Continuó escribiendo la letra durante las giras posteriores de ese mismo año, y terminó la canción junto al productor y guitarrista Steve Cropper, que con las suaves notas de su guitarra le dio a la canción una atmósfera totalmente distintiva con respecto al resto de la obra de Redding, que literalmente nos traslada a un viejo muelle a orillas de un mar en calma, y casi podemos sentir la brisa del mar en el rostro al escuchar la aterciopelada voz de Redding, que brilla y contrasta con la delicada austeridad del acompañamiento musical de la canción.
Percy Sledge, Willie Nelson, e incluso Pearl Jam, son muchos de los artistas y grupos que no han podido resistirse a la tentación de sentarse en el muelle de la bahía de Redding, para descansar los molidos huesos después de un largo camino, y convivir con esa "sensación de soledad que nunca nos dejará solos". Redding no pudo vivir el éxito de su canción, pero de haberlo hecho, seguro que habría encontrado el momento de conducir hasta la costa, y sentarse a contemplar el sol caer, en su remanso de paz del muelle de la bahía.
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