Este pensamiento tan utópico no me lo parece tanto, cuando para informarme para esta reseña me he puesto a leer varias críticas sobre el disco, y todas ellas hablan, poco más o menos, de la quintaesencia musical contenida en sus surcos. No es mi ánimo polemizar con nadie, ni tampoco quiero con esto transmitir que Amnesiac me parezca un mal disco. Todo lo contrario, es un disco con buenas canciones, de marcados tintes electrónicos y perfectamente ejecutado, contando además con una ambiciosa producción a cargo de Nigel Godrich, con el que grabaron al mismo tiempo las sesiones de Amnesiac (2001) y las de Kid A (2000), pero eso no significa que tengamos que perder la cabeza y pasarnos de frenada en las alabanzas al grupo y a éste su quinto disco de estudio, hasta el punto de considerarlo, como muchos comentan, su mejor obra.
En mi opinión, esa medalla le correspondería a OK Computer, un disco con el que nunca miento cuando digo que lo he escuchado, al completo, y muchas veces. Pero esa reseña ya estaba hecha en 7días7notas, y aunque quisiera estar "Amnésico" para no recordar ese pequeño detalle y poder escribir sobre aquel disco, la realidad es que, irónicamente, me ha tocado "recordar" este otro, y al hacerlo vuelvo a sentir que algo parecido a lo que ocurría con "El Quijote" nos está pasando con Yorke y compañía, si temas como Packt like sardines in a Crushd Tin Box, que de manera curiosa pero algo fría mezcla de música electrónica con sonidos de percusión metálica en el arranque del disco, o la extraña e innecesaria Pulk/Pull Revolving Doors son considerados la cumbre creativa de este grupo.
Afortunadamente, entre ambas está el single Pyramid Song, un gran tema de piano y arreglos de cuerda con cierto regusto a jazz en la batería y un tono atmosférico y dramático en los teclados que la hacen grande. La cosa sigue mejorando en el progresivo crecimiento en intensidad de You and Whose Army, un tema con aires de himno intenso y melancólico, o en I might be wrong, el tema de ritmo y estructura más reconocibles y convencionales, que lo hacen también más digerible y disfrutable que las experimentaciones anteriores. Le sigue Knives out que es, con todo merecimiento, el segundo single del disco tras Pyramid Song. Una canción triste y melancólica en la línea de las mejores composiciones del grupo, que tardaron más de un año en completar, y que tiene ciertas influencias de la guitarra de Johnny Marr en The Smiths.
El tono de lamento profundo y sombrío no es puntual, y tras mantenerse en temas como Morning Bell/Amnesiac o Dollars and Cents, la escucha empieza a hacerse demasiado costosa, como en su momento lo fue la lectura de alguno de los capítulos centrales de la obra de Miguel De Cervantes de la que, mientras escucho la extrañamente eléctrica e instrumental Hunting Bears, o la densa y experimental Like Spinning Plates, ya no quiero o no puedo acordarme. ¿Veis como sí que tenía algo que ver el libro que contiene la frase más famosa sobre la amnesia, con este disco de Radiohead?
Mientras Don Quijote y Sancho Panza se alejan a lomos de sus monturas en mi imaginación, el trompetista de jazz Humphrey Lyttelton y su banda convierten Life in a Glasshouse en la mejor banda sonora para una despedida, la de un disco de esos que nadie olvida, y no solo por lo buenos que son, sino por si en algún momento alguien pone cara de interesante y pregunta si "has escuchado este disco de Radiohead". En ese momento, sufrir de amnesia sería un error imperdonable que haría que todo el mundo nos señalara con el dedo, tal y como hacía Donald Sutherland en La Invasión de los Ultracuerpos, quién sabe si tras descubrir que Brooke Adams nunca había escuchado a Radiohead.
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