El disco recomendado esta semana encajaría perfectamente en nuestra sección de "La música en historias", y es imposible que el hilo conductor en el que se base esta reseña no sea la complicada vida de Charles Edward Bradley (5 de Noviembre de 1948 – 23 de Septiembre de 2017). Nació y vivió hasta los ocho años en Gainesville
(Florida), al cuidado de su abuela después de que su madre marchara a Nueva York y lo abandonara a los ocho meses de edad, por no poder hacerse cargo de él. Con ocho años, su madre decide por fin hacerse cargo, y Charles viaja a Nueva York para conocerla y empezar una nueva vida en el barrio de Brooklyn, dónde las cosas tampoco serían fáciles.
La situación económica de la recién unificada familia era angustiosa, pero cuando Charles tenía catorce años, su hermana pequeña encontró la manera de conseguir entradas para un concierto de James Brown en el Apollo Theater en Harlem (actuación que se grabó para la historia en el disco James Brown Live At the Apollo). Charles quedó tan impresionado, que empezó a imitar en casa la forma de cantar y los gestos del Padrino del Soul.

Ya entrado en los cincuenta, tocando como "Black Velvet" en uno de esos conciertos de imitación de James Brown, es descubierto por Gabriel Roth (también conocido como "Bosco Mann"), fundador del sello Daptone, en cuyas oficinas Bradley había hecho precisamente trabajos de mantenimiento. Roth le presenta a Tom Brenneck, que acabaría siendo el productor de los discos de Charles y que le invita a los ensayos de la banda en la que toca la guitarra, la Menahan Street Band, que acabaría siendo la banda de acompañamiento que toca en todos los discos de Bradley.

CHANGES
Changes es orgullo, historia y actitud. El orgullo de pertenencia a su patria, reflejado en el gospeliano arranque de God Bless America (Dios bendiga América) y del soul-funk desgarrado de Good to be back home (Es bueno estar de vuelta en casa). Es historia de la música negra, por el cuidado sonido retro de sentidas baladas como Nobody but you, y es actitud en temas como Ain't gonna give it up, dónde solo alguien que ha conocido los infiernos puede desgarrarse y decirnos que no va a rendirse, sin que nos quede ninguna duda de que va totalmente en serio.

De modo que Changes es también respeto. Por las raíces y los sonidos. La manera en la que, a lo largo de los temas, se cuidan y se respetan los sonidos del género, es una de las grandes armas de este disco. No hay más que escuchar You think I don't know (but I know) para comprobarlo. Y saco este ejemplo porque, siendo difícil elegir un tema por encima del resto, el ritmo y la cadencia de los coros gospel me resulta absolutamente hipnótico, y el poder de esa hipnosis está en la música y la voz, y en cómo te hacen cerrar los ojos para trasladarte a otra época, para que negarlo, mejor en lo que a música se refiere.
Y por último, y como no podría ser de otra manera, Changes es cambio. Un cambio que Charles considera necesario en el mundo (Change for the world). El disco cierra con la aterciopelada balada Slow love, haciendo honor a su apodo de "Black Velvet" pero, afortunadamente, muy lejos de aquellos tiempos de penurias y sinsabores. Esta fue su brillante despedida, casi cuando acababa de empezar, antes de que un año después un cáncer de estómago se lo llevara.
Si hacemos caso de la temática de la mayoría de canciones gospel, Charles fue al cielo a reencontrarse con el Señor. Y seguro que, una vez hechas las presentaciones, encontró un momento para dejarse caer por el Teatro Apolo (en concreto por la sucursal que del mismo debe haber en el más allá) para saludar a James Brown y contarle cómo sus andanzas habían estado irremediablemente ligadas a su figura en las diferentes etapas de su vida, a veces en lo bueno y, muchas otras, en lo malo. Pero eso es lo que tienen los cambios. ¿No?

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