miércoles, 29 de julio de 2020

Joaquín Sabina - Juez y Parte (Mes Joaquín Sabina)


El #MesJoaquinSabina llega a su fin, y quería cerrarlo con un disco muy especial para mí porque, como su propio nombre indica, ha sido Juez y Parte de algunos momentos de mi vida. Pero más allá de la carga personal que pueda tener este disco, es además el álbum más homogéneo de su carrera, probablemente junto a 19 días y 500 noches sea el disco que más se acerca al nivel de una obra compacta y unitaria, un todo coherente en el extremo opuesto de otros discos que eran simplemente la suma de una decena de buenas partes.

Algo tiene que ver, en esto, que sea el único disco de estudio que grabó al completo con Viceversa, su banda de acompañamiento para los directos (ya con el fiel Pancho Varona entre sus filas), con la que grabó el directo Joaquín Sabina y Viceversa, que también tuvo su espacio a lo largo del mes que hemos dedicado a Sabina. Y algo tiene que ver también que sea su primer disco claramente "eléctrico", apuntando una tendencia que ya había empezado a salir a la luz en el anterior Ruleta Rusa, pero que es en Juez y Parte dónde adquiere su máxima expresión y profundidad.

Escuché por primera vez el disco en junio de 1987, dos años después de su publicación, y mientras Sabina estaba enfrascado en la gira de presentación de su siguiente disco Hotel, dulce hotel. El colegio había acabado, y los campamentos de verano no eran tan populares como lo son ahora, así que acabe enrolado en un viaje en coche a Logroño, para acompañar a mi tío Carlos a una feria de alfarería y cerámica que se celebró aquel año en la céntrica Plaza del Mercado. Nos hospedamos en una pensión cercana, que cumplía con los cánones de las sabinianas "pensiones sin mondas", y al día siguiente montamos nuestro stand en la feria. Allí, ya fuera como reclamo para los compradores, o para entretener a los sufridos alfareros (en mi caso, simple ayudante de alfarero) que pasábamos el día entero detrás de las vasijas, platos y figuritas de barro expuestas en aquellos pequeños stands, la organización "pinchaba" discos que sonaban de principio a fin por el hilo musical. Y sí, lo habéis adivinado, mi momento favorito era cuando le llegaba el turno a Juez y Parte.

JUEZ Y PARTE (1986)

Ya desde el principio, para un chaval de 14 años recién cumplidos, que no sabía que aventuras iba a depararle la vida ni que personas conocería durante el viaje, las letras de la crápula Whisky sin soda dibujaban intensas escenas en mi cabeza de adolescente, y eran la perfecta carta de presentación para el artista que estaba entonces descubriendo. En la misma línea pero con un mayor valor autobiográfico, Cuando era más joven despertaba sensaciones parecidas. ¿Qué experiencias y emociones similares serían las que yo llegaría a vivir? ¿Las contaría después en la edad adulta, desde la misma mirada nostálgica que tan bien reflejaba Sabina en aquel intenso tema?

De la mirada nostálgica y la declaración de intenciones, Sabina regresaba al presente y a la crónica social, para contar con sumo detalle y estética de novela negra el drama del anónimo Ciudadano Cero, episodio de locura que acaba en asesinato múltiple. Un tema lúgubre e intenso, con una letra tan visual que era imposible no sobrecogerse, no solo ante los "17 muertos en 30 disparos", sino también por el gato al que dejó cojo, y el "Volkswagen tuerto de un tiro en un faro". Para darle más verosimilitud al tema, los dioses se alinearon y en Logroño llovió durante varios días de aquella semana, a veces mientras sonaba este tema, mientras Sabina se preguntaba "que razón oscura te hizo salir del agujero, siempre sin paraguas, siempre a merced, del aguacero..."

Debo decir que, desde entonces, este joven aprendiz de alfarero no ha cambiado en lo más mínimo en su devoción por Joaquín Sabina, por lo que no se me puede reprochar lo mismo que se le echaba en cara al Joven aprendiz de pintor, uno de los mejores temas del disco y del cancionero del autor, que destila bohemia y decepción en cada uno de sus versos, intensas y acertadas puyas contra la envidia, la deslealtad y las críticas en el mundo del espectáculo. A través de las profesiones de pintor, novelista, torero y, por supuesto, cantautor, Sabina desgrana con brillante gracejo las miserias y mentiras de la fama y los aduladores que te suben al podio para después dispararte desde abajo.

Serán casualidades, pero son muchas, las que hacen que este disco sea tan relevante en mi vida. Mirando hacia atrás, como lo hacía Sabina en Cuando era más joven, me doy cuenta que años después fui yo mismo el que, "huyendo del frío, busqué en las Rebajas de Enero, y hallé una morena bajita que no estaba mal". Y dicho sea de paso, "apenas llegó, se instaló para siempre en mi vida".


