Incluida en el disco Mediterráneo (1971), es un canto alegre e intenso al mar y a la vida en la costa, salpicado de referencias autobiográficas ("...Tengo alma de marinero, qué le voy a hacer, si yo nací en el Mediterráneo..."), recuerdos de su propia infancia ("Quizás porque mi niñez sigue jugando en tu playa...
...) y sentimientos de añoranza ("...llevo tu luz y tu olor por dondequiera que vaya...). El descriptivo viaje termina en una declaración de fidelidad eterna a la tierra, manifestando su deseo de, llegado el fatídico momento, ser enterrado junto al mar ("Y a mí enterradme sin duelo entre la playa y el cielo..."), en una estructura en la que quizá pudo basarse la posterior "Pongamos que hablo de Madrid" de su compañero y amigo Joaquín Sabina ("Cuando la muerte venga a visitarme, que me lleven al Sur dónde nací...").
Lo realmente meritorio de una canción así es que, siendo un mensaje tan local y específico, la profundidad y el sentimiento que transmite la letra haya sido capaz de hacer de su Mediterráneo el de todos nosotros, haciendo que nos emocionemos por igual con cada escucha, aunque muchos de nosotros solo veamos el mar en vacaciones, y nuestra infancia sea más de secano y de edificios grises con antenas, y nuestros "atardeceres rojos" no se reflejaran nunca en las cristalinas aguas de ese idílico Mediterráneo que nadie ha retratado mejor que Joan Manuel Serrat en esta mítica canción.
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