Cerramos el mes de Pink Floyd con el inmenso muro musical
que fue The Wall (1979), el undécimo álbum de estudio de la banda británica. Producido por Bob Ezrin, junto con David Gilmour y, sobre
todo, Roger Waters, que volcó en Pink, el personaje protagonista de esta enorme obra conceptual, multitud de
detalles autobiográficos y del estado anímico por el que atravesaba en aquellos
momentos, fue aclamado como uno de los mejores discos de la historia del rock. Dotado de
una atmósfera opresiva, que va generando en el oyente esa misma angustia en la
que vive encerrado el personaje, al tiempo que nos permite disfrutar de una
obra musicalmente compleja que combina estructuras de ópera rock y de rock
progresivo, se ha convertido con los años en un auténtico icono cultural.
Comercialmente, disfrutó desde el principio de un éxito a nivel mundial,
convirtiéndose en el disco más vendido de la década de los 70, y en el disco doble
más vendido de la historia.
Pink es una estrella del rock, agobiado por diversos traumas
acumulados a lo largo de su vida, que incluyen desde la trágica muerte de su
padre combatiendo en la Segunda Guerra Mundial, pasando por una infancia
marcada por la sobre-protección de una madre viuda y por la opresión de la rígida
educación británica, y culminando en una etapa adulta plagada de fracasos
sentimentales y de las adicciones habituales de una estrella del rock. Una a
una, estas complicadas experiencias van erigiendo un muro alrededor suyo,
aislándole del resto del mundo, impidiendo su desarrollo personal y alejándole
de su verdadero yo y de la persona que podría haber llegado a ser. Los paralelismos con la vida de Waters son evidentes, y el propio músico
declararía años después que “Cuando escribí The Wall era un joven lleno de
traumas y miedos que, con el tiempo y con la exploración de las sensaciones, y
la exploración de mi propio yo a través de la música, conseguí ir venciendo y
racionalizando…” Si creemos en la música como herramienta terapéutica para el alma, y recurrimos a ella en los momentos en los que necesitamos esa cura milagrosa que nos proporciona su escucha, entonces este disco es un
auténtico tratamiento de choque, que debería ser pautado como vacuna obligatoria
para todo aquel que se haya sentido alguna vez angustiado por ese muro invisible,
esa coraza que aparentemente nos protege, pero que en realidad, nos aísla y nos
impide vivir la vida de manera plena y satisfactoria.
El disco comienza con la épica oscura y rotunda de
In the Flesh?, una introducción al imaginario y desequilibrado mundo interior de
Pink, una especie de himno aterrador y apocalíptico que,
musicalmente, nos traslada de inmediato a un campo de batalla de la segunda guerra mundial. La letra es un prosaico discurso de un alentador de masas, con un
aire dramático que parece anticipar la tragedia personal y la degradación del personaje (
"Dime si hay algo que esté eludiéndote, querida. ¿No es esto lo que esperabas ver? ¡Si quieres encontrar lo que hay detrás de estos ojos fríos, no tienes más que escarbar a través de este disfraz!") La canción termina con
un avión de combate estrellándose, en la primera de las referencias a la muerte
del padre de
Pink (
Waters) en acto de servicio, que constituye sin duda el primero y más grande ladrillo de los que conformarán el muro de aislamiento del protagonista.
Con los ecos del fatídico accidente aéreo aún resonando
en los altavoces, The Thing Ice emana la tristeza y la desolación por la
pérdida, y la fría realidad de una infancia al lado de una madre destrozada por la pérdida, y con la perspectiva de una vida adulta tan complicada y frágil como caminar sobre una fina capa de hielo, "arrastrando tras de tí el silencioso reproche, de un millón de ojos llenos de lágrimas. No te sorprendas, cuando una grieta en el hielo aparezca bajo tus pies..."
