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Never Make a Move Too Soon, B B King |
En el corazón del blues, donde las cuerdas de una guitarra lloran y la voz cuenta verdades que duelen, vive Never Make a Move Too Soon, una canción de B.B. King que destila la sabiduría de un hombre que ha recorrido cientos de carreteras polvorientas y corazones rotos. Lanzada en 1978 en el álbum Midnight Believer, esta canción es un sermón rítmico que golpea como el eco de un bar de medianoche. Con Lucille, su fiel guitarra, gimiendo al compás, King nos enseña que en la vida, como en el amor, el tiempo es el maestro más cruel.
Never Make a Move Too Soon no brotó de la pluma de King, sino de las mentes de Stix Hooper, batería de The Crusaders, y Will Jennings, dos almas que se movían entre el jazz y el blues. La canción fue escrita para The Crusaders, pero encontró su hogar en la garganta de King, como si el destino la hubiera guardado para él. En 1978, B.B. King estaba en una encrucijada: su corona de blues seguía brillando, pero el mundo giraba hacia el rock y la música disco, y Midnight Believer fue su manera de tender un puente entre el blues crudo y un sonido más pulido. Esta canción se convirtió en el alma del disco, un consejo susurrado al oído de quien sabe escuchar.
Como toda música tradicional, el blues no miente, y en Never Make a Move Too Soon, cada nota cuenta una historia. Nos encontramos con un mágico ecuentro entre la guitarra de King y el sofisticado toque de The Crusaders. La canción, con su ritmo, hace crujir las tablas del suelo, con el bao y la batería marcando un paso firme, mientras la voz de King, curtida por años de largas noches y promesas rotas, canta con una mezcla de humor y cansancio, como un viejo amigo que te ofrece un trago y una lección. Lucille, su guitarra, no solo toca, habla con esos solos que cortan el aire como un cuchillo afilado por la vida misma.
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