Escribí este relato corto para un concurso de cuentos, inspirado por el disco Plastic Beach de Gorillaz. A punto estaba de enviarlo, cuando leí más detenidamente las bases, y descubrí que el cuento debía ser para niños... Como no encajaba en esa categoría, finalmente no lo envié, pero como sí que estaba relacionado con la música, aquí es dónde la marea del Pacífico lo ha traído finalmente.
A Teo le habían robado la infancia, pero no la sonrisa. Trabajaba en un vertedero en una ciudad costera. Su vida transcurría entre enormes moles de desperdicios, y el paisaje de su mundo era una apocalíptica cordillera de plástico y residuos. Trabajaba duro, y a cambio recibía lo que de valor encontraba en la basura. Y entre todo aquello, de vez en cuando, Teo encontraba algún tesoro que dibujaba en su cara una bella sonrisa. A veces era un viejo juguete roto, un muñeco de plástico al que le faltara un brazo o unos cromos usados, o simplemente un palo que convertía en espada con la ayuda de la imaginación.
LA ISLA DE PLÁSTICO
A Teo le habían robado la infancia, pero no la sonrisa. Trabajaba en un vertedero en una ciudad costera. Su vida transcurría entre enormes moles de desperdicios, y el paisaje de su mundo era una apocalíptica cordillera de plástico y residuos. Trabajaba duro, y a cambio recibía lo que de valor encontraba en la basura. Y entre todo aquello, de vez en cuando, Teo encontraba algún tesoro que dibujaba en su cara una bella sonrisa. A veces era un viejo juguete roto, un muñeco de plástico al que le faltara un brazo o unos cromos usados, o simplemente un palo que convertía en espada con la ayuda de la imaginación.
Un día cualquiera, rebuscando en la basura, se irguió para
descansar y llevarse las manos a la dolorida espalda. En lo alto de una de
aquellas montañas de desechos, vió varios círculos negros que emitían destellos
con los reflejos del sol. Su padre le había hablado de aquellos círculos, incluso
habían probado uno en un viejo aparato que apareció en la basura años atrás, y
que aún conservaban. Su padre arregló una especie de brazo articulado que tenía
una aguja y lo acercó al círculo negro. Ese día la música también consiguió
dibujar una sonrisa en el rostro de Teo.
Corrió hacia la montaña de basura y escaló lo más rápido que
pudo, temeroso de que otros pudieran llegar antes y arrebatarle aquel tesoro. En
la cima, contempló por un instante la ciudad en toda su extensión, con el mar
al fondo. Pensó en que otra vida era posible, pero estaba muy lejos en el
horizonte, tan lejos como la “isla de plástico” de la que todos hablaban, una
concentración de residuos que se acumulaba en mitad del Pacífico Norte.
Buen relato.
ResponderEliminarTengo algunos, incluso una novela a punto de acabar ("a punto" significa vete tú a saber cuando) con una amplia banda sonora.
A ver si me animo, y os envío un microrrelato en que, de algún modo, aparezca la música.
Pues si te animas te lo publicamos en esa sección del blog, solo es necesario que tenga alguna conexión con la música. Y de eso sabes un montón así que...Anímate!!!
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