viernes, 18 de octubre de 2019

El disco de la semana 149: Gabinete Caligari - La culpa fue de Gabinete Caligari



La reseña de esta semana no ha sido nada fácil. Y no solo porque no soy un gran conocedor de la trayectoria de Gabinete Caligari, sino porque se trata de un recopilatorio de los mejores temas de su carrera, en lugar de un disco en concreto, seleccionado entre la totalidad de su obra. Estoy acostumbrado, y en el fondo es lo que más me gusta de escribir reseñas, a intentar entender las canciones desde el análisis de la situación vital del artista en el momento de sacar el disco. Tiendo a interpretar un álbum como un todo, como una obra completa con un posible significado, en lugar de un puñado de canciones inconexas. Por último, me resulta inevitable compararlo con el resto de entregas de la discografía del artista en cuestión, para poder valorarlo y disfrutarlo en su justa medida.


Nada de eso es posible cuando tienes entre las manos un recopilatorio. Normalmente se caracterizan por la falta de unidad del conjunto, ya que por más que se trate de los mismos músicos, las canciones provienen de momentos temporales distintos. En el caso de artistas de dilatada trayectoria puede haber diferencias de 20 años entre unas y otras, y a lo largo de su carrera los músicos habrán tenido distintas influencias y, probablemente, se habrán cansado de hacer de la misma manera determinadas cosas.

Después de darle muchas vueltas a este problema, decidí que tampoco era tan relevante, y que lo único que debería estar dando vueltas era el tocadiscos. Y si no podía caer en mis divagaciones habituales, me centraría simplemente en la escucha de las canciones, liberado del objetivo de escribir sobre ellas, y vería que pasaba sin preocuparme por el momento de tener después que enfrentarme a la pantalla en blanco.

Lo que ocurrió entonces es que disfruté como nunca con el bestial arranque del disco, encadenando cuatro temas seguidos del genial Camino Soria (la canción del mismo nombre, Suite nupcial, La sangre de tu tristeza y Tócala Uli). Creo que el tiempo ha tratado bastante bien a estas canciones, que hoy en día mantienen intactas la brillantez y la frescura que tenían la primera vez que las escuché. Aquel disco debió haber sido para mí un "disco llave", nombre con el que denomino a esos discos con los que descubres a un grupo, y que tras rayarlos tras mil escuchas, te abren la puerta de la curiosidad sobre publicaciones anteriores, y te llevan a buscar más material de los  mismos autores.

Inexplicablemente, un disco tan genial como ese no me llevó a seguir explorando en las entrañas del gabinete del Profesor Caligari, lo cuál no impidió que, tanto hace 20 años en los bares de Madrid  como ahora escuchándola de nuevo, cantara a voz en grito y con los ojos cerrados que "La culpa fue del cha cha cha". ¿Y de quién iba a ser si no? Pues de unos músicos brillantes, por hacer un hit tan  chulesco como eterno. Tras este tema, no pude evitar lamentar que, en el orden de temas elegido para el disco, no hubieran puesto a continuación los otros dos grandes temas de lo que siempre llamé "La trilogía de los bares", por sus referencias al mundillo de las copas y la fiesta nocturna. Cuatro Rosas y El calor del amor en un bar están presentes, pero desperdigadas entre otras canciones con las que desafortunadamente no me encontré en su momento y que no tienen la misma carga emocional, aunque eso no signifique que en lo musical sean inferiores a las otras.

¿Y qué decir de las "nuevas" canciones? (Nuevas para mí, por mi imperdonable error de hace ya tanto tiempo). Pues que ha sido un placer descubrir que no todas lo eran. Canciones como Sólo se vive una vez y Lo mejor de tí habían sido borradas de mi memoria por el paso del tiempo, pero al escucharlas de nuevo han reverdecido sus hojas y han desplegado las alas de sus estribillos para volar alto de nuevo y pasar a engrosar la lista de canciones míticas de esta recopilación. Por el contrario, temas como Sangre española o Que Dios reparta suerte (ésta última con su guiño al pasodoble incluído) suenan más oxidadas y con un toque de "movida madrileña ochentera" que no ha aguantado tan bien el paso del tiempo.

Y sobre el resto de canciones... Creo que no sería justo comentarlas aquí, sin que antes me dejéis subsanar mi error de adolescencia. Bécquer no era idiota ni Machado un "ganapán", pero yo me comporté como un idiota, al ponerme el impermeable y no dejar que otros discos de esta banda me calaran hasta los huesos. Permitidme ahora degustarlas un poco más, y otro poco mañana, y el día después de pasado mañana, y quizá en un futuro no muy lejano, puede que Al final de todo, disfrute Como un animal de esas otras canciones, y me encuentre de repente Haciendo el bobo al ritmo de su música.

Y será entonces, cuando pueda llegar a meterlas en el mismo saco en el que ya están canciones que tienen una carga emocional muy grande para todos los que nos hemos sentido alguna vez desgraciados, abrazados a la tristeza, enamorándonos de ella mientras la sacábamos a bailar un "cha-cha-cha" en uno de aquellos bares, tan gratos para conversar mientras, en el escenario, al calor del amor por la música, un tal Uli tocaba su armónica una vez más.

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