"Banda a la fuga", el título del tercer disco de estudio de Wings, parece una nueva referencia a la separación de The Beatles, tras la que cada uno de los "fab four" emprendieron sus carreras en solitario. La de McCartney comenzó marcada por la incomprensión de su primera propuesta ("McCartney", 1970) y una más trabajada segunda entrega ("Ram", 1971) en la que lanzaba algunas pullas a su ex compañero y amigo John Lennon. Ambos discos contenían un buen puñado de canciones que dejaban entrever lo que podía ser una gran carrera en solitario, pero Macca necesitaba sentirse arropado bajo la manta de un grupo, y fundó una banda hecha a su antojo y a su medida, incluyendo a su esposa Linda McCartney a los teclados. Con Wings la cosa no empezó bien con el primer disco ("Wild life", 1971) y mejoró algo con el segundo ("Red Rose Speedway", 1972), dejando a McCartney con la sensación de necesitar escapar de alguna manera, y lanzarse a la búsqueda del camino correcto para su música.
Y eso fue lo que hizo. Casi literalmente, y cansados de la monotonía y la repetición de las grabaciones en estudios del Reino Unido, los Wings se dieron "a la fuga" y buscaron un lugar exótico en el que las nuevas canciones cobraran vida. Revisando una lista de estudios de EMI por el mundo, a McCartney le llamó la atención que hubiera uno disponible en Lagos (Nigeria), y decidió que ese sería el destino de aquella particular fuga. La idea era que toda la plana mayor de Wings viajara para las grabaciones, pero a pocas semanas del viaje, Henry McCullough abandonó el grupo, y Denny Seiwell hizo lo propio solo un día antes de la partida, dejando a los Wings en un reducido trío (McCartney, Linda y Denny Laine). Para reforzar la parte técnica de la grabación, y al no tener la certeza de qué personal se iba a encontrar en aquellos recónditos estudios africanos, McCartney recurrió al ingeniero de sonido de The Beatles, Geoff Emerick, enrolándole en el exótico viaje de una banda cada vez más "a la fuga".
Al llegar a Lagos, se encontraron un estudio de grabación localizado en un suburbio, mal equipado y en un alarmante estado de abandono, sin mesa de control y un único magnetófono de ocho pistas. La situación política del país era además complicada, gobernado por militares y sumido en una atmósfera de caos y corrupción. En una de las salidas de la pareja, Paul y Linda fueron atracados a punta de navaja, y los asaltantes se llevaron, entre otros objetos de valor, los manuscritos de McCartney y cintas con demos de las canciones que se disponían a grabar. Sin músicos, en un estudio desvencijado y teniendo que recordar las canciones de memoria, la "fuga" de McCartney parecía condenada al fracaso, pero el de Liverpool asumió las labores de guitarra principal y batería, y con Denny Laine en la guitarra rítmica, Linda en los teclados y Geoff Emerick haciendo milagros con el equipo de sonido del que disponían, entre todos sacaron adelante (con los arreglos orquestales a cargo de Tony Visconti que se añadieron ya de regreso en Londres) el que todos consideran el mejor disco de McCartney sin los Beatles, y posiblemente, el mejor disco de cualquiera de los cuatro músicos por separado, en un empate técnico con el "John Lennon/Plastic Ono Band".
El disco arranca con la propia Band on the run, que fue publicada como segundo single del álbum, convirtiéndose de inmediato en un éxito a nivel mundial y vendiendo más de un millón de copias solo en Estados Unidos. A lo largo de sus más de cinco minutos de duración, Band on the run atraviesa por tres partes muy diferenciadas, que van de la balada lenta del tramo inicial, al funk-rock de la parte central, y terminando en un gran final al más puro estilo country, en la que las guitarras acústicas y el slide se entremezclan con los coros. La letra es el nexo entre las tres partes, con un claro mensaje de huida en busca de la ansiada libertad, inspirada en un comentario de George Harrison durante una reunión en las oficinas de Apple. "Si alguna vez salimos de aquí", dijo su ex-compañero, y eso es lo que McCartney se propuso hacer, inventándose "una historia sobre personas que escapan de la cárcel" y adaptando lo que recordaba de la letra tras el robo sufrido, para reflejar el estado en el que se encontraba la banda "atrapada dentro de cuatro paredes" en el estudio africano, en un estado de "sombría incertidumbre".
