"Tiene que haber un registro tuyo en algún lugar. Tienes que estar en los libros de alguien. La verdad, una foto de tu rostro, tu mirada herida. Lo sagrado y lo profano, el placer y el dolor. En algún lugar, tus huellas dactilares siguen siendo concretas. Y es tu cara la que busco en cada calle"
Analizando la letra de On every street, la canción que daba título al que sería último disco de la banda liderada por Mark Knopfler, es imposible preguntarse por lo que verdaderamente andaba buscando el genial guitarrista de la cinta en el pelo. ¿Era una mujer o, por el contrario, era su propio rostro el que estaba buscando, en una crisis de identidad que le llevó a plantearse buscar otros caminos en solitario?
Knopfler ya había dado inquietantes muestras de andar explorando otros caminos por separado, como su disco con The Notting Hillbillies, o el trabajo a dúo con Chet Atkins, o su cada vez más habitual firma en bandas sonoras como La princesa prometida o Last exit to Brooklyn, pero todo se desencadenó cuando, tras una extenuante gira mundial y con el alto listón de reconocimiento y ventas de discos anteriores, la apuesta por el entonces nuevo disco de Dire Straits no terminó de convencer a los críticos especializados y a sus seguidores más fieles.
Y eso que hablamos de un gran disco, que vendió también lo suyo, y fue nº 1 en varios países europeos (incluyendo España) y que contiene piezas tan exultantes en instrumentación y oficio como Calling Elvis, todo un curso avanzado del mejor rock en el arranque del álbum, y el primer single con el que intentaron llegar a cada calle y oídos del mundo. Todo un homenaje a Elvis Presley, que en directo alargaban hasta los diez minutos con toda la banda luciéndose en largos solos.El disco continúa con On every street, la canción titular, que habría lucido más como portentoso cierre del disco. Un tema portentoso que va creciendo desde una primera parte de balada lenta de piano y voz, con arreglos de clarinete y guitarra, hasta llegar al desarrollo final en el que la banda coge ritmo y la guitarra de Knopfler despega hacia el cielo cual dron recorriendo todas las calles de la ciudad. La paleta de colores y estilos del disco refleja también la inquietud existencial y musical en la que Knopfler se estaba moviendo, y el sofisticado y elegante country rock de When it comes to you es el siguiente ejemplo, con tramos que recuerdan a grandes momentos de sus primeros discos.
La cosa no queda ahí, porque en Fade to black la banda pisa el freno y se adentra en terrenos jazzísticos, y hasta el registro vocal de Knopfler cambia de manera tan brillante como sorprendente. A continuación, llega el ritmo alegre y juguetón de The Bug, inevitable single por su ritmo rockabilly y su poderoso estribillo. Un tema 100% Dire Straits y a la altura de sus mejores temas de antaño, que habría merecido un lugar más destacado dentro de la secuenciación del álbum, en lugar de quedar algo perdido en el final de la primera cara, como antesala de You and your friend, una balada correcta con la que cierran la primera parte del disco, y que tiene como parte más destacable un buen duelo de guitarras entrelazadas.
La cara B abre con Heavy fuel, de intensidad rockera y, de nuevo, certero estribillo marca de la casa, y un ritmo que recuerda al Money for nothing del aclamado Brothers in Arms. Le sigue la sombría Iron hand, con su ritmo de dobro y sus reflexiones sobre lo absurdo de las guerras y los enfrentamientos en los que siempre acaba cayendo el ser humano. El disco cambia, una vez más, de estilo en Ticket to heaven, una sorprendente canción con ritmo de baile de salón, en la que vuelve a destacar la elaborada instrumentación, a base de brillantes partes de piano y arreglos de cuerda a cargo de, ni más ni menos, George Martin.
La última parte del disco la completan la satírica My parties, sobre el lujo y el vacío de las fiestas de la jet set, que a punto estuvo de convertirse en un descarte; Planet of New Orleans, un viejo tema sobre la mítica Bourbon Street que fue regrabado para el álbum) y How long, un alegre tema country cuya ligereza me reafirma en que el mejor cierre habría sido simple y llanamente, On every street. Si Knopfler ya barruntaba el final de la aventura con Dire Straits, que mejor final para su nave nodriza que el que hacía referencia a "Una sinfonía de tres acordes que se estrella en el espacio".La letra va aún más allá, anticipando la sensación de abandono y sin sentido que nos dejó la marcha al limbo de Dire Straits: "La luna esta colgando boca abajo, no sé por qué sigo en el caso". Así nos quedamos desde entonces, patidifusos, colgando boca abajo. El mundo al revés, Knopfler sin Dire Straits. "Me parece un desperdicio, y cada victoria tiene un sabor agridulce.
Y es tu cara la que busco en cada calle". Yo aún la sigo buscando, desde aquel ya lejano On Every Street.
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