![]() |
Violator, Depeche Mode |
Año 1990, yo era un chaval de 17 años absorbido por el mundo del heavy metal y algún que otro artista de géneros musicales más comerciales. Depeche Mode, para mí, no era más que un nombre que sonaba en la radio, una banda de sintetizadores que no encajaba en mi estilo. Todo cambió una tarde, cuando en la radio empezó a sonar Personal Jesus. Esa mezcla de pulsos electrónicos, oscuros y seductores, era como entrar en un mundo nuevo, uno donde la música no solo se escuchaba, sino que se sentía en las entrañas. Fue toda una revelación escuchar esa melodía simple pero hipnótica. Este disco me ayudó a descubrir y entender que existía otro tipo de música que no necesitaba guitarras estridentes para ser intensa.
En el año 1990, en un mundo donde los sintetizadores reinaban como heraldos de un futuro incierto, Depeche Mode lanzó Violator, su séptimo álbum de estudio. Producido por Flood (pseudónimo de Mark Ellis) y mezclado por François Kevorkian, Violator no fue solo un disco, sino un portal a un universo paralelo donde la melancolía, el deseo y la redención se entrelazaban en frecuencias electrónicas. Con un enfoque innovador que rompió con su fórmula previa, el cuarteto de Basildon (David Gahan, Martin Gore, Alan Wilder y Andrew Fletcher) creó una obra que fusionaba synth-pop, rock gótico y blues electrónico y que les catapultaría al estrellato mundial.
El álbum no tiene una línea argumental definida, como si la tuvieron sus antecesores, y la diversidad de temas que aborda impide hablar de una temática única aunque así pueda parecer por las historias que se tejen entre canciones. Violator hila una narrativa digna de una novela de ciencia ficción, donde cada tema es un capítulo de una saga distópica.
El disco se inicia con World in My Eyes, un himno tecnopop donde se puede apreciar la influencia de Kraftwerk, pero impregnado de una sensualidad casi alienígena. La voz de Gahan nos invita a explorar un universo donde el placer es la única moneda con su ritmo bailable que oculta una oscuridad latente. Martin Gore, el arquitecto lírico, confesó que la canción es una propuesta hedonista, un canto a la conexión física en un mundo deshumanizado. Sweetest Perfection es un tema con un inicio minimalista que crece hasta un coro grandilocuente. La canción explora la búsqueda de plenitud a través de medios artificiales. Destaca su carácter progresivo, con ecos de rock psicodélico en su estructura pulsante. La inspiración de Gore podría estar ligada a la lucha interna por la autenticidad en un mundo de simulacros. La voz de Gore contrasta con los sintetizadores fríos, como si una inteligencia artificial confesara su deseo de sentir, como si se tratase del lamento de un androide que anhela la imperfección humana. Personal Jesus, la canción que me voló la cabeza cuando tenía 17 años, uno de los grandes momentos del álbum, irrumpe como un relámpago en un cielo metálico. Con su riff de guitarra bluesy y su percusión industrial, la canción es una sátira mordaz a la comercialización de la fe, inspirada en la relación entre Elvis y Priscilla Presley. Gore explicó que la canción trata de ser "un Jesús para alguien más, alguien que ofrezca esperanza y cuidado". El videomusical de la canción fue dirigido por Anton Corbijn. La canción fue un éxito pionero, fusionando rock y electrónica de manera que podría considerarse un anticipo al grunge. Halo emerge como un oasis de luz en la penumbra, con su atmósfera etérea y su narrativa de amor redentor. Estamos ante una de las joyas menos obvias del álbum, con arreglos de teclado que crean un equilibrio entre lo gótico y lo romántico. Las letras de Gore hablan de rendición y esperanza, como si un viajero espacial encontrara refugio tras una tormenta cósmica. La canción tiene una producción impecable, con capas de sintetizadores que envuelven la voz de Gahan en un halo de melancolía, un momento de introspección donde los protagonistas enfrentan las consecuencias de sus deseos y buscan la absolución. Cierra la cara A Waiting for the Night, una pieza minimalista con su ritmo hipnótico y sus texturas ambientales. Gore y Gahan cantan al unísono, creando una sensación de unidad en la desolación. Sigue el carácter introspectivo del álbum, con letras que exploran la espera de un cambio trascendental.
Abre la cara B Enjoy the Silence es el corazón pulsante de Violator, un himno que trasciende el tiempo y el espacio. Se convirtió en todo un éxito mundial, alcanzando el top 10 en Reino Unido y Estados Unidos. Gore escribió la letra como una reflexión sobre la paz encontrada en el silencio, pero la producción de Flood la transformó en un coloso electrónico con un gancho melódico irresistible. contiene un más que destacable interludio oculto, Interlude #2 (Crucified), que añade un toque siniestro al final de la versión del álbum. La canción refleja la lucha de Gore con la comunicación en un mundo ruidoso. Policy of Truth es un relato de consecuencias, con su ritmo hipnótico y su tono cínico. La canción, con un gancho pesado y una producción, alcanzó el número 1 en la lista estadounidense Modern Rock Tracks de Billboard. Estamos ante una pista que equilibra lo bailable con lo melancólico mientras explora las mentiras que sostienen las relaciones humanas, sobre las verdades que hieren. Blue Dress es una de las pistas más enigmáticas del álbum, con su ritmo lento y su atmósfera sensual. Las letras de Gore podrían aludir a una obsesión romántica o a la idealización de un objeto de deseo. La canción, al igual que Enjoy the Silence, incluye una pista, el Interlude #3, una función sintética a modo operístico en donde los propios cuatro integrantes del grupo hacen un vocalización coral solo puesta en práctica anteriormente en el excepcional tema Pimpf del álbum Music for the Masses de 1987. Éste interludio es en realidad muy corto, pues al cabo de la vocalización comienzan a escucharse una especie de ronroneos animales que es el verdadero punto en donde da inicio el tema el último tema del álbum, Clean, una pieza que marca la "caída completa en la oscuridad". Con su ritmo inquietante y su tono introspectivo, la canción es un canto de redención personal, como si los protagonistas hubieran sobrevivido a una catástrofe cósmica. Refleja la lucha de Gahan con sus demonios personales, un tema que se intensificaría en el siguiente álbum, Songs of Faith and Devotion (1993).
Violator no fue solo un álbum; fue una supernova que redefinió el paisaje musical de los 90. Con más de un millón de copias vendidas en Estados Unidos y una gira mundial que atrajo a 1.2 millones de fans, Depeche Mode se convirtió en un fenómeno global. Estamos ante el manifiesto de una civilización al borde del colapso, un testimonio de la capacidad humana para encontrar belleza en la oscuridad. Como dijo Gore en una entrevista de 1990: "Lo llamamos Violator como una broma, pero nadie entendió el chiste". Y en esa ironía radica su poder: un disco que violaría mis expectativas y dejaría marcado para siempre a aquel chaval de 17 años...