Mayo nos deja, y con él tenemos que decir también adiós a Michael Jackson, nuestro artista del mes. Han sido varios artículos en los que hemos intentado abarcar una carrera de más de cuarenta años, repasando sus discos en solitario con Motown, siendo sólo un niño, o los discos realizados con sus hermanos en The Jacksons, y por supuesto sus discos en solitario desde Off the Wall a HIStory. En el debe, nos queda haber podido hablar más de los primeros pasos de su carrera en los Jackson 5, y haber dedicado un capítulo a Invincible, el último disco que publicó en vida.
Esto último vamos a intentar solucionarlo en este cierre del mes, porque le decimos adiós en este artículo y, de alguna manera y sin saberlo, Invincible fue su propia carta de despedida, el último regalo a sus fans y seguidores. ¿Y qué decir de este disco? Para hablar de Invincible, tenemos que hablar primero de, por ejemplo, Reality de David Bowie. Durante la gira de promoción de ese disco, Bowie tuvo que ser intervenido por problemas de corazón y, prácticamente, dio su carrera por terminada, o eso pensamos durante varios años, hasta que sorprendió a todos con The Next Day, un gran disco grabado prácticamente en secreto. La sensación al escuchar The Next Day fue de satisfacción pero, sobre todo, de alivio, ya que a partir de entonces, si ocurría lo peor, el último disco del gran Duque Blanco estaría a la altura de lo que debe ser una buena despedida. A la postre, no sería el último, pero en ese momento no lo sabíamos, así que durante un tiempo, respiramos tranquilos.
Con Invincible fue otra historia, porque la inesperada pérdida no dejó margen para despedirse con otro disco más brillante, no hubo tiempo para que un The Next Day enmendara el resbalón de canciones como Heartbreaker, 2000 Watts o la propia Invincible, fallidos intentos de ir un paso más allá en la modernización de su sonido. Las (quizá demasiadas) baladas del disco son correctas, pero no llegan a deslumbrar como los temas de antaño, pero el genio sigue ahí en temas como Unbreakable o You rock my world, y los mejores momentos llegan en temas como Speechless o Cry, con sus marcadas influencias gospel y un brillo en la composición y en la producción que nos recuerdan que el talento estaba todavía ahí, enterrado bajo todo lo que rodeaba y consumía a su atormentado personaje.
Breves destellos, como estrellas fugaces de un firmamento que se apagaba, como antes lo fueron Blood on the dance floor, Ghosts, Is this scary o One more chance, temas aislados que fue soltando en recopilatorios e innecesarios discos de remixes, y que seguramente habrían aportado más luz a este último disco. Imaginar el disco que pudo ser y no fue nos quita un poco el sueño, como en aquella fatídica noche en la que, buscando poder dormir, acabó por no despertarse. Aquello nos devolvió a todos a la realidad de la edad adulta, fue como ver a McGyver llamando al servicio técnico. El Rey del Pop no era invencible. Larga vida al Rey del Pop.
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