Marisa Anderson es una trotamundos de corazón, tan curiosa como competente en su creatividad, sus piezas que tienen sus raíces en la música folk estadounidense, están inspiradas en técnicas de guitarra clásica del siglo XX y de África occidental y los resultados son reveladores. La composición de Anderson está indeleblemente ligada a su proceso de grabación, al ser su propia ingeniera, Anderson es capaz de desarrollar sus piezas mientras graba, pasando de una canción a otra según la inspiración. Después de pasar meses rumiando ideas musicales y conceptuales, improvisa horas de material que luego suele reducir a composiciones concisas y ricas en texturas. A medida que se desarrollaban las canciones, un estado de ánimo distintivo comienza a instalarse en la escucha con largas colas de reverberación, tonos más limpios y ritmos ligeramente rebotantes que evocaban el aire, el viento, la respiración y el cielo. Los temas siguieron evolucionando mientras graba, a medida que Anderson comienza a embellecer las piezas con una instrumentación variada, desde el trino de su teclado Wurtlitzer hasta los punteos staccato del requinto jarocho. El trabajo de guitarra solista de Marisa Anderson debe sus tonos familiares a su conocimiento de la historia y su dominio de su instrumento, pero es completamente nuevo. Marisa Anderson filtra la historia musical a través de sus propias experiencias personales, como viajera en la vida y en la música. Anderson, una intérprete curiosa y talentosa, ha pasado más de 35 años tocando para forjar su voz singular e instantáneamente reconocible creando espacios de esperanza frente a cualquier discordia, un santuario de sonido resplandeciente y diverso que brilla, un espejo del horizonte hacia el que mira. Anderson es capaz de evocar imágenes vívidas a través de su música, y en muchas ocasiones recurre a la experiencia personal para crear esas imágenes. Un gran ejemplo es la triste “Angel’s Rest”, un elogio a uno de los senderos favoritos de Anderson cerca de su casa de Portland, que fue devastada por un incendio en 2017 o “Sant Feliu de Guíxols” que evoca la belleza de la ciudad costera española, una canción tranquila y conscientemente feliz que surge de una conversación con un fan que acusó a Anderson de tocar solo canciones tristes. Anderson usa un slide e incorpora elementos microtonales en “Lament”, una pieza inspirada en imágenes de la crisis de refugiados sirios. El peso emocional palpable de estas piezas está invariablemente ligado a la capacidad de Anderson para crear imágenes tan vívidas con su composición, timbre y elecciones tonales.
Una buena manera de introducirse en el ambiente musical de Marisa es escuchar el álbum Into the light, Anderson crea una banda sonora imaginaria para un western de ciencia ficción, que para algunos podría evocar inmediatamente el thriller protagonizado por Kevin Costner Westworld, pero que aquí tiene la tranquilidad y la crudeza de Solaris ambientada en el desierto de Sonora. En él, grabó y tocó todos los instrumentos (guitarra, lap steel, pedal steel, piano eléctrico y percusión), lo que le da a sus canciones no solo capas, sino también personajes. Hay un acento celestial que sustenta el disco; está en las lánguidas ondas de acero de la canción principal o el blues polvoriento de "The Old Guard". Pero es en la segunda mitad de Into The Light donde Anderson hace lo que mejor sabe hacer: descubrir lo desconocido. Pero con más instrumentos a mano, estas improvisaciones se convierten en diálogos internos. "Chimes" hace lo que dice el título, pero con guitarra eléctrica y piano, volviendo a las cifras para tintinear en el viento perezoso. "House Of The Setting Sun" es un blues mareado, que siempre amenaza con levantar tierra como suele hacer Anderson, pero es derrotado por el calor abrasador. Las guitarras y el acero se filtran a través de "The Golden West" como arena suave antes de los créditos finales de "End Of The Night", una canción que imagina a nuestro protagonista apretando un poco más el chal mientras las estrellas le recuerdan al visitante su hogar.
Nos quedamos con "He Is Without His Guns" un instrumental que transmite la urgencia de un enfrentamiento, pero que parece pequeño en sus movimientos sombríos. Anderson describe el próximo Into The Light como una banda sonora imaginaria para un western de ciencia ficción. En él, grabó y tocó todos los instrumentos, extendiéndose más allá de sus raíces de blues y folk estadounidenses. Hay tres personajes distintos en "He Is Without His Guns", una guitarra de cuerdas de nailon ancla la melodía de inspiración flamenca mientras una guitarra acústica y otra no luchan por llevar la voz cantante, sino que tiran y tiran como si estuvieran bailando. Es como si el enfrentamiento épico de El bueno, el feo y el malo se hubiera reducido de la estridente partitura de Ennio Morricone para revelar una nota de tranquila desesperación.
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