miércoles, 30 de marzo de 2022

La Lengua Popular - Andrés Calamaro (Mes Andrés Calamaro)


Normalmente cerramos el mes dedicado a un artista con alguna de sus últimas obras, tras un recorrido que cronológico en el que repasamos sus discos más representativos, pero en el caso del #MesAndrésCalamaro, y tras haber arrancado con discos tan excelsos (Alta Suciedad) como impactantes (Honestidad Brutal) y desproporcionados (El Salmón), sentíamos que en el cierre era necesario también terminar en lo más alto. Tras varios años más bien erráticos en los que alternó nuevas propuestas con revisiones de cancioneros populares argentinos y de otros países sudamericanos, volvió al lugar que le correspondía con La Lengua Popular (2007), un disco tan sólido y tan trabajado como lo fue, en su momento,  Alta Suciedad.
Siempre es arriesgado tender puentes o establecer paralelismos con un disco tan emblemático y cargado de éxitos de la talla de Flaca o Loco, pero lo cierto es que existen varias similitudes que posicionan a La Lengua Popular a la altura de aquel primer disco tras la ruptura con Los Rodríguez. En primer lugar, no puede quedar sin mención la más que evidente mejora en la calidad del sonido y de las interpretaciones de los músicos, algo que se descuidó (a propósito) durante la cocción de El Salmón. Trabajar con un elenco estable de buenos músicos de sesión le dio al disco una homogeneidad y un acabado final en el que apenas se encuentran fisuras, dejando al oyente con la sensación de estar ante un disco grande en el que apenas sobra nada.

Los Chicos es, como lo fuera Alta Suciedad, una canción de arranque en clave de rock de guitarras y estribillos, con grandes momentos para desgañitarse cantando a coro con los ojos cerrados los liberadores y pegadizos "Lo-ro-los" del final. Con los cuchillos en los dientes tal y como menciona en Carnaval de Brasil, Andrés Calamaro pone toda la carne (argentina) en el asador y dispara con sus mejores armas, coqueteando por igual, y en la justa medida, con los tintes rockeros y los ritmos latinos de los que tanto ha bebido a lo largo de su trayectoria, aportando en la mezcla su habitual toque de melancolía y gracejo canalla a unas canciones que suenan más positivas y esperanzadas que en anteriores entregas.

Todas estas virtudes se conjugan y explotan en 5 minutos más, la auténtica obra maestra de este disco, un compendio de chulería, honestidad y sentimiento, en el que se abre en canal y reconoce sus errores ("Tengo cada insensatez, y me puedo equivocar...") antes de declararse profundamente enamorado ("...Pero no me equivoqué contigo"), añorando a la mujer amada en la soledad de una habitación de hotel, desde la que nos regala algunos de los mejores versos de su carrera ("Tengo abierto el minibar y cerrado el corazón, que sólo late por los dos”).

El romanticismo sube en intensidad en Soy tuyo, y Mi Gin Tonic mantiene el tono y aporta una nueva dosis de instrumentación y sentimiento canallesco, pero es con los ritmos de cumbia y la brillante letra de La espuma de las orillas con la que Calamaro vuelve a ponernos los pelos como escarpias ("Como siempre te vas a reír, de algo ganso que te diga yo, y te vas a dormir abrazándote siempre a mí”). Curiosamente, en esta canción vuelve a mencionar el Carnaval como si en algún momento el disco hubiera sido planteado en torno a una idea o temática común, que posteriormente se hubiera quedado en el camino, pero que de nuevo deja un poso de unidad que le sienta genial al disco.

La, de nuevo, sincera y sencilla declaración de amor de Cada una de tus cosas deja paso al ritmo y la temática argentina de Comedor Piquetero y a la sublimación de la filosofía canalla de un personaje al que es imposible no querer, un tipo que en lo más alto de su carrera se autodefine como Sexy & Barrigón ("...una mezcla de virtudes que escasean..."), a medio camino entre "Homero Simpson y Rolling Stone", que consigue al mismo tiempo hacernos sonreír y rasguear nuestras imaginarias guitarras. Con esto ya nos tiene ganados, y el tránsito hacia el cierre del disco es llevadero en De Orgullo y Miedo y, una vez más, sincero y desnudo en La Mitad del Amor.

Para el final nos deja la reflexión y el exceso de Mi Cobain, que bien podía haberse llamado La Lengua Popular, y que parece una declaración de intenciones sobre el tono emocional escogido para el disco. Pese a la referencia a Kurt Cobain en título y letra ("Super-pive cayó con un joint, se veía venir..."), Calamaro se aleja del "permanente peligro de extinguirse de nuevo como la ballena azul" y elije en La Lengua Popular el camino de la felicidad con un último brindis a la vida bohemia ("Mi Cobain no va a sufrir por los demás, y además la lengua popular se va a mojar, para tomar para no olvidar") El disco acaba, y con él el #MesAndrésCalamaro, y no puedo evitar sentir que, con ellos, se va un mes plagado de buenos momentos musicales, que se escapan ya como arena entre los dedos. El mes que viene tocará revisar otro gran artista, y eso debería consolarme, pero... ¿Para qué os voy a engañar a estas alturas? La realidad es que, en estos momentos, "si pudiera mataría por cinco minutos más".

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