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viernes, 4 de marzo de 2022

Disco de la semana 265: Fin de Siècle, The Divine Comedy



En 1998, en plena cuenta atrás para el final del siglo XX, el siempre inquieto Neil Hannon decidió ofrecer al mundo su particular visión de aquel momento de cambio, combinando a la perfección sentimientos como la angustia y la incertidumbre ante un siempre incierto futuro, con la ilusión y esperanza que también generaba la expectativa de todo lo nuevo que podía traer consigo el nuevo milenio. Y en esa dualidad se movieron de manera brillante las canciones de Fin de Siècle, balanceándose al ritmo de contundentes atmósferas de pop de cámara y de sutiles guiños electrónicos a la modernidad que se atisbaba a la vuelta de la esquina.

Tras el éxito de discos como Casanova o A short album about love, obras a la par románticas y alegres, que consiguieron el reconocimiento de crítica y público, todos esperaban que Hannon entregara un nuevo capítulo del pop ligero y luminoso al que aquellos discos les habían acostumbrado. Y aunque el primer single de Fin de Siecle (The National Express) fuera una canción tan divina y comediante como las anteriores, casi nadie estaba preparado para lo que el resto del disco estaba a punto de mostrar, en canciones mucho más intensas y angustiosas, y acompañadas de un despliegue sonoro sin precedentes, interpretado por un tropel de músicos que superaba con creces la centena, incluyendo la colaboración de una soprano, tres tenores, y de la orquesta Brunel Ensemble y el coro del Crouch End Festival al completo. 

Fin de Siecle fue, en un principio, y a pesar de tamaño esfuerzo y derroche, un disco incomprendido y poco valorado, algo a todas luces injusto porque hablamos de un excelente álbum, en el que los habituales pasajes orquestales de la banda adquieren por momentos una dimensión y grandilocuencia espectaculares, con la genialidad de estar, en ocasiones, engarzadas dentro del armazón de canciones en las que ese derroche instrumental contrasta con temáticas y letras marcadamente ligeras como Generation Sex, el tema con el que arranca el álbum, o la misteriosa Thrillseeker, una de las piezas en las que mejor funciona ese contraste entre la música de cámara y los sutiles y oscuros arreglos electrónicos.

Tras la más que conseguida atmósfera de melancolía y tristeza que impregna Commuter Love, en la que el protagonista describe su pasión secreta por una mujer a la que observa cada día en un trayecto en tren hasta el trabajo, y a la que nunca confesará su amor, llega el que probablemente sea el momento de mayor genialidad del disco con Sweden. En un tono de lo más "naif" y a través de una multitud de simples explicaciones, Hannon relata los motivos por los que piensa retirarse a vivir en Suecia, a ritmo de una, de nuevo, grandilocuente y precipitada orquesta.

Tras este espectacular póker de canciones, y pese a tener tramos en los que las atmósferas de contraste entre lo clásico y lo electrónico son dignas de elogio, los más de ocho minutos de duración de Eric the gardener se hacen algo largos y dejan la sensación de romper de algún modo el ritmo de crucero que el disco ya había tomado. A la vuelta de este largo rodeo, llega el turno de la ya mencionada The National Express, uno de los singles más aclamados de The Divine Comedy. Una luz brillante y fugaz, atrapada entre los que quizá sean los dos temas menos reseñables del disco, porque si a Eric the gardener le sobran minutos, a Life on Earth le falta algo de la chispa de otros temas del álbum, y siendo un buen tema no termina de sorprender durante la escucha.

El momento valle pasa pronto y sin hacer que perdamos la esperanza y la ilusión por la llegada del fin de siglo, porque en The Certainty Of Chance vuelve el genio compositivo y los arreglos orquestales de relumbrón. En este tramo final del disco, Here comes the flood mantiene el listón a un nivel adecuado, preparándonos para el grandioso final de Sunrise, en la que Hannon se abre a contar su difícil infancia en Derry, en mitad del conflicto de Irlanda del Norte, planteándose como pudo "ver esas cosas y aún sonreír". No se como lo consiguió, pero ahora que volvemos a levantarnos cada día con los ecos de los tambores de una nueva e innecesaria guerra, se agradece que haya discos como éste para recordarnos que es mejor tomarse la vida como si fuera una divina comedia.