La falsa guerra entre Blur y Oasis me pilló en los años de
Universidad. Fueron años de mucho esfuerzo y estudio, pero también de fiesta y diversión, en los que
buscábamos referentes en los que anclar nuestra actitud y personalidad
incipientes. Mientras Oasis eran duros y mal encarados, Blur eran desenfadados y
fiesteros, con el punto justo de travesura y transgresión que hacía que se les tomara cariño en lugar de odiarlos. En mi caso, me sentía mucho más identificado con la "travesura respetuosa" que con la "bronca continua" de los de Manchester.
Para ilustrar esta diferencia, me remito a una de aquellas fiestas universitarias, en concreto en la Universidad Carlos III de Getafe, en la que "accidentalmente" nos salimos de la zona acotada para la fiesta general, para acabar colándonos en una fiesta privada del coro de la Universidad. Entramos en el edificio de la fiesta con la naturalidad, despreocupación y desparpajo de los Blur del momento, en lugar de con la actitud chulesca de sus alter egos de Oasis.El guardia jurado debió pensar que, con esa naturalidad, éramos miembros del coro.
Dentro de la fiesta, comimos y bebimos, en abundancia, del dulce maná que varios camareros con pajarita acercaban a la gente en plateadas bandejas. Regocijándonos en nuestro propio atrevimiento, decidimos llevarlo a un nivel superior. Al fondo de la sala en la que se celebraba el ágape, había una habitación desde la que llegaban las dulces notas de un piano, acompañadas por las femeninas voces de un coro. Cruzamos el umbral de la puerta y vimos un coro de varias chicas cantando solemnemente. Nos situamos alrededor de un gran piano de cola situado a la izquierda del coro. Sobre el piano, una bandeja enorme de pasteles, que parecían llamarnos con una voz más alta y clara que la de las intérpretes.
Alargué el brazo despacio y cogí un bocadito de nata, pero a mitad de camino se me escapó de la mano y la nata aterrizó en el piano. Nadie se percató del suceso, excepto la que, supongo, era la madre de una de las chicas del coro, que me dedicó un gesto de desaprobación que, sin embargo, no pudo ocultar una cómplice sonrisa. Ese es, en definitiva, el sentimiento que despertaba Blur, en contraposición a la actitud violenta y antipática de Oasis, que nos habría supuesto salir de aquella fiesta con dos dientes menos, y propulsados por los empujones de los guardias de seguridad.
Volviendo a la supuesta guerra entre
Blur y
Oasis, ésta era en realidad una brillante estratagema
de algún avispado ejecutivo de marketing de la discográfica. Ni hacían el mismo
tipo de música, ni eran los sucesores de los
Beatles, pero el duelo a muerte en OK Corral se diseñó al milímetro, publicando
un single de adelanto de
“The Great Escape” y
“What’s the Story (Morning Glory)"
el mismo día. Curiosamente, ambos singles elegidos no son de lo mejor de ambas bandas, pero tanto
“Country House” como
“Roll with it” son
canciones muy directas y comerciales.
Esa primera batalla en forma de singles enfrentados, fue ganada por Blur en lo que a ventas se refiere, si bien en conjunto el disco de los
Gallagher es de mayor calidad. Sin embargo, fue precisamente la pérdida de la guerra particular de aquel disco lo que salvó a Blur, que vieron que debían explorar otros terrenos artísticos y no quedarse anclados en el inmovilismo en el que, paradójicamente, quedaron atrapados Oasis, entre las brumas de su ilusiorio y momentáneo triunfo.
THE GREAT ESCAPE
Pese a ser menos inspirador que los otros dos
discos de la trilogía sobre la vida en Inglaterra (
“Modern life is rubbish” y
“Parklife”
son sus brillantes antecesores),
“The Great Escape” esconde momentos brillantes y algunas de las canciones
más emblemáticas del grupo, que fueron además la banda sonora de aquellos años de fiestas universitarias y tardes
de biblioteca y campus.
En aquel momento estábamos prendados de este disco, del mismo modo que el
personaje de
Osgood interpretado por
Joe E. Brown en
“Con faldas y a lo loco” lo estaba del travestido personaje
interpretado por
Jack Lemmon, feliz e incapaz de ver los defectos e inconvenientes de
aquella relación:
Jack Lemmon: “Osgood, he de ser sincera contigo. Tú y yo no
podemos casarnos”.
Joe E. Brown: “¿Por qué no?.
Jack Lemmon: “Pues primero porque no soy rubia natural”.
Joe E. Brown: “No me importa”.
Jack Lemmon: “Y fumo. ¡Fumo muchísimo!”.
Joe E. Brown: “Me es igual”.
Jack Lemmon: “¡Tengo un horrible pasado!. Desde hace tres años vivo
con un saxofonista”.
Joe E .Brown: “Te lo perdono”.
Jack Lemmon: “Nunca podré tener hijos”.
Joe E. Brown: “Los adoptaremos”.
Jack Lemmon: “No me comprendes, Osgood. Soy un hombre”.
Joe E. Brown: “Bueno, nadie es perfecto“.
