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domingo, 17 de julio de 2022

Nirvana: Nevermind #MesNirvana



Cuando hicimos el reparto de los discos a reseñar en el #MesNirvana, uno de mis compañeros en 7días7notas dijo: "Dejemos el de Nevermind al experto en ese disco" con un emoticono de un guiño y señalándome "virtualmente" a mí, por aquello del sobrenombre con el que firmo los artículos en el blog. Los demás estuvieron de acuerdo, y no quise sacarlos de su error, porque (en primer lugar) es un disco que me encanta y porque (en segundo lugar) clarificar que ni soy experto, ni lo de Nevermind va realmente por el disco de Nirvana, me pareció un buen punto de partida para la reseña de este genial disco.

Y es que Nevermind (en español "No importa") me pareció una buena manera de quitarle importancia al que escribe, y centrar el foco en la música, la auténtica razón de ser del blog, pero lo hice inspirado en uno de los sobrenombres con los que firmaba Prince (Alexander Nevermind) y no el que fue el exitoso segundo álbum de estudio de los estadounidenses Nirvana, producido por Butch Vig y publicado a finales de 1991. Pero ya que estoy, y aprovechando el equívoco, me permitiré aquí el homenaje de reseñar un disco que es la auténtica Biblia del nacimiento del grunge en los noventa.

Para su segundo disco de estudio, Kurt Cobain quería ir más allá de los estándares del recién nacido grunge, y asimiló conceptos de otras escenas musicales, dejándose influenciar por grupos como The Pixies o REM, que alternaban en sus canciones tramos ruidosos con secciones más acústicas y calmadas. Puede que ahí resida la magia que, en comparación, no tiene el anterior Bleach (1989), y esa misma magia fue la que, pese a surgir de un intento de abrirse a otras tendencias, convirtió al álbum en el mayor referente del grunge y catapultó al género al reconocimiento a nivel mundial. Y más allá de cualquier etiqueta, l oque es innegable es que Nevermind es uno de los mejores de la historia.

La primera canción de este disco histórico es, ni más ni menos, Smells Like Teen Spirit, que fue además el primer sencillo del álbum, y que desbancó del primer puesto del Billboard al megaproyecto de ventas que Michael Jackson había diseñado con su disco Dangerous. Con este archiconocido tema, Nirvana volvió a poner al rock alternativo en una posición de prevalencia de la que había estado alejado durante toda la década de los ochenta, dominada por el pop enlatado y que abusaba en exceso de los sintetizadores. In Bloom comienza con esa misma premisa de canción melódica y tono de voz bajo, para romper después agresivamente en el estribillo, llevando al oyente al paroxismo y la admiración más absolutas. La banda luchaba contra su propio estigma en el video promocional de la canción, en el que en blanco y negro, un presentador de los años 50 presentaba a un grupo de músicos ataviados con traje y corbata, y en el caso de Cobain, unas gafas de pasta al más puro estilo Buddy Holly.

Sin tiempo para respirar, o aprovechando para hacerlo en los momentos más melódicos, llega el turno de Come as you are, el otro gran single del disco, que igualmente se convertiría en un himno para toda una generación. Le sigue Breed, una de las primeras ocho canciones que se compusieron y grabaron en las primeras sesiones para el disco, con el título provisional de Immodium. En esa tanda inicial estaban también canciones que quedaron fuera del álbum como Sappy, Here she comes nowDive (la cara B de Sliver, en un single planeado como anticipo del disco, pero del que ninguna de las dos canciones terminó formando parte de Nevermind), y temas que acabarían siendo pilares del disco como In Bloom, PollyStay Away (con el nombre inicial de Pay to Play) y Lithium. La intensidad vocal de ésta última fue el motivo por el que, tras este prometedor comienzo, la grabación del disco quedó aplazada y sin fecha de reanudación a la vista, por el deterioro que supuso para la voz de Cobain.

Tras este forzado y prolongado paréntesis, los miembros de Nirvana grabaron una demo con una nueva compañía discográfica, y acabaron firmando un nuevo contrato con la todopoderosa Geffen Records, que les recomendó a varios de sus productores de cabecera, pero Nirvana insistió en repescar a Butch Vig, y continuar así con el trabajo realizado hasta ese momento.​ En sesiones maratonianas de 8 a 10 horas diarias, en las que Butch Vig se las apañaba para convencer a un Cobain poco amigo de las mezclas y los overdubs de que ese era el camino adecuado, se fue gestando lo que terminaría siendo un disco histórico.

Paradójicamente, los miembros de Nirvana no quedaron muy convencidos del resultado final de Nevermind, en lo que Cobain definió como "un disco más parecido a Mötley Crüe que a un disco de punk rock". Tampoco ayudó que el tema Endless, Nameless, planeado como pista oculta al final de Something in the way, la canción que cierra el disco, se quedara accidentalmente fuera en las primeras ediciones del álbum. Kurt Cobain insistió en que se reparara aquel error, y lo que se hizo en las siguientes ediciones fue incluirla en la misma pista de Something in the way, tras un silencio de diez minutos.

