
Normalmente cerramos el mes dedicado a un artista con alguna de sus últimas obras, tras un recorrido que cronológico en el que repasamos sus discos más representativos, pero en el caso del #MesAndrésCalamaro, y tras haber arrancado con discos tan excelsos (Alta Suciedad) como impactantes (Honestidad Brutal) y desproporcionados (El Salmón), sentíamos que en el cierre era necesario también terminar en lo más alto. Tras varios años más bien erráticos en los que alternó nuevas propuestas con revisiones de cancioneros populares argentinos y de otros países sudamericanos, volvió al lugar que le correspondía con La Lengua Popular (2007), un disco tan sólido y tan trabajado como lo fue, en su momento, Alta Suciedad.
Siempre es arriesgado tender puentes o establecer paralelismos con un disco tan emblemático y cargado de éxitos de la talla de Flaca o Loco, pero lo cierto es que existen varias similitudes que posicionan a La Lengua Popular a la altura de aquel primer disco tras la ruptura con Los Rodríguez. En primer lugar, no puede quedar sin mención la más que evidente mejora en la calidad del sonido y de las interpretaciones de los músicos, algo que se descuidó (a propósito) durante la cocción de El Salmón. Trabajar con un elenco estable de buenos músicos de sesión le dio al disco una homogeneidad y un acabado final en el que apenas se encuentran fisuras, dejando al oyente con la sensación de estar ante un disco grande en el que apenas sobra nada.

Todas estas virtudes se conjugan y explotan en 5 minutos más, la auténtica obra maestra de este disco, un compendio de chulería, honestidad y sentimiento, en el que se abre en canal y reconoce sus errores ("Tengo cada insensatez, y me puedo equivocar...") antes de declararse profundamente enamorado ("...Pero no me equivoqué contigo"), añorando a la mujer amada en la soledad de una habitación de hotel, desde la que nos regala algunos de los mejores versos de su carrera ("Tengo abierto el minibar y cerrado el corazón, que sólo late por los dos”).

La, de nuevo, sincera y sencilla declaración de amor de Cada una de tus cosas deja paso al ritmo y la temática argentina de Comedor Piquetero y a la sublimación de la filosofía canalla de un personaje al que es imposible no querer, un tipo que en lo más alto de su carrera se autodefine como Sexy & Barrigón ("...una mezcla de virtudes que escasean..."), a medio camino entre "Homero Simpson y Rolling Stone", que consigue al mismo tiempo hacernos sonreír y rasguear nuestras imaginarias guitarras. Con esto ya nos tiene ganados, y el tránsito hacia el cierre del disco es llevadero en De Orgullo y Miedo y, una vez más, sincero y desnudo en La Mitad del Amor.

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