Cantante nacida en el Bronx, por
lo tanto, creció en la caldera multirracial de la Gran manzana de los postreros
50 y tempranos 60, y fue una de las primeras en dar cumplida respuesta a una
gran cuestión, apenas esbozada antes. ¿Cómo te enfrentas a la vida si eres una
mujer cabal en una sociedad tan pujante e innovadora como era entonces la
neoyorquina? Pues salvaguardando tu sensibilidad. Laura Nyro recibió su educación
musical en las calles del Bronx, donde salía de noche y se unía a los diversos
grupos de doo-wop o grupos de chicas que animaban las calles, fue una de las
primeras músicas que desafió el mito de la autenticidad, mientras escuchaban su
voz, la mayoría de la gente creía que era negra, pero no, Laura era blanca, aunque
deseaba ser negra, eso estaba fuera de discusión, y expresó su frustración con
fuertes golpes de piano, y una voz poderosa e impredecible siempre fluctuó
entre la ternura y la violencia. Aún confiando en el piano como su principal
herramienta interpretativa, Laura incorporó cambios de ritmo, escalas modales,
timbres inéditos y amplió la estructura convencional de la canción con
desarrollos internos, haciendo con la balada algo similar a lo que The
Incredible String Band estaba haciendo con la canción folk rock. Lanzó su
primer disco en 1966 a la muy tierna edad de 19 años y se retiró a los 24 por
falta de respuesta. ¿Todo puede suceder tan rápido? Bueno, parece que sí, sobre
todo si lo que te importa es expresar tu interno carrusel emocional y te traen
‘al pairo’ otras consideraciones comerciales que no sean las puramente artísticas.
Mientras tanto, artistas de lo más diverso hacían millones versionando sus
composiciones. Su cancionero se convirtió en uno de los más cotizados de la
época, tanto que su manager vendió los derechos comerciales a sus espaldas,
ante la falta de éxito personal de su protegida.
Quizás lo más representativo de
su música lo encontramos en su segundo álbum, Eli And The Thirteen Confession.
Y nos vamos a detener en Lucky que comienza
como una balada habitual de Nyro: ricamente texturizada y estilizada, pero
impregnando la rabia y la pasión a través de los poros. Con una duración de dos
minutos, la canción procede a subvertir todas las leyes de la apetecible teoría
de la canción de Carole King. El ritmo se acelera, incorporando una acentuación
sincopada, Laura se agita y “La confesión” termina con un bello motivo circular
al piano. Pero curiosamente, la canción nunca parece estar en proceso de una
transfiguración radical. Solo con su voz crea gran parte del atractivo de la canción,
a veces triste, quejumbrosa, a veces alegre y chirriante, pero en todo momento
infinitamente humana. Si bien está un
poco lejos de lo que estamos acostumbrados, es sin duda alguna, una balada
exquisita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario