Andrés Calamaro, después de su
derroche primero con Honestidad brutal (1999), lanzado a la categoría de mito
de la música en español, y con razón, y un año después con la publicación de El
Salmon (2000) compuesto por 103 canciones, estuvo un largo tiempo sin sacar
nada al mercado, el caso que Calamaro había pasado unos tormentosos años, de
excesos y grabaciones y El salmón fue su punto culminante…y desapareció del
primer plano, fue en 2004 cuando estrena
un disco, en el que canta a los clásicos exceptuando tres canciones de factura
propia. “El cantante”, el disco no contenía apenas canciones propias, sino que
era una suerte de disco de versiones de grandes clásicos latinoamericanos que
iban del Tango a la Salsa, pasando por el Folklore es decir, Calamaro se salía
con un disco nada calamarista para sus parámetros pero que iba a marcar buena
parte de su rumbo en los próximos años, nos sirve un trabajo para escuchar
tranquilamente, en el que cada detalle ha sido cuidado, editado en el
tradicional formato de 12 canciones, podría decirse que Calamaro, por fin, se
rindió a la industria, aunque escuchando se llega a la conclusión de que lejos
de seguir las tendencias rumberas de los antes rockeros nacionales, el compositor
argentino apuesta por un trabajo diferente. No será del gusto de todos, pues es
una apuesta arriesgada, con canciones tan viejas como imperecederas, pero marca
la diferencia en el panorama musical.
También de diez es “El arriero” de Atahualpa Yupanqui, un
clásico el Folklore argentino con un tono de la canción brutal. Con Gringui
Herrera compone “La libertad”, uno
de los tres temas propios, con otra letra muy celebrada, aunque a mí es una canción
que me deja un tanto frío, no llega al pelotazo de Estadio azteca pero es otra canción
que del disco a la que el público le tiene una gran estima. Volvemos a los clásicos,
para sumergirnos en “Alfonsina y el mar”
el clásico argentino de Ariel Ramírez y Félix Luna que popularizó Mercedes
Sosa, con Niño Josele destacado, incluyendo un fragmento de «Zamba de mi esperanza»
de Luis Profili (Morales), que se convierte en uno de los momentos más
brillantes del disco. “Las oportunidades”
es la única canción que compone en solitario Calamaro y nos enlaza con
Honestidad brutal, tanto en su música como en la letra, una rumba nostálgica
con una melodía llena de gancho y una letra que contiene versos certeros: “La
culpa es un invento muy poco generoso / y el tiempo, tremendo invento sabandija
/ será que será suficiente con que uno elija / porque si no la buena fortuna
pasa de largo”. Es una canción que mira hacia atrás y parece plantear una
recapitulación de lo vivido, sin olvidar el tono rumbero de la canción, quizás sea
la más floja de las nuevas canciones del álbum. “Voy a perder la cabeza por tu amor”, escrita por Manuel Alejandro
y Ana Magdalena y popularizada por José Luis Rodríguez «El Puma» y que también
interpretó Julio Iglesias, comienza con la trompeta de Jerry González y luego Calamaro
la dota de una intensidad que no tiene la versión de Rodríguez. El cierre del álbum
lo protagoniza la canción que da título al disco “El cantante”, de Rubén Blades
que interpretó Héctor Lavore, un tema autorreferencial, en el que Calamaro
sigue ajustando cuentas, y realiza una gran versión.
“El cantante”, es un trabajo para
escuchar tranquilamente, en el que cada detalle ha sido cuidado. Editado en el
tradicional formato de 12 canciones, podría decirse que Calamaro, por fin, se
rindió a la industria, aunque escuchando se llega a la conclusión de que lejos
de seguir las tendencias rumberas de los antes rockeros nacionales, el
compositor argentino apuesta por un trabajo diferente. No será del gusto de
todos, pues es una apuesta arriesgada, con canciones tan viejas como
imperecederas, pero marca la diferencia en el panorama musical.
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