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domingo, 28 de noviembre de 2021

La música en historias: Bloodflowers, el último chispazo de The Cure y el #mesTheCure

 

Cerramos el #mesTheCure con el que fue su último chispazo de gloria. De todos los discos posteriores a Wish (1992), es Bloodflowers (2000) el único que puede incluirse en cualquier lista en la que intentemos aglutinar los grandes discos de la banda liderada por Robert Smith. Ideado como una continuación de su obra cumbre Disintegration (1989), que a su vez estaba emparentado con Pornography (1982), Bloodflowers cierra una trilogía tan conectada que incluso fue puesta en escena por The Cure en los dos conciertos que cerraron la gira del disco en la sala Tempodrom de Berlín el 11 y 12 de noviembre de 2002. Durante más de tres horas, interpretaron los tres discos al completo, inmortalizando el épico momento en la grabación en vídeo "Trilogy" publicada poco después. 

En medio de la irrupción del britpop y el grunge, y con el grupo inmerso en una crisis de confianza tras el bajo nivel del disco anterior (Wild Mood Swings, 1996), Robert Smith quedó muy tocado por las críticas desfavorables, hasta el punto de idear Bloodflowers como un testamento final de la banda. Con el objetivo de marcharse con una obra a la altura de Pornography o Disintegration, The Cure puso toda la carne en el asador, y el resultado fue tan satisfactorio que, en contra de lo esperado, lo que hicieron estas Flores Sangrientas fue revitalizar la energía del grupo y de su compositor, devolviéndoles las fuerzas para seguir, en lugar de ser el vehículo de su planeada y lúgubre despedida. loodflowers no se quedó simplemente ahí, en una repetición del camino andado, sino que dio sentido completo a la trilogía. Donde Pornography y Disintegration profundizaban en la angustia por el paso del tiempo, Bloodflowers cierra el círculo con una marcada nostalgia por el tiempo ya pasado. Lo que más temía el Robert Smith de aquellos años ya ha ocurrido, y desde la madurez lanza la vista atrás mientras contempla las flores de su sangriento jardín.

Out Of This World es la primera flor del impactante ramillete del disco, y una de las mejores canciones de arranque desde aquel excelso Plainsong de Disintegration. Estamos ante un tema que combina de manera excelente el contraste entre una orquestación recargada y barroca con una base rítmica de guitarra acústica y unos teclados que recuerdan por momentos a The Beatles, un grupo en las Antípodas de The Cure en cuanto a positivismo y cercanía a la huerta de la alegría.

Le sigue Watching Me Fall, rabiosa y dura, y plagada de interesantes desarrollos instrumentales que por momentos chapotean en psicodelia. Quizá algo desmedida en sus 11 minutos de duración, en un momento en el que el disco casi acaba de comenzar. Imposible no pensar en que esta decadente historia, sobre un encuentro sexual en Tokio, habría quedado mejor al final del disco, como gran coda final o como paso previo a la Bloodflowers canción.

Maybe Someday fue, junto a Out of this World, lo más parecido a un single, al ser ambas elegidas para promocionar el álbum en las emisoras de radio, pero por decisión de Robert Smith no se publicó sencillo alguno de Bloodflowers. En el caso de Maybe Someday, la elección debió basarse en el aire pop de la canción, más asequible para el público general que otras piezas del disco que, en general, tuvo una tímida acogida por parte de la crítica y el público, pero el resultado fue diferente en función de cada país. El tema Coming Up, por ejemplo, aparecía sólo en la versión en vinilo, y en las versiones de CD para Australia y Japón,  y un tema como The Last Day of Summer, con marcado sonido "Disintegration", tuvo cierto recorrido en las emisoras de Polonia.

Musicalmente, el álbum se vuelve más introspectivo y austero con There Is No If, una de las canciones de amor más trabajadas a nivel de letras en todo el disco, y The Loudest Sound, destacable también por su descripción del silencio y la desgana que se apoderan de una pareja cuya relación ha caído en la rutina. Para que eso no le ocurra al disco, llega el turno de una canción como 39, que pone la necesaria dosis de sonido gótico al conjunto, antes de llegar a Bloodflowers, el tema que da título al disco, de nuevo centrada en el lamento por el final de una relación, que sin saber como ha pasado de "Estas flores nunca morirán" a "Estas flores siempre se marchitan".

