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miércoles, 29 de enero de 2025

The Magic Whip - La varita mágica del #MesBlur (Mes Blur)



"The Magic Whip" (2015), el octavo álbum de estudio de Blur, fue un inesperado regreso fruto de un repentino cambio de agenda en la breve gira en la que la banda, reunida de nuevo doce años después de "Think Tank" (en el que Graham Coxon ya había estado ausente), estaba llevando a cabo con la única intención de desempolvar viejos éxitos y sin nuevo material en mente. El grupo llegó a Tokyo para tocar en el festival Tokyo Rocks Music, pero el evento se canceló repentina e inexplicablemente, y los cuatro músicos se encontraron "atrapados" y con cinco días por delante hasta el siguiente concierto. Para distraerse y hacer algo útil con aquel tiempo, se encerraron en los Avon Studios de la ciudad para ensayar, improvisar y ver que salía de aquello. Y lo que salió, casi por arte de magia y como si hubieran agitado la varita de la inspiración y del título, fue un buen puñado de inacabadas pero prometedoras ideas y melodías, en bocetos de lo que podían ser hasta 15 canciones diferentes.

Damon Albarn no estaba seguro de si podrían publicar aquella música alguna vez, porque no había podido escribir allí las letras, y consideraba que la inspiración adecuada no le vendría igual estando en otra parte del mundo, así que dio por hecho que aquellas ideas acabarían para siempre en un cajón. Sin embargo, y mientras Albarn salía de gira para promocionar su disco en solitario "Everyday Robots" (2014), Graham Coxon retomó aquellas grabaciones de Hong Kong, y empezó a trabajar seriamente en aquellos bocetos con la ayuda de Stephen Street, productor de los discos míticos de la banda en los noventa. Cuando el material fue tomando cuerpo, Coxon invitó a Alex James y Dave Rowntree para perfeccionar las partes de bajo y batería, y con el trabajo casi terminado, le mostró los resultados a Albarn, que tras terminar su gira en solitario por Australia, se marchó a Hong Kong para escribir las letras.

Pese a la particularidad "local" de un disco gestado e inspirado en Japón, inevitablemente y por la cercanía temporal con su disco en solitario Everyday Robots (2014), las canciones de The Magic Whip comparten con aquel la temática y el sentimiento de alienación en un mundo sobrepoblado e impersonal, desde la perspectiva de un viajero distante que comparte sus vivencias con asombro y desesperación. Esa es la temática de canciones como "Lonesome Street", que abre el disco y para la que se rodó un video promocional en el que un japonés baila en soledad delante de un telón, hasta que hacia el final de la canción el telón cae y aparece una multitud de personas bailando con el la misma coreografía, en un impactante efecto visual y emocional, fruto del primer golpe asestado por la varita mágica de unos Blur que regresan en estado de gracia.

Le siguen "New World Towers" , un tema más pausado sobre la sensación que produce observar los letreros de neón de las junglas de rascacielos de las ciudades, que conceptual y musicalmente habría encajado como un guante en "Everyday Robots", y la más animada "Go out", el primero de los temas que desarrollaron en Japón, que explora el sentimiento de soledad y abandono del metafórico viajero en los bares nocturnos de la ciudad, y que musicalmente es un intento de sonar a los Blur pegadizos y ligeros de los noventa, pero que queda algo descafeinado.

La sombra de David Bowie, siempre presente en algún tema de los discos de Blur, es alargada en "Thought I was a Spaceman", con algún que otro escarceo electrónico y con Graham Coxon asumiendo el rol vocal. En un disco sobre la soledad y la alienación que paradójicamente experimenta un viajero al ver la sobrepoblación y la impersonalidad de los lugares que visita, la referencia / homenaje al astronauta de "Space Oddity" era seguramente obligada, pero resulta menos inspirada y brillante que el "Strange News from another Star" del disco Blur (1997) con el que comparte halo y temática. De la más o menos conseguida ensoñación nos saca con fuerza "I Broadcast", que obedece también a la pauta de incluir un tema más cercano al punk en cada uno de sus trabajos, aunque aquí el tono es más rebajado y melódico que en temas como "Bank Holiday", "Song 2" o "Crazy Beat" con los que podría tener cierto parentesco sonoro.