Le sigue la primera de las tres
piezas en las que se descompone el tema central,
Another brick in the wall, que continúa desentrañando los lúgubres sentimientos y recuerdos del pequeño
Pink sobre la muerte de su padre (
"Papá se fue volando a través del océano, dejando solo un recuerdo... Después de todo, no fue más que un ladrillo en el muro...") en una infancia en la que, supuestamente, vivimos
The happiest days of our lives (
Los días más felices de nuestras vidas). La brillante transición in crescendo con la que está estructurado este breve pero intenso tema, casi indivisible de
Another brick in the wall II, es uno de los momentos más intensos del disco, y da paso al siguiente ladrillo, centrado en la férrea y asfixiante educación inglesa de los años setenta, personalizada en la figura de un sádico profesor que pasa las clases
"derramando su sarcasmo sobre cualquier cosa que hiciéramos, y exponiendo cualquier debilidad de los niños, aunque éstos se esforzaran en ocultarlas".Entre ambos temas, un grito que el productor Bob Ezrin le pidió a Roger Waters por teléfono. Le pidió que lo repitiera varias veces mientras lo grababa al otro lado del auricular, hasta que Waters le dijo que su familia empezaba a mirarle de una manera muy rara ante los gritos que estaba profiriendo, que pasarían a la historia como el aterrador comienzo de Another brick in the wall II, el single por antonomasia del disco, y que comparte temática con su predecesora en el disco, con el famoso manifiesto rebelde de los niños del coro de la Islington Green School contra una educación opresiva y alienante: "¡No necesitamos no-educación, no necesitamos control del pensamiento, no al oscuro sarcasmo en clase, profesores dejad a los chicos en paz! Después de todo, no somos más que otro ladrillo en el muro." Los profesores de aquel colegio cercano a los estudios de grabación de la banda desconocían la letra de la canción hasta que los chicos la interpretaron en el estudio, y palidecieron ante una iniciativa de la que ya no pudieron desligarse. Y no debió parecerles del todo mal, porque años después demandaron a Pink Floyd, reclamando (y ganando) un porcentaje de las ventas de la canción, por la relevancia en la misma del coro de niños del colegio.
Con
Mother llega el turno de otro de los grandes traumas (ladrillos) del protagonista del disco. La ya mencionada viuda deprimida y sobre-protectora hace su demoledora aparición estelar:
"Calla, niño, no llores, Mamá va a hacer que todas tus pesadillas se conviertan en realidad. Mamá te va a inculcar todos sus miedos. Mamá va a tenerte aquí , bajo su ala... Y por supuesto, Mamá te ayudará a construir el muro".
Es en esta canción dónde la historia hace el tránsito hacia los desengaños de la vida adulta, a través todavía de la influencia de la madre:
"Mamá examinará a todas tus novias por tí. Mamá no dejará que ninguna guarra se te acerque... Siempre serás un niño para mí". Y es también aquí dónde
Pink empieza a mostrar signos de su infinita tristeza, en una frase demoledora con la que termina esta asfixiante pieza:
"Madre...¿Era necesario que (el muro) fuera tan alto?Goodbye Blue Sky es un breve recuerdo de los bombardeos alemanes sobre Londres, probablemente parte de la infancia de Waters (y por tanto también de Pink), una pesadilla apocalíptica envuelta en la suave guitarra acústica de David Gilmour y los sobrecogedores teclados de fondo de Richard Wright. Es el último retazo de la dura infancia del personaje, antes de adentrarse en los espacios vacíos de la etapa adulta. En Empty Spaces, el muro apenas tiene ya huecos visibles, y las malas experiencias amorosas acabarán de construirlo. Antes de que el muro le aisle por completo, Pink busca compañía femenina en Young Lust, uno de los pocos temas firmados por David Gilmour: "¿Podrá alguna fría mujer, en esta tierra desértica, hacerme sentir un hombre de verdad?.
La relación de pareja va degenerando con el paso del tiempo en One of my turns (Uno de mis ataques) y la situación de Pink es cada vez más oscura y asfixiante: Noche tras noche, fingimos que todo está bien, pero yo me he hecho más viejo y tu te has vuelto más fría, y nada es ya divertido. Y puedo sentir que uno de mis ataques se aproxima, me siento frío como una cuchilla de afeitar, rígido como un torniquete, seco como un tambor fúnebre. En esta canción, encontramos cínicas y exageradas referencias a esa relación autodestructiva y violenta: "Corre al dormitorio, en la maleta de la izquierda, encontrarás mi hacha favorita. No te asustes tanto, es solo una fase pasajera, uno de mis días malos" La locura del personaje es evidente, cuando al final de la canción, después de una amenaza tan grave, se pregunta "¿Por qué estás huyendo?". Y en la clara continuación que supone Don't leave me now (No me dejes ahora) un abandonado Pink sigue mezclando el dolor y la rabia, el arrepentimiento y la amenaza, implorando por la vuelta de su amada al tiempo que no puede evitar verbalizar sus oscuros pensamientos: "No me dejes ahora, no digas que es el final del camino. Te necesito... para ponerte en la trituradora..."