Aún queda tiempo para una canción más, y no una cualquiera, porque Where the Birds Always Sing vuelve a llevarnos al terreno del medio tiempo y la orquestación creciente, que tan buenos resultados les dio en Disintegration, mientras el armazón de batería, bajo y guitarra acústica nos lleva con paso firme hacia el final de una obra que mereció más reconocimiento y que, ironías del destino, ha envejecido mejor que otros discos más valorados por los fans de The Cure. Será que bañadas en sangre, las flores soportan mejor el paso del tiempo, y se resisten a acabar marchitándose.

miércoles, 24 de noviembre de 2021

La música en historias: Wish - The Cure #mesTheCure


Al pensar en 1992, y no siendo muy aficionado a los Juegos Olímpicos, lo que me viene a la mente es que fue mi primer año en la Universidad. Enfrascado como estaba en tareas tan relevantes como conocer chicas y adaptarme al primer año universitario, me resulta curioso que hoy, desde la distancia del recuerdo y de un futuro que ahora vivo como presente, uno de los recuerdos más vívidos e intensos sea la escucha del disco Wish de The Cure, un mediodía de un viernes de finales de junio de aquel año, después de haber hecho el último examen del cuatrimestre.

Ese día comenzaban mis vacaciones. Mi madre y mi hermana estaban ya en la playa, y mi padre iba a recogerme después del examen, para hacer juntos el viaje en coche. Mientras esperaba en la puerta de la Facultad, una compañera que había conocido unos días atrás se acercó a despedirse, y me dio una cinta de cassette que había prometido grabarme, en la típica conversación sobre gustos musicales de la que no pensé que fuera a acordarse. Pero se acordó, y aquello hizo que en mi cabeza comenzara a generarse todo un "cuento de la lechera" sobre el trasfondo sentimental que pudiera estar oculto tras aquel cassette que tenía grabado el disco Wish de The Cure, el noveno álbum de estudio de la banda de Robert Smith, publicado solo dos meses atrás.

Al subir al coche de mi padre, tenía claro que aquel viaje comenzaría con Open (Apertura), la canción de corte rock y shoegaze con la que arrancaba el álbum, y que escucharíamos el disco de principio a fin, hasta llegar a End (Final), la canción que cerraba el círculo de la última entrega de Robert Smith & Cía. Mi padre, en una demostración de la santa paciencia que solo pueden tener los progenitores, no puso ninguna pega y sacó del reproductor de cassettes la cinta de Manolo Escobar que estaba escuchando. Y así, con un disco de un grupo de difícil digestión para mi padre, comenzó el viaje en coche a lo más profundo de Wish.

Sin ser conceptual, el disco incidía repetidamente en la temática del desencuentro de Robert Smith con la situación de presión mediática que el éxito de Disintegration había traído consigo, y ese desasosiego influenció a las nuevas canciones, que incluyeron muchos matices autobiográficos. Musicalmente, Smith estaba muy influenciado por el grupo My Bloody Valentine y la corriente shoegaze de finales de los ochenta en Reino Unido, caracterizada por un sonido de guitarras distorsionadas, con largos fraseos y fuerte reverberación, que impregnó la propuesta sonora de temas como Open, From the Edge of the Deep Green Sea, Cut o End.

El resto del disco se debatía entre la luminosidad y variedad de propuestas de Kiss me, Kiss me, Kiss me y la orquestación y complejidad de Disintegration, ya que en Wish tanto Dave Allen como el propio Robert Smith repitieron en la producción, puliendo un puñado de grandes canciones seleccionadas de entre los más de cuarenta temas compuestos inicialmente para el disco. Entre el grupo de canciones más luminosas se encontraban los dos primeros singles del disco, la intensa High, y la alegre y pegadiza Friday I'm in love, que me hizo pensar en si los astros estaban alineados en mi bando, o era mera casualidad que el día en que me había llegado este regalo en forma de cassette fuera precisamente viernes.

¿Y cómo comprobarlo? ¿Debía responder a mi compañera con una carta, como en Letter to Elise, la intensa y preciosista pieza de piano que se convirtió en tercer single? No tenía su dirección para hacerlo, y escuchando To wish impossible things (desear cosas imposibles) me di cuenta de lo absurdo de imaginar futuros deseados con todo un verano de distancia por delante. Eso me hizo despertar de mi sueño, mientras Robert Smith cantaba al desamor y a lo estúpido de desear cosas imposibles. En mi cabeza, la lechera tropezó, y el cántaro de leche se le resbaló entre los dedos. Intentó alcanzarlo sin éxito, y el cántaro se estrelló contra el pavimento de la calle por la que caminaba, dejando un reguero de leche derramada y los restos del cántaro hecho añicos.