La escena ocurre mientras escapan en un yate, otra similitud con "The Great Escape" y el yate de su portada. "La gran escapada" de Blur comienza con la frenética “Stereotypes”, basada en un potente riff de punk industrial, ejecutado por la guitarra de Graham Coxon y el sintetizador de Damon Albarn, que firma además un relato desesperanzador sobre las banales costumbres de la típica familia de clase media inglesa de finales del siglo XX. Un comienzo a la altura de la temática y nivel de los anteriores discos de la trilogía.
Le sigue la archiconocida “Country House”, a la que se ha criticado hasta la saciedad por su tono comercial y la poca profundidad de su estructura y letras sobre el tradicional retiro inglés a una casa en el campo. Y sin embargo, yo sigo disfrutando del cambio de ritmo en el que Damon pasa al falsete y proclama: "Lonely outside I'm so sad I don't know why" (aquí fuera y solo, estoy tan triste y no sé por que) para volver a atacar de nuevo el pegadizo estribillo hasta el final de la canción
"Best Days” es más pausada y con una melodía más oscura. El melancólico piano prevalece en el conjunto, aderezado por unas trabajadas armonías vocales. Una canción meritoria a la que, sin embargo, le falta algo para convertirse en memorable y, más allá de la gira de promoción de este disco, queda siempre fuera de la selección de temas interesantes para el directo.
“Charmless
Man” retoma el espíritu de "Parklife" y las influencias de
Ray Davies y los
Kinks. Damon Albarn afila su verbo y ataca el mundo de la hipocresía, la imagen de triunfo de la clase ejecutiva y la vanidad de las falsas apariencias, siguiendo la estela de una melodía efectiva y un ritmo muy directo, y con el comodín de unos pegadizos coros “na-na-na" para darle cuerpo al conjunto. Alegre y descarada, es todo un acierto y un clásico de la banda.
“Fade Away”
es, probablemente, la canción en la que más exploran como banda, recurriendo a originales entramados de guitarra distorsionada, combinada con un estribillo en falsete y una imaginativa y elaborada instrumentación, apoyada en los excelentes arreglos de viento. Un brillante ejemplo del camino que podría haber tomado el disco.
“Top Man” tiene un estribillo pegadizo, repleto de coros, silbidos y un destacable sintetizador que le da al tema un aire árabe, pero más allá de esas pincelada étnicas, adolece de las mismas carencias que "Best Days" para poder convertirse en un estandarte de la banda. Un plato correctamente cocinado, pero al que le falta sal.
“The Universal” es la auténtica joya de la corona de este disco. De excelsa melodía y alto nivel lírico, aporta suaves arreglos de cuerdas y una emocionante ejecución vocal que parte de registros graves en las estrofas, para rozar después la épica en los estribillos. Imprescindible en los conciertos de la banda y una de las canciones míticas de su cancionero.
“Mr.
Robinson’s Quango” sorprende por su solidez instrumental, sus constantes cambios de ritmo y sus animadas transiciones. Canción con gran peso de guitarras y teclados, en la línea innovadora de "Fade Away" pero con un acabado más rockero. Como curiosidad, en esta canción retoman las divertidas pinceladas circenses tan presentes en "Parklife".
“He Thought
of Cars” tiene un sonido que te traslada a los tiempos de "Leisure", con toques psicodélicos en la sencilla pero efectiva letra, en la que consiguen trasladar el sentimiento de soledad con referencias aparentemente simples: "Pensó en coches, y a dónde llevarlos, y con quién conducirlos, y no hay nadie, nadie, nadie".
“It Could Be You” es
un tema muy pop y comercial, que entra de lleno en la categoría de temas del disco que no trascenderán en el tiempo. La cuesta bajo sigue de manera vertiginosa en “Ernold
Same”, que no es más que una mofa de canciones británicas de corte clásico, que poco aporta al disco. “Globe Alone” intenta un repunte, siendo el típico tema punk que siempre meten en los discos, pero no evita la sensación de que el tramo final del disco ha perdido la chispa y el brío de los primeros temas. “Dan Abnormal” transita por los terrenos que "Charmless man" exploraba, cambiando los "na na na" por "la la la" pero sin la magia de la canción sobre el "hombre predestinado".
"Entertain Me" sería claramente la indultada de este último tramo, canción al nivel de los temas de la primera mitad del álbum, una isla en mitad de la poca trascendencia de esta parte final. Habría sido un buen final para el disco, pero aún nos queda una extraña y ambiental
“Yuko & Hiro” que narra la historia de una pareja de enamorados. Aporta poco al disco, pero mucho a la analogía que he planteado con la mítica escena de
"Con faldas y a lo loco". Dos amantes, presos de un amor tan ciego como el que, aún hoy, tenemos por este disco y sus circunstancias, y que nos hace ver en él solamente
los dulces bocados de nata que contiene y no sus desaciertos, al igual que
Osgood era incapaz de ver la realidad oculta detrás de lo que, para él, era simple y llanamente la mujer de sus sueños. Pero es que "nadie es perfecto".