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Es imposible saber cómo habría sido ese (a priori) interesante proyecto llamado Negrophilia, pero lamentablemente poco parece haber quedado de aquello en Black and White America. Paradójicamente, la canción que sustituye al título original cumple con todos los requisitos de canción de protesta social y de sólida estructura funky, siendo uno de los títulos más inspirados del álbum y un chorro de aire fresco en el cancionero de Kravitz. Suenan trompetas, saxos, y un espectacular bajo que sustenta el ritmo de una canción que rememora el sueño de Martin Luther King y recuerdos del racismo de los 60 y de la infancia de Kravitz. Y es la canción de Lenny Kravitz que más les gusta a mis hijos, así que poco más que decir.
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Pero Lenny decidió tirar por otra senda distinta, la de temas más directos y digestibles de pop rock para el gran público, como el efectivo rock melódico de Rock Star City Life, de guitarras y estribillos pegadizos pero algo ligeros y carentes de ese alma funk que estábamos esperando en este álbum. Habríamos perdonado sin problema estas pequeñas cucharadas de edulcorante rebajando la carga funk del disco, porque en conjunto estamos ante un buen disco de un artista que de talento va sobrado, pero Lenny dio un paso más hacia el abismo en temas como Boongie Drop, en el que se cuelan Jay Z y Dj Military para cocinar un pastel de electrónica y rap-funk de difícil digestión. Al escucharla, tengo claro que acerté al no decirle a Kravitz dónde estaba la sección de hip hop de la FNAC de Callao, pero es evidente que acabó encontrándola por su cuenta y riesgo.
A estas alturas del disco, el sueño de Martin Luther King, y el de todos los que esperábamos con ansia Negrophilia ha muerto, pero eso no hace que el disco merezca ser enterrado. Stand mejora algo la cosa, y fue el segundo single que se extrajo del álbum, pero transita de nuevo en la vertiente comercial y pegadiza de los últimos tiempos del artista estadounidense. Tiene un riff rockero destacable, y de nuevo la producción vira hacia el power pop efectivo y los sintetizadores edulcorados.
El siguiente tramo del disco está a la altura de lo mejor del principio, y es con la sexual y rítmica Superlove, una pieza de funk sugerente y elegante, y muy especialmente con Everything, en la que vuelven los mejores riffs, las melodías efectivas y los ritmos energizantes, con las que el disco despega y resucita, y mantiene el pulso con baladas efectivas como I Can’t Be Without You, que demuestra que el genio sigue estando ahí. En Looking Back On Love se acerca de nuevo al soul-funk clásico de Marvin Gaye e Isaac Hayes, y la guitarra funky y el solo de teclado salvan una buena canción de complemento, un buen entremés para el bombazo funk que viene a continuación, un Life Ain’t Ever Better Than It Is Now en el que no oculta las influencias de James Brown.
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