Se escucha el ruido de un televisor encendido, que Pink golpea hasta destrozarlo, mientras canta los primeros versos de Another Brick in the wall III: "No necesito brazos a mi alrededor, no necesito drogas para calmarme, he visto la pintada en el muro (...) Después de todo, todos vosotros no erais más que ladrillos en el muro". El grado de deterioro psicológico es tal en este punto, que Pink solo encuentra salida en el suicidio, y Goodbye Cruel World es su breve y concisa nota de despedida: "Adiós mundo cruel, hoy te dejo atrás (...) Adiós a todo el mundo, no hay nada que podáis decir para hacerme cambiar de opinión. Adiós." En concierto, Roger Waters la canta desde detrás del único hueco que queda en el muro, y ese último ladrillo es colocado justo después de ese "Adiós" final. El muro se ha completado, aislando completamente a Pink de la realidad del mundo exterior y de todos los que le rodean. Desde el otro lado, lanza una tenue y lastimosa llamada a quién pueda escucharle en Hey You, pero nadie responde, por lo que el tono se vuelve aún más resignado y melancólico en Nobody Home: "Tengo sorprendentes poderes e observación, y así es como se que, cuando intente contactar contigo por teléfono, no habrá nadie en casa".
Los dos siguientes temas parecen apenas retazos de alucinaciones o recuerdos de la infancia de
Pink, con referencias a la actriz de los años cuarenta
Vera Lynn, conocida como "
la novia de las fuerzas armadas" durante la Segunda Guerra Mundial, y a un canto de protesta para que las tropas inglesas volvieran a casa (
Bring the boys back home). Ninguna de ellas llega a los dos minutos de duración, y son la antesala de
Comfortably Numb, el plato fuerte del segundo disco de
The Wall y su auténtica obra maestra. Los solos de guitarra de
David Gilmour para este tema se cuentan siempre entre los mejores de toda la historia del rock, y la alternancia entre los tramos lúgubres y atmosféricos de
Waters, con los tramos luminosos y orquestales que acompañan a la voz de
Gilmour es, probablemente, el mayor acierto sonoro del disco. La letra mezcla igualmente los tramos de ensoñación el los que se ha sumido el personaje (
cómodamente insensibilizado como reza el título) con los esfuerzos de un médico por devolverle a la vida después de lo que parece una sobredosis. La inyección surte el efecto deseado, porque Pink vuelve a tiempo de que el show continúe (
The Show must go on).
El espectáculo comienza de nuevo con In the Flesh, al que seguirán temas como Run Like Hell o Waiting for the Worms, antes de entrar de nuevo en crisis y parar definitivamente en Stop: "Quiero irme a casa, quitarme este uniforme y dejar el show, pero estoy esperando en esta celda, porque tengo que saber si he sido culpable todo este tiempo". La supuesta culpabilidad es entonces sometida a juicio en The Trial, una impresionante mini ópera rock en la que Roger Waters hace todas las voces del juez, los testigos (la madre, el profesor, la novia...) y el propio Pink, que se debate entre la locura y el anhelo de encontrar una puerta de salida del muro. Tras las declaraciones de los testigos, el implacable juez emite su lapidaria sentencia: "Amigo mío. has revelado tu más profundo miedo, y te condeno a ser expuesto ante tus semejantes... ¡Echen el muro abajo!"
Outside the wall
"Completamente solos, o de dos en dos, aquellos que realmente te aman caminan arriba y abajo, fuera del muro..." susurra una voz sobre una lejana melodía, la misma que apagaron los ecos de In the Flesh? al comienzo del disco. Es la calma melancólica de después de una batalla, la banda sonora de la esperanza en un nuevo comienzo, y es aún más emotiva si esa batalla la has librado en tu interior.
The Wall fue criticado, en su momento, por su desproporcionada duración, y por la ausencia de grandes singles comerciales. Hay quien piensa que se le ha sobrevalorado y vanagloriado en exceso, y posiblemente todos esos reproches tengan su parte de razón, si lo enfocamos únicamente como un disco al uso, pero esta obra va mucho más allá del concepto normal de un álbum. Los ladrillos de este descomunal muro psicológico no pueden ser juzgados como meras canciones. Os invito a deteneros en la escucha de cada canción, y que la atmósfera agobiante y cerrada de cada uno de los temas os ayude a identificar vuestras propias experiencias negativas. Haced, al mismo tiempo, una lista de los acontecimientos que os marcaron negativamente, y de las personas tóxicas de vuestro entorno cercano. Por último, pensad en cómo os han afectado, y afectan, sus acciones y comentarios, y en como podéis bloquearlos o impedir que os sigan lastrando. Yo lo hice, y sacando todo ese ruido hacia afuera, conseguí derrumbar muchos muros interiores, y abrirme mucho más a un crecimiento personal que, de otro modo, no habría logrado. Y eso es algo que no me ha dado ningún otro disco. Con The Wall pude dejar muchas de esas cosas atrás. Después de todo, no son más que ladrillos en el muro.