Las referencias al mundo oriental afloran en temas como "My Terracota Heart", "PyongYang" "Ghost Ship" (un barco fantasma que temáticamente podría haber atracado en la "Isla de Plástico" de Gorillaz), aterciopeladas baladas de suave instrumentación y gran belleza melódica, en contrapunto con la angustia de temas como "There are too many of us", la pieza central del disco en cuanto al concepto en el que este se basa, inspirada en la obra maestra de ciencia ficción "Fahrenheit 451" (1953) de Ray Bradbury, y en una reflexión de su protagonista: "Somos demasiados. Somos miles de millones y eso es demasiado. Nadie conoce a nadie". En mitad de esa angustia y desencanto, queda tiempo para la alegría y la esperanza en la amable y divertida "Ong Ong", y para la pausa y la reflexión de "Mirrorball", brillante tema de cierre que destaca por la elegante guitarra de Coxon, que la dota de la atmósfera más descaradamente japonesa del álbum.

"The Magic Whip" recibió grandes elogios por parte de la crítica musical en el momento de su lanzamiento, alabando la calidad de los temas de un disco que muchos ya no esperaban, aunque viéndolo en perspectiva y en comparación con el posterior y excelso álbum "The Ballad of Darren" (2023), en el que asumen su madurez y la aprovechan en el proceso creativo, hoy se noten más las costuras auto-paródicas de alguno de los temas de un disco creado en circunstancias inesperadas por un grupo de músicos que resultan más convincentes cuando miran al presente y no pretenden recrear el pasado. Es mejor aceptarse como lo que uno es, en lugar de pretender que una varita mágica te devuelva el brillo superfluo de antaño. Y, sin embargo, en algunos momentos de "The Magic Whip" el hechizo sigue hoy funcionando, haciéndonos sonreír sin darnos cuenta al escuchar sus mejores temas y sus guiños a otros tiempos. Es lo que tiene la magia, que consigue que, a veces, suceda lo inexplicable y lo inesperado, como una cancelación de un festival, que acabó devolviéndonos a los que nunca debieron irse. 

domingo, 19 de enero de 2025

"Blur", el disco con el que dieron portazo al "Britpop" (Mes Blur)



Tras la forzada guerra mediática con Oasis, alimentada y exagerada por las discográficas tras la publicación de "(What's the Story) Morning Glory?" (1995) de los de Manchester y "The Great Escape" (1995) de Blur, estos últimos no estaban por la labor de seguir alimentando aquella maquinaria de marketing hasta quedar estancados en un estilo y una tendencia que habían tenido su momento de esplendor en la primera mitad de los noventa, pero que no daban mucho más de sí. A pesar de haber entregado el mejor disco del género ("Parklife", 1994), las superiores ventas de sus rivales les situaron a nivel mediático como los perdedores de aquella ficticia batalla, y era el momento de un cambio, y como hemos visto posteriormente en las carreras tanto de Damon Albarn como de Graham Coxon, lejos de suponer una dificultad o un contratiempo, ambos se han movido como peces en el agua a la hora de virar el rumbo y hacer cosas diferentes, entregando grandes obras que se alejaban de lo que habían hecho anteriormente.

"Blur" (1997), el quinto álbum de estudio de la banda, fue el segundo de esos cambios drásticos de timón, tras la ruptura que "Modern Life is Rubbish" (1993) supuso respecto al más bien insulso debut de "Leisure" (1991), y para la carrera de Albarn y compañía fue sin duda el más relevante, pues entregaron un disco a la altura de su glorioso "Parklife" pero, al mismo tiempo, totalmente innovador y diferente. Publicado el 10 de febrero de 1997, y fuertemente influenciado por la creciente corriente del rock alternativo estadounidense, y más en concreto del noise rock de bandas como Pavement o Sonic Youth, supuso también un cambio en la manera en la que Damon Albarn enfocó las letras de las canciones, alejándose de las descripciones irónicas de personajes ficticios, y explorando en su lugar terrenos más personales e introspectivos. Por último, y no menos importante, el objetivo dejó de ser encontrar la fórmula mágica que les permitiera facturar grandes hits, y paradójicamente, encontraron el éxito en el camino que tomaron para alejarse de la presión que les suponía.

