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En la letra de "D.J", David Bowie juega con la crítica social a la superficialidad de la vida nocturna y el desmedido encumbramiento y culto a los discjockeys del momento, narrando en primera persona las desventuras de un cínico personaje que está tirado en casa porque ha perdido su trabajo y se encuentra mal, pero que se aferra a su rol nocturno de D.J ("Yo soy el D.J, yo soy lo que pincho") para evitar enfrentarse a la cruda realidad. En su interpretación vocal, Bowie imita deliberadamente el estilo vocal de David Byrne de Talking Heads, logrando un nivel superior de teatralidad y locura en el personaje.
"D.J" destaca también poderosamente en lo musical, porque supone una nueva entrega de la experimentación sonora y vanguardista de sus dos obras anteriores ("Low" y "Heroes"), abordando un estilo new wave con una base rítmica marcada por el bajo y la batería, sintetizadores atmosféricos y un solo de guitarra distorsionado a cargo de Adrian Belew, construido en base a la mezcla de fragmentos de las diferentes tomas que el guitarrista grabó en el estudio, para lograr un efecto caótico y fragmentado que reflejara el estado mental del protagonista de la canción.
Aunque “D.J.” no fue un gran éxito comercial, llegando solo al puesto 29 en las listas británicas, recibió críticas positivas por su audacia y su enfoque satírico, y hoy en día es una de las canciones más valoradas y reconocibles de su etapa más experimental, y una poderosa muestra del ingenio y el nivel de riesgo y de experimentación que Bowie tenía al afrontar tanto la composición como la interpretación de su trabajo, retorciéndose y reinventándose aprovechando las particularidades de la cultura que le rodeaba, sin perder por ello su esencia artística.
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