Seguimos saliéndonos del rock, pero es que la ocasión merece
la pena, estamos ante uno de los grandes discos de John Coltrane, quizás el
mejor saxofonista tenor que ha dado el Jazz, nacido el 23 de septiembre de 1926
en un poblado llamado Hamlet en Carolina del Norte, su padre fue un sastre que
lo motivó a tocar el clarinete. Su madre también tocaba el piano en casa, por
lo que siempre estuvo rodeado de música. En 1947 John Coltrane conoció a Miles
Davis y tocaron junto a Sonny Rollins en Manhattan. Luego tomaron caminos
separados y Coltrane tuvo la oportunidad de tocar con uno de sus ídolos y
colega de “Bird” Parker, Dizzy Gillespie. Fue en 1955 cuando volvió a reunirse
con Davis hasta que la adicción de Coltrane a la heroína interfirió en su
carrera. En ese periodo difícil, John hizo equipo con el pianista Thelonious
Monk, a quien se refería como un “arquitecto musical de primer orden”. Sin
embargo, Monk, que dirigía su propio grupo de jazz, terminó acoplándose al
sonido de Coltrane. Con 32 años de edad, John Coltrane se rehabilitó en su
casa, según le gustaba decir 1957 le trajo “por la gracia de Dios” un despertar
espiritual que le guiaría a una vida más rica, completa y productiva cuyo
primer episodio fue Blue Train que no es sólo uno de los grandes discos de
Coltrane, sino uno de los más destacados del jazz de los 50 y, sin exagerar, de
toda la historia del género.
El disco se abre con el tema que le da el título, una de las
composiciones más recordadas y celebradas de John Coltrane, en la que,
partiendo de una melodía de blues, desarrolla una asombrosa improvisación con
sus inimitables “sheets of sound” pero, también, con Charlie Parker como
principal influencia presente. En este tema participa el sexteto al completo, el
trompetista Lee Morgan, el trombonista Curtis Fuller, el pianista Kenny Drew,
el tono bop de Lee Morgan (que incluso tocaba con una trompeta deformada hacia
arriba, como Dizzy Gillespie) y unos soberbios riffs de Paul Chambers. La
música que nos ofrecen es puro jazz, con un sonido duro, pero a la vez amable
al oído. Una muestra del mejor hard bop. Sus melodías ricamente líricas son
instantáneamente identificables por los oyentes veteranos, así como por los
aspirantes a estudiantes de saxofón. Pero las canciones del álbum también
provocan vagos recuerdos incluso de aquellos no iniciados en el mundo del jazz.
La icónica pista principal, uno de los temas más pegadizos de todos los tiempos
de Coltrane, podría fácilmente pasar por música de fondo reconfortante en una
fiesta ruidosa o servir como un acompañante de jazz para cenar en tonos
tranquilos que no alterará las conversaciones a la luz de las velas.
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