Publicado en 1992, está considerado por muchos como el mejor disco de Roger Waters fuera de Pink Floyd, y en él tienen cabida los temas habituales y recurrentes de sus mejores obras: las críticas a la guerra, la religión, y la denuncia de la opresión y la injusticia de una sociedad marcadamente consumista. Comienza con la intro de guitarra y recitado de "The Ballad of Bill Hubbard", que incluye un sample de Alfred 'Alf' Razzell, de los Fusileros Reales, describiendo sus fallidos esfuerzos por llevar a un lugar seguro a su compañero herido William Bill Hubbard, antes de tener que abandonarle en tierra de nadie, y a continuación la ironía y la acidez contra la religión hacen acto de presencia en "What god wants, part I" ("lo que Dios quiere") y apoyado en el sonido rotundo y lacerado de la guitarra de Jeff Beck, enumera en su elaborada letra todas las cosas, buenas o malas, que ocurren en este mundo y que, según él, Dios quiere porque, de lo contrario, no ocurrirían ("Dios quiere paz, Dios quiere guerra, Dios quiere hambruna, Dios quiere grandes almacenes..."). El estribillo sentencia que "Lo que Dios quiere, Dios lo tiene", dando forma a uno de los temas clave del disco, que se repetirá en diferentes momentos del mismo, en hasta tres versiones diferentes.
En las dos partes de otra pieza clave y relevante del disco (las geniales Perfect sense, part I y Perfect Sense, part II, con la colaboración especial de la cantante Rita Coolidge) Waters continúa desgranando el concepto del disco, la influencia de los medios de comunicación y cómo afectan negativamente a nuestra vida, conduciéndonos al materialismo y al consumismo feroz ("No lo ves?, todo cobra perfecto sentido, expresado en dólares y céntimos, libras, chelines y peniques... No lo ves? Todo cobra perfecto sentido!"), que serían los principales causantes de escenas de "alemanes matando a judíos" y "judíos matando a árabes". Cargadas de sátira e ironía, incluyen la voz del comentarista deportivo Marv Albert anunciando un ataque militar en una plataforma petrolera como si de un emocionante partido de baloncesto se tratase, mientras un solemne coro repite que "Todo cobra perfecto sentido".
Como buen disco conceptual, las canciones van hilvanando el tema y guardando relación entre ellas, como en el caso de la rockera The Bravery of being out of range ("La valentía de estar fuera del alcance" de esos medios de comunicación controladores que siguen distorsionando la realidad y los verdaderos valores), en la que la guitarra de Jeff Beck vuelve a ser predominante en una canción que es principalmente una crítica a la Guerra del Golfo. En esa atmósfera asfixiante de imágenes de sucesos, y con el mono haciendo zapping nervioso de un canal a otro, la temática tradicional antibélica de Waters se mueve como pez en el agua en el disco, en canciones como "Late Home Tonight, Part I" y "Late Home Tonight, Part II", temas de corte más acústico en los que se describe el bombardeo de Trípoli en 1986 se examina desde los diferentes puntos de vista de tres personajes diferentes (la esposa de un agricultor en Oxfordshire, un joven piloto norteamericano en su camino hacia la contienda, y una mujer en Trípoli intentando que su bebé deje de llorar. Plagadas de impactantes efectos de sonido, recuerdan estilísticamente a algunos de los momentos más "visuales" de The Wall.
Tras la lenta y oscura Too much rope, Waters despacha las partes restante de What God wants (Part II y Part III), con Charles Fleischer (la voz de Roger Rabbit), basadas en la melodía de la primera pero con un tono mucho más sombrío y apocalíptico, conforme la "muerte por entretenimiento" se va divisando cada vez más cerca en el horizonte. Don Henley tiene una aparición especial en "Watching TV" para cantar a dúo con Waters sobre las víctimas de la masacre de Tiananmen en 1989, en la única canción del disco en la que Waters parece otorgar a los medios de comunicación un rol positivo en la denuncia de las injusticias, no sin por ello liberar la consiguiente carga irónica: "Ella es la única de 50.000.000 que puede ayudarnos a ser libres... porque murió en televisión".
"Three wishes" tiene un toque de jazz-blues que la hace totalmente distintiva respecto al resto del álbum, y como su título indica habla de una especie de genio oriental que pudiera conceder tres deseos. El protagonista desperdicia rápidamente sus tres deseos, sin percatarse de que lo que en realidad debía haber pedido era ser querido al volver a casa. "It's a miracle" es otra de las canciones lenta del disco, una especie de lamento final para lo últimos días del mundo. El milagro en realidad no existe, y la humanidad está agonizando presa de su propia avaricia y su desmedida obsesión por el entretenimiento televisivo. La tan anunciada muerte llega en "Amused to death", una fantasía futura en la que los alienígenas llegan a La Tierra, y deciden estudiar las causas por las que este planeta ha muerto. Al encontrar los esqueletos de los humanos agrupados en torno a los televisores, acaban llegando a la gran conclusión final: "La especie humana se entretuvo hasta la muerte."
El disco termina volviendo al sampleado inicial del fusilero, que parece consolarse en el hecho de que su compañero muerto haya encontrado por fin la paz. En conjunto, no es una obra asequible o de fácil escucha, pero para los amantes de los grandes discos conceptuales es una obra tan oscura como apasionante, y el único de los discos de Waters en solitario que podría sentarse sin complejos "a la mesa" de sus grandes discos con Pink Floyd y tratarles de tú a tú. Mientras tanto, y como parece que la raza humana nunca aprenderá la lección, ni hará caso a la moraleja oculta en "Amused to death", nosotros seguiremos entretenidos con nuestros móviles y nuestras tablets, atrapados en nuestras propias redes sociales y absortos con miles de aplicaciones, hasta que, dentro de unos años, los extraterrestres se sienten frente a lo poco que quede en pie, intentando resolver el misterio de nuestra extinción como planeta.
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