brillan hoy en mi cabeza por su enorme calidad musical, y valoro aspectos innovadores de su momento, como los coros adelantados a la voz principal en Forever in my life, o la percusión grabada a mayor velocidad en The Ballad of Dorothy Parker, que además fue la primera canción en ser grabada en Paisley Park, en aquel momento su recién estrenado domicilio y complejo de grabación. Los teclados estaban recién instalados y no estaban todavía bien ajustados, y eso le dotó al tema de un sonido muy peculiar y característico, que Prince no quiso corregir.

¿Y qué pasó con Dorothy? Transcurrido tanto tiempo, y dónde quiera que el camino de la vida le haya llevado, la Dorothy de este disco ya no existe realmente. Se marchó al país al que se fueron los kioskos de prensa y las tardes libres en las barandillas, pero sin drama alguno porque, cómo dijo Prince, "las cosas que tenían sentido para mí y las cosas que me gustaban por entonces ya no me gustan." Es simplemente el signo de los tiempos.

2 comentarios:

  1. Mi disco favorito de Prince. Me lo sigo "poniendo", ahora en Spotify. Más signos de los tiempos. Me lo compré en CD en El Corte Inglés de Goya ¡ahora es el supermercado! con unos ingresos que conseguí por dar unas clases particulares de matemáticas. La chica no tenía ni idea y su padre, que pagaba, tampoco de lo que quería hacer su hija. Se echa mucho de menos a Prince.

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    1. Gran disco, y sí, se echa mucho de menos al genio de Minneapolis.

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