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"Screaming for Vengeance" (1982) es uno de los álbumes más icónicos de Judas Priest y una piedra angular del heavy metal ochentero. Producido por Tom Allom y Judas Priest, fue curiosamente grabado en Ibiza, en los "Ibiza Sound Studios" a finales de 1981. El entorno paradisíaco de la célebre isla española parecía el ideal para la grabación del disco, pero la realidad fue que los miembros de la banda pasaron más tiempo de fiesta que en el estudio, y el propio Rob Halford dijo que había sido un auténtico milagro que llegaran a terminar "Screaming for Vengeance" en mitad de todo aquel desenfreno.
El álbum iba a llamarse inicialmente "Screaming" a secas, y como parte de ese gran milagro ibicenco, fueron muchas las canciones que llegaron a grabarse, siendo después algunas de ellas descartadas para la versión final ya rebautizada como "Screaming for Vengeance", que se mezcló en Estados Unidos, en los Beejay Recording Studios en Orlando y en los Bayshore Recording Studios de Miami. Allí también se grabó, en el último momento, el tema “You’ve Got Another Thing Comin'”, tras encontrar una demo en una revisión de las cintas de las grabaciones. Rápidamente la regrabaron, y ese fue el último tema en entrar a formar parte del álbum, y curiosamente el que acabaría siendo el mayor éxito del disco y el que les catapultó al éxito en Estados Unidos.

"Bloodstone" suena menos revolucionada, pero aporta a cambio una destacable oscuridad rítmica, una melodía de lo más hipnótica y un gran estribillo. (Take These) Chains es una de las rarezas del disco, un tema escrito por Bob Halligan Jr., que no formaba parte de la banda, y aporta al disco una sensibilidad melódica que no tienen otros temas, y que no es la tónica general de "Screaming for Vengeance". Es probablemente la más comercial del disco, con todo lo que ese adjetivo puede tener de bueno y malo. No es la única canción "atípica" del disco, porque Pain and Pleasure sorprende por su ritmo lento y su minimalismo atmosférico.

El último tramo del disco incluye una balada que empieza atmosférica y etérea ("Fever"), para ir después creciendo en intensidad, y en la que de nuevo Halford impresiona con su registro vocal. No es la canción más destacable de "Screaming for Vengeance", pero es otra de las rarezas del disco, y funciona bien como contrapunto sonoro de los temas más potentes, entre los que estaría incluida Devil’s Child, el poderoso broche final del álbum. Judas Priest se despiden haciendo lo que mejor saben hacer, con un riff y un ritmo de guitarras de lo más pegadizo.
El disco consolidó a Judas Priest como leyendas del heavy metal, e hizo añicos el invisible techo de cristal que les separaba del éxito masivo, sin que con ello tuvieran que sacrificar sus señas de identidad en beneficio de la comercialidad que dominó el género en los años ochenta. Con este disco, Judas Priest recuperaron el estilo de guitarras agresivas que tan buen resultado les dio en "British Steel" (1980), y en definitiva, crearon un disco icónico en todos y cada uno de los aspectos que lo compusieron, empezando por la complicada grabación, pasando por la enorme calidad de las canciones que acabaron formándolo, y terminando incluso por la espectacular portada, en la que un halcón cibernético se lanza en caída libre con la misma intensidad que la de las canciones de este irrepetible "Screaming for Vengeance".