Para el disco de esta semana me
toca recomendar a un artista madrileño al que el destino me hizo descubrir
hace 30 años. Quizá a estas alturas debería estar cansado de sus manos, de su
pelo, de sus rarezas, pero quiero más, yo quiero más. Y así espero cada nueva
publicación suya con la esperanza de que vuelva a sorprenderme como en muchas
ocasiones lo ha hecho.
Mi primer contacto con su música
fue “fortuito”, tendría unos 14 años cuando yendo en el Landrover de mi padre
se quedó averiado en mitad de uno de aquellos “scalextric” que tenía Madrid y
que posteriormente eliminaron para bien del medio ambiente y la fisonomía de la
ciudad.
La grúa nos trasladó al taller más cercano y en el taller había una pequeña tele en blanco y negro en la que un grupo de adolescentes actuaba. El cantante no tendría más de 18, pero se manejaba por el escenario con la soltura de un músico experimentado. No recuerdo la canción que estaban tocando, pero esa imagen se me quedó grabada en el subconsciente.
La grúa nos trasladó al taller más cercano y en el taller había una pequeña tele en blanco y negro en la que un grupo de adolescentes actuaba. El cantante no tendría más de 18, pero se manejaba por el escenario con la soltura de un músico experimentado. No recuerdo la canción que estaban tocando, pero esa imagen se me quedó grabada en el subconsciente.
Y así fue como descubrí a Coque Malla en Los Ronaldos. A partir de ahí fui descubriendo los discos de Los Ronaldos y sus conciertos, hasta su disco de despedida en directo “Quiero que estemos cerca” (entonces no sabíamos que habría “bola extra”)
Allá por el 1998 le había perdido
un poco la pista, el grupo se había disuelto y durante un tiempo no hubo
noticias. Luego descubrí que esa ausencia se debía a que había hecho un viaje
muy lejos, más allá de la Cuenca mítica de “Todo es Mentira”, quizá hasta la
Luna, porque regresó reivindicando que era “un astronauta más” que viajaba sin
nave.
Puede que fuera verdad que viajara
sin nave, pero eso no le impidió volver con un puñado de grandes canciones que
me acompañaron en el año en que acabé la Universidad. Canciones más maduras,
más alejadas de la línea seguida con su grupo. De alguna manera lo viví como un
paralelismo entre lo que para mí era el paso de la Universidad al mundo laboral
y el salto de madurez que él daba en su primer disco en solitario.
A ese debut le siguió un disco
más difícil e introspectivo, influenciado por los sueños y a medio camino entre
la poesía y el disco de autor, con letras más crípticas y un tono más apagado e
intimista. De nuevo grandes canciones y el momento más brillante llega al
final, o mejor dicho en el momento que se parecía mucho al final, con un rayo
de esperanza en los coros que cantaban “Y ahora vamos a empezar…”
Y ahí es dónde empezamos, porque
después de aquello sacó el disco de esta semana y que fue el comienzo de una
serie de discos a cada cual mejor, a cada cual más maduro tanto en las letras
como en la instrumentación. El astronauta que soñaba con espejos, vestidos y
puñales mostró sus mejores cartas en “La
hora de los gigantes”.
LA HORA DE LOS GIGANTES
El disco arranca con “Hasta el final”, comienzo de corte más
acústico con rastros del mejor Dylan en el estribillo y reivindicando su salida
de ese pozo de negatividad que se intuía en su anterior disco. “Y ahora
enciendo un cigarrillo y aspiro hasta el final, no me importa si está bien, no
me importa si está mal”. Declaración de intenciones y temazo para empezar.
“She’s my baby” es tan Rolling Stones como los temas clásicos de su
“Saca la lengua” con Los Ronaldos. Single rotundo de rock and roll sobre una
chica de armas tomar, que “ha nacido ardiendo pero no se quemará”. Otro tema
con influencias muy visibles, en este caso Mick y Keith están claramente
presentes.
“Abróchate” arranca con un pegadizo teclado, el ritmo de guitarra
de nuevo rememora a los Stones más abrasivos, pero la letra es lo más cercano a
la socarronería Ronaldiana que podemos encontrar en este disco de canciones
gigantes.
Rebajamos el ritmo, que no la
calidad, con un tema más pausado en “Quiero
volverte a ver”, con estribillo redondo para emocionarse en directo, una de
las mejores canciones del disco, y decir eso no es poco hablando de un disco que
prácticamente no tiene fisuras. Aquí aparecen los revestimientos orquestales
que tanto exploraría en discos posteriores, como el reciente y brillante
“último hombre en la tierra”.
