No es una mentira piadosa decir que este álbum de Sabina es un disco de transición, ni tampoco aclarar que en este caso el adjetivo de "transición" no quiere decir que no sea un disco bueno, y es una verdad como un templo que, desde luego, lo es. La transición era hacia la madurez de sus discos desde Física y Química hacia adelante. ¿Y significa eso que los discos anteriores a este Mentiras piadosas no fueran maduros? Mire usted, pues tampoco. Pero tras unos primeros discos de cantautor ortodoxo (Inventario, Malas Compañías), el jienense se había lanzado a la Ruleta Rusa de producir discos más eléctricos y desenfadados, en los que fue perfeccionando cada vez más tanto el sonido como las letras, y que acababa de llegar a un momento álgido con El hombre del traje gris. El siguiente paso era hacia la madurez y la unidad de sonido, y Mentiras Piadosas fue ese momento de transición.

En Madrid el método cambió ligeramente. Joaquín Sabina estaba inspirado y escribiendo canciones a gran velocidad, y Pancho Varona se las llevaba escritas en papeles para trabajar con la guitarra. Canciones como Y si amanece por fin, que insiste en la temática de otras canciones anteriores como "Quédate a dormir" con el apoyo de imaginativas frases y referencias cinematográficas ("Y yo no soy Mickey Rourke, ni tu Kim Bassinger, ni tengo nueve semanas y media") nacieron en cualquier papel que estuviera a mano, desde un folio a una servilleta.
Con un buen puñado de canciones escritas, llegó el momento de entrar al estudio de grabación, y dada la conocida nocturnidad del cantante, se dio la curiosa circunstancia de que hubo otro disco de otro gran artista grabándose en la misma sala. Mientras Joaquín Sabina grababa sus mentiras por la noche, Joan Manuel Serrat se encargaba de su Material Sensible por las mañanas. Así que ahí tenéis un ejemplo de dos discos "hermanados" en espacio y tiempo. Y del hermanamiento entre las dos figuras tampoco hay ninguna duda, después de todas sus colaboraciones durante los últimos años.

Quizá esa precipitación en el cierre sea lo que le deja ese poso de transición, de mezcla de temas bien trabajados y con un sonido muy unitario, con la inclusión de otros temas que recuerdan más al sonido de El hombre del traje gris (Muro de Berlín) o que suponen homenajes musicalmente prescindibles a Cristina Onassis (Pobre Cristina) o El Dioni (Con un par), meras bromas musicales en un disco que en el tramo final nos ofrece, además de las grandes canciones ya mencionadas, temas de elaborada y profunda letra (Corre, dijo la tortuga) o de puro desamor sabinero (Medias negras).
La edición en CD añadía tres temas más. Una divertida declaración de intenciones sabineras en Ataque de tos, el sonido de bohemia y cabaret de Ponme un trago más, y una joya mayúscula llamada A tí que te lo haces. Diría que no me importa que no la incluyera en la versión en vinilo, como cierre perfecto a un gran disco, pero sería otra más de las mentiras piadosas de este cuento.
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