Un buen ejemplo de ello son las dos canciones con las que comienza "Blur". Ya en "Beetlebum", elegida como single de lanzamiento, encontramos una gran ruptura respecto a los esquemas de canciones anteriores, y es sin duda el mejor single de Blur en varios años. Grabada en parte en Rejkiavik (Islandia), en un ambiente más relajado y una convivencia más tranquila, "Beetlebum" rezuma esa reflexión interna y esa madurez en la construcción de los riffs y las melodías, y en unas letras más crípticas sobre temas más oscuros como la adicción a la heroína. Son claras las influencias de los Beatles (más allá de la referencia en el título), en especial del sonido del "White Album" (1968).


¿Es "Beetlebum" la mejor canción del disco? Probablemente, pero es difícil asegurarlo en un disco tan bueno, y más si a continuación suena "Song 2", segundo single del disco, y el mejor ejemplo de como facturar un hit sin buscarlo, alejándose aún más del estilo que les hizo famosos. En "Song 2" todo parece hecho sin un objetivo claro, desde el desdén en la elección del título, o el ritmo que surgió trasteando con la guitarra y que no sabían bien que hacer con él, y pasando por la letra críptica e inconexa y cantada casi con desgana, pero entonces llega el grito de rabia y el feroz estribillo punk, en mitad de una descarga de guitarras y bajo saturados, y la magia se despliega sin mayor explicación posible en una canción mítica e irrepetible que ya es todo un himno de punk rock salvaje y urgente.

Tras esta potente descarga inicial, el ritmo se vuelve más pausado e introspectivo en "Country Sad Ballad Man", una balada psicodélica y de aire Lo-Fi que comienza de manera rugosa y acústica y va creciendo de manera perezosa a nivel melódico, para explotar en distorsión sonora en el último tramo. Quizá no tuviera los ingredientes para convertirse en un single, pero es una más que destacable rareza y otro de los pilares de la demonstración del cambio en el que estaban inmersos. Funciona además como tregua antes de la llegada de "M.O.R." ("Middle of the Road"), el cuarto single que se extrajo de "Blur", un tema ´muy influenciado por la música de David Bowie, del que toma prestadas progresiones de acordes de "Boys Keep Swinging" y "Fantastic Voyage".

El tercer single fue "On Your Own", tema inspirado en The Kinks, la música de Beck y en los ritmos de hip hop de los años 80. Para recrearla, utilizaron una caja de ritmos antigua y, además de las inevitables guitarras distorsionadas que dan peso a todo el disco, recurrieron al uso de sintetizadores. Otro tema brillante, y solo estamos llegando a la mitad del álbum, marcada por el interludio de la extraña "Theme from Retro", un curioso ejercicio de trip-hop y música espacial que parece sacado de una banda sonora de película de serie B. A veces, y desde un punto de vista de "pop rock académico" siento la tentación de etiquetarla como uno de los pocos temas prescindibles del disco, pero la verdad es que, a su manera, aporta una atmósfera experimental que es también uno de los puntos fuertes de "Blur". La rareza y complejidad de este tema contrasta con la brillante modestia de "You're So Great", compuesta e interpretada por Graham Coxon, una exquisita balada Lo-Fi que nuevamente parece grabada con desgana o escasos medios, pero que es una absoluta e irrepetible obra maestra en su aparente sencillez y en la profunda emoción que despierta su escucha.

"Death of a Party", ahora de nuevo popularizada por su aparición en la película de 2024 "All of us strangers" (titulada "Desconocidos" en España y "Todos somos extraños" en Latinoamérica) es una profunda reflexión sobre la muerte debido a enfermedades de transmisión sexual, y otro de los puntos álgidos de un disco plagado de momentos relevantes. Una maravilla sonora que se acerca mucho a lo que años después Damon Albarn plantearía con Gorillaz, aunque más introspectiva y melancólica. Es curiosa la conexión con el tipo de música que haría en el futuro con su banda paralela virtual, y más si tenemos en cuenta que se trata de una canción antigua que ya le rondaba la cabeza en los tiempos de "Leisure" (1991) y que no cristalizó hasta su grabación final para "Blur". Lástima que tras semejante temazo, el nivel baje puntualmente en "Chinese Bombs", un intento de repetir la fórmula de "Song 2" o de las canciones de corte punk que siempre encontraban su hueco en discos anteriores, que resulta demasiado acelerada y atropellada.

