A finales de los setenta los cantautores empezaban a perder su importancia. Había nuevos vientos que empezaban a remover los viejos cimientos y a la vez que Serrat lanza “1978”, el álbum captura un espíritu de cambio y reflexión, aunque sin perder el sello poético y la sensibilidad característica del cantautor catalán. En este trabajo, Serrat nos presenta canciones que exploran temas diversos, desde lo personal hasta lo social, con letras cuidadas y melodías que transitan entre la balada melancólica y ritmos más vivos. El Nano deja a un lado los temas que le habían acompañado en el pasado como la naturaleza o la libertad para dejar paso a canciones que hablan de la cotidianeidad, la vida de la calle y otros con un sentido más ético. Para los arreglos Serrat vuelve a contar con Josep Maria Bardagí, con el que grabara el notable «Res no és mesquí» (Edigsa, 1977), y en lo lírico empieza un gran cambio. En "1978", Serrat consolida su madurez artística, ofreciendo un álbum que, si bien no es tan icónico como algunos de sus trabajos anteriores, se erige como un testimonio de su constante evolución y su compromiso con la palabra y la música en un momento crucial para España.
Me gusta especialmente el tema "A Una Encina Verde" donde el autoru establece una conversación íntima y contemplativa con un árbol longevo, la encina, que se convierte en un símbolo de resistencia, sabiduría y la persistencia del tiempo. Serrat personifica a la encina, atribuyéndole la capacidad de observar el devenir de la historia y la transformación del paisaje. A través de esta personificación, el árbol se erige como un testigo silencioso de los cambios, las alegrías y las penas de la vida humana. La canción comienza describiendo la majestuosidad de la encina, su tronco fuerte y sus ramas extendidas, evocando una sensación de solidez y permanencia. El narrador se acerca al árbol buscando refugio y consejo, como si la encina poseyera una sabiduría ancestral acumulada a lo largo de los siglos. La imagen de la encina "verde y paciente" subraya su capacidad para resistir las inclemencias del tiempo y los avatares de la historia. A medida que avanza la canción, Serrat utiliza la figura de la encina para reflexionar sobre la fugacidad de la vida humana en contraste con la longevidad del árbol. Las generaciones pasan, los paisajes se modifican, pero la encina permanece, observando el ciclo constante de la naturaleza. Esta contraposición genera una sensación de humildad y relativiza la importancia de los problemas cotidianos ante la inmensidad del tiempo y la naturaleza. Musicalmente, "A Una Encina Verde" se caracteriza por una melodía suave y melancólica, con arreglos sencillos que resaltan la belleza de la letra. La voz cálida y expresiva de Serrat transmite la serenidad y la profundidad de la conversación con el árbol. La instrumentación, a menudo con toques de guitarra acústica y arreglos de cuerda discretos, crea una atmósfera íntima y contemplativa que invita a la reflexión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario