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viernes, 5 de febrero de 2021

0036: John Coltrane: Blue Train

 


Seguimos saliéndonos del rock, pero es que la ocasión merece la pena, estamos ante uno de los grandes discos de John Coltrane, quizás el mejor saxofonista tenor que ha dado el Jazz, nacido el 23 de septiembre de 1926 en un poblado llamado Hamlet en Carolina del Norte, su padre fue un sastre que lo motivó a tocar el clarinete. Su madre también tocaba el piano en casa, por lo que siempre estuvo rodeado de música. En 1947 John Coltrane conoció a Miles Davis y tocaron junto a Sonny Rollins en Manhattan. Luego tomaron caminos separados y Coltrane tuvo la oportunidad de tocar con uno de sus ídolos y colega de “Bird” Parker, Dizzy Gillespie. Fue en 1955 cuando volvió a reunirse con Davis hasta que la adicción de Coltrane a la heroína interfirió en su carrera. En ese periodo difícil, John hizo equipo con el pianista Thelonious Monk, a quien se refería como un “arquitecto musical de primer orden”. Sin embargo, Monk, que dirigía su propio grupo de jazz, terminó acoplándose al sonido de Coltrane. Con 32 años de edad, John Coltrane se rehabilitó en su casa, según le gustaba decir 1957 le trajo “por la gracia de Dios” un despertar espiritual que le guiaría a una vida más rica, completa y productiva cuyo primer episodio fue Blue Train que no es sólo uno de los grandes discos de Coltrane, sino uno de los más destacados del jazz de los 50 y, sin exagerar, de toda la historia del género.

 

El disco se abre con el tema que le da el título, una de las composiciones más recordadas y celebradas de John Coltrane, en la que, partiendo de una melodía de blues, desarrolla una asombrosa improvisación con sus inimitables “sheets of sound” pero, también, con Charlie Parker como principal influencia presente. En este tema participa el sexteto al completo, el trompetista Lee Morgan, el trombonista Curtis Fuller, el pianista Kenny Drew, el tono bop de Lee Morgan (que incluso tocaba con una trompeta deformada hacia arriba, como Dizzy Gillespie) y unos soberbios riffs de Paul Chambers. La música que nos ofrecen es puro jazz, con un sonido duro, pero a la vez amable al oído. Una muestra del mejor hard bop. Sus melodías ricamente líricas son instantáneamente identificables por los oyentes veteranos, así como por los aspirantes a estudiantes de saxofón. Pero las canciones del álbum también provocan vagos recuerdos incluso de aquellos no iniciados en el mundo del jazz. La icónica pista principal, uno de los temas más pegadizos de todos los tiempos de Coltrane, podría fácilmente pasar por música de fondo reconfortante en una fiesta ruidosa o servir como un acompañante de jazz para cenar en tonos tranquilos que no alterará las conversaciones a la luz de las velas.

viernes, 9 de octubre de 2020

El disco de la semana 194: John Coltrane - A Love Supreme


 
 
Hay estilos musicales que no terminan de engancharme, como el son cubano o el flamenco a pesar de haber escuchado maravillas del nivel de las obras de monstruos de la talla de Buena Vista Social Club o Camarón de la Isla. Vale, es cierto que ninguno de ellos son ejemplos puros de sus géneros, y que coquetearon y experimentaron con esquemas del blues y del rock en sus magistrales propuestas, pero es a lo más a lo que he podido llegar en esos terrenos, de los que me he alejado clara y conscientemente.
 
En ese mismo cajón debería haber estado el jazz, con el que no he llegado a entender o a sentir lo que los grandes defensores del género experimentan al escuchar a los Miles Davis, Charlie Parker, Thelonius Monk o en este caso, John Coltrane, por citar solo a algunos. Pero al contrario que con el son cubano o el flamenco, una fuerza invisible me atrae a seguir intentándolo con el jazz, a esforzarme en conseguir desentrañar ese placer oculto, que veo que otros experimentan. Con ese objetivo, he ido haciendo acopio y esforzada escucha de algunos de los discos más relevantes del género, pero sólo en algunas ocasiones he llegado a conseguirlo. Una de ellas fue con este A Love Supreme, grabado por el cuarteto de John Coltrane en 1964 en un estudio de Nueva Jersey. Un disco cargado de exquisita y pura magia, oculta y repartida en momentos concretos de los cuatro movimientos que lo componen:
 
Acknowledgment:
"Reconocimiento", del valor de unos músicos virtuosos, lanzados a la desenfrenada improvisación, a partir de una idea o esquema básico de canción, a una altura interpretativa al alcance de solo unos pocos. Un tema sorprendente, que rompe la atmósfera instrumental de otras piezas del género, con la inclusión de unos breves coros finales que repiten "A love supreme", el título de esta gran obra, enfocada por su autor también como una búsqueda de superación personal.

Resolution: "Resolución". Lo que ocurre cuando algo por fin se consigue, la recompensa a haber seguido nadando entre las, a veces, turbulentas aguas del jazz, hasta encontrar ese disco con el que, por fin,  comprender a los expertos. Al beber de las fuentes de "A love supreme", todo se ve más claro, y se entiende y se disfruta con una inesperada nitidez.

Pursuance: "Persistencia, continuación". De algo que ya se ha comenzado, y que por mi parte, tras la escucha de "A love supreme" no hará sino proseguir, hasta desenterrar todas las joyas que el género ha mantenido ocultas a mis ojos, o mejor dicho a mis oídos de torpe e iluso profano.

Psalm: "Salmo, oración". Siendo, como fue este disco, concebido como una obra de carácter introspectivo y espiritual, no podía faltar un gran salmo final, en mi caso una plegaria de alabanza y de agradecimiento por la gran experiencia que ha supuesto su escucha. Gracias sinceras a John Coltrane (Saxo Tenor), McCoy Tyner (Piano), Jimmy Garrison (Bajo) y Elvin Jones (Batería), por hacer de la escucha de un disco una experiencia de "Amor Supremo" para alguien históricamente incapacitado para amar el jazz.