"I'm Just a Killer for Your Love" aporta algo más por su, de nuevo, cadencia lastimosa y dejadez en la voz de Damon Albarn, en contraste con la distorsión y el ritmo de la guitarra de Graham y del resto de instrumentos, y como "Theme from Retro" ayuda a crear la curiosa atmósfera del disco, justo antes de que con la balada "Look Inside America" ofrezcan un inesperado e irónico guiño al britpop de anteriores discos, en los que su estructura y sus arreglos de cuerdas habrían encajado como un guante, pero en la que ahora apuntan hacia el Nuevo Continente en lugar de ensalzar a la Inglaterra que se filtraba a borbotones en los surcos de discos como "Modern Life is Rubbish" o "Parklife".

Y aún hay más, porque "Strange News from Another Star" (título tomado del libro de Hermann Hesse) es un nuevo homenaje a David Bowie, y podría decirse que por temática y sonido, y salvando las distancias, es el "Space Oddity" de Blur, y "Moving On" es un temazo de pop rock en el que deberían haber confiado mucho más y haberlo sacado como un quinto single. No terminaron de verlo claro, al igual que tampoco terminaron de darle el honor de cerrar en todo lo alto el disco, porque finalmente incorporaron al cierre los ocho largos minutos de "Essex Dogs", un tema que en origen era una especie de poema que recitaron en un concierto en el Royal Albert Hall en julio de 1996, para cuya versión de estudio completaron con una gran variedad de extraños sonidos y con guitarras tan caóticas y distorsionadas que por momentos parecen aterradores motores de maquinaria pesada, poniendo cierre y broche a la particular y por momentos inquietante atmósfera vanguardista y oscura de un disco que fue una auténtica ruptura con todo lo que la banda había hecho anteriormente.

Ese cambio fue tan drástico, y a la vez tan premeditado y deseado, que los trucos y guiños de la banda van más allá incluso de la música, y en la portada nos encontramos una imagen borrosa de un paciente en una camilla, siendo trasladado de urgencia por los pasillos de un hospital. Es inevitable pensar que ese paciente eran los propios Blur, en situación crítica tras varios discos bajo la presión de las ventas y de llevar a cuestas el San Benito del britpop y la rivalidad con Oasis. La imagen es turbia e inquietante, pero al mismo tiempo alentadora, por los colores anaranjados de la portada, que transmiten positividad y esperanza. Y no es casual que el disco se llame precisamente "Blur" a secas. Al contrario, parece toda una declaración de intenciones, como si quisieran reivindicarse a través de aquella nueva música, libres de etiquetas y estilos anteriores, pero sin perder por ello su identidad y su lugar privilegiado en la música de los noventa y de las décadas posteriores.

viernes, 10 de noviembre de 2023

Disco de la semana 352 - The Ballad of Darren - Blur



Cuando una banda regresa tras muchos años de inactividad o separación, es habitual que el disco que traigan debajo del brazo sea una mirada al pasado, en un intento de reverdecer los laureles de discos anteriores y ya muy lejanos. El gran valor de "The Ballad of Darren" (2023) es precisamente que, en el regreso de Blur tras los 8 años transcurridos desde "The Magic Whip" (2015), que a su vez fue también un retorno tras los doce años que lo separaban de "Think Tank" (2003), no busca replicar los esquemas del pasado. Muy al contrario, el nuevo disco de Albarn y compañía es un honesto y valiente ejercicio de presentación del momento vital de unos músicos que lo han vivido casi todo y que, con el paso de los años, tienen otras cosas que ofrecer.

Lo primero que nos encontramos al abrir el disco es la portada, que inevitablemente recuerda al disco "The Great Escape" (1995) por la temática común de mar y deportes acuáticos, pero mientras que los personajes de aquella portada estaban disfrutando de lo que parecían unas despreocupadas vacaciones, el "Darren" que suponemos protagoniza la portada actual está nadando solo en una piscina, mientras al fondo, en el mar, parece avecinarse una gris tormenta. Y de eso va esta singular "balada" convertida en disco, de la exploración de las complejas consecuencias de la "tormenta" emocional que supone toda ruptura sentimental. Aunque el protagonista sea "Darren" (el guardaespaldas de Damon Albarn) es el propio Damon el que, como responsable de la mayor parte de las letras de la banda, se sincera abiertamente y deja que sus emociones y pensamientos empapen de melancolía y belleza a las canciones del disco.

