"Contra todos. Otra vez me levanto contra todos..."
Empieza esta reseña de manera defectuosa, haciendo referencia a una canción que no está en Material Defectuoso (2011), el décimo álbum de estudio de Extremoduro. "Contra todos" apareció en directo en la posterior gira de la banda, y finalmente acabó en "Lo que aletea en nuestras cabezas", el disco de debut de Robe Iniesta en solitario, alejándose definitivamente de este Material Defectuoso del que parece venir su origen, a juzgar por el rastro de los versos de la canción que aparecen en la contraportada. ¿Y por qué la referencia a Contra todos? Porque eso es lo que Robe, con más insistencia que nunca, transmitía con todas las acciones relacionadas con este disco. No hubo vídeo nuevo. Ni entrevistas o ruedas de prensa. Tampoco hubo gira ni promoción alguna. Una vez más, contracorriente, o contra toda lógica. Contra todos.
¿Y si las complejas características de este disco, trabajado en el estudio hasta el último detalle, pero mucho más melódico y heterodoxo respecto a los discos clásicos de la banda, exigía una venta más esforzada de sus virtudes? Pues entonces van y le ponen el título de Material Defectuoso. Contra todos y contra todo. Y lo mejor es que, más allá de las reticencias de sus seguidores más ortodoxos, el disco funcionó, y llegó directamente al nº1 en las listas de ventas, y se
mantuvo en lo más alto durante cuatro semanas consecutivas. Así que, Contra todo pronóstico, teniendo en cuenta la nula promoción, un disco de sólo seis canciones y un sonido más suave y refinado que el de discos anteriores, llegó igualmente "al camino recto, por el más torcido".
Con una estrategia tan suicida, no es de extrañar que el único single fuera un tango. El tema Tango Suicida se puso a la venta en mayo de 2011 y estuvo disponible en la web del grupo, con sus más de ocho minutos de magia, en los que se alternan pasajes de taciturna belleza y tramos de guitarras duras marca de la casa, todo ello hilvanado con unas letras difícilmente superables. Un auténtico viaje sonoro por las relaciones personales y el mundo interior de ese atormentado y canalla personaje que se asoma a las grandes canciones de Robe, casi una road movie en clave de tango y ópera rock, con coros que increpan a la voz cantante, entre bohemias melodías de saxofón y varias capas de guitarras.
En mi caso, esta road movie no empezó a ritmo de tango, sino al son de unos tambores tribales, pero lo hizo precisamente en un viaje en coche, y en el momento en el que el locutor presentó Desarraigo, el entonces nuevo tema de Extremoduro. Desde los mencionados tambores con los que arrancan tema y disco, el cuidado por la instrumentación y la exuberancia de los arreglos era más que evidente, pero al mismo tiempo el tema traía consigo todas las señas de identidad de la banda, lo que unido a la habitual intensidad gráfica de sus letras ("La vida vino dando volteretas, los pies al suelo a mí no me sujetan, que soy viento y me embalo y arranco las veletas"), desembocó en que mi siguiente viaje en coche fuera en dirección a la tienda de discos, para comprar un material que se me antojaba excelso en lugar de defectuoso.
Con el disco ya en mis manos, la primera escucha completa fue también en otro viaje en coche, rumbo a unas merecidas vacaciones con mi mujer y mis hijos. Con el disco sonando en el reproductor, el camino no se hacía tan largo con esa maravilla que es Mi espíritu imperecedero, que perfectamente habría podido ser un single de impacto, por su estructura de "hit clásico" con estribillo reconocible y pegadizo, y al mismo tiempo provista de la generosa y brillante lírica habitual en las letras ("Se ha roto otro peldaño de la escalera, soledad y desengaño son mis condenas. Después de tantos años, carcelero ¿cuánto queda? Volver, que me hacen daño los minutos de esta espera")
Le sigue Otra inútil canción para la paz, lo más parecido a un himno o una canción protesta que podemos encontrar en el disco, pero protesta a la manera sui generis de Robe, que ante el genio de la lámpara pide "cambiar este mundo tan feo", lo cual es tan simple como loable, pero después pide "que caiga una droga del cielo" y viajando con niños, ahí empezó a complicarse la cosa. El pequeño era sólo un bebé, y el mayor era aún pequeño, pero ya entendía las letras, por lo que tuvimos que cantar fuerte y por encima de Robe en algunos tramos, cambiando algunas palabras por otras que sonaran similares. La droga se convirtió en una "trona", la cual traducimos como un gran rayo que caía del cielo y lo limpiaba todo. En este tema hay una nueva referencia al "Contra todo" que subyace en muchos matices del disco. Robe sigue pidiendo cosas, como "que el odio me salga de dentro" o poder "decir que estoy aquí, que estoy en contra de todo" antes de que el genio le diga que se calle y que pida de nuevo un deseo.
Tras la ya mencionada Tango suicida, en la que logramos convencer al niño de que el personaje se va de "rutas" para ahogar sus penas, el disco se cierra con Calle Esperanza s/n, un tema lento y susurrante que pone de nuevo a prueba nuestra capacidad de sorpresa. Robe nos reta en cada cambio, porque va de nuevo contra todo, y aquí lleva al límite la tendencia del disco a la calma y los aires sinfónicos, pero no deja de ser una nueva exhibición de clase y talento, con un solo final de Uoho digno del Gilmour de los mejores Pink Floyd. Y como no rendirse a letras con posibles guiños al gran Sabina, con referencias que van desde el propio título (La Calle Esperanza no debe andar muy lejos de la Calle Melancolía) a la manera en la que piropea a su particular Eva tomando el Sol, hablando con el astro rey ("Tumbadita en el suelo, tomando el sol en cueros... ¡Sol, que despacio vas! No será que te has parado a mirar")
Desde entonces, han sido muchos los viajes que me han llevado más allá de la Calle Esperanza. Unos más largos y otros menos, pero en muchos de ellos, siempre he encontrado un hueco para que los cuatro cantemos a voz en grito a lo largo de estos 43 minutos casi perfectos. Así que, una vez más, nos abrocharemos los cinturones, pondré en marcha el reproductor del coche, y unos tambores tribales anunciarán la llegada del desarraigo, de lo imperecedero del espíritu, de lo inútil de cantarle a la paz, de lo suicida que sería dejar que se fuera la persona amada, un golpe emocional del que no se repondría ni el más grande de los astros, ese sol que no pudo evitar caer en la tentación de alguna que otra mirada furtiva. Pequeños pecados beniales, y grandes materiales defectuosos.
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