domingo, 14 de enero de 2024

There Is Nothing Left To Lose - Foo Fighters (Mes Foo Fighters)



Los Foo Fighters no tenían "nada que perder" cuando, en noviembre de 1999, lanzaron "There Is Nothing Left To Lose", su tercer disco de estudio y el primero con la discográfica RCA, pero no debió ser fácil para la banda apostar por alejarse de sus orígenes grunge y asumir el riesgo de adentrarse en territorios más comerciales y, a la vez, más experimentales. Quizá para liberarse de esa posible presión, o porque efectivamente "no tenían nada más que perder", la grabación del álbum, realizada en el sótano de una casa que Dave Grohl acababa de comprar en Alejandría, Virginia, entre cervezas y asados de carne.

El cantante y guitarrista quería huir de la vida que había llevado en Los Angeles durante los últimos dos años, un período en el que el alcohol y los excesos estaban a punto de hacerle tocar fondo. Sintiendo que "no tenía nada más que perder", la construcción de un estudio de grabación en el sótano de aquella casa era para él una vía de escape y una manera de enfocar su vida de nuevo. Grohl llamó a aquel lugar el "Studio 606", en referencia al número de apartamento en el que vivía su padre, y a una conversación que tuvo con él en 1985, siendo solo un adolescente. En aquel apartamento, su padre le sermoneó y le lanzó la pregunta: "¿Qué quieres hacer con tu vida", a lo que Grohl respondió que lo que realmente quería era ser músico.

Pese al gran desafío que supuso grabar el disco sin la ayuda de ordenadores y Pro Tools, la vuelta a la sencillez y a lo básico en aquella grabación supuso un auténtico cambio de vida, en un entorno tranquilo y relajado que nada tenía que ver con la locura de la vida de un músico en Los Angeles. Grabado por solo tres músicos (Dave Grohl en la voz y guitarra, Nate Mendel al bajo y el recién llegado Taylor Hawkins a la batería), "There Is Nothing Left To Lose" fue un disco en el que la banda se volcó al máximo en las melodías de las canciones, consiguiendo con ello un disco mucho más suave y melódico que los anteriores, que Grohl considera el mejor de su carrera, y que aumentó considerablemente el número de nuevos adeptos de la banda, gracias a temazos como "Stacked Actors", el encargado de abrir el disco, "Break out" o, muy especialmente, "Learning to fly", la canción con la que los organizadores del "Rockin 1000" lograron convencerles de tocar en su festival, juntando a mil músicos para tocarla al unísono.

El ambiente relajado y distendido se contagia y se transmite a temas como el pegadizo y luminoso "Gimme Stitches", el evocador "Generator", el melódico y taciturno "Aurora" o el intenso "Live-In Skin", pero si hay una canción en la que más queda manifiesta la calma y la positividad de aquellas sesiones, esa es sin duda "Next Year", el cuarto as de la baraja de un disco claramente ganador, que surgió de una terrible sensación de no tener ya nada más que perder.

Canciones como "Headwires" o la delicada "Ain't it the life", de suave y evocador tono acústico, ahondan en ese sentimiento de liberación y despegue tras haber tocado fondo, y "M.I.A" cierra con intensidad de himno una obra memorable que consiguió alzarse con el Grammy al mejor disco de rock en 2001, algo que no habían conseguido hasta entonces, pero que repetirán hasta en tres discos posteriores, convirtiendo este disco en el auténtico punto de inflexión de su carrera.

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