El álbum arranca con la suave intro de piano de "The Ballad", a la que le sigue la cada vez más cálida y profunda voz de Damon Albarn, en un medio tiempo que ya nos deja claro que hay heridas que curar, pero lo hace sin caer en la monotonía ni en una excesiva tristeza, reciclando una composición que Damon Albarn tenía inconclusa y que ya aparecía, a grandes trazos, con el título de "Half a Song" ("Media canción") en su colección de demos "Demo Crazy" (2003). Aquí, la acaba y la mejora, dándole un toque más sombrío y melancólico que nos recuerda al mejor Scott Walker y a alguno de los muchos "Bowies"

Tras este brillante comienzo, "St. Charles Square" no termina de convencer del todo, y no porque no sea una excelente canción (de hecho, es una de las elegidas como single), pero quizá sea la única canción que sí se plantea repetir la fórmula del éxito pasado, convirtiéndose en una isla extraña de energía y distorsión en mitad del melancólico mar que reina en el disco. Sería injusto no valorarla individualmente, porque al hacerlo vemos que es un claro hit marca de la casa, plagado de los característicos ramalazos de la guitarra de Graham Coxon, que recuerdan al "It's no game" de David Bowie, pero dentro de un disco como éste, corta abruptamente la dinámica de melancolía y delicados arreglos de la obra en su conjunto.

Tras este pequeño "sobresalto", llega una de las mejores canciones del disco y de toda la discografía de Blur, la aritmética y a la vez intensa "Barbaric", una joya de pop melódico y maduro con un estribillo antológico, del que es imposible no hacer mención al reseñar este tema, no solo por lo pegadizo del mismo, sino por la manera tan madura en la que afronta el tema de la ruptura sentimental, desde la tristeza y la añoranza, consciente de que es a dónde la vida les ha llevado a los dos, y lejos de cualquier atisbo de rencor o despecho: "Hemos perdido el sentimiento que pensamos que nunca perderíamos, ¿A dónde vamos ahora? ¿Y a qué precio? El sentimiento que pensamos que nunca perderíamos... Y es una barbaridad" .

No es una joya aislada, porque a continuación llega "Russian Strings" similar en brillo y si cabe aún más profunda en lírica y letra, expresando como ha encarado la separación: "Volé a Belgrado, me alojé en un hotel, ahogándome...". La guitarra de Graham Coxon brilla aquí sin estridencias ni distorsiones, al servicio de la canción y no por encima de ella, logrando un resultado realmente brillante, y especialmente apreciable cuando queda desnuda en los acordes finales de la canción. Con el eco del bello sonido de las notas de la guitarra, "The Everglades" nos pilla ya entregados a estos Blur maduros y profesionales. Con cierto toque acústico y unos bellos arreglos de cuerdas, la canción se inspira en la sobriedad y la profundidad de la música y las letras de Leonard Cohen.

"The Narcissist" es la siguiente joya en salir a la palestra, y la única razón por la que no nos sorprende tanto es porque fue el tema primer tema de "The Ballad of Darren" que se dio a conocer en radios y redes sociales, un redondo tema pop que no pierde el sentimiento de otros temas más calmados del disco. Le sigue "Goodbye Albert", un tema en el que los teclados y la guitarra recuerdan a canciones del pasado de la banda, pero de nuevo aportando un tono más triste de lo habitual y unas letras que son todo un ejercicio de nostalgia de tiempos pasados.

"Far away Island" habría encajado a la perfección en los discos de Damon con "The Good the Bad and the Queen" o más aún en en su trabajo en solitario "The nearer the fountain, the more pure the stream flows" (2021), y es una deliciosa pieza a ritmo de vals sobre el desarraigo y la nostalgia del que mira hacia atrás y contempla lo lejos que está del que un día fue. Algo más luminosa es "Avalon", que va creciendo de la balada al rock suave y melódico, apoyada en una destacable sección de vientos y en las notas del piano de Damon Albarn, omnipresente en la mayor parte del disco. 

