Una mañana de un sábado cualquiera de 1993, o puede que incluso fuera ya 1994, dando una vuelta hacia el centro de Getafe, me topé con una tienda de alquiler de cd's de música. Lo creáis o no, ese fue un negocio que, breve y esporádicamente, algunos emprendedores acometieron en aquella época, pensando que podría llegar a ser tan lucrativo como lo habían sido los videoclubs. Aquella tienda no duró mucho, y al cabo de apenas unos meses me topé con una floristería, en el lugar dónde antes se alquilaban cd's de Nick Cave, The Rolling Stones o AC/DC, por poner algún ejemplo. Puede que en total no alquilara más que dos o tres cd's, y de todos ellos me he olvidado. De todos menos de uno, el que alquilé ese primer día: El "American Caesar" de Iggy Pop.
Poco sabía por entonces de quién era Iggy Pop, o de su brillante pasado con los Stooges. En esa época, dedicaba mi tiempo y mis esfuerzos a escuchar a Guns and Roses, y a mis grupos favoritos del incipiente brit pop: Oasis, Blur y Pulp, pero al entrar en aquella tienda, y ver a aquel tipo sin camisa y mirando amenazante desde la portada, supe que ese era un disco que no debía pasar por alto. Para no saltar al vacío directamente, y sin salvavidas, me permití al menos girar el cd antes de decidirme, para ver los títulos de las canciones, y me sorprendió que estuvieran ordenadas por números romanos, llevando la metáfora política e histórica del título un paso más allá. Pero lo que realmente me decidió a dar por fin aquel salto a ciegas fueron los títulos de algunas canciones: "América Salvaje", "Envidia", "Odio", "Jodidamente solo", "Enfermedad" o la propia "César" me dieron la seguridad de estar ante un álbum violento y diferente.
Al llegar a casa, y ponerlo en el reproductor de cd's, en poco más de un minuto di por bien empleado el precio del alquiler de aquel cd, y el temor a haberme equivocado con aquel salto al vacío desapareció como si acabara de tirar de la anilla del paracaídas, y éste se hubiera abierto al instante. Tras el minuto y siete segundos de Character, un primer tema instrumental basado apenas en unas leves notas de guitarra y un murmullo de fondo, las guitarras eléctricas explotan en el riff de Wild America, una canción tan salvaje como la América de carretera y marihuana que describe, el oscuro imperio de éste particular César americano.
La crítica social y política está presente en muchos temas, como en Mixin' the colors, en la que Iggy celebra la diversidad racial y cultural que ya, por aquel entonces, veía florecer en las ciudades norteamericanas. "Es lo que a Hitler no le gustaba..." comenta sobre el colorido collage interracial en el que se están convirtiendo las grandes ciudades del imperio estadounidense: "Por todas partes están mezclándose los colores, a algunos no les gusta pero a mí me da igual". De un sentimiento de satisfacción y de alegría (y color) pasa después al blanco y negro de Jealousy, en la que con su impresionante faceta de cantante de voz grabe y gutural nos confiesa la "envidia" que siente hacia un compañero de profesión que tiene "grandes éxitos y una limusina, dinero a espuertas y una novia que sale en Vogue". Para que negarlo, es imposible no sospechar que se esté refiriendo a David Bowie, y sentir que este tono oscuro y negativo le pega mucho más al disco y al amenazante César de la portada.
Como lo hace también Hate, mostrando el "odio" que siente el enloquecido personaje, aunque la escucha de este tema, que instrumentalmente tiene momentos que recuerdan a los largos pasajes con los que The Doors nos adentraban en la espesa selva de The End, se me haya hecho siempre demasiado larga. It´s our love, que ostenta el título de ser la única balada pura del disco, descarga un poco de la tensión emocional de esta obra, mostrándonos a un César americano capaz de enamorarse y compartir noches de motel con su amada, mientras la "intermitente luz de un semáforo" se cuela por la ventana. Es solo una pequeña parada en un placentero oasis en el que dejar que los caballos puedan abrevar, porque al instante todo vuelve a explotar con el punk rock urgente y algo paródico de Plastic and Concrete.
Los mejores momentos del disco se reparten a partes iguales entre la introspección, la road movie y la descarga de decibelios. En el lado introspectivo, es imposible no destacar la genialidad y el lenguaje directo de Fuckin' Alone, en la que Iggy, acompañado de una guitarra acústica, nos confiesa lo cansado que está de sentirse solo, incluso en los momentos en los que está rodeado de una multitud de individuos de variado pelaje. De ahí vuelve a saltar a la carretera y al tono paródico en la pegadiza Highway song, con cierto tono a canción de cowboy taciturno. Tras esta cuidada broma, el décimo álbum de estudio de "La Iguana" pisa el acelerador y pone toda la carne en el asador. Cuentan que cuando presentó American Caesar a la discográfica, los directivos de Virgin Records se quejaron de la falta de singles potenciales. La respuesta de Iggy fue grabar dos temas más. La primera fue Beside you, una falsa balada firmada a dúo con Steve Jones (Sex Pistols), y aderezada con el contrapunto femenino de Lisa Germano en los coros (logrando lo que para los nostálgicos era lo más parecido a "Candy" que Iggy estaba dispuesto a darles).
La segunda, y no menos relevante, fue una versión del clásico Louie Louie, original de The Kingsmen, que ya fuera parte importante del repertorio de The Stooges. Para la ocasión, Iggy cambió la letra, haciéndola más actual y política, y con la ayuda de la banda de apoyo de American Caesar la hizo también musicalmente más áspera y rotunda. Pero entre una canción y otra, Iggy descarga toda la adrenalina del disco en tres brutales trallazos de punk garajero (Sickness, Boogie Boy y Perforation Problems) y una nueva entrega de oscura envidia imperial (Social Life), en uno de los tramos más impactantes del disco. Louie Louie suena a gran colofón del disco, pero tras la tormenta eléctrica, algunos cables siguen soltando chispas como base rítmica de Caesar, un ácido y divertido recitado del gran César, que no entiende esa nueva religión que traen los cristianos, mandando que les arrojen a los leones, mientras repetidamente ignora las voces que le advierten de la llegada de los "Idus de Marzo".
Ese es el auténtico y apoteósico final de American Caesar, pese a la errónea decisión de incluir una canción más, o de haberlo hecho en otra posición del disco. Girls of N.Y no es un mal tema, y está emparentado con Mixin' the colours, por su letra basada en la enumeración de las nacionalidades de todas las chicas que le gustaban a Iggy, pero poco aporta al conjunto a esas alturas de un disco imperial que, con las palabras finales del gran César, ya había dejado dicho todo lo que había que decir. En mi caso, aún me queda por decir que, muy a mi pesar, tuve que devolver aquel cd en los tiempos establecidos, pero lo hice justo antes de dirigirme a la estación de tren, para irme a Madrid a entonar el "Ave, César, los que van a comprar te saludan" en una tienda de discos del centro, de la que volví con mi propio ejemplar de American Caesar, que aún sigue mirándome amenazante desde la estantería.
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