
La canción, surgida en la época en la que el bajista David Brown se unió al grupo, es una impresionante fusión de ritmos latinos y del rock de la época, una pieza excelsa que, aunque lo mereciera, no habría llegado tan lejos de no ser por el espaldarazo que para el grupo supuso la participación en Woodstock, a la que llegaron como un grupo desconocido que aún no había publicado ningún disco. Cerraron la histórica actuación con Soul Sacrifice, una explosiva mezcla de largos punteos de guitarra de Carlos Santana y de tramos en los que la percusión de Michael Shrieve tomaba el relevo y le daba el contrapunto perfecto a las mágicas notas del guitarrista.
Carlos Santana mencionó después que, como casi todos los grupos del momento, habían actuado bajo los efectos de algunas sustancias psicodélicas, en lo que describió como un viaje bastante intenso, casi tanto como el que experimentaron los asistentes de aquel concierto histórico al escuchar las notas de su guitarra en Soul Sacrifice.