domingo, 22 de enero de 2023

Flaming Pie - #mesPaulMcCartney



Una noche de sábado de 1997, saliendo con los amigos por Getafe, en la céntrica calle Madrid nos topamos con un vendedor de cassettes piratas. Eran los últimos años de un formato que, aunque peor en prestaciones que el vinilo, era tan fácil de piratear como después lo sería el cd. Recuerdo perfectamente que José María Hernández, mi amigo y compañero en 7días7notas, estaba conmigo en aquel momento, pero he olvidado cuáles fueron los cassettes que se compró. Yo me llevé a casa el "Filthly lucre tour" de unos recién reunidos Sex Pistols, y el Flaming Pie de Paul McCartney.

McCartney venía de un largo silencio tras el irregular Off the Ground (1993), silencio en parte motivado por una obligación contractual con la discográfica, que le pidió que no publicara ningún trabajo durante los dos años que duró el proyecto de The Beatles Anthology, para no entrar en competencia consigo mismo, o más bien con su antiguo yo, ese que maravilló al mundo entero junto a los otros tres magníficos de The Beatles. Durante ese tiempo, McCartney limó asperezas con George Harrison y Ringo Starr, y el trabajo tanto de grabación de temas inéditos (Free as a bird y Real Love, coproducidos por George Martin y Jeff Lynne) como de revisión de las múltiples versiones y rarezas que formaron aquella antología, despertaron en él el gusto por la forma de tocar y de grabar de aquellos tiempos pasados. Todo ello, en mayor o menor medida, acabó contagiando el espíritu y el tono de Flaming Pie, uno de sus mejores trabajos en solitario.

Una de las conexiones más evidentes con aquella revisión de su pasado con The Beatles, junto a la presencia de Ringo Starr en varios temas o la producción de Jeff Lynne, es el título que McCartney decidió para el álbum, una clara referencia a una historia que Lennon contó en el diario Mersey Beat en 1961, sobre cómo habían escogido el nombre del grupo. Lennon dijo que un tipo que había salido de una "tarta en llamas" se lo había sugerido en un sueño. Y eso siempre fue para mí lo peor de este disco, porque un álbum tan personal y acertado habría merecido un título más centrado en todo lo bueno que Macca estaba ofreciendo, en lugar de volver a mirar hacia el pasado. Así que, para qué os lo voy a negar, el título me generó aquel día muchas dudas sobre lo acertado de mi compra, y le di bastantes vueltas en el camino a casa.

A la mañana siguiente, lo primero que hice al despertarme fue poner el cassette de McCartney, y todas las dudas se disiparon al escuchar The Song We Were Singing, una canción que tiene también una mirada nostálgica hacia "las canciones que cantábamos en cualquier momento determinado" y a los buenos ratos con Lennon escribiendo canciones en Forthlin Road,​ pero esa mirada es alegre y renovada, y es un energizante comienzo de disco junto a The World Tonight, uno de los sencillos del disco (el único publicado en los Estados Unidos) e If You Wanna, la primera de las tres colaboraciones con Steve Miller que se incluyen en el disco. McCartney y Miller habían colaborado anteriormente en el tema My Dark Hour (1969),​ y cuando reparó en que su hijo James era un gran seguidor de su música, le llamó para que colaborara en el disco.

Somedays es la primera balada del disco, compuesta mientras acompañaba a su mujer Linda a una sesión de fotos. Una pieza delicada y melancólica, y reforzada por los arreglos orquestales de George Martin. Tras este breve y agradable respiro, el tándem McCartney-Miller regresa con Young Boy, grabado con Steve Miller en 1995 en un estudio de Idaho en 1995. Por esa época, y hasta ya entrado 1997, se grabaron la mayor parte de los temas de Flaming Pie, y solo dos temas del disco son anteriores a ese período. Uno de ellas es Calico Skies, escrita en Long Island en 1991, en la época en que fue asolada por el huracán Bob​, y grabada en 1992, antes incluso de las sesiones de Off the Ground (1993).

Hasta aquí el disco es brillante y sin fisuras, pero la segunda parte del disco alterna buenos temas con canciones que se quedan en correcto relleno. A medio camino entre ambas categorías estaría precisamente Flaming Pie, una de esas canciones animadas y algo paródicas de Macca, que reafirma que elegirla como título del disco no fue una buena decisión, porque no encaja con la atmósfera de un disco en el que tanto McCartney como Lynne habían buscado crear una producción seria y no demasiado elaborada. En el capítulo de aciertos estaría Heaven on a Sunday, compuesta por Macca durante unas vacaciones en Estados Unidos, y que cuenta con su hijo James McCartney a la guitarra y con Linda McCartney en los coros. Por contra, Used to be bad, la tercera y última colaboración con Steve Miller, es un tema de corte blues sin demasiado gancho, y al que se le nota demasiado que proviene de una instrumentación en el estudio, más que de un trabajo compositivo específico. 

Tras un par de baladas en la que McCartney vuelve a demostrar la facilidad con la que factura melodías delicadas (Souvenir) y sentidos homenajes (Little Willow, compuesta para el hijo de Ringo Starr, tras la muerte de su madre, el disco transita por un tramo en el que la colaboración con el mítico batería se hace notar en Really Love You (compuesta por los dos ex Beatles y con Ringo en la batería) y, sobre todo, en Beautiful Night, uno de los mejores temas del álbum, una canción compuesta una década antes, en la que Ringo colabora también en las voces, y que contó también con el refuerzo de las orquestaciones de George Martin, añadidas en Abbey Road. Fue uno de los singles publicados del disco, y habría sido el final perfecto, pero Macca optó por incluir también la canción Great Day, el otro tema del disco que fue grabado en 1992, que contrasta con el tema anterior no solo por su título antagónico, sino por la sencillez de su estructura. Una canción con un simbolismo especial, pues incluye de nuevo a Linda McCartney en los coros, para acabar cerrando el que sería el último trabajo discográfico de McCartney junto a su esposa, que fallecería el año siguiente a la publicación de Flaming Pie.

Sólo una cosa me quitó más el sueño que el desafortunado título de Flaming Pie, y es que le impidiera llegar al número uno del Billboard estadounidense y de las listas de Reino Unido el disco Spice de las Spice Girls. Sin duda, un presagio de lo que le iba a pasar a la música en décadas posteriores. El picante pudo con la tarta, y hoy en día, de las llamas que gente como Lennon o McCartney una vez prendieron, solo parecen quedar las brasas.​ Menos mal que, por si aprieta el frío o me apetece un dulce, aún guardo aquel cassette de Flaming Pie, para acabar volviendo siempre que quiera a "las canciones que cantábamos en cualquier momento determinado".

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