No queremos que llegue el final, pero enfrentarnos a ese sentimiento es más dulce con una canción como "The heights", una balada-himno a la altura de los clásicos "To the End" o "This is a low", con un excelente trabajo de batería de Dave Rowntree y un inesperado cierre que recuerda a la caótica orquesta de "A day in the life" de The Beatles. ¿Qué más se puede pedir? Que no tarden otros ocho años en entregar una obra de estas proporciones, un disco intenso y honesto con el que nos han salvado un 2023 que musicalmente estaba resultando anodino y bochornoso, y del que hemos podido refrescarnos gracias a Darren y la soledad de su piscina, conscientes de que, por más que pase el tiempo, Blur sigue despertándonos un sentimiento que pensamos que un día perderíamos. Lo siguen haciendo, y es una barbaridad.

martes, 19 de abril de 2022

Grandes éxitos y tropiezos: Blur


Toca el turno en Grandes Éxitos y Tropiezos de analizar la discografía de una de las bandas más míticas del denominado "brit pop" de los años noventa. A lo largo de su trayectoria, y como corresponde a músicos tan inquietos como Damon Albarn o Graham Coxon, se han alejado de las restricciones de esa etiqueta, y ese esfuerzo por ampliar la paleta de colores y estilos ha tenido también diferentes resultados. Estas son nuestras recomendaciones para todo aquel que quiera adentrarse en el "borroso" universo musical de una de las mejores bandas que nos ha dado el Reino Unido:


Estás tardando en comprarlo:


Parklife (1994),
el segundo disco de la "trilogía inglesa" es una ácida descripción social de las costumbres, los estereotipos y las contradicciones de la Inglaterra de los noventa. Los textos de Albarn rezuman ironía, y están además apoyados en una brillante envoltura musical que lleva a la excelencia la mezcla entre el particular estilo de la banda, heredero de las propuestas conceptuales y sonoras de The Kinks en los setenta, con tramos en los que, ya sea de manera satírica o como homenaje a la tradición y el folclore ingleses, suenan como si el circo ambulante acabara de hacer su entrada triunfal en Londres. Considerado de manera casi unánime como la obra maestra del grupo por temas tan rotundos como Girls & Boys, Tracy Jacks, End of a Century, This is a low o la propia Parklife. Disco imprescindible para acercarse por primera vez al grupo, salvo que queráis escuchar la destacable trilogía en orden, empezando con el prometedor Modern Life is Rubbish (1993)que ya contenía los ingredientes que después se perfeccionaron en Parklife, y terminando con The Great Escape (1995) un buen disco con incluso con algunos hits comerciales relevantes (Country House, Charmless man, The Universal), pero en el que quizá la fórmula empezaba a dar algunos síntomas de agotamiento en otras canciones más prescindibles.

Si te queda pasta, llévate también:

Blur (1997) marca el comienzo de la huida del grupo de la etiqueta de grupo de "brit pop" impuesta por la prensa, y la búsqueda de nuevos horizontes y temáticas para su música. Influenciados por bandas como Pavement, endurecen su sonido y encriptan sus letras, entregando grandes temas como Beetlebum y Song 2, nuevos himnos imprescindibles de la banda, y un disco que está entre los más populares y destacados de la banda. Pueden incluirse aquí también otros discos interesantes como Think Tank (2003) que sin ser de los mejores álbumes del grupo, y adoleciendo de la ausencia del guitarrista Graham Coxon, tiene una atmósfera conceptual antibélica y apocalíptica bastante interesante, y el hasta ahora último disco de la banda, The Magic Whip (2015), con el que sorprendieron a propios y extraños cuando ya no se esperaba una nueva entrega de Blur. La cancelación de algunos conciertos de la gira en la que se habían embarcado, entre proyectos de Damon Albarn con Gorillaz y de Graham Coxon en solitario, les dejó unos días libres en Hong Kong. Pasaron el tiempo ensayando e improvisando, y Coxon se llevó las cintas y trabajó con ellas en solitario, para después reunir a los demás y convencerles de que tras aquellas sesiones se escondía un gran disco. Albarn se puso entonces a trabajar en las letras y después entraron al estudio para hacer realidad un disco de cuidada producción y canciones de gran calidad y madurez compositiva. Un gran regreso, y un digno final, si no se animan a retomar la nave nodriza de nuevo.   