En la línea de Ciudadano Cero, aunque bastante más idealizada, estaría la intensa descripción de la banda del Kung Fu. Prima hermana de otras odas a personajes del lado más salvaje y macarra de la noche madrileña, como Qué demasiao o la posterior Pacto entre caballeros, quizá sea la que menos me llega en el conjunto, aunque es un tema divertido y de fácil escucha. Como anécdota, y en una canción sobre pandilleros amigos de lo ajeno, no podía faltar un "hurto". La ovación de falso directo al final del tema se "tomó prestada" del disco doble en directo "Rock in Rios" de 1982.


Tras este pequeño lunar, el resto de la piel se nos pone de gallina al escuchar la Balada de Tolito, tierna descripción de un anciano sin techo, que a cambio de casi nada entretiene a quien quiere verle con pequeños trucos de magia. Sensible y respetuosa, surgió como un encargo para el programa "Vivir cada día" de TVE, para la que Sabina hizo un seguimiento del personaje real. Después de conocerle, tiró a la basura la letra inicial y compuso este bello y sentido homenaje.

Así como Kung Fu queda rara encajada entre una positiva canción de amor y una sentida tonada para un mendigo, después de una canción tan emotiva hacía falta una canción como Incompatibilidad de caracteres, un bálsamo de alegría rockandrollera, con una jovial gamberrada final en la que van repitiendo el título, pero eliminando en cada ocasión una de las sílabas de "Incompatibilidad". La broma final funcionaba, además, muy bien en directo, así que la canción fue más imprescindible que incompatible en los conciertos de Sabina.

Para el tramo final del disco, Sabina se guardaba lo mejor, y por fin en el penúltimo corte hace su aparición la gran Princesa de este afilado cuento urbano y suburbial. ¿Qué decir de uno de los temas bandera del artista? Pues que la casualidad me hizo un nuevo guiño con este tema y este disco. Años después, en el libro "Sabina en carne viva", el propio Joaquín contaba que: "Princesa es una chica de Logroño (...) Muy hippiosa, extraordinariamente joven y extraordinariamente hermosa. A la que conocía y con la que me acostaba cuando iba a Logroño (...) Luego se vino a Madrid y fue cayendo en picado. Eso llevó a la heroína y en ese momento hice la canción". Sabina se tomó algunas licencias en la letra de la canción, exagerada y dramatizada en beneficio de la intensidad de la historia. La princesa original no tuvo una sobredosis, dejó las drogas y lleva una vida normal y anónima. Quizá la Princesa de hoy en día, estable y reformada, le negara sus favores a un Sabina que en Quédate a dormir gasta la bala de la sinceridad y la asumción de la derrota como último intento de conseguir que la chica se quede en su casa. Estamos ante la típica rareza de final de disco, dónde hay licencia para asumir riesgos en lo musical y jugar con estilos poco habituales. En esta ocasión, le toca el turno al reggae, combinado con desenfadados arreglos de metales al estilo dixieland. Un gran acierto, y en contraposición una canción que no ha gozado de una gran repercusión y que no es habitual en los conciertos.


Y hablando de conciertos y casualidades, una de las últimas noches antes de que la feria acabase, salimos a pasear por Logroño. Andamos durante un largo rato, y llegamos a una plaza en la que había un escenario, y una multitud de riojanos estaban disfrutando de un concierto de... Joaquín Sabina. Nos quedamos un rato bebiendo (Coca Cola en mi caso) y escuchando canciones, y cada vez que atacaban alguno de los temas de Juez y Parte el corazón me daba un vuelco. Un motivo más para pensar que los astros estaban extrañamente alineados duran. Con el paso de los años, el recuerdo del concierto se ha ido difuminando, hasta el punto de no tener claro si fue real, o lo soñé mientras dormía en la pensión.

Sí que he podido comprobar el día exacto en el que terminó la feria, el 14 de junio de 1987, porque ese día nos invitaron a cenar en un restaurante que estaba muy cerca del ayuntamiento. Esa noche el Logroñés venció por 1-0 al Valencia, y logró el ascenso a primera división. La afición se agolpó frente al ayuntamiento, y los jugadores salieron al balcón para llevarse una gran ovación, que a mí me recordó más al final de Kung fu que a algo relacionado con el fútbol. Ahora por fin escribo esta historia para 7dias7notas, y me acabo de enterar que el nuevo Logroñes ha logrado el ascenso a Segunda. Alguien habrá sido Juez y Parte de tantas casualidades, que nos han llevado a todos al momento en el que estamos. El final del #MesJoaquinSabina. Es el momento de coger uno de esos "sucios trenes que iban hacia el norte" en busca de una nueva aventura y un nuevo artista que escuchar y sobre el que hablar. Nos prepararemos un buen whisky sin soda y decidiremos sin prisa. Tenemos todo un verano por delante.

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