Y menos mal que lo hizo porque, al salir de mi ensimismamiento, descubrí que tras la escucha de canciones tan góticas e introspectivas como Apart, o tan impregnadas de la tradicional tristeza de la banda como la propia To wish impossible things que sonaba en ese momento, mi padre estaba a punto de quedarse dormido al volante. Tan rápido como Wish llegó a lo más alto de las listas británicas y al número dos estadounidense, convirtiéndose en el mayor éxito comercial de la historia de la banda, pulsé "Eject" en el reproductor de cassettes, y metí de nuevo la cinta de grandes éxitos de Manolo Escobar. Al ritmo del "Porompompero" comprendí que Wish era un disco casi tan perfecto como complejo, no apto para escucharlo en cualquier situación, y propenso a generar en el oyente ensoñaciones tan intensas como imposibles.

jueves, 1 de noviembre de 2018

El disco de la semana 45: Disintegration, The Cure



Hay parodias que trascienden al original. Es el caso de la imitación de Joaquín Reyes de Robert Smith, cantante y líder del grupo The Cure. Durante su concierto en el Mad Cool 2019 en Madrid, mientras esperábamos a que salieran al escenario, una buena parte del público comenzó a cantar:

"Vamos Robert, sal a bailar, que tu lo haces fenomenal, tu cuerpo se mueve como una palmera, suave, suave, su-su suave"

Ajeno al significado de aquellos cánticos, Robert Smith salió al escenario y arrancó el concierto con los dos primeros temas de Disintegration, su obra maestra de 1989, que contiene algunas de las canciones más recordadas y míticas del grupo. El tema central del disco fue el paso destructivo del tiempo tras una ruptura, la desintegración que se va produciendo a causa del sentimiento de pérdida y la desesperanza, convertidos en pesadillas e ideas de suicidio que se combinan con el miedo interno a la soledad y la muerte.

Durante el proceso de grabación, se produjo un incendio en la habitación de Smith, que hizo que los miembros del grupo corrieran alarmados y entraran en la habitación cubiertos de toallas mojadas para salvar las letras del disco antes de que se quemaran. A partir de aquellos manuscritos casi desintegrados, Robert Smith tuvo que recomponer las letras, para lo que se encerró durante semanas en un antiguo desván del estudio de grabación. De allí surgió finalmente el disco Disintegration, tal y como lo conocemos.


DISINTEGRATION


Esta obra cumbre comienza con Plainsong,  que refleja a la perfección el tono sombrío del álbum, y que arranca con la mística y la grandiosa instrumentación que tendrán también la mayor parte de las canciones del disco, en las que transcurren más de dos minutos hasta que la voz entra en juego, dejando espacio para que la banda y las ideas musicales de Robert Smith se desarrollen y se desplieguen en la paleta de colores (oscuros) de la que nace este brillante y gótico lienzo. Todo el disco es un gran monumento oscuro y melancólico, un animal maltrecho y herido de muerte por los desengaños amorosos, las rupturas, y el inevitable adiós que acontece tras todas ellas.

Pictures of you no sólo no es ajena a esta temática, sino que se compone de los recuerdos y las imágenes que alimentan el dolor que sufre la persona abandonada. Robert Smith ojea las viejas fotos y recuerda los momentos vividos, y construye con ellos uno de los singles más brillantes de su carrera.

En Closedown de nuevo vemos las pautas en las que se basó la construcción de la gran catedral gótica dedicada a la autodestrucción que es Disintegration. Rotundas y lejanas baterías marciales, grandiosos teclados que revisten los temas en grandes oleadas, y la melancólica y tenue guitarra que va soltando notas sueltas al compás del conjunto, todo ello creando una atmósfera de grandiosidad y melancolía.

Tras el épico arranque de estos tres temas, llega el que puede ser el momento de más calma de todo el disco. Lovesong es, como su nombre indica, una tema de amor escrito por Robert Smith para su prometida Mary, con la que se casaría en la época de Disintegration. Es también la canción más corta y más sencilla del disco, alejándose de la ambiciosa propuesta del resto de temas, generosos en lo que a épica y a elaborados paisajes musicales se refiere.

Tras esta breve, pero sentida declaración amorosa, el disco vuelve a su pantanoso cauce con Last Dance, una vuelta a los complejos patrones de instrumentación que hacen que el disco apenas tenga un momento de respiro. La apocalíptica guitarra parece querer abrirse paso entre la maraña sonora y la voz dolorosa de Robert que anuncia el "último baile" antes del adiós.

En palabras del propio Robert Smith de Muchachada Nui: "Nosotros tuvimos una época muy buena, en los 80 que fue cuando lo petamos cosa bárbara con el Ding Dong Ding Dong" Se está refiriendo a Lullaby,  tétrica nana que se convirtió inmediatamente en himno eterno de la banda, apoyada en un excelente vídeo en el que un asustado Smith observa como una araña le va acechando con la intención de convertirle en su cena.

El resto de la banda tiene breves apariciones en el vídeo, como soldados tocando instrumentos musicales. La canción, más que una "canción de cuna", podría ser una metáfora de la adicción o la depresión, ambos elementos conocidos a fondo por el vocalista y líder de la banda. La idea de la canción viene de sus recuerdos de la niñez, ya que antes de dormir, su padre le cantaba:  "Duérmete ahora, niñito, o mañana no te despertarás..."


