Así es como he conocido recientemente a los Teenage Fanclub, banda escocesa formada en 1989 y de gran popularidad en los años 90, y su disco Grand Prix. La recomendación de este viernes pasado me ha llevado a descubrir una banda y un disco de gran calidad, una perla escondida en los mares del no siempre bien valorado power pop. ¿Y cómo es que cometí la torpeza de no conocerles en su momento? Pues porque en aquella época yo solo le hacía ojitos a Prince, Guns and Roses, Blur y Oasis, y ya me vale la tontería, porque al documentarme para esta reseña descubrí que estos últimos llegaron a decir en la época en que salió este disco que Teenage Fanclub eran "la mejor banda del mundo" aclarando a continuación que lo eran "después de nosotros, claro".
El arranque del disco es estelar con About you, la ya mencionada Sparky’s Dream y la bella melodía pop de Mellow Doubt, dando el genial pistoletazo de salida de un álbum consistente y bien producido. Las perlas van cayendo una tras otra y pasando por la línea de meta de este Grand Prix, joyas sin desperdicio como Verosimilitude, la también mencionada Neil Jung, quizá el punto más alto del álbum, los quilates de Going places, la melancolía de Say No o la belleza de la "beatleliana" I'll Make It Clear mantienen el nivel del arranque y hacen que el tiempo pase volando, llegando al final del disco sin que apenas te des cuenta.
Al llegar a la meta, nos encontramos el que quizás sea el único pero que se nos ocurre ponerle a esta obra, que no es otro que la inclusión del extraño experimento de Hardcore / Ballad con el que cierra el disco, mezclando en la misma pista un inicio de rock intenso con un súbito corte al que sigue un tramo final de balada desnuda de guitarra acústica y voz. El guitarreo inicial queda forzado y la mezcla resulta innecesaria e incómoda, pero es quizá el único lunar digno de mención en un disco compacto y sin fisuras visibles. Es solo un tropezón en el último momento, quizá provocado por la distracción de ver ya la bandera a cuadros ondeando en el horizonte, marcando la llegada triunfal de Teenage Fanclub al panorama musical de los noventa, pisando el acelerador en su particular Grand Prix.
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