Geffen Records esperaba que Nevermind vendiese unas 250 000 copias, tomando como referencia lo que había sido el debut de Sonic Youth en el mismo sello, y nunca imaginaron lo que estaba por llegar. Ha día de hoy, se calcula que Nevermind ha vendido más de treinta millones de copias en todo el mundo, y la revista Rolling Stone lo situó en 2020 en el sexto puesto de su lista de los 500 mejores álbumes de la historia y en el primer puesto de los 100 mejores álbumes de los 90. No está nada mal para un disco que no buscaba ventas millonarias ni convertirse en referente de ningún movimiento, y del que, en contra de la opinión más extendida en 7días7notas, estoy muy lejos de ser un experto. Y en el fondo no me hace falta, porque no es necesario ser un entendido en Nirvana para ponerse el Nevermind a toda pastilla y darse rápidamente cuenta de que todo lo demás No importa.

miércoles, 30 de marzo de 2022

La Lengua Popular - Andrés Calamaro (Mes Andrés Calamaro)


Normalmente cerramos el mes dedicado a un artista con alguna de sus últimas obras, tras un recorrido que cronológico en el que repasamos sus discos más representativos, pero en el caso del #MesAndrésCalamaro, y tras haber arrancado con discos tan excelsos (Alta Suciedad) como impactantes (Honestidad Brutal) y desproporcionados (El Salmón), sentíamos que en el cierre era necesario también terminar en lo más alto. Tras varios años más bien erráticos en los que alternó nuevas propuestas con revisiones de cancioneros populares argentinos y de otros países sudamericanos, volvió al lugar que le correspondía con La Lengua Popular (2007), un disco tan sólido y tan trabajado como lo fue, en su momento,  Alta Suciedad.
Siempre es arriesgado tender puentes o establecer paralelismos con un disco tan emblemático y cargado de éxitos de la talla de Flaca o Loco, pero lo cierto es que existen varias similitudes que posicionan a La Lengua Popular a la altura de aquel primer disco tras la ruptura con Los Rodríguez. En primer lugar, no puede quedar sin mención la más que evidente mejora en la calidad del sonido y de las interpretaciones de los músicos, algo que se descuidó (a propósito) durante la cocción de El Salmón. Trabajar con un elenco estable de buenos músicos de sesión le dio al disco una homogeneidad y un acabado final en el que apenas se encuentran fisuras, dejando al oyente con la sensación de estar ante un disco grande en el que apenas sobra nada.

Los Chicos es, como lo fuera Alta Suciedad, una canción de arranque en clave de rock de guitarras y estribillos, con grandes momentos para desgañitarse cantando a coro con los ojos cerrados los liberadores y pegadizos "Lo-ro-los" del final. Con los cuchillos en los dientes tal y como menciona en Carnaval de Brasil, Andrés Calamaro pone toda la carne (argentina) en el asador y dispara con sus mejores armas, coqueteando por igual, y en la justa medida, con los tintes rockeros y los ritmos latinos de los que tanto ha bebido a lo largo de su trayectoria, aportando en la mezcla su habitual toque de melancolía y gracejo canalla a unas canciones que suenan más positivas y esperanzadas que en anteriores entregas.

Todas estas virtudes se conjugan y explotan en 5 minutos más, la auténtica obra maestra de este disco, un compendio de chulería, honestidad y sentimiento, en el que se abre en canal y reconoce sus errores ("Tengo cada insensatez, y me puedo equivocar...") antes de declararse profundamente enamorado ("...Pero no me equivoqué contigo"), añorando a la mujer amada en la soledad de una habitación de hotel, desde la que nos regala algunos de los mejores versos de su carrera ("Tengo abierto el minibar y cerrado el corazón, que sólo late por los dos”).

El romanticismo sube en intensidad en Soy tuyo, y Mi Gin Tonic mantiene el tono y aporta una nueva dosis de instrumentación y sentimiento canallesco, pero es con los ritmos de cumbia y la brillante letra de La espuma de las orillas con la que Calamaro vuelve a ponernos los pelos como escarpias ("Como siempre te vas a reír, de algo ganso que te diga yo, y te vas a dormir abrazándote siempre a mí”). Curiosamente, en esta canción vuelve a mencionar el Carnaval como si en algún momento el disco hubiera sido planteado en torno a una idea o temática común, que posteriormente se hubiera quedado en el camino, pero que de nuevo deja un poso de unidad que le sienta genial al disco.

La, de nuevo, sincera y sencilla declaración de amor de Cada una de tus cosas deja paso al ritmo y la temática argentina de Comedor Piquetero y a la sublimación de la filosofía canalla de un personaje al que es imposible no querer, un tipo que en lo más alto de su carrera se autodefine como Sexy & Barrigón ("...una mezcla de virtudes que escasean..."), a medio camino entre "Homero Simpson y Rolling Stone", que consigue al mismo tiempo hacernos sonreír y rasguear nuestras imaginarias guitarras. Con esto ya nos tiene ganados, y el tránsito hacia el cierre del disco es llevadero en De Orgullo y Miedo y, una vez más, sincero y desnudo en La Mitad del Amor.

Para el final nos deja la reflexión y el exceso de Mi Cobain, que bien podía haberse llamado La Lengua Popular, y que parece una declaración de intenciones sobre el tono emocional escogido para el disco. Pese a la referencia a Kurt Cobain en título y letra ("Super-pive cayó con un joint, se veía venir..."), Calamaro se aleja del "permanente peligro de extinguirse de nuevo como la ballena azul" y elije en La Lengua Popular el camino de la felicidad con un último brindis a la vida bohemia ("Mi Cobain no va a sufrir por los demás, y además la lengua popular se va a mojar, para tomar para no olvidar") El disco acaba, y con él el #MesAndrésCalamaro, y no puedo evitar sentir que, con ellos, se va un mes plagado de buenos momentos musicales, que se escapan ya como arena entre los dedos. El mes que viene tocará revisar otro gran artista, y eso debería consolarme, pero... ¿Para qué os voy a engañar a estas alturas? La realidad es que, en estos momentos, "si pudiera mataría por cinco minutos más".