Al despertar de la pesadilla, nace un nuevo día en Fascination Street. Pero el día que se nos presenta no es soleado, sino una auténtica tormenta de guitarras y, sobre todo, de un lacerante bajo que le da al tema la atronadora base rítmica de la que es difícil bajarse en marcha. El tema más duro del álbum, irremediablemente me recuerda un oscuro pub getafense de los 90, un lugar al que no recomendaban entrar porque "vendían pastillas de colores". Nunca me intentaron vender nada allí dentro, pero cada vez que entré acabó sonando esta canción entre la oscuridad y las luces estroboscópicas.

La cara B del disco arranca con Prayers for Rain, épico tema que arranca con un ritmo de guitarra y un tenue piano de fondo, pero serán los teclados los que brillen en todo su esplendor con una oscura y apocalíptica melodía que se te clava en lo más hondo. De nuevo un tema largo y brillante con el que The Cure vuelven a hacer que el disco estalle en una supernova de negros y grises.

Y si con esto creíamos que la melancolía había llegado a su climax, a este tema le sigue The same deep water as you. Si todo el disco sabe a tarde nublada y melancólica lluvia, aquí directamente podemos oir el agua y los truenos cayendo. La batería suena lejana y empapada, y los teclados crean de nuevo una memorable atmósfera en la que encajar la característica guitarra que arroja notas más que puntearlas.

La canción Disintegration, que da título al disco, sigue la línea de Fascination Street pero con más luz, lo cual no es un halago sino una crítica. Le falta la oscuridad y la fuerza que Fascination tiene. En su favor, sin embargo, hay que mencionar lo elaborado de su letra, un auténtico poema sobre la añoranza mezclada con el rencor del abandono. La voz de Robert Smith va de menos a más, en un esfuerzo vocal que culmina en la  gran conclusión del tema: "Como siempre, llega el final".
El público interpretó el título, y el hecho de que en la portada solo salga el cantante, como un aviso de la separación de la banda, cuando en realidad se trataba de un proceso de desintegración personal, la sensación de que todo tu mundo interior se está desmoronando.


Homesick comienza con una juguetona y tenue guitarra, a la que se une un leve piano. El entramado de la canción va creciendo poco a poco a lo largo de sus siete minutos, y de nuevo no es hasta mitad de canción cuando la voz de Robert Smith se une al melancólico lienzo.

Todo termina realmente con Untitled, un final sin título para un disco sobre el dolor de un abandono. Aire fresco para una situación que ya era asfixiante, con las notas de un bohemio acordeón y un ritmo algo más positivo que la media. Quizá después de toda ruptura, transcurrido un tiempo y restañadas las heridas, siempre hay un momento para volver a empezar, y quizá no sabemos como llamar a ese momento. Quizá deba quedar sin título.



Hay parodias que trascienden al original, y también artistas originales que acaban convirtiéndose en parodias de sí mismos. En este sentido, el verdadero adiós de Robert Smith vendría un par de discos después, y fue brillantemente explicado por su gemelo de Muchachada Nui: "Un día, ví un punto brillante en el horizonte, y era mi talento que se alejaba..."


En su defensa, nunca ha dejado de intentarlo y la esperanza de que entregue un disco al nivel de Disintegration seguirá intacta. El hilarante y falso Robert Smith, que tan fielmente refleja la idiosincracia del auténtico, responde orgulloso cuando le ofrecen fingir su muerte y retirarse a la villa de los rockeros muertos:

"Lo siento chicos, yo aquí estaría a gusto y sería feliz, y eso me da miedo porque yo soy triste, y es triste admitirlo, pero más triste es negar que eres triste. Sobre todo cuando con eso hago cancionzacas. ¡Y voy a salir al mundo, y voy a gritar que tengo cosas que decir, y lo del armario con los pececicos se va a quedar en mantillas, comparado con la cantidad de chorradas que tengo ya pensadas. Yo no soy ni un mito ni una leyenda, yo soy de verdad!"

Así es como se evita la desintegración interior, y es entonces cuando lo que digan desde fuera pierde toda la importancia que nunca debió tener. No hay nada más. Unas torrijas para el camino, y una cantinela para animarnos mientras nos vamos alejando hacia el horizonte... "Vamos Robert, sal a bailar, que tu lo haces fenomenal, tu cuerpo se mueve como una palmera, suave, suave, su-su suave"
 





Bibliografía básica de este post (además de la inestimable e imprescindible Wikipedia):

Muchachada Nui: Robert Smith
https://www.youtube.com/watch?v=ufigznlMrbw

Muchachada Nui: Robert Smith en la villa de los rockeros muertos
https://www.youtube.com/watch?v=zaIR85T5UYY