Concluido su exilio voluntario en España, dando por cerrada su exitosa etapa junto a Los Rodriguez, Andrés Calamaro se pone un nuevo objetivo, retomar y revitalizar su carrera solista que había abandonado a finales de los ochenta. Para ello graba en Estados Unidos en el año 1997 junto a músicos de sesión de gran experiencia y la producción de Joe Blaney, lo que se convertiría en un clásico tanto en su carrera como para el rock nacional, Alta Suciedad que fue un hito en ventas, superando las 500 000 copias vendidas en todo el mundo (El segundo disco más vendido del rock argentino en aquel momento tras El Amor Después del Amor, de Fito Páez) y posibilitó la resurrección de su carrera en su país llevándolo a realizar gran cantidad de presentaciones en vivo. A menudo considerado erróneamente como su debut en solitario, lo cierto es que Calamaro contaba en los tiempos de “Alta Suciedad” con una trayectoria porteña de casi veinte años, ya fuese integrado en bandas (Raíces, Los Abuelos De La Nada) o rubricando con su nombre un puñado de interesantes discos pop, pero de sonido algo sintético. Instalado en Madrid desde 1989, tras responder a la llamada de Ariel Rot que prendería la mecha de Los Rodríguez, fue el inédito ensamblaje de rock porteño, raíz stoniana e influjo latino. Hacia 1996, cuando el proyecto se rompió tras una exitosa gira junto a Joaquín Sabina, Calamaro era ya el más célebre fichaje internacional del rock español. Y mientras el grupo hacía aguas, él esbozaba ya en maquetas caseras lo que sería su inminente presentación como músico solista en nuestro país.
Comienza de una forma que te impacta su sonido pesado, “Alta suciedad” es un ejemplo claro de las buenas letras que relucen a lo largo de todo el disco, sus primeros segundos dan la impresión que estaremos en presencia de un disco de rock clásico "pero era una mentira, para robarte un tal vez". Una guitarra distorsionada, la poderosa batería de Jordan, un riff perfecto, una sección de viento excelsa y para rematarlo un estribillo pegadizo absoluto. Todo un pelotazo. “Todo lo demás” nos baja un poquito el hype, es un buen tema, pero se ha relajado después del trallazo de presentación, una canción con un toque muy argentino, pero lo recupera con una canción con sutilezas pop, “Donde manda marinero” es una de las mejores canciones que Calamaro haya creado una alegoría a insatisfacción, tiene trazas de tango y gana con cada escucha. Damos paso al funk satinado de “Loco” donde destaca la presencia del bajista Chuck Rainey en la grabación, y parece diseñado para capturar el característico lucimiento sin alardes de los viejos músicos de sesion de música soul, Chuck encajó sin problemas la burbujeante línea de bajo que, junto a los efectos wah wah y los vientos, son los grandes protagonistas del tema, disfrutemos de un funk redondo donde los músicos se lucen y que se convirtió en single, y sirve a la vez para relajar un poco la intensidad, es un remanso a la espera de la próxima vuelta de tuerca… la joya… la célebre “Flaca”, que por muchas veces que suene en las radios sigue manteniendo intacta su belleza, una melodía de inicio arrebatadora da paso a una letra majestuosa, que habla del amor con espinas, el que duele y da vida a la vez, del que deja marca, una maravilla que los músicos impregnan de soul y que habla, dice Calamaro, “de los pequeños daños que nos hacemos a veces las personas”, una canción que se para en la frontera del amor y el desamor. Un pedido de derrota digna con las maletas en la puerta, que pide a gritos quedarse con un bonito recuerdo porque solo puedes quedarte con los buenos recuerdos.
“¿Quién asó la manteca?” Suena un poco extraño dentro de lo que nos
había regalado, es un funk al ralentí que brama contra el tedio y la mentira, un
denso reggae en la línea calamariana más experimental, que empieza como un
extraño relato gauchesco. Lo voy a decir
buen claro, al que escribe esto “Media
Veronica” le parece una de las obras cumbres de la carrera de Calamaro, con
una arquitectura pop muy beatle, basada en diseños alambicados y que tiene su
origen en una mínima idea instrumental: juguetear con las posibilidades de una
batería distorsionada envuelta en un sutil trenzado atmosférico (tejido en
directo dentro del estudio, con bonitos ribetes de cello) que envuelve a la
perfección uno de los textos más sugerentes de Calamaro, un tema que trasmite
una melancolía extrema que se clava como un puñal en las tripas. En este tema
se deja de experimentos y su piano inunda el aire de un dulce dolor tanguero
que le da un desarreglo imprescindible. "Media Verónica" es una
adolescente que pasa por los desamores como lo tiene que pasar cualquier
adolescente que se aprecie como tal: dejando la vida en ello… ¿o quizás no?...
un tema muy ambiguo sin duda alguna… “La vida es una cárcel con las puertas
abiertas, Verónica escribió en la pared, con la tripa revuelta”.
El resultado es un disco soberbio
que se nutre del talento de un compositor en estado de gracia y de la calidad
de unos músicos que barnizaron la grabación de música negra. Ninguna de las
canciones flaquea, nada es prescindible, todo suma. Una delicia para los oídos.
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