
En discos previos a "Carne para la picadora" la intensidad de música y letras había perdido cierto fuelle, pero en esta nueva entrega, además de un sonido más limpio y trabajado, también traen consigo una intensidad recuperada, entregando un punk acelerado que en algunos temas llega a rozar el hardcore, y revitalizando de nuevo las letras con sus tradicionales temáticas, volviendo a retratar a una sociedad marcada por graves diferencias sociales, injusticias laborales, drogas, alienación de los medios, conflictos vecinales, violencia por todas partes y un panorama futuro desalentador. En lo musical, y en contra de lo que parece haberles sucedido a mis amigos, yo agradezco la pureza de sonido de discos como este, en el que con la misma contundencia de antaño, no tengo que esforzarme en entender lo que Evaristo está cantando, aunque como todo grupo con una trayectoria dilatada, flote en el ambiente la sensación de que los discos nuevos nunca serán como los grandes discos de antaño.
El disco comienza con el desgarrador grito a capella de “Carne para la picadora”, metáfora de como la droga acaba destrozando a las personas. Es la canción bandera del disco, y el mejor ejemplo de la fuerza que le van a imprimir a las canciones, y del rotuno pero cuidado sonido de punk rock moderno que tiene este disco. "Envidia cochina" es aún más punk si cabe, tanto en la música como en la ácida letra contra la figura del rey y la monarquía, y es quizá la más emparentada con el tipo de canción que hacían en sus comienzos.

El cambio de marcha y la mayor aceleración de algunos temas tiene un buen ejemplo en "Quinta criminal", que precede a la no menos acelerada "Jodiana", uno de los momentos cumbre del disco, y una de las composiciones más oscuras de su discografía, con frases tan rotundas y apocalípticas como la de "la verdad va descalza, pidiendo para comer”). No parece que haya una solución positiva para el mundo y la sociedad que denuncian, porque “La solución final”, con un toque más rockero que punk, es para ellos, "una cámara de gas, con los políticos adentro".
La manipulación que denuncian no se queda solo en la influencia de la "caja tonta" televisiva, sino que se adelantan diez años en el tiempo, y ponen sobre la mesa la deshumanización y el aislamiento al que los ordenadores e Internet podían llevarnos en "Incomunicado". De nuevo, la situación parece no tener remedio en la acelerada "Sin salida", y vuelven a la ácida crítica, planteando en clave punk rock que si la energía nuclear es "Tan segura y natural", las centrales deberían construirse en las zonas nobles de las ciudades, en lugar de llevarlas a las zonas más marginadas y rurales.
En el final del disco, vuelven por sus fueros más brillantes en "Cara de perro", retratando a la perfección al traicionero vecino que puebla los rellanos, las escaleras y las comunidades, escondido tras los visillos o la mirilla, alimentándose de las vidas de los demás para compensar lo triste que es la suya, y concienciado en denunciar cualquier conducta o situación que pueda alterar el buen funcionamiento de la sociedad. No menos ácida y acertada es “Gol en el campo”, en la que, a través de una ingeniosa letra futbolera, disparan también contra la corrupción social, política y mediática, todas ellas tapadas por el influjo de la pelota, el llamado opio del pueblo ("Justicia corrompida arbitra la contienda / patrón enloquecido despide libremente / y roban la pelota por la extrema derecha / atentos al remate que va directa a puerta”). Mientras suene tan actual, seguiremos siendo "carne para la picadora".
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