Vuelve a dejarlo en el expositor:

Caen en esta casilla negativa dos discos de la banda. Empezaremos mencionando el insulso debut que fue Leisure (1991), no es un mal disco pero el sonido es demasiado espeso y carente de sorpresas, y se nota que la banda anda buscando su identidad y su sitio en el mundillo discográfico. Influenciados por la por entonces ya moribunda escena shoegazer, no aportan nada nuevo en un disco correcto pero en el que es demasiado evidente que no tienen un rumbo claro. El segundo disco a dejar en el expositor es "13" (1999), que paradójicamente contiene algunos grandes éxitos de la banda como Tender o Coffee & TV algunas de las mejores canciones de la banda, pero salvo en contadas excepciones (Trimm Trabb, No distance left to run) el enfoque oscuro y experimental resulta difícil de digerir, y la extraña y lisérgica instrumentación de las canciones no pasa de ser la maraña en la que ocultar un conjunto de temas más flojos y en general poco trabajados. Así que vuelve a dejarlo en el expositor, y llévate los que de verdad interesan.

 
Nuestro TOP 5
 
1.- Girls & Boys
2.- The Universal
3.- Beetlebum
4.- Out of time
5.- Tender

viernes, 4 de junio de 2021

Disco de la semana 228: Love travels at illegal speeds - Graham Coxon

 


No debe ser fácil abandonar la seguridad de un grupo de éxito para lanzarse a vivir la aventura de una carrera en solitario. No si, además, estás dejando atrás a compañeros a los que conocías desde el colegio. Y a pesar de esas dificultades, a veces uno tiene que hacer lo que le dicta el corazón, desobedeciendo a lo que para otros sería lo que dictaría la cabeza. Eso es lo que hizo Graham Coxon, guitarrista de Blur, que cansado del rumbo que su amigo de la adolescencia Damon Albarn imprimía a la nave nodriza tras superar los efímeros mares del brit-pop, decidió lanzarse al agua y nadar hacia las orillas del punk rock desenfadado y sin pretensiones.

Alcanzar las cotas de popularidad a las que llegaron los autores de "Parklife" o "The Great Escape" era una empresa imposible, pero eso no significa que el bueno de Graham Coxon, con su aspecto desaliñado y sus gafas de pasta, y su particular e inconfundible estilo con la guitarra eléctrica, no haya entregado un buen puñado de discos destacables, incluyendo la banda sonora de las dos entregas de la serie "The end of the f***ing world"  y Love travels at illegal speeds (2006), su sexto álbum en solitario y disco de la semana 228 en 7días7notas.

"El amor viaja a velocidades ilegales", como lo hacen las canciones de este disco desenfadado y urgente, en el que la guitarra punk rock de Coxon ocupa un lugar predominante, y en el que además su protagonista da rienda suelta a su faceta compositiva en solitario, con un buen puñado de canciones eléctricas y divertidas, plagadas de letras sobre relaciones de pareja que no siempre acaban bien (Standing on my own again) o fugaces encuentros en los garitos de la noche londinense, oscuros laberintos en los que el deseo puede hacer que caigas en las garras de peligrosas vampiresas (I can't look at your skin) o liberadas novias infieles (Don't let your man know).

Tras un breve receso (Just a state of mind es una de las pocas canciones que nos recuerdan su pasado en Blur), la jovialidad y el descaro a la hora de contar experiencias de pareja continúa en la pegadiza You and I, y en el acelerado ritmo de Gimme some love. El eterno adolescente de las gafas de pasta y los arrebatos guitarrísticos hace su aparición en I don't wanna go out, en la que clama a los cuatro vientos que no sabe si entrar, salir, ir de frente o darse la vuelta. Una sensación que todos hemos tenido alguna vez en la adolescencia, y que quizá él tuvo en el difícil momento de lanzarse al vacío, pero canciones como Don't believe anything I say o Tell it like it is son lo suficientemente brillantes como para asegurarle una red de seguridad que aguante cualquier caída.

Flights to the sea marca un nuevo momento de transición y calma, antes de adentrarse de nuevo en terrenos cercanos a los Blur más fiesteros (What's he got), antes de remontar el vuelo con la garajera You always let me down, y cerrar el disco con la sinuosa rítmica de See a better day. Con canciones y discos así, para Graham Coxon sin duda los días mejores habían llegado de nuevo, después de un largo viaje para empezar de nuevo, en el que por momentos alcanzaría las "velocidades ilegales" que proclamaba este disco.