La sigue “Berlín”, que retoma la vena más minimalista y acústica con la que
se abrió el disco, y además esta canción tiene en eso sus principales armas.
Una de esas canciones tocadas por la varita mágica de la genialidad. Esas
canciones que sabes que tienen algo, no sabes bien qué, pero brillan en dorado
y se te cuelan en el corazón y en la cabeza
“Cada vez es mejor” tiene la misma línea positiva y rock del disco,
de nuevo el estribillo es muy inspirado y pegadizo, y el ambiente que le dan
las guitarras y teclados la elevan más alto. Estamos ante el disco más rockero
de su trayectoria en solitario y eso se nota en cada tema.
“Me olvido de ti”. Parece más sencilla por su repetitivo esquema,
pero al mismo tiempo es una de las más inspiradas y pegadizas. El estribillo y
la guitarra te llevan al mejor rock setentero estadounidense. Un personaje
cansado de una relación que desgasta, decidido a pasar página a ritmo de rock
and roll. Un temazo.
“Hace tiempo” marca el primer cambio radical de estilo en el disco,
con su toque a ranchera y su espíritu bohemio y taciturno. Si en la anterior
quería marcharse y si hubiera alguna relación entre la temática de las dos
canciones, entonces dejarla no fue finalmente una buena idea porque la echa de
menos. La imagen visual que transmite es muy potente, cuando canta en clave de
ranchera mexicana que, “ya se apagan las farolas, ya hace tiempo que quisiera
estar contigo”. Canción importante de su cancionero porque recurre a ella muy
habitualmente en sus conciertos.
Le sigue “Los hombres grises tienen traje nuevo”, en un nuevo y curioso
giro. Estos hombres grises “todavía
no han llegado a la ciudad”, parece una referencia literaria a MOMO, y de nuevo
una canción que rompe el estilo rockero del disco para adentrarse en un toque
más indie, al que contribuye la voz femenina que pone el contrapunto a la voz de Coque en la canción.
“Cuidate” es prima hermana de “Me olvido de ti” en la temática, pero
en lo musical es otro gran hallazgo por la cuidada instrumentación, con mucho swing y un toque cabaretero y casi de Big Band. Auténtica joya entre los grandes temas
del disco. Tiene el aderezo de
una batería que recuerda mucho al “Lust for Life” de Iggy Pop en las
transiciones del tema, no sé si es casualidad o una de sus influencias.
Y este gran despliegue musical
cierra de manera épica con la canción que le da título, llega “la hora de los gigantes”. Vuelta a lo
acústico para dar el broche final. Cuando la canción y el disco se están ya
despidiendo, todavía queda tiempo para una coda final inesperada, una vuelta de
tuerca a la canción, que retoma el tema de atreverse y rebelarse con el que
empezó el disco: “No pidas permiso, agárralo, sal a la calle y cógelo, es
tuyo…”
La edición especial incluye una canción mítica de la última etapa "No puedo vivir sin ti". La versión con banda surgió en un amago de vuelta con Los Ronaldos en forma de EP, mientras la versión acústica brilla incandescente desde la sencillez de su propuesta, tan solo Coque con su voz y su guitarra acústica. Buena manera de dar hueco a un tema grande que necesitaba su espacio en un disco, y que mejor sitio que aquí entre el resto de gigantes.
Termino con un párrafo
que “Se parece mucho al final” de esta reseña, pero de nuevo “ahora vamos a
empezar”. No pedí permiso y agarré las entradas en cuanto salieron, así que 7dias7notas
estará presente el 6 de Diciembre en Madrid en la despedida de una gira que
seguro será “Irrepetible” como su nombre.
Gracias Coque por la música. Y si "últimamente solo ves tres paredes y un cristal, si quieres salir del agujero y salir a respirar" aquí encontrarás historias de música, reseñas de discos, lugares míticos del rock que visitar y hasta un Tiburón Amarillo que anda por ahí perdido sin rumbo fijo.
Aquel viejo Landrover ya no llegó muy lejos, pero quizá nuestro mensaje si que llegue hasta “el último hombre en la tierra”.
Aquel viejo Landrover ya no llegó muy lejos, pero quizá nuestro mensaje si que llegue hasta “el último hombre en la tierra”.
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