Tras este espectacular arranque, el ritmo no decae con
Jet, la elegida como single de lanzamiento, un tema de fuerte instrumentación de guitarras eléctricas y teclados que cosechó también gran éxito, llegando al nº 7 de las listas de ventas británicas y estadounidenses, aunque no fue comparable a lo que conseguiría después
Band on the run. El título de la canción se basa en el nombre de un "
perro labrador retriever" de los
McCartney, aunque el músico también se ha referido a un pony como el origen de la inspiración, mientras que la críptica letra parece referirse al momento en el que conoció al padre de
Linda. Es una de las pocas canciones que no se grabó en Lagos, ya que fue registrada en su totalidad en los estudios Abbey Road después del regreso del grupo de su experiencia africana.
Le sigue una balada marca de la casa McCartney/Beatles, la delicada Bluebird, y la inspirada Mrs. Vanderbilt, con McCartney en uno de sus mejores momentos interpretativos y compositivos. Esta última salió publicada como single, pero solamente en Europa y Australia, y su repercusión fue, por tanto, menor a la de los dos grandes hits con los que abría fuego el disco. Cuenta con la colaboración de Howie Casey al saxofón, y durante la grabación en Lagos, se produjo un corte eléctrico que, afortunadamente, no afectó al sonido de la canción, que se registró con los generadores de emergencia.
Let Me Roll It era otra de las grandes canciones del disco, y aunque desde el principio se le negó la repercusión que habría merecido, al designarla como cara B del sencillo de Jet, se ha mantenido como pieza habitual de los conciertos de McCartney. Escrita tiempo atrás en la granja familiar en Escocia, fue finalmente grabada en las sesiones de Band on the run, y llamó especialmente la atención de la crítica especializada, que encontraba en ella un riff áspero y unos patrones compositivos más cercanos al estilo compositivo de su ex compañero John Lennon.
La cara B comienza con la delicada
Mamunia y la
"beatleliana" No words, que encajaría por calidad y melodía en muchos de los discos de la banda de Liverpool, para después virar hacia la experimentación y el toque conceptual que tanto le gusta a McCartney, en un tramo en el que de nuevo mezcla pequeñas partes de canciones en parece mezclar pequeñas partes de canciones en
Picasso's Last Words, grabada junto al batería y antiguo miembro de
Cream,
Ginger Baker, que usó una lata como instrumento de percusión en uno de los tramos de la canción, con breves guiños a
Jet y a
Mrs. Vandervilt que dotan al final del disco de un aire cíclico y conceptual. Esa es también la tónica reinante en la animada
Nineteen Hundred and Eighty-Five, el tema de marcado ritmo de piano con el que cierra el disco, que vuelve brevemente a la canción
Band on the run tras un apoteósico tramo final con toda la banda tocando y apoyada en una exuberante orquesta.
Publicado en diciembre de 1973, Band on the run alcanzó el primer puesto en la lista Billboard 200 en tres ocasiones, y pasó siete semanas en lo alto de las listas del Reino Unido, convirtiéndose en el disco mejor vendido de 1974. La fuga de la banda no pudo tener un final mejor, y el mejor disco de McCartney tuvo también un curioso paralelismo con el mejor disco de su mítica banda de origen. Si en "Sgt. Pepper's Lonely-Hearts Club Band" los Beatles se rodeaban de imágenes de muchas personalidades históricas en una portada icónica, en Band on the run son también varias las celebridades que aparecen, sorprendidas por un gran foco de vigilancia, en el momento de intentar fugarse junto a Paul, Linda y Denny Laine. Vestidos todos como reclusos de una prisión, personajes de la talla de James Coburn, Christopher Lee, o el boxeador de Liverpool John Conteh, entre otros, participaban de la fotografía con la que se inmortalizaba una mágica e irrepetible fuga musical, que llevó a Wings al primer puesto de las listas de éxitos en Estados Unidos, Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, España y Noruega, y que hasta el habitualmente resentido John Lennon consideró un gran álbum.