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Recuerdo perfectamente el momento en que me compré el Transformer de Lou Reed, un día cualquiera mientras rebuscaba entre los cd's de "Discos La Metralleta" en un sótano del centro de Madrid, cuando podías encontrar allí casi cualquier cosa que buscaras al asequible precio de 6 euros. Al ver a Lou Reed sombreado en amarillo y negro en la carátula pegué un respingo, y emocionado lo abrí para ver si el cd interior estaba en buen estado. Sorprendentemente, el cd era completamente plateado y sin ninguna inscripción o dibujo que demostrara que se trataba realmente del mejor disco del "poeta de Nueva York" y no de otro disco cualquiera, que por equivocación hubiera terminado en esa caja, y aunque la explicación más probable era que se tratara de un cd grabado, yo estaba tan cegado por la emoción que aquello me pareció un mal menor.
Para resolver mis dudas, me dirigí al mostrador de la tienda y le mostré al dependiente el extraño cd plateado y sin leyenda alguna, como si de un platillo volante extraterrestre se tratase. El hombre de la tienda, no sé si disimulando para no perder una venta, o igualmente abducido por el extraño objeto, lo puso en un reproductor de cd's para resolver el misterio. Cuando Vicious empezó a retumbar por toda la tienda, supe que ese disco acabaría en mi mochila, porque original o no, contenía una obra maestra histórica. Con las afiladas y distorsionadas guitarras glam rock de Reed y Mick Ronson aún sonando de fondo, en el que era el tema de sonido más Velvet Underground del disco, el dependiente me ofreció una rebaja para compensar por el cd interior, dejándolo en 5 euros. Quizá eso fuera una prueba más de que el cd era grabado, pero a mí ya me daba lo mismo, era más grande mi "vicio" por aquel disco que cualquier otro pensamiento más coherente al respecto.
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Ya en casa, y escuchando el disco al detalle, la combinación de las guitarras sucias de Lou Reed y el toque brillante que le dan a las canciones la producción y las aportaciones de David Bowie me resultaron todavía más evidentes, y me reafirme en que estaba ante una auténtica joya irrepetible, aunque no exenta de momentos menos inspiradores como en Hangin' Round, que como su nombre indica no es más que un divertido intento de "dar vueltas" sobre el concepto de las estrellas de rock clásico y callejero con las que Reed se relacionaba en The Factory en los tiempos de Andy Warhol y la Velvet Underground. Es solo un respiro más o menos prescindible, antes de llegar a uno de los momentos cumbres del álbum y de la carrera del neoyorquino, la excelsa Walk on the wild side, una historia sobre travestidos, fracasados y otros personajes condenados a transitar por el "lado salvaje de la vida", con una letra que es casi cinematográfica y en la que la intensidad del bajo, los coros femeninos y el solo de saxofón son tan legendarios como la propia letra, sin duda una de las mejores de su carrera.
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Tras el paréntesis de New York Telephone Conversation, una anecdótica pieza de relleno en clave de comedia teatral con base de piano, sobre la ligereza y los cotilleos de las conversaciones telefónicas, llega la traca final con dos canciones tan contrapuestas como brillantes: I'm So Free es el rock alegre y vitalista, y la libertad y la alegría de su letra y de sus arreglos contrasta con el tono sombrío y bohemio de Goodnight Ladies, más cercana a las canciones ebrias y cabareteras de Tom Waits, en la que la tuba hace de nuevo su aparición en el disco, y el saxofón se luce junto a la voz profunda y deprimida de Reed.
Al ponerlas juntas al final del disco, es como si fueran parte de una misma escena cinematográfica, que comienza en un estado de alegría y optimismo extremos, que a lo largo de la noche se van transformando en decepción y resignación, como si el "día perfecto" de esa otra gran canción del disco no terminara como habríamos esperado, y solo quede volver a casa haciendo eses y apoyándose en cada farola del camino, con la esperanza de que, a la mañana siguiente, el nuevo día sea aún más perfecto, los cd's plateados sean claramente auténticos, y los dependientes sigan haciendo buenos descuentos. Hasta entonces, y como dice el bueno de Lou Reed para cerrar este enorme disco: ¡Buenas noches, señoritas!
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