Malik Yakub, una estrella en la Gran Vía |
En los primeros años de la década de los 2000 yo estaba trabajando en plena Gran Vía madrileña, un lugar que ahora es un templo al consumismo y un hormiguero de tiendas de ropa de primeras marcas, pero que por aquel entonces todavía tenía una aureola artística, fomentada no solo a través de los teatros y los grandes estrenos cinematográficos en cines de otro tiempo, sino también por las viejas tiendas de discos de segunda mano de sus alrededores, como pequeños afluentes que confluían en el mítico y ya desaparecido Madrid Rock, dónde casi a cualquier hora podías encontrar en su puerta a los hermanos Alcázar, los eternos "heavies de la Gran Vía". Apostados en la barandilla, frente al lugar en el que estuvo la tienda de discos, siguen resistiendo al sistema y siempre dispuestos a mantener una buena conversación sobre rock o sobre la vida en general.
En aquel hervidero artístico, día sí y día también, encontrabas artistas y grupos de música tocando en las calles o en el metro, poniendo banda sonora al variopinto collage de tendencias y tribus urbanas que pululaban por la gran arteria madrileña. Y en ese mundo colorido, protegido del frío en el pasillo de la estación de metro de Gran Vía o en la fachada de la FNAC de la calle Preciados, un viejo saxofonista de color deleitaba a los transeuntes con versiones de clásicos del Jazz como John Coltrane o Charlie Parker.
Como el músico frustrado que soy, he tenido momentos en los que he intentado aprender a tocar con mayor o menor empeño, y en aquella época mi novia me regaló por mi cumpleaños un teclado de piano eléctrico, que nunca he llegado a saber tocar pero que en aquel momento fue el comienzo de una idea loca, por la que cada día al salir del trabajo grababa en un rudimentario mp3 a los músicos ambulantes que me encontraba, para después crear mezclas en las que añadía mis partes de piano u otros instrumentos a través de efectos de sonido que descargaba por internet. Y así fue como conocí a Malik Yaqub, en una fría noche en la que me acerqué para pedirle que tocara algún tema de Jazz, a lo que me contestó con una sonrisa y un "¡I will play Charlie Parker, old style!" (tocaré algo de Charlie Parker, al estilo antiguo). Aquel día le pregunté su nombre, y comencé a buscar información sobre su pasado y su trayectoria musical:
Nacido en Kansas City (Estados Unidos), su nombre original era Mack Spears, y había sido un reconocido saxofonista de jazz con varios discos publicados y colaboraciones con otros artistas relevantes del género. De Kansas City se trasladó a San Francisco, dónde empezó a darse a conocer y a tocar con músicos de la talla de John Coltrane o Miles Davis. Al parecer fue Davis quién le recomendó que se trasladara a Nueva York, lo cuál hizo en 1956.
En la Gran Manzana vivió las dos caras del mundo de la música, el reconocimiento de importantes músicos que quisieron contratarle, pero también la cara oscura del mundillo y las drogas que lo rodeaban. Su negativa a alistarse para la guerra le llevó a una cárcel cerca de la frontera de Canadá, donde su talento quedó tres años encerrado. Allí dedicó el tiempo a aprender árabe y formar una big band con otros reclusos.
Tras su etapa entre rejas, viajó a Egipto con una beca de estudios, y siguió formando bandas con las que incluso llegó a tocar ante la familia del Presidente Nasser. En 1967, ante el inminente conflicto bélico, abandona Egipto hacia destinos tan variopintos como Sudán o Etiopía. En este último destino, según las historias que el propio Malik contaba, su majestad imperial Haile Selassie le otorgó el título de "Rey del Jazz"
De vuelta a Estados Unidos, fundó "House of Yaqub", su propio sello discográfico, con el que graba varios discos de jazz. Desde 1988 encontró en Madrid su residencia fija. En mi segunda y última visita al pasillo del metro de Gran Vía, tenía varias copias disponibles de algunos de aquellos discos, y no pude evitar comprarle un par de ellos, que ahora son tesoros de mi colección. Aquel día estaba ya recogiendo cuando llegué, le brillaban los ojos mientras explicaba que uno de los discos estaba grabado en un concierto en Alejandría, mientras el otro era un disco de estudio en el que en la portada aparecía junto a su mujer de entonces, una bella afroamericana a la que dedicaba un tórrido tema (Music for the four in one) sobre una noche en la que les dio tiempo a cuatro...
Sin duda eran otros tiempos para el gran Malik. Mi dinero y sus discos cambiaron rápidamente de manos para convertirse en su dinero y mis discos. Con más parsimonia, recogió su saxofón y su silla plegable e inició su camino hacia la noche para, en palabras del maestro Sabina, "perderse en el trajín de la Gran Vía".
Fue la última vez que le ví. En 2006 trasladaron mi centro de trabajo a las afueras de Madrid. Mi gran idea de grabar a músicos ambulantes nunca llegó a buen puerto, y años después se me adelantó Mark Johnson con el proyecto musical de "Playing for Change". Una éxitosa iniciativa de grabar a músicos callejeros de distintos países y culturas, pero marcada por un gran fallo imperdonable. No contó con Malik Yaqub para la grabación de aquel disco. Lo siento Mark, por muy bien que te quedara "Stand by me", tú no tienes a Malik Yaqub grabado en mp3 tocando en la Gran Vía, ni los dos discos que le compré en el metro. A pesar de no ser copias originales, son un recuerdo inborrable de aquellas dos breves interacciones con el "Rey del Jazz".
Malik nos dejó en 2012 en un hospital madrileño a causa de un enfisema pulmonar, pero ya por entonces todo estaba perdido. Los hermanos Alcázar ya habían experimentado el duro cambio de pasar del Madrid Rock del que emanaban sonidos de los Zeppelin o los Doors, a tener que escuchar la música del Bershka en el mismo nº 25 de la Gran Vía, a pocos pasos de la parada de metro en la que un hombre que tocó ante reyes acabó tocando para los transeuntes que pasaban cada día por su lado sin detenerse. Miles de almas yendo y viniendo a alguna parte, sin percatarse de tener a una leyenda viva del jazz delante de sus ojos. Plantado delante de la fachada del Primark, yo también comprendí que ya era tarde. El Rey ha muerto, larga vida al Rey.