Tratado de impaciencia Nº 10 es una de las canciones más representativas del primer Sabina, aquel que en 1978 daba sus primeros pasos en la música con el disco Inventario. En esta obra inicial, el cantautor andaluz todavía no había abrazado del todo el tono urbano, canalla e irónico que lo haría famoso más tarde. Por el contrario, aquí se muestra más cercano a la canción de autor tradicional, con una fuerte carga poética, introspectiva y melancólica.
La canción es, como sugiere su título, un ejercicio confesional sobre la espera, la ansiedad y el amor que desespera. Sabina articula un discurso donde la ausencia del ser amado se convierte en una tortura cotidiana. El "tratado" no es académico ni estructurado, sino visceral: una sucesión de escenas y emociones que exponen la fragilidad de quien ama con impaciencia, con dependencia y con dudas.
Musicalmente, el tema es sobrio y delicado. El acompañamiento acústico —guitarra y arreglos mínimos— sirve como telón de fondo perfecto para una letra que lo domina todo. Sabina canta con una voz más clara que en sus discos posteriores, pero ya deja entrever ese tono dolido, irónico y sincero que se volverá su marca registrada.
La letra destaca por su sinceridad cruda y su uso poético del lenguaje: “No soporto esta cama sin ti, sin nosotros”, dice, y condensa en una frase el vacío emocional que atraviesa el protagonista. A lo largo de la canción, aparecen imágenes que reflejan ese vaivén de emociones propias de una relación intensa, donde el deseo se mezcla con la duda, la necesidad con la rabia, la ternura con la frustración.
En Inventario, Sabina aún no se convierte en el cronista de bares y madrugadas, pero ya se vislumbra su enorme talento como letrista. En “Tratado de impaciencia Nº 10” hay un joven poeta que escribe desde la honestidad emocional, sin adornos superfluos ni poses impostadas. Es una canción íntima, casi como una carta que nunca se envía, o una plegaria dicha en voz baja a una persona que ya no está.
Este tema es una muestra temprana del poder lírico de Sabina, una joya discreta que emociona por su autenticidad y por la forma en que retrata el amor no como ideal romántico, sino como una forma de impaciencia perpetua.
Daniel
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