Astral Weeks es un trabajo pleno de profundidad y belleza, de sensualidad y misterio. Se trata de una obra muy típica de aquel verano de 1968, cuando la filosofía hippie aún era creíble y la confianza en lograr un mundo de concordia, armonía, paz y amor parecía algo más que una mera utopía. Se trata de la obra más personal del irlandés Van Morrison, que, aunque todavía tenía poco más de 20 años, ya era un veterano de la industria de la música: el anárquico y de garganta viva había sido el líder de la influyente banda de rock de garaje (aunque solo parcialmente exitosa) Them, escribió "Gloria”, un estándar proto-punk que luego sería interpolado por todos, desde los Doors hasta Patti Smith. Aquí estamos ante un álbum en el cual se abre las entrañas y más se desgarra el corazón para mostrarse tal como es, con toda su vulnerabilidad y sus debilidades como individuo (hay quienes dicen que Astral Weeks es al rock lo que el Ulises de James Joyce —otro irlandés, aunque del sur— es a la literatura). Astral Weeks fluye a través del espacio y el tiempo vincula a una sociedad secreta de personas: soñadores, románticos, almas condenadas, tartamudos desafiantemente persistentes, y el amor que ama que ama que ama, en el lenguaje del corazón. “Me hizo confiar en la belleza”, dijo una vez Bruce Springsteen sobre Astral Weeks, uno de sus discos favoritos. “Me dio un sentido de lo divino”.
Nos vamos a detener en la
homónima “Astral Weeks”, una larga pieza-río de siete minutos en la cual el
autor habla sobre el hecho de volver a nacer, con una letra entre simbólica y
hermética (“Si yo viajo en la estela, entre los viaductos de tus sueños…”) y
una música de aparente desestructura que no parece tener principio y final, una
invocación, una partida, una nave espacial hecha de nada más que guirnaldas de
rosas que de alguna manera, milagrosamente, es funcional. El truco consiste en
viajar ligero: las notas de bajo de gota de rocío de Davis, el aleteo ingrávido
de la flauta y un solo acorde rasgueado suavemente son todo lo que la canción necesita
para emprender un vuelo intergaláctico. “Si me aventurara en la estela, entre
los viaductos de tu sueño”, pregunta Morrison, “… ¿podrías encontrarme?” Se
trata del "Tears in Heaven" para las personas que, por mucho que lo
intenten, no pueden creer en algo tan sencillo como el cielo y a la vez entramos
en un paisaje de ensueño donde "las llantas de acero inmóviles se
rompen" y Lead Belly regresa de entre los muertos para decir... ¿qué,
exactamente? “Recuéstame en silencio con calma”, arrulla Morrison. “Para nacer
de nuevo”. Su voz está quebrada, pero, como dice Leonard Cohen, así es como
entra la luz. El canto de Morrison en Astral Weeks está plagado de lo que
Lester Bangs llama cariñosamente "tics verbales", esos momentos en
los que comienza a farfullar